alcalá de henares
No todo lo esencial es invisible a los ojos. Encontrar un espacio en el que conocerse, aprender sobre una misma y buscar respuestas a algunos interrogantes que les habían acompañado siempre pero nadie les había explicado es lo que ofrece la Asociación Garaldea a 32 mujeres que viven en ámbitos rurales dos horas semanales durante un semestre, en donde la perspectiva de género es esencial. En ellos tratan de tomar conciencia y saber más sobre el suelo pélvico, el ciclo menstrual, la menopausia y la violencia obstétrica, todo ello aderezado con técnicas de relajación con las que se intenta evitar la sobremedicalización que en ocasiones sufre el sector femenino de la población y que no responden más que al contexto de estrés y autoexigencia en el que se desenvuelven las mujeres.
Morata de Tajuña y Titulcia son los enclaves de la Comunidad de Madrid que actualmente se benefician de este proyecto que lleva cinco años de andadura. Hasta ocho profesionales de Garaldea forman a mujeres que, en algunos casos por primera vez, tienen la oportunidad de ir más allá de lo que siempre les habían contado. Así, las sesiones que según las organizadoras son más vivenciales y experimentales que formativas al uso, se han convertido en un espacio y un tiempo en el que cualquier mujer de cualquier edad y procedencia encuentra un refugio en el que reconocerse, desculpabilizarse y llegar a la conclusión que su problemática, en un primer momento pensada como individual, es compartida por muchas personas más.
"Al principio las separábamos dependiendo la edad, pero con el paso del tiempo hemos visto cómo eso enriquece la experiencia"
Marta Iraola, psicóloga de profesión y dinamizadora del proyecto, aclara que uno de los principios de Garaldea es el entender la salud como un derecho, por lo que desde el inicio los talleres han sido gratuitos para las participantes, gracias también a las subvenciones municipales y el aporte económico que la Fundación La Caixa realiza por segundo año consecutivo. La formación tiene una duración de seis meses, lo que se traduce en 24 encuentros al planificar uno a la semana. Para Mónica R. G., veterana en la participación al haber asistido a todas desde que empezaron, los conceptos de "autoestima", "cuidado", y "empoderamiento" escritos en los carteles que publicitaban el proyecto fue lo que le animó a apuntarse, aun sabiendo que lo ideal para ella sería una atención psicológica más personalizada que no se puede permitir por su situación económica.
Paula Lamana, integrante de Garaldea y profesional de la enfermería, comenta que dada su experiencia personal en atención primaria, "muchas mujeres acuden a los ambulatorios a hablar sobre las dudas suscitadas en relación a cómo funciona su organismo", y que eso fue una de los motivos por los que dieron este paso. Iraola, por su parte, agrega la importancia de que todas las participantes estén en el mismo grupo sin ningún tipo de distinción: "Al principio las separábamos dependiendo la edad, pero con el paso del tiempo hemos visto cómo eso enriquece la experiencia en estos entornos en los que todo el mundo ubica a los demás pero no se llegan a conocer en profundidad", lo que se materializa en que la experiencia es compartida entre mujeres que rondan los veinte años hasta otras que se sitúan en los setenta.
Tejer redes como algo fundamental
Sobre la importancia de tejer redes y formar un grupo se pronuncia Fátima Tine, migrante con 29 años y en situación de desempleo actualmente: "Además de que nunca había imaginado el hablar de temas tan personales en un grupo tan amplio de mujeres, estos talleres me han ayudado mucho para conocer gente del pueblo y a relacionarme con ellas, debido a que mi español no es muy bueno y apenas tenía relación con nadie de aquí". De hecho, su experiencia es tan positiva que animó a tres amigas suyas a participar en las convocatorias.
Según María del Rosario Miranzo, jubilada de 68 años, el grupo es heterogéneo pero la empatía ha igualado a las participantes. Su compañera Blanca Martínez, que ha participado en las tres convocatorias que ha habido en Morata de Tajuña, coincide con ella: "Lo que más me gusta es lo que se crea, el grupo. Una de las cosas que me fascinaron desde la primera edición es que éramos mujeres de edades muy variadas diciendo cosas súper íntimas. Es algo muy especial porque se da un clima natural y tranquilo al saber que todas estamos en lo mismo".
En este sentido, Iraola recuerda cómo en Villaconejos, otra localidad en la que estuvo el proyecto hace años, "las mujeres siguen quedando los miércoles a la misma hora en la que se desarrollaban los talleres para verse, hablar y tomar algo", a lo que Lamana añade que "esta es una gran oportunidad de generar lazos y apoyo mutuo entre mujeres en contextos rurales, donde es mucho más fácil que se formen relaciones de competencia".
Calidad y profesionalidad
Otro de las grandes aristas que consolidan el éxito de estos talleres es el elevado nivel de profesionalidad que poseen las dinamizadoras de los mismos, algo que añade un punto de calidad a la formación de Garaldea. Un hecho que va más allá de los contenidos y que se relaciona con la atmósfera tan sana que se forma. Así lo describe Miranzo: "Jamás me imaginé que esto iba a pasar en el pueblo. Aquí, a veces, hay que tener especial cuidado con algunos comentarios, pero eso no es lo que percibo en los talleres, donde el respeto es clave, un resultado producido por el trabajo de las monitoras". La propia Iraola reconoce que es fundamental para el funcionamiento el hecho de que "el enfoque no es vertical, es decir, que venga una experta a contar cosas y ellas tomen nota en su cuaderno, sino que las asistentes forman parte de la experiencia".
