Público
Público

Cuando la adopción no sale bien: herida de abandono, 'bullying' o racismo

Asociaciones especializadas en adopción y psicólogos aseguran que la mayoría de estos procesos son exitosos. Estiman que entre un 90-95% y un 75% de los menores en esta situación no padecen ningún problema.

Un padre y su hijo posan de espaldas en una imagen de archivo
Un padre y su hijo posan de espaldas en una imagen de archivo. PIXABAY

Las adopciones están llenas de mitos, de ideas preconcebidas. Algunos consideran que en esta experiencia va a ser todo de color de rosa. Y luego están quienes piensan en los adoptados como niños y niñas conflictivos, con problemas de comportamiento. Y, como todo en esta vida, cada persona y cada situación es un mundo. 

"La mayor parte de las adopciones, un 90% o 95%, son exitosas, pero esto son datos que podemos estimar desde nuestra experiencia, no oficiales". Quien habla es Ángel González García, presidente de la Asociación Nacional en Defensa del Niño (ANDENI), especializada en adopciones en China desde el año 1996. Especifica, sin embargo, que los menores procedentes de este país, al llegar a España a muy corta edad, tienen menos problemas de integración que otros pequeños. 

Carmen Mateo, psicóloga sanitaria especializada en niños, niñas y adolescentes procedentes del sistema de protección de menores, insiste también en que lo habitual es que las adopciones salgan bien y hace su propia estimación: un 75% de ellas son prósperas. Sin embargo, también hay adopciones difíciles y, como siempre, los niños son los mayores perjudicados.

"Cuando empezamos el proceso de adopción no sabíamos del daño emocional que estos niños tienen por haber sido separados de sus madres biológicas". Vicente Molina es, junto a su pareja, Óscar Lendinez, padre adoptivo de dos niños de ocho y tres años. Con esta afirmación evidencia uno de los principales problemas con los que se han topado en este ámbito: la romantización de la adopción.

Como esboza Molina, es posible que siempre exista una huella en los niños y niñas adoptados por haber sido separados de sus madres, algo que, sin embargo, no siempre supone un problema para los menores. Lo que para unos es un hecho más de todos los que conforman su vida, para otros supone un trauma.

Carmen Mateo lo explica de manera muy gráfica: "Todo niño, cuando nace, parte de cero: cero seguridad, cero autoestima, cero vinculación... Cuando un niño es adoptado y llega a casa de la familia, no parte de cero, parte de bajo cero, porque no vienen vacíos, vienen de una situación que les ha dañado".

El caso de los hijos de Vicente y Óscar es muy claro. Tanto Sergio, que ahora tiene ocho años, como "el peque" -como se refiere a él su padre-, de tres, llegaron a su hogar definitivo con 14 meses. Pero esta no era su primera casa. Antes, no solo habían sido separados de sus familias biológicas, sino que, además, ya habían pasado por una familia de acogida.

El trauma primario que, como muchos otros menores, padecen comienza a reflejarse de manera muy precoz. "La primera consecuencia que suele manifestarse, y hay muchos estudios que lo corroboran, es a nivel de vinculación afectiva", explica Mateo. Esto, añade, se hace visible en la llegada del menor a la vivienda de su familia adoptiva.

"Nosotros, cuando llegaron, les decíamos: Ya estás aquí, esta es tu familia para siempre. Y ese para siempre no lo entendían, porque sus vidas han sido temporalidades", relata Vicente Molina. Dicha herida de abandono aparece en ellos de manera espontánea, sin motivo aparente y, como asegura su padre, "los niños lo pasan fatal".

"Los padres adoptivos no podemos permitirnos el lujo de llegar tarde a recogerles al colegio", continúa. "Si ellos salen a la puerta del colegio y no nos ven, entran en pánico. Sus mentes conectan con ese sentimiento de abandono y piensan: Pues ya está, hasta aquí llega mi trayectoria con mi familia".

Esta herida se va replicando en el futuro en amistades o relaciones afectivas y lo hace en los momentos más insospechados. Como aquella mañana en la que Sergio se levantó emocionado ante la perspectiva de una excursión escolar. Preparó su mochila y se montó en el autocar. En el momento en que el vehículo arrancó y empezó a alejarse de València, la ciudad donde vive, comenzó su angustia.

"Cuando fuimos a buscarle al colegio, él estaba llorando y me decía: Ay, papá, es que el autobús se alejaba y yo pensaba que no volvía. Es su forma de expresarlo. El autobús se iba y a mí me daba miedo el no volveros a ver, nos contaba entre sollozos. "Eso le hizo pasar uno de los peores días de su vida", narra Molina.

Porque, como recuerda Vicente, "no es lo mismo ser adoptado que sentirte adoptado. Sergio, al igual que su hermano, sabe que es adoptado, pero ahora empieza a entender la magnitud de lo que esto supone". "Y tampoco es lo mismo que entenderse adoptado", apunta la secretaria de la asociación La Voz de los Adoptados, Beatriz Beneitez.

"Hay que entender que algo grave tuvo que pasar para que, en algún momento de tu infancia, probablemente muy temprano, llegases a ser adoptado. Y eso duele", matiza.

La Voz de los Adoptados: "No es lo mismo ser adoptado que sentirse y entenderse adoptado"

Dicha entidad nace en 2009 con el objetivo de ser un espacio de encuentro, intercambio y apoyo desde el punto de vista de las personas adoptadas. Su presidenta, Flavia Guardiola, apunta al racismo como otro de los problemas que sufren los adoptados, tanto interraciales -aquellos adoptados por familias nacidas en el mismo país, pero cuya etnia es diferente- como transraciales -los adoptados por familias nacidas en diferentes países y cuya etnia es diferente-.

Ella misma es un ejemplo de adopción interracial. Fue adoptada en Argentina por una familia argentina y, sin embargo, la procedencia de sus padres es europea, mientras que la suya es indígena, lo cual se refleja en la blanquitud de ellos y la racialidad de ella.

"Estos menores adoptados tienen que ir a colegios donde haya un grupo nutrido de alumnos con otras señas de identidad de otros países porque, si no, siempre estarán rodeados de blanquitud", nos relata.

Alicia Martínez-Simancas es otro ejemplo de este tipo de adopciones transraciales, atravesadas por la discriminación. Hace 25 años nació en China y, seis meses más tarde, fue adoptada por una familia española.

En su más tierna infancia comenzó a sufrir bullying por motivos racistas y por el hecho de ser adoptada. "Tú de niña quieres ser sociable, tener amigos, salir... Y te sientes culpable. No puedes ser lo que tú eres. Tu personalidad se basa en lo que la gente quiere de ti y te sientes culpable por no complacer a la gente. Y piensas: ¿Realmente me gusta esto o lo hago porque no quiero que me abandonen?", explica Alicia a Público por teléfono.

Alicia Martínez, mujer adoptada en España procedente de China, en una imagen de archivo
Alicia Martínez-Simancas, mujer adoptada en España procedente de China, en una imagen de archivo. CEDIDA

Esta es la segunda consecuencia de estas problemáticas surgidas en las adopciones que relata la psicóloga Carmen Mateo, el tema de la autoestima. "¿Qué importancia tengo para el resto de las personas si ya una vez me demostraron que no tenía valía?". La profesional replica así las palabras que le repiten sus pacientes en la consulta. "Y eso es independiente de las causas que hayan motivado la separación o el abandono", añade.

"Tenía berrinches de la nada, me sentía incomprendida. Yo explotaba, tiraba cosas, daba portazos… Y empezaba a pensar: Estoy loca. Igual por eso me abandonaron. Sentía que no tenía derecho a exigir nada. Pero, en realidad, solo estoy pidiendo un mínimo de apoyo emocional y de comprensión", se desahoga Alicia.

