madrid
-¿Qué tal? ¿Has cenado ya?
-Bien, sí. ¿Tú?
-También. Bueno y, ¿qué ha dicho hoy Feijóo?
Esta es la conversación entre una abuela y su nieta (la que escribe) —la versión original es en gallego— que ha podido producirse cualquier día de las últimas dos semanas. Es más, han podido ser incluso todos. A una aldea de un pueblo de Lugo donde se desayuna, se come y se cena con la Televisión de Galicia (TVG) ha llegado — "algo oín" — que Alberto Núñez Feijóo confundió Sevilla con Melilla, Valencia con Barcelona o Extremadura con Andalucía. De esto último salió bien y rápido: "Pero, ¿a que os habéis dado cuenta?", le dijo a un público que ya gritaba "¡Eeeeh! ¡Eeeeh!", lenguaje universal.
A ese reducto en el que lo viral es una esquela pegada en una marquesina que ya no hace su papel porque no hay niños que esperen ningún autobús llegó también "non sei qué do Betis e o Sevilla". En realidad, lo de menos era el qué. El tema era que Feijóo había vuelto a decir algo que no debía haber dicho.
Ha sido la campaña paralela a la campaña. La de un Feijóo marianizado que patina a veces, se corrige, pide perdón y sigue hablando. La gente se ríe, piensa, "¡una más!", envía el vídeo que ha encontrado por internet a su grupo 'Familia (inserte aquí la suya)', y sigue también con lo suyo, dejando ya a Feijóo con su familia.
A una media aproximada de dos intervenciones al día, Feijóo ha hablado en 30 mítines esta campaña. Se puede afirmar que ha estado sobreexpuesto a sus propios errores y al colmillo de la prensa. En Génova señalan a los segundos —casi "caníbales" en Madrid, dicen— mientras por debajo de la cúpula, los 'no gallegos', le recomiendan que después de la campaña "se recoja un poco". "Tanta sobreexposición no es buena". Feijóo no se equivocaba cuando solo salía en la Televisión de Galicia.
Lo que no ha llegado a esa aldea de Lugo desde donde cada noche se hace repaso telefónico por lo que dicen unos y otros es, por ejemplo, que Feijóo dijo esta semana que "la política y el atesorar un patrimonio no es posible" después de aumentar el suyo en 600.000 euros en sus dos últimos años como presidente de la Xunta de Galicia.
O que ninguna de las comunidades del PP aplicarán la ley de vivienda para limitar el precio de los alquileres. Tampoco saben que Feijóo piensa que "la educación no se hereda" y que "las feministas de verdad" no "echan cuentas" de cuándo "les interesa" quedarse embarazadas.
Por cierto, que la última conversación terminó así:
-¿Has visto lo de los votos, abuela?
-Carretaxe nena, carretaxe.
Carretaxe es la palabra que se le dio a un fenómeno muy conocido en la política gallega: políticos, o afines, que llevaban a los votantes directamente desde sus casas hasta las urnas.
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