ARIJA
Todo estaba medido al milímetro aquel 6 de agosto de 1952. La visita del dictador había engalanado al vecindario de la demarcación de Reinosa (Cantabria), que desempolvó su mejor vestuario para acercarse hasta el pie de la presa para la inauguración. El mandato era agradar al caudillo: "Las fuerzas vivas querían que el recibimiento fuera efusivo, masivo, un gran acontecimiento. Los jefes locales querían impresionar a los que mandaban. Tenían que hacer de aquel evento una jornada de éxitos. Quedar bien era asegurar su futuro", escribe Jesús M. Fernández Navamuel en Los resistentes del pantano del Ebro. Pero la visita de Franco fue exprés. Algo raro estaba sucediendo.
El dictador llegó de Burgos, habló del "sacrificio de los pueblos de la comarca" que se traduciría "en oro líquido para las cosechas" y se fue a Santander. Ni siquiera se acercó a inaugurar el puente Noguerol, abierto al tránsito rodado apenas unas semanas antes para unir ambas orillas, la de Arija, en la comarca burgalesa de Las Merindades, y la cántabra de Campoo-Los Valles, con municipios aledaños como La Riva y La Población. Frente a todo pronóstico dada su prolijidad para inaugurar obras en escenografías montadas a su dictado, el caudillo decidió pasar de largo.
Y eso que la postal de presentación se prestaba a ello: 43 arcos de medio punto salteados de forma ordenada por los 900 metros de largo del viaducto, a los que habría que sumar las longitudes de acceso a ambos lados, hasta un total de unos 3,8 kilómetros. Pilotes de madera de eucalipto, cada uno de 9 metros de longitud y 25 centímetros de diámetro medio. "Una preciosidad", ataja el secretario de la Comisión campurriana para la historia del pantano del Ebro, Rafael de Andrés. ¿Por qué evitó Franco aquel foco mediático? Lo cierto es que el 28 de septiembre, mes y medio después de la inauguración del pantano, se hundieron las cuatro pilastras y los cinco arcos centrales del puente Noguerol, así llamado por el nombre de la empresa adjudicataria, Construcciones Noguerol.
Entre las principales causas del derrumbe, en un primer momento se apuntó a la escasez de materiales empleados, pues en aquella época el contrabando era habitual: "Siempre se creyó que la destrucción se había producido por la escasez de cemento, porque en aquel tiempo parte de ello lo robaban y lo vendían en Bilbao", explica el presidente de la Comisión campurriana, Audelino Robledo. Estudios posteriores han demostrado que la causa principal fue que el puente se erguía sobre un terreno pantanoso. De hecho, los arcos caídos estaban levantados sobre el curso del río Virga, un afluente del Ebro sumergido con la construcción del pantano.
Una promesa dinamitada
La zona norte de la provincia de Burgos y la zona sur de Cantabria perdían definitivamente así su hermandad geográfica, que había quedado inundada por ese mar interior de aguas embalsadas, circunstancia que el puente pretendía paliar de alguna forma. Municipios vecinos a escasos tres kilómetros de distancia en línea recta se alejaron de repente, prácticamente multiplicando por diez su distancia. Y así hasta hoy, que pasar de una a otra orilla todavía exige rodear el embalse, de 6.253 hectáreas de extensión.
El responsable del proyecto fue el ingeniero de caminos Manuel Lorenzo Pardo, que allá por 1916 ideó el plan perfecto: la obra hidráulica prometía pingües beneficios, principalmente agua de riego para uso agrícola, a un coste ínfimo en comparación con otros pantanos construidos.
Pero los beneficios de la construcción de la represa emigraron al curso medio y bajo del río Ebro, a las comarcas de La Rioja, Navarra, Aragón y Cataluña. Lo que se gangrenó en la comarca fueron los perjuicios: entre 1.300 y 1900 personas se quedaron sin casa. Uno de ellos fue Audelino Robledo, por aquel entonces un muchacho de tres años, al que hoy todavía se le humedecen los ojos al recordarlo. Tres pueblos enteros quedaron anegados (Medianedo, Quintanilla de Valdearroyo y La Magdalena) y otros muchos sufrieron las consecuencias. Desaparecieron más de 400 casas y se expropiaron 5.253 hectáreas, entre ellas, las de mejores pastos. La inundación de la zona fue seguida de un hundimiento económico y demográfico (actualmente hay menos de 9 habitantes por kilómetro cuadrado).
