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Tomas falsas de la campaña (20): Sánchez en Eurovisión

El presidente fue la representación de la izquierda en el único debate al que asistirá Feijóo.

Pedro Sánchez
El candidato del PSOE al 23J, Pedro Sánchez, el lunes antes de iniciar el debate con Feijóo. Juanjo Martín / EFE

En enero de 2022 tuvo lugar una crisis de representación entre la ciudadanía y una auténtica institución musical como el Benidorm Fest, el festival que desde hace años designa la canción que llevará España a Eurovisión. La audiencia eligió de manera clara a sus favoritas, el grupo Tanxugueiras, que recibió el 70% de los votos emitidos.

Sin embargo, su canción no resultó la ganadora de este certamen, sino que fue el SloMo de Chanel Terrero el tema que terminó representando a España en el festival de la música más importante a nivel europeo. Ganó por el voto del jurado en un sistema de asignación de puntos que terminó penalizando a las artistas gallegas e infrarrepresentando el voto popular. 

En apenas unos minutos aquello provocó una brecha de dimensiones descomunales (musicalmente hablando) entre el pueblo y las élites culturales, el jurado que se había alejado de la gente y que tomaba decisiones que no nos representan.

La polémica llegó a tal punto que RTVE tuvo que publicar unos días después los datos detallados de la votación y explicar cómo se habían asignado los puntos. Fue ahí donde se vio que Tanxugueiras había recibido el 70% de los votos mientras que Chanel ni siquiera había llegado al 4%, un hecho que enfureció todavía más, si cabe, a la audiencia. España montó en cólera y la intérprete de SloMo sufrió las consecuencias al generarse un importante rechazo contra su canción.

Sin embargo, el 14 de mayo, día en que se celebró la final de Eurovisión, todos los eurofans españoles estaban con Chanel, SloMo iba a ser la canción del verano y su histórico tercer puesto sabía a poco porque su actuación bien le hubiera valido llevarse el certamen. No era la elegida pero era lo que había porque se le había dado la oportunidad (más allá del posterior éxito incontestable de su actuación).

En el debate del lunes Pedro Sánchez fue la Chanel Terrero de la izquierda; una parte más o menos importante del electorado progresista quisiera haber visto también a Yolanda Díaz (gallega, como las Tanxus) batirse el cobre con Alberto Núñez Feijóo (la cosa queda en la tierra), pero el presidente del PP sólo participa durante la campaña en el cara a cara televisivo con el líder socialista y no estará en ningún otro debate.

Como los eurofans, el electorado progresista se pegó a la pantalla para ver a su representante y, quién sabe, si aplaudir de manera comedida, quizá entusiasta en algunos casos, sus intervenciones cuando derrotaba un argumento de Feijóo. Las redes ardían con el presidente del Gobierno.

Primero, porque empezó "descolocado" ante el aluvión de medias verdades y algunas mentiras del líder del PP, que tomó la iniciativa desde el minuto uno; después, porque cogió aire en el bloque de igualdad, desenmascarando los pactos de los conservadores con Vox y recordándole al dirigente gallego el "divorcio duro" con el que se refirió a un caso de violencia machista; por último, por sacar motu proprio a ETA y los viajes en Falcon, marcos clásicos de la derecha en los últimos años que mostraron a un Sánchez a la defensiva hasta cuando pretendía atacar.

Sánchez, como todos los artistas eurovisivos, salió a interpretar su pieza, bailó su coreografía culminada por fuegos artificiales (un minuto de oro en el que arrancó con un sorprendente "Si eres de los que crees que debe votar al Partido Popular para acabar con ETA, debes saber que no va a acabar con ETA, que ETA acabó en el año 2011") y se retiró con su equipo (entre los que se encontraban Óscar López y María Jesús Montero, como Bustamante, Bisbal, Chenoa, Gisela y Geno acompañaron a Rosa López en el Europe´s living a celebration) a esperar la asignación de puntos.

Lejos de juzgar el ritmo, la musicalidad y la coreografía de Sánchez en su cara a cara con Feijóo, es innegable que este lunes el líder del PSOE fue la única referencia de la izquierda en la primera batalla ideológica directa de la campaña. Se le dio la oportunidad y ahora serán las urnas las que juzguen si el SloMo del presidente se convierte en la canción del verano o si más de uno alza la voz para decir que le hubiera gustado ver a Tanxugueiras sobre el escenario de Eurovisión.

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