madrid
En España, la crisis climática no pasa desapercibida a ojos de la población. Las encuestas del Eurobarómetro indicaban a finales de 2020 que la ciudadanía española es la que más preocupación muestra por este problema global. No es para menos; el territorio peninsular es uno de los más expuestos a los efectos del calentamiento del planeta y algunos ya se empiezan a percibir en forma de sequías prolongadas, inundaciones en la costa mediterránea o con la estampa de unas estaciones de esquí con telesillas vacíos. Es un momento único y los partidos lo saben. Por primera vez la bandera verde se ha convertido en un elemento de disputa entre las fuerzas políticas estatales y autonómicas. Viejos y nuevos partidos sacan los codos para hacerse con un espacio que, a diferencia de lo que ocurre en otras zonas de Europa, no dispone de una tradición de voto específica.
Mientras en Centroeuropa el peso de Los Verdes ha demostrado desde hace décadas ser capaz de resolver pactos de Gobierno y se llevaba un grueso importante de las papeletas depositadas en las urnas, en España, el voto ecologista se veía diseminado sin ser una alternativa sólida. "Hay que entender que los partidos verdes nacen de Mayo del 68 y en países del sur como España la llegada tardía de la democracia dificultó que aparecieran con fuerza este tipo de opciones. Cuando empiezan a aparecer en el mapa político durante los años ochenta, lo hacen de una forma muy asociada a la izquierda con dificultades para crecer fuera de ese espacio", explica Pablo Simón, politólogo y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid.
La coyuntura actual, con una creciente movilización ciudadana –protagonizada por los movimientos juveniles– ha cambiado las cosas y las problemáticas ambientales han dejado de ser un elemento secundario en el tablero político para ser uno de los ejes centrales, algo similar a lo que ha ocurrido con el feminismo en España tras la salida de la crisis de 2008. Tanto, que la propia Unión Europea esta condicionando la llegada de ayudas para los Estados al despliegue y desarrollo de políticas para la descarbonización de la economía. Sin embargo, las peculiaridades que el país arrastra del pasado hacen que el movimiento verde no se consolide en un solo partido de corte ecologista, sino que se apoye en la vía de la confluencia.
Juan López de Uralde, diputado de Unidas Podemos y exdirigente de Equo, hace referencia a su experiencia en política para defender la coalición "rojiverde" como la mejor opción. "En el recorrido que Equo tuvo, en 2010 se quedó a las puertas de entrar en el Congreso yendo en solitario y los resultados con esa fórmula siempre fueron muy pobres. En cambio, yendo en coalición con Unidas Podemos alcanzamos los mejores resultados que el ecologismo ha tenido nunca, con la representación de tres diputados, lo que nos daba por primera vez la capacidad de tener cierta influencia política para empujar medidas", sostiene el político que recientemente ha anunciado la fundación de un nuevo partido de corte ecologista integrado dentro de Unidas Podemos.
Si bien esos momentos en los que Equo se aventuraba a acudir a las urnas en solitario no estaban marcados por la creciente ola verde europea, el hoy presidente de la Comisión para la Transición Ecológica mantiene que en la actualidad la confluencia con Unidas Podemos sigue siendo la mejor vía, pues no entiende una política ambiental sin una mirada social. De hecho, Uralde señala a Europa y cómo la transversalidad de los partidos ecologistas puede hacer que se apoyen decisiones polémicas o entregar las llaves de un Gobierno a grupos liberales. "Yo tuve muchas diferencias en 2010 con Los Verdes alemanes por el tema del rescate. Al final ellos defendían ese rescate para España pese a ser algo que podía ir contra las clases trabajadoras. Me vinculo más con fuerzas verdes de Francia o Dinamarca", expone, para informar de que el proyecto en el que él se enmarca debe ser "un espacio ecosocialista".
Florent Marcellesi, portavoz de Los Verdes Equo, considera que el carácter residual del ecologismo político está cambiando y que España está siguiendo de cerca las tendencias que se ven en Europa a todos los niveles. "Vemos que crece la ultraderecha, como en Francia o Alemania, también una crisis profunda de la socialdemocracia, y, por último, hay una ola verde cada vez más evidente", argumenta el político. A su juicio, los resultados del 4M en la Comunidad de Madrid son un fiel reflejo de cómo el discurso ambiental empieza a atraer las miradas del electorado. Y es que la coalición verde de Más Madrid organizó su campaña en torno a valores muy vinculados al ecologismo, lo cual, según este exeurodiputado, ha servido para ser "la primera fuerza política en la oposición".
De nuevo se repite la fórmula de la coalición. Sin embargo, hay una pregunta crucial en este contexto que, tal y como detalla Pablo Simón, no debe pasar desapercibido: ¿por qué triunfa lo verde en un contexto de crisis? ¿Cómo pueden compartir espacio de apogeo fuerzas como la extrema derecha y los idearios ecosociales? "Ambos movimientos conectan con una preocupación básica de la juventud, como es el miedo al futuro", manifiesta el profesor de la Universidad Carlos III. "Lo que ocurre es que la extrema derecha tiene miedo al futuro porque cree que el multiculturalismo acabará con la idea de nación, de modo que busca volver al pasado en un sueño reaccionario, mientras que Los Verdes, que saben que si no se cambia el modelo el planeta desaparecerá o se agrandarán las desigualdades, buscan el horizonte emancipador del mejor vivir", explica. "Por eso es tan importante para los partidos de la izquierda hacerse con esa bandera".
En ese sentido, Más País, que confluye con Los Verdes Equo, está trabajando para impulsar una imagen muy cercana a los partidos ecologistas verdes tradicionales. "Sin duda estamos articulando nuestro proyecto en torno a la necesidad de una transición justa, porque es imposible hablar de justicia social si no entendemos los efectos que va a tener el cambio climático sobre la vida de las personas. Nosotros tenemos esa identidad desde el principio y por eso trabajamos con Los Verdes", dice Esperanza Gómez, coportavoz federal de Más País.
El laboratorio del municipalismo
"La experiencia que tengo es que el trabajo local es muy duro", reflexiona López de Uralde. "Al final, a escala municipal, en un pueblo o en un barrio, el ecologismo pone el dedo en la llaga de intereses muy concretos que a veces tienen cara y ojos", agrega. Pese a la dificultad, es en ese estamento donde las políticas verdes se han desplegado con una mayor capacidad de cambiar la vida de las personas en los últimos años. Tanto es así que durante los últimos años los movimientos políticos de corte regionalista se han impregnado de esos valores verdes. Desde Compromís en València hasta Iniciativa per Catalunya Verds –ahora llamado Esquerra Verda–, pasando por la candidatura de Manuela Carmena en Madrid, cuya medida más popular en el Gobierno fue precisamente la implementación de una Zona de Bajas Emisiones para mejorar la calidad del aire de la ciudad.
Gómez reconoce que "hay cosas que se pueden hacer desde el municipalismo y que tienen un impacto directo en la calidad de vida de las personas". Se refiere la portavoz de Más País a medidas de movilidad sostenible, pero también a otro tipo de políticas públicas que tienen que ver con la transformación de las ciudades, el despliegue de zonas verdes, fuentes públicas, o la mejora de las conexiones en transporte público. Barcelona, Palma, València, Madrid o Zaragoza, estos ejemplos donde el municipalismo triunfó en 2015 fueron, según Marcellesi, "la semilla que hoy recogemos, el germen a escala micro de la ola verde que ahora ha implosionado".
Por la hegemonía verde
La historia y la coyuntura política en la que nació el ecologismo en España fue fundamental para que las preocupaciones ambientales no se articularan con hegemonía. Como ocurrió con todas las posturas de un corte más posmoderno, lo verde pasó a integrarse dentro del eje tradicional izquierda-derecha, siendo absorbidas en gran medida por Izquierda Unida y en parte por el Partido Socialista. Ahora, la crisis climática pone en el centro algo que hace menos de una década era una mera verdad incómoda –la crisis climática– por la que sólo se peleaba con vehemencia desde el activismo social.
Este escenario hace que los partidos de izquierdas, donde tradicionalmente se ha ubicado el ecologismo en España, pugnen por hacerse con la hegemonía. Para Simón, hay tres partidos que claramente están en la disputa. "El PSOE sigue pensando que tiene asegurada esa bandera", opina el politólogo. En cierta medida la posesión de la Vicepresidencia para la Transición Ecológica, en manos de Teresa Ribera, garantiza al partido de la rosa poder tener una mayor capacidad de acción. "Luego está Más País, que hemos visto a Errejón con ganas de optar por ese espacio en los últimos meses, y a Unidas Podemos, que no se resiste a dejarlo de lado".
De fondo, hay una consecuencia y al mismo tiempo un reto. Y es que la importancia de los problemas climáticos entre el electorado no sólo están arrastrando a los partidos tradicionales de la izquierda, sino que el amplio marco parlamentario está virando hacia lo verde. Esto es algo que se ha podido ver en las negociaciones de la Ley de Cambio Climático, donde tan sólo Vox hizo gala del negacionismo. Partidos con fuertes vínculos con la economía fósil como PNV o Ciudadanos han virado moderadamente su discurso hacia una postura verde, aunque siempre desde el atril capitalista y en defensa de los intereses de las grandes empresas en el proceso de transición energética.
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