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Tren 'antiacosador': ¿normalización de la cultura de violación?

Inna Afinogenova en La Base.
Inna Afinogenova en La Base.

¿Cuántas de nosotras a lo largo de nuestra vida hemos tenido que tragar con piropos no pedidos, miradas lascivas, manoseos, toqueteos y hasta ver algo que no deseábamos ver?

A las que estamos aquí nos pasó, no una, ni dos, ni tres veces. 

A mí me pasó en distintos espacios, pero donde más asco, más incomodidad me generaron, fue en el transporte. Y se ve que el problema es internacional. Es tan candente que en varios países de Latinoamérica y Asia se ha tomado una serie de medidas, que a día de hoy genera acalorados debates sobre si ese es el camino para resolver el asunto o para normalizarlo.

Estoy hablando de segregación de género en transporte, o lo que conocemos como vagones para mujeres. Yo lo conocí por primera vez en México y recuerdo que me escandalizó bastante. 

La estrategia denominada 'Viajemos Seguras' se empezó a implementar en 2008. Crearon vagones solo para mujeres y menores de edad en los que un hombre en teoría no puede entrar. 

Se hizo porque las estadísticas son así, ojo: nueve de cada diez mexicanas reconoce haber vivido al menos un episodio de violencia sexual en el transporte público, según ONU Mujeres. 

Algunos casos son difíciles de comprobar, porque se dan sin necesidad de contacto físico: masturbaciones, eyaculaciones, miradas lascivas, y bueno, contra todo eso se pueden refugiar en un vagón solo para mujeres.

Y si bien la medida, según distintos cálculos, sí ha logrado disminuir el número de denuncias por acoso dentro del transporte, está el debate sobre si de esta manera se normaliza la creencia de que ciertos señores son así, no se pueden contener viendo a una mujer y se le traslada la responsabilidad a la mujer por su seguridad. 

Es cierto que estas estrategias se aplican en conjunto con otras destinadas a desarrollar nuevas masculinidades, crear mayor conciencia, etc. Hace unos años ONU Mujeres lanzó una campaña que se ha hecho viral internacionalmente. 

Instalaron en un vagón un asiento con un pene tallado y un cartel que rezaba "Exclusivo para hombres. Para que se sienten a ver qué tan cómodos están". 
Los responsables de la campaña, eso sí, aclararon que ir sentado sobre un pene esculpido tampoco se compara con la incomodidad que viven las mujeres en sus traslados cotidianos todos los días.  

En Latinoamérica, Brasil fue de los primeros países en intentar esa práctica. Ya en 1995, en Sao Paulo empezaron a circular vagones para mujeres en horarios especiales, en horas punta, claro. Acompañaron todo de carteles y pegatinas para concienciar a los hombres, pero en el primer día de servicio fue destruido el 20% de todo ese material educativo. 

Pero no es eso lo que les iba a sorprender, sino este otro dato. Los vagones exclusivos para mujeres para disminuir el acoso sexual contra mujeres se remontan al año 1912 y, a Tokio. 

En Japón esta práctica se ha estado llevando a cabo a lo largo de más de un siglo. Y pese a ello, sigue habiendo numerosas denuncias de violencia sexual contra mujeres. 

En 2004, nuestro siglo ya, la policía recibió un número récord de denuncias y recomendó a las empresas de trenes tomar medidas.

El delincuente que acosa a mujeres en horas punta hasta tiene su nombre allí: chikan, según un informe de la Asesoría Parlamentaria de Chile. 

Porque es uno de los ejemplos de esta normalización de la cultura de violación. Sigue suscitando polémicas y siendo motivo de estudios académicos. Muchos de ellos advierten que es una solución temporal, a corto plazo, que no resuelve de ninguna manera el problema real detrás del acoso sexual. 

Entonces si no se aborda de forma integral este tipo de conducta, si solo se apuesta por confinar a las mujeres, por esconderlas, no habrá espacios realmente seguros. Saldrás del vagón y te toparás con un acosador en el andén. O en la escalera mecánica, o en la parada. 

Institucionalizar que los hombres no se controlen, sea a través de medidas como esta o a través de campañas de "No corras sola por la noche", no nos protege, sino que de alguna manera legitima al agresor

Porque si, por seguridad, se pide que alguien limite su libertad de ir enseñando por ahí su móvil de alta gama en ciertas zonas de algunas ciudades, eso tiene remedio: uno puede esconder su móvil. Sigue siendo una limitación de tu libertad, pero tú puedes evitar enseñar el celular. 

Lo que no podemos nosotras es dejar de ser mujeres a según qué horas del día y en según qué lugares. 

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