La psicóloga aduce que "en los pueblos se repite lo mismo que en las ciudades"
Cuestionada sobre las posibles diferencias entre enclaves urbanos y ámbitos rurales, la psicóloga aduce que "en los pueblos se repite lo mismo que en las ciudades: alto nivel de exigencia, mucha incapacidad para priorizarse, mucha facilidad para postergarse y mala relación con los servicios de salud dada su enorme tendencia a la medicalización y el poco tiempo que se les confiere para escucharlas". Una tesis que corrobora también la enfermera al no haber apreciado grandes diferencias entre los individuos de las diferentes poblaciones, con la excepción de que encontrar información al respecto en las ciudades es más fácil que en zonas rurales.
Luchando contra los 'malestares de género'
"Aquí se tratan muchas cosas, como la violencia de género que sufrimos en el ámbito biomédico, el normalizar el dolor durante el ciclo menstrual o el que las mujeres vayan sistemáticamente al centro de salud y la solución que se les dé sea analgésicos o analgésicos más fuertes de los que ya se toman". Con estas palabras describe Lamana una de las patas del proyecto.
Uno de los principales aspectos es la educación psicoemocional, rama que desarrolla la propia Iraola en base a la idea de la sobremedicalización ya mencionada: "Trabajo en una cooperativa sanitaria de mujeres en donde me llevo percatando de los malestares de género desde hace mucho tiempo. Estas dolencias se dan cuando una mujer es diagnosticada con una depresión y en realidad la raíz de lo que le sucede no tiene nada que ver con una desregulación a nivel biomédico sino con el contexto en el que vive". Además, es consciente de la responsabilidad que tiene cuando ella misma añade que "los índices de violencia de género en las zonas rurales son muy altos, y se da una dificultad añadida cuando vas a denunciar y, a lo mejor, el policía de la comisaría es un conocido".
Otra parte importante de la ecuación es la existencia de la ludoteca, algo que Mónica, madre soltera, agradece enormemente: "Siempre estoy pensando en que llegue el martes porque son las dos horas que tengo para mí en exclusiva. Toda la semana estoy niño, trabajo, niño, parque, trabajo, niño, casa… y sentarme allí es respirar sabiendo que mi hijo va a estar cuidado fenomenalmente. No tener preocupación por él ya me hace estar tranquila, soltar y olvidarme", en sus propios términos.
"Es una sensación de plenitud"
En la misma situación está Martínez, una profesora de educación infantil con 45 años que describe así esta realidad: "Yo estoy separada y tengo un hijo, así que me quedan pocos momentos para disfrutar de mí misma y la posibilidad de ludoteca facilita enormemente las cosas. Para mí, es una sensación de plenitud, un momento especial al saber que mi hijo está al lado y bien atendido, lo que hace —continúa la participante— que mi cabeza esté ahí, concentrada en todo momento".
Los resultados, siempre positivos según el testimonio de las participantes, no podrían ser sino cualitativos. Tine ha descubierto ejercicios de relajación para el cuerpo que le han ayudado en su día a día, Martínez ha profundizado en conocimientos sobre maternidades, menstruación o roles sociales, Mónica ha descubierto cómo desarrollarse a través de la arteterapia y Miranzo ha salido de la rutina aprendiendo más sobre ella misma.
Los resultados se hacen tangibles
Iraola, la psicóloga facilitadora del taller, expresa que la finalidad no es terapéutica, pero que en muchas ocasiones lo acaba siendo: "Se trata de seis meses en los que las mujeres perciben una confidencialidad que quizá nunca antes habían tenido superando las posibles suspicacias que puede producir que estas dinámicas se desarrollen en un pueblo". Esto se refleja en que algunas de las participantes han podido descansar mejor tras aprender algunos ejercicios de relajación o incluso prescindir de la medicación para controlar el estrés y la ansiedad, tal y como afirman las dinamizadoras.
El proyecto de Garaldea lleva cinco años desarrollándose gracias a la financiación de instituciones públicas y privadas
"Hay mujeres que antes venían y repiten con sus madres o con sus hijos. Es algo precioso". Esto es lo que dice Iraola y que podría servir como un buen resumen de los resultados. Unos resultados que no serían posibles sin el empeño que las organizadoras tienen que poner mucho antes de empezar con los talleres: "Que el feminismo esté de moda es algo que ha jugado a nuestro favor en relación a las subvenciones que recibimos, pero hace cinco años nos costaba horrores explicarles a los concejales de turno porqué era importante la existencia de estos talleres y hasta teníamos que defender que fueran exclusivos para mujeres", comenta la psicóloga.
El proyecto de Garaldea lleva cinco años desarrollándose gracias a la financiación de instituciones públicas y privadas, aunque las profesionales que imparten los talleres lo hagan altruistamente y realicen un servicio esencial de cara a uno de los sectores de la población más oprimidos. Una vez más, iniciativas basadas en la justicia social, conscientes de la realidad que pretenden mejorar y repletas de entusiasmo dependen de la honestidad personal de cada uno, y menos mal que en Garaldea de eso no les falta. Ojalá que por mucho tiempo.
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