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Actualizado:La celebración de los debates parlamentarios en el Congreso de los Diputados de las dos mociones de censura planteadas hasta ahora supuso un punto de inflexión para la evolución de la vida política española en cada uno de los momentos en que tuvieron lugar, aunque sus repercusiones tardaron un tiempo en ser efectivas.
Ambas contenían de entrada un pronóstico fácil de acertar: ninguna de las dos tenía la más mínima posibilidad de triunfar. En mayo de 1980 el candidato propuesto en la moción de censura suscrita por el grupo socialista –en aquel momento dividido en tres al formar grupos propios el PSC y los socialistas vascos–, Felipe González, reunió 155 votos a favor, los 120 propios más los 23 del grupo comunista.
Enfrente tuvo a todo el grupo centrista de UCD, 166 escaños; fueron los únicos en oponerse. Otros 19 se abstuvieron, entre ellos Fraga y sus correligionarios, el líder de Fuerza Nueva, Blas Piñar, y los diputados del grupo de la Minoría Catalana, posteriormente CiU. Hubo varias ausencias, entre ellos la de los cinco parlamentarios del PNV.
Pese a ese resultado adverso, el debate supuso la consagración de Felipe González como líder de la oposición y la percepción de que el PSOE era una alternativa real a la UCD para gobernar el país. De hecho, dos años y medio después el partido socialista lograba la victoria con una abrumadora mayoría absoluta, y Felipe González era investido presidente del Gobierno, puesto que conservó durante más de 13 años.
La moción de censura siguiente, en mayo de 1987, fue registrada por los diputados de Alianza Popular (AP) con su ocasional líder de entonces, Antonio Hernández Mancha, como candidato a sustituir a Felipe González en La Moncloa. Fue también una acción fallida, ya que el aspirante conservador apenas cosechó 66 respaldos, tres menos de los que aportaba su propio partido al conglomerado electoral Coalición Democrática, que logró 105 escaños con Manuel Fraga como líder.
Ese magro resultado puso en evidencia la endeblez de Hernández Mancha como sustituto de Fraga, ya que además de tener enfrente a 195 diputados –en la bancada socialista se permitieron varias ausencias; también en el banco azul gubernamental– hubo otras 71 abstenciones, la mitad de diputados de formaciones conservadoras como el PDP de Óscar Alzaga o el PL de José Antonio Segurado.
Pero esa debacle, a la que contribuyó el pobre debate que sostuvo el aspirante, dio paso a un profundo proceso de renovación en la arcaica Alianza Popular que derivó en la “refundación” de la formación conservadora bajo la denominación de Partido Popular. Al cabo de dos años y medio José María Aznar era el candidato electoral, convirtiéndose en líder de un “nuevo” PP que, a la postre, le llevaría a La Moncloa.
La tercera de la democrática: algunas diferencias
La moción de censura registrada por el grupo parlamentario Unidos Podemos - En Comú Podem - En Marea con Pablo Iglesias como candidato inicia su debate este martes con unas características propias que la diferencian de las dos anteriores. Si acaso, la única similitud es la imposibilidad de que triunfe debido a la composición del hemiciclo.
Es la primera vez que una moción de censura no la presenta el grupo de la oposición más numeroso, como lo eran el PSOE, en 1980, y AP, en 1987; ahora lo hace la tercera fuerza parlamentaria que, a diferencia de otras legislaturas, cuenta con un número suficiente de diputados para hacerlo. Esa es una de las principales características del actual ciclo legislativo.
La formación morada justifica la presