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Lula, el gobierno y el poder

Sara Serrano en La Base.
Sara Serrano en La Base.

Luis Ignacio Lula da Silva ha ganado las elecciones presidenciales de Brasil tras derrotar al actual presidente Jair Bolsonaro por 1,5 puntos y dos millones de votos de diferencia.

La participación ha sido ligeramente superior a la de la primera vuelta, [alcanzando el 79%] y Lula ha recibido el respaldo de 60 millones de brasileños, lo que supone una cifra histórica. Nunca nadie fue nombrado presidente con tantos apoyos, [recordemos que Bolsonaro fue elegido con 58 millones de votos]. Estos resultados no suponen exclusivamente una victoria electoral para la izquierda brasileña, sino también una victoria moral tras años de persecución política y judicial, que incluyeron el impeachment a Dilma Rousseff o el encarcelamiento de Lula durante casi 600 días. 

El pasado dos de octubre tan sólo cinco puntos separaron a ambos candidatos, y ninguno de ellos llegó al 50% necesario para evitar ir a segunda vuelta. A partir de ahí, cada uno de ellos buscó el apoyo de otros candidatos.

Lula logró el respaldo de la candidata de centro liberal Simone Tebet que había obtenido el 4% de los votos, y del candidato socialdemócrata y exministro del primer gobierno de Lula, Ciro Gomes, con el 3% de los votos. Por su parte, Bolsonaro recabó el apoyo de los gobernadores de los tres principales estados, São Paulo, Río de Janeiro y Minas Gerais. 

De los 27 estados del país, la mayoría de ellos estará en manos de la derecha. En concreto, de las 12 gobernaciones que se elegían en esta segunda vuelta, cinco quedaron en manos de candidatos abiertamente afines a Bolsonaro; cuatro fueron para el PT o más afines a Lula y tres recayeron en manos de la derecha más moderada.

El Estado de Sao Paulo, [con más de 46 millones de habitantes y motor económico del país], estará gobernado por la derecha, después de que el militar y exministro de Bolsonaro, Tarcísio de Freitas, derrotara al que fuera sustituto de Lula en las elecciones presidenciales de hace cuatro años, Fernando Haddad. El gobernador electo ha dicho algo importante, [viniendo de la derecha bolsonarista]: "El resultado de las urnas es soberano"

Pues para el Partido de los Trabajadores uno de los pocos triunfos sin matices ha sido en el Estado de Bahía, donde el candidato de Lula Jerônimo Rodrigues se ha impuesto al exalcalde de Salvador de Bahía, ACM Neto.  

A las ocho gobernaciones que han quedado en manos de la derecha en esta segunda vuelta, hay que sumar los nueve estados que fueron elegidos el pasado dos de octubre y que mostraron su apoyo a Bolsonaro en la jornada de ayer. Entre ellos hay algunos bastiones importantes como Río de Janeiro o Minas Gerais -que es el segundo Estado más poblado del país-. En términos generales, el voto bolsonarista se concentra en el sudeste del país, mientras que el PT es más fuerte en las regiones del nordeste. 

Tal y como comentábamos en programas anteriores, la derecha controla también el poder legislativo. El Partido Liberal de Jair Bolsonaro tendrá la mayor bancada en la Cámara de los Diputados. En concreto 99 escaños, frente a los 80 del PT. La cámara baja tiene 513 escaños, pero para Lula será casi imposible construir una mayoría, ya que, entre las decenas de partidos con representación, la mayor parte son de derechas o extrema derecha.

Y en el Senado, que renovaba un tercio de su composición, el partido de Bolsonaro también es el que acumula mayor representación. Tendrá 14 de 81 asientos, frente a los 9 del PT.

Detrás de la bancada bolsonarista está el bloque social representado por las tres B: Biblia, Bala y Buey. Es decir, la todopoderosa iglesia evangélica, los militares y nostálgicos de la dictadura y la agroindustria. A esto hay que sumarle el respaldo de los principales medios de comunicación antipetistas y un sector mayoritario de la judicatura.

En líneas generales el programa con el que Lula ha ganado las elecciones busca fortalecer el rol del Estado, frenar las privatizaciones y subir los impuestos. En el plano económico, propone ajustar los salarios a la inflación, reindustrializar Brasil, ajustar los precios de los combustibles de acuerdo a los costes nacionales y revertir las privatizaciones de empresas como Correos y Electrobras.

En materia fiscal, Lula defiende un sistema tributario progresivo y menos basado en los impuestos indirectos, que son a fin de cuentas los que más afectan más a las rentas bajas. Eliminará el impuesto sobre la renta a las personas que cobren menos de cinco salarios mínimos y al mismo tiempo aumentará los impuestos a las grandes fortunas y perseguirá la evasión fiscal.

En política social, y frente al programa Auxilio Brasil de Bolsonaro, Lula propone avanzar hacia una renta básica universal para cada ciudadano.

Su programa contempla además proteger a la población afrodescendiente [con cuotas en las instituciones educativas y en los trabajos dependientes del Estado], y garantizar la posesión de las tierras de la población indígena luchando contra la deforestación de la Amazonía. En política exterior, Lula ha anunciado su intención de recuperar las estructuras de integración regional y de países emergentes que impulsó durante su segundo mandato como Mercosur, Unasur o los Brics.

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