madrid
Y al día 34, se achicaron. Las protestas contra la amnistía frente a la sede del PSOE en la madrileña calle Ferraz que empezaron hace poco más de un mes se apagan poco a poco en la semana del macropuente de la Constitución. Menos de un centenar de personas el martes y apenas 75 el miércoles, según la Delegación de Gobierno, se congregaron en las últimas jornadas convertidas ya en una cita cronificada pero venida a menos para agitar banderas franquistas, exaltar la dictadura y rezar el rosario con el rechazo a la medida de gracia para los encausados del procés como señuelo para atraer manifestantes. Ni el jueves ni el viernes hubo remontada.
La primera protesta fue el pasado 3 de noviembre. Derecha y extrema derecha defendieron entonces que se trató de una manifestación "espontánea" de la sociedad civil contra el pacto del PSOE con Junts, aunque rápido se demostró que en la órbita virtual de Vox estaban detrás de la convocatoria llamando a asediar las sedes socialistas a través de redes sociales. El germen lo pusieron las juventudes de la formación de Santiago Abascal, agrupadas en una nueva organización llamada Revuelta; y en el primer fin de semana acudió hasta la popular Esperanza Aguirre. El 9 de noviembre llegaron a ser 8.000 personas.
Pero en apenas cuatro jornadas la violencia empezó a ser la gran protagonista de la mano de grupos y movimientos ultras como la Falange, Democracia Nacional, Bastión Frontal, Hogar Social, Hacer Nación o Desokupa, que se unían a las protestas para desatar el caos.
En un reportaje publicado en el periódico El País el pasado 10 de noviembre un agente de los servicios de Información de la Policía Nacional que monitoreaba las protestas explicaba lo siguiente: "Es el comportamiento habitual de los ultras del Frente Atlético y de Ultra Sur; se congregan en su bar-sede, se ponen hasta el culo de beber y después, cuando la cosa ya está suficientemente caliente, reciben el aviso y salen a liarla y a dar rienda suelta a toda su violencia, porque ese es su único objetivo, justificar la diversión que supone descargar su agresividad (...) Como ahora no pueden hacerlo en los estadios (de fútbol), lo hacen aquí, en Ferraz, por ejemplo, o donde les convoquen".
Abascal, colaborador necesario
Y añadía: "En realidad son pocos, ellos solos no tienen fuerza para nada, no mueven nada. Por eso utilizan estas convocatorias para volver a tener algo de visibilidad". Durante esos días, y hasta hoy, Abascal alentaba las concentraciones que sirvieron de escenario perfecto para los ultras. Acudió él mismo hasta en dos ocasiones, una de ellas junto al polémico comentarista estadounidense Tucker Carlson, el agitador estrella de Donald Trump.
Además, Vox ha llevado varias manifestaciones convocadas en otros lugares de la capital hasta Ferraz. Lo hizo el pasado 12 de noviembre, cuando Abascal acudió al acto contra la amnistía del PP en la Puerta del Sol para ir luego a la sede socialista. O incluso en el día de la Constitución: el líder de la extrema derecha no acudió a la habitual recepción en el Congreso, pero sí quiso figurar en Ferraz.
El rosario entró en escena
Precisamente esa noche fue de las menos concurridas de todas desde que arrancó el desfile ultra por Ferraz hace más de un mes: apenas 75 personas que han dejado atrás los actos violentos del inicio y se han pasado al rezo del rosario, bautizado como Rosario por la Unidad Nacional de España.
La Policía, que está desplegada en la calle Ferraz desde el inicio de las protestas —algunas convocatorias en redes sociales llamaban a entrar en la sede del PSOE—, también se ha convertido en un enemigo. El dirigente de Vox Javier Ortega Smith se enfrentó el 19 de noviembre a los antidisturbios y salió en defensa de los violentos. Una actitud que no gustó nada en Bambú, sede nacional de la extrema derecha, donde defienden el endurecimiento de la Ley de Seguridad Ciudadana, conocida como ley mordaza, para dar aún más protección a los agentes durante sus intervenciones en protestas y actos públicos.
Pero esta furia organizada que se ha quedado sin aliento en la última semana ha tenido consecuencias: cuando se habían cumplido 21 días de las protestas, el Ayuntamiento de Madrid cifró en 28.000 euros los daños causados; la violencia se extendió durante semanas y hubo decenas de detenidos y heridos leves; además, los comercios y vecinos de la zona llevan más de un mes con su convivencia alterada.
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