El propio Pardo era consciente de los efectos negativos que supondría para la zona la construcción del embalse e incluyó una serie de compensaciones que, en su gran mayoría, nunca se materializaron. La construcción del puente Noguerol figura entre las más importantes. Las obras generales del camino de Arija a Campoo de Yuso, en las que estaba incluido el puente Noguerol, comenzaron en el primer semestre de 1945. Tardaron siete años en finalizarse. Apenas unos días en caerse.
La dictadura decidió dinamitar el puente a finales de la década de los 50; de alguna forma, el Régimen no quería que sus vergüenzas quedaran al aire. "Si los problemas se concentraban en 20 o 30 metros, lo más normal hubiera sido repararlo", argumenta Robledo. "Sospechamos que no inauguró el puente con el día que lo hizo en el pantano porque ya estaba advertido de que había problemas. Le habría llegado la información de que algo estaba mal", sentencia Rafael de Andrés.
Reivindicación histórica
Pasear por la orilla del pantano a la altura de Arija es hacerlo sobre una superficie arenosa que se ha convertido en una playa de interior para refrescar las jornadas de calor. Desparramados sobre el suelo, apenas se dejaban ver unas piedras destrozadas. Hay que echar a volar la imaginación o conocer la historia para hacerse una idea de que aquí hubo un puente. Solo cuando las aguas del embalse bajan al 30 por ciento de su capacidad, como sucedió en el verano de 2017, emergen más vestigios y se esboza una imagen más clara.
Las reivindicaciones ciudadanas para la reconstrucción del puente son una constante desde el siglo pasado, si bien han ido cambiando de liderazgos. La Unión Campurriana jugó papel muy activo en la lucha por los intereses de la zona, ya en el contexto de la dictadura de Primo de Rivera, cuando se proyectaba la construcción del pantano, y hasta entrado el franquismo. En la actualidad el testigo lo han recogido agrupaciones como la Comisión campurriana para la historia del pantano del Ebro, además de la Asociación cultural amigos de Arija y la Asociación cultural Santa Águeda de Campoo de Yuso; precisamente estas tres organizaciones han abierto, mientras se escriben estas líneas, una petición de firmas en Change.org.
El profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Cantabria Marcos Fernández ha estudiado pormenorizadamente los efectos que dejaría la construcción del puente. Las consecuencias directas recaerían en los desplazamientos actuales: se ahorraría tiempo de viaje, se reducirían los costes de mantenimiento y operación de los vehículos, disminuirían los accidentes de tráfico y también la contaminación y el ruido; solo en lo que respecta a los trayectos que actualmente se realizan, estima unas ganancias derivadas de cerca de un millón de euros anuales. Pero el listado de beneficios externos sería más amplio, según se recoge de su capítulo publicado en El pantano del Ebro y el puente Noguerol. Mirando al futuro sin olvidar el pasado: mejorarían la productividad de las empresas y las oportunidades de empleo, generándose una economía de escala para diversas actividades, entre ellas, especialmente las relacionadas con el turismo y el ocio, también se verían reforzadas las relaciones personales y sociales.
Las declaraciones políticas no se materializan
La reconstrucción vive desde hace tiempo en una contradicción permanente entre las declaraciones políticas y los hechos. Tanto el Parlamento de Cantabria (octubre 2017) como la Diputación de Burgos (enero 2018) y la Comisión de Fomento de las Cortes de Castilla y León (febrero 2018) han aprobado una proposición no de ley para la recuperación de la infraestructura. Y la reivindicación frecuenta los discursos de los políticos de una y otra vereda independientemente de las siglas que representan. La última vez fue el pasado 27 de octubre, cuando el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla (PRC), habló de "vergüenza histórica". Lo afirmó precisamente en Arija, hasta donde se desplazó para firmar con su homólogo castellanoleonés, Alfonso Fernández Mañueco (PP), el Convenio de colaboración entre el Gobierno de Cantabria y la Junta de Castilla y León.
Los políticos hablaron una vez más sobre el puente, que tampoco figura en ese acuerdo. Así lo explican fuentes cercanas a la presidencia del Gobierno de Cantabria: "El Partido Regionalista de Cantabria siempre lo ha planteado como una parte de la deuda histórica del Estado con la comunidad autónoma y está tratando de impulsarlo, con la idea de que sea Madrid quien asuma la construcción de ese puente. No se contempla como reivindicación autonómica ahora mismo".
Conocedores de que físicamente la estructura del viaducto quedaría íntegramente de lado cántabro, la Junta de Castilla y León no titubea: "Es una nueva infraestructura que corresponde a alguno de los ministerios competentes. En la legislatura pasada el Grupo Popular sí presentó una iniciativa instando a la Junta para que a su vez instara al Gobierno para que tuvieran en cuenta la necesidad de este puente. Pedimos al Gobierno que tomara cartas en el asunto", responden desde la presidencia autonómica.
Ya al pie del pantano, en la vereda burgalesa, el alcalde de Arija, Pedro Saiz (PP), lamenta que "no es la primera vez que las palabras no dan paso a los hechos". Convencido de que la construcción sería "extraordinaria económicamente para revitalizar la zona, pues el embalse del Ebro está muy olvidado", Saiz asegura que seguirá intentándolo. En la orilla cántabra, el alcalde de Campoo de Yuso, Eduardo Ortiz García (PRC), valora positivamente el Convenio y confía en que el proyecto sea incluido en la lista de demandas ante la Unión Europea: "Espero y deseo que se empiece a hacer justicia con esta comarca, ejemplo claro de solidaridad y, al tiempo, de abandono".
Ambas alcaldías junto con la de Valderredible (Cantabria) y con el apoyo de la Comisión campurriana han tocado ya todas puertas a su alcance: presidencias y vicepresidencias tanto estatales como autonómicas, ministerios varios, las respectivas delegaciones del Gobierno y un largo etcétera. Todos ellos han recibido una carta formal, escrita caballo entre la reivindicación y la esperanza.
Los 17 millones de euros que nadie asume
El coste del puente proyectado, nuevo puente Noguerol o puente Virga, en honor a aquel río originario, se reduce a unos 17 millones de euros, a tenor de los cálculos de la Comisión campurriana. Un precio que entienden asumible y más desde que en el horizonte ha aparecido el Plan Cantabria Reactiva que la región quiere llevar al Fondo de Recuperación Europeo. Se trata de un paquete por valor de 2.633 millones de euros que el bipartito PRC-PSOE ha elaborado para que, con el visto bueno del Gobierno central, opten a los fondos europeos de reconstrucción.
Todavía sin cerrar, el Plan Cantabria Reactiva recoge una partida de 330 millones de euros destinada a la "dinamización del entorno del pantano". Sin embargo, según ha corroborado Público, la construcción del puente Noguerol no está incluida entre los 102 proyectos concretos que actualmente se contemplan. Y desde el Gobierno de Cantabria recalcan que, "hasta el momento, no se ha planteado incluir específicamente la construcción del puente". El secretario de la Comisión campurriana no lo entiende: "Si lo tienen que quitar, que sea desde Madrid o Bruselas, pero que salga de Cantabria".
Las confederaciones hidrográficas, organismos de derecho público y con personalidad jurídica propia pero directamente dependientes del Ministerio de turno (en este caso, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico), son las encargadas de la planificación hidrológica del Estado, incluyendo las represas. La Confederación Sindical Hidrográfica del Ebro fue concretamente la primera en constituirse, allá por el año 1926 y precisamente bajo la dirección de Pardo, el ingeniero del pantano del Ebro. La respuesta de la hoy renombrada Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) es contundente: "El Ministerio no tiene previsión presupuestaria actualmente para esta actuación de reconstrucción, que requeriría una importante inversión".
Con sede en Zaragoza, a más de trescientos kilómetros de distancia del embalse, "la sensibilidad de la CHE está muy alejada porque allí el pantano ha producido una enorme riqueza", concluye Audelino Robledo, recordando el injusto y desigual reparto geográfico de beneficios y perjuicios. La penúltima esperanza de las dos orillas, condenadas sin puente a saludarse a la distancia o a dar un largo rodeo hasta abrazarse, está ahora puesta en Bruselas, la sede del Parlamento Europeo, en pleno corazón de Bélgica, a más de 1.300 kilómetros.
* Pincha aquí para consultar todos los artículos de J. Marcos y Mª Ángeles Fernández en 'Público'.
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