Alicia Martínez: "Me sentía incomprendida, sentía que estaba loca y que no tenía derecho a exigir nada"

En su caso, la situación llegó hasta tal punto que de niña fue diagnosticada con déficit de atención y medicada. Cuando sentía que no podía más, llegaban a su mente pensamientos suicidas que culminaron en varios intentos fallidos de quitarse la vida. "No quería vivir. Sacaba malas notas, no tenía amigos... ¿Qué culpa tengo yo de que no me entiendan? No sabía qué me estaba pasando", apunta. "Mi momento de alivio era llegar a casa y cortarme en los brazos. Pero lo ocultas, porque te van a llamar desagradecida. Y entras en un bucle", continúa.

Con 15 años, explotó y, cuando les pidió a sus padres irse a estudiar a Estados Unidos, aceptaron. Sin embargo, no todo fue tan sencillo como podría parecer a su llegada. El idioma supuso una barrera en el high school y comenzó a suspender. Eso desató una nueva etapa de decadencia en su vida. Entonces, llegó hasta a sufrir psicosis y terminó ingresada en un psiquiátrico.

"Empecé a tener alucinaciones, a ver gente en mi habitación, no me sentía segura en mi cuerpo, en mi mente". Y, nada más llegar al psiquiátrico le preguntaron si era adoptada. Ante su respuesta afirmativa, contestaron: "Ahora todo tiene sentido". Yo pensaba: ¿Qué me va a pasar por ser adoptada?. Y me dijeron: Tienes una carga emocional, es normal que te sientas así...", relata.

Entonces, se sintió aliviada, pero al mismo tiempo rechazaba el hecho de que sus problemas se debieran a ser adoptada. Y, aunque su círculo más cercano parecía no darle demasiada importancia, poco a poco y gracias a la terapia psicológica, la medicación y su propia tenacidad en busca de explicaciones, comenzó para ella el principio del fin y se fue recuperando.

Claves para un buen acompañamiento en la adopción

"Nuestra función como padres también es acompañarles en esa herida emocional", explica Vicente Molina, quien considera que hay que tener en cuenta la historia de los menores antes de llegar a su hogar adoptivo.

"Si, por ejemplo, un niño llega a nuestra casa con tres años, ¿qué pasa, que de cero a tres años no ha vivido?", se pregunta. "¿No le vas a decir quién es su familia biológica o dónde ha estado (en una familia de acogida, en un centro…)? ¿No se le cuenta nada? Vivir la adopción de una forma responsable es hablar de ella y naturalizarla", añade.

En la misma línea se pronuncia Flavia Guardiola. "Muchas veces se compara la adopción con tener hijos de manera biológica, pero no es lo mismo. Para tener un hijo adoptado tienes que tener una formación extra, tienes que ser un padre o madre reparador, tener un trabajo personal hecho".

Vicente Molina: "Vivir la adopción de una forma responsable es hablar de ella y naturalizarla"

Dicha formación no solo tiene que recibirla la familia adoptiva, sino también los propios adoptados y su entorno a todos los niveles. ¿Lo ideal? Una formación para toda la sociedad, explica Guardiola.

"Trabajamos con las familias adoptivas para que salgan de su zona de confort. Tu hijo tiene que verte a ti interesado en su cultura para empezar a preguntarte porque, si no, no va a salir de él preguntarte. Es importante, además, que la familia tenga amigos o algún familiar cercano que venga de otra etnia. ¿Cómo puede ser que tengas un hijo de Etiopía, por ejemplo, y no tengas ningún conocido de su etnia?", explican desde La Voz de los Adoptados, algo que, en el caso de Alicia, no ha sido así.

"La gente cree que estamos traumatizados por ser adoptados", zanja la presidenta de esta asociación. "No, estamos traumatizados porque hemos sufrido adversidad temprana antes de que nos adopten", añade.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias