SEVILLA
En marzo de 2014, Juan Manuel Moreno Bonilla (Barcelona, 1970) aterrizó en la presidencia del PP de Andalucía ungido por el dedo de Mariano Rajoy, que le señaló el camino desde la sede central del partido en la calle Génova, en Madríd. Venía a hacerse cargo de la agrupación andaluza a largo plazo, después de la dilatada etapa de Javier Arenas, que inventó el PP andaluz y vigorizó la derecha en esta región, y de la aparatosa transición de Juan Ignacio Zoido. En uno de los primeros corrillos con los periodistas andaluces, Moreno aseguró que llegaba al PP andaluz para quedarse, pero admitió que no esperaba ganar las elecciones ni convertirse en presidente de la Junta antes de ocho años.
Algunos dirigentes y asesores del PP regional que le escuchaban en ese momento -herederos de la ejecutiva de Arenas y de Zoido- se echaron las manos a la cabeza: ¿Cómo podía reconocer así ante la prensa que iba a perder las siguientes elecciones autonómicas? ¿Cómo podía dar por perdidos unos comicios que ni siquiera estaban aún convocados? La confesión causó estupor y sorpresa entre los presentes, sobre todo porque en ese momento el PP aún era la fuerza más votada en Andalucía, gracias a la victoria de Arenas en las elecciones de 2012, cuando desbancó por primera vez en la historia al PSOE, aunque no lograse hacerse con el Gobierno.
Moreno se saltó el manual de política y pecó de sincero -luego se quejaría de los periodistas que publicaron aquella confesión- pero su análisis tenía lógica: en el primer trimestre de 2014, el PP andaluz sufría ya un enorme desgaste en la oposición, había tocado techo en los comicios de 2012 (1,56 millones de votantes) y ahora transitaba en el desierto con un nuevo líder, desconocido incluso para los suyos.
En cambio, los socialistas empezaban a recuperarse de la erosión terrible que le había provocado el escándalo de los ERE (que provocó la dimisión de los expresidentes Chaves y Griñán), y vivían un momento dulce aupados por la personalidad arrolladora y el liderazgo firme de su nueva presidenta, Susana Díaz. Moreno Bonilla no llevaba ni un año como presidente del PP andaluz, cuando Díaz adelantó las elecciones autonómicas a marzo de 2015, las ganó, y volvió a colocar al PSOE como primera fuerza, con 47 escaños. Los populares pasaron de 50 a 33 diputados.
Cuatro años después de tomar las riendas del PP de Andalucía, Juanma Moreno afronta sus segundas elecciones autonómicas con cierto nerviosismo: los sondeos más optimistas le auguran un estancamiento y los más pesimistas alertan de un desplome sin precedentes, provocado por la fuga de votos, afiliados y cargos electos a Ciudadanos, nueva estrella de la derecha.
El partido naranja que ha sustentado al Gobierno de Susana Díaz durante todo este mandato se está alimentando de la sangría de votos de los populares. Ha pasado en Cataluña y está avanzando por toda España, de ahí que la dirección nacional del PP haya decidido volcar toda su fuerza en Andalucía, intensificando la agenda de Rajoy y de sus ministros en esta región para cerrar el paso al partido de Albert Rivera. No quieren enfrentarse a un escenario similar al de las elecciones catalanas, donde los populares han sido prácticamente barridos del mapa político.
En esta tesitura se encuentra el PP de Andalucía, cuando su líder ha vuelto a pecar de sincero, para disgusto de alguno de sus asesores y de bastantes veteranos del partido. Otra vez a un año de las elecciones autonómicas (pero esta vez a sabiendas de que tocan en la primavera de 2019, a más tardar), Moreno ha asegurado que renunciará a seguir al frente del partido si en cuatro años no logra derrotar a Susana Díaz y se convierte en presidente del Gobierno andaluz. Cuatro años. Es decir que baraja la posibilidad de perder los comicios en 2019 y aún así mantenerse al frente del partido hasta 2022. “Un mandato de ocho años es un plazo más que razonable. Por tanto no estaré nunca más tiempo”, ha dicho esta semana en una entrevista al programa Acento Andaluz, de Onda Luz Televisión.
Es lo mismo que prometió cuando llegó al cargo, en 2014: ocho años de plazo máximo para lograr sus objetivos políticos, sólo que el mensaje ha vuelto a poner nerviosos a los suyos, porque arrojan “un halo de resignación” de cara a las elecciones del año que viene. “Juanma lleva cuatro años de presidente y se ha dado otros cuatro años más. Pero las andaluzas son dentro de 12 meses, eso si no las adelantan, así que el mensaje ¿cuál es? Que si no lo conseguimos en 2019, ¿lo seguimos intentando tres años más?”, dice un dirigente del PP de Sevilla, crítico con la ejecutiva regional.
Otro diputado autonómico de la bancada popular interpreta que su líder está seguro de que Díaz adelantará las andaluzas a 2018, de modo que a Moreno “le salen las cuentas” para optar a la presidencia ahora y dentro de otros cuatro años.
Entre sus fieles defienden que la frase se ha “sacado de quicio” y que “no ha dicho nada ahora que no hubiera dicho antes”. El problema, como todo en política, es si era el momento oportuno de recordar su compromiso. “Si no alcanzo el objetivo de ser presidente de la Junta en ocho años es que evidentemente no lo voy a conseguir en 12 y lo mejor que podría hacer, en ese caso, es darle paso a un compañero”, aseguró.
Desde 2014, el presidente del PP andaluz ha seguido el legado de Arenas, con un estilo de micropolítica en las zonas rurales -donde a la derecha aún le cuesta llegar- y tratando de buscar consensos y acuerdos en el Parlamento. Sus intentos de trazar alianzas incluso con el PSOE de Díaz no han funcionado, porque los socialistas han gobernado cómodamente de la mano de Ciudadanos toda la legislatura, y eso ha ido poco a poco arrinconando al líder de la oposición. Además Andalucía también se le ha hecho “grande”, difícil de abarcar, tanto política como orgánicamente.
Esta semana un puñado de cargos públicos del PP de Jaén -alcaldes, diputados provinciales y concejales- han abandonado el partido para pasarse a Ciudadanos. “Trabajo seis días a la semana, y a veces siete, los domingos estoy enganchado al teléfono y no llego, por muy temprano que me levanto o muchos viajes que hago, aún hay sectores con los que no he podido reunirme y territorios que no he podido visitar”, dice. Y remacha: “Andalucía es muy grande, como Portugal”.
Ocho años no es sólo un plazo que Juanma Moreno se ha autoimpuesto a sí mismo. También ha defendido la limitación de mandatos dentro de las instituciones con el mismo periodo. En esta legislatura, el PP andaluz ha registrado en el Parlamento una proposición de ley que aglutinaba varias medidas de regeneración democrática, entre ellas limitar a dos legislaturas el mandato del presidente de la Junta y del resto de consejeros. Es una iniciativa que llevó en su programa electoral -también la presentó Arenas en 2008 y en 2011- y que requeriría modificar la Ley del Gobierno de Andalucía.
Mariano Rajoy visitó Sevilla tras la derrota abrupta del PP en Cataluña y en acto muy municipalista lanzó dos mensajes: que había que movilizarse, casa a casa y calle a calle, para cerrar el paso a Ciudadanos; y que Juanma Moreno seguía siendo su hombre de confianza para arrebatar el Gobierno de Andalucía a los socialistas después de 40 años ininterrumpidos en el poder.
El líder andaluz cree en la limitación de mandatos, pero cuando le preguntan si también debería creerlo Rajoy, se vuelve esquivo (“Es una decisión personal”) y adulador (“Es un activo político y estamos gobernando gracias a él, que ha ganado tres elecciones consecutivas”).
Moreno, como ya hiciera el año pasado por estas fechas, ha aprovechado la cercanía del 28 de febrero, Día de Andalucía, para lanzar una campaña publicitaria sobre el 28F en la que él mismo aparece en los carteles y vídeos que ha distribuido el partido. Hace meses que el líder popular está en campaña para afrontar sus últimas elecciones andaluzas. Estos días puede vérsele de rodillas en el campo, recogiendo aceitunas, visitando fábricas hortofrutícolas, cogiendo a niños en brazos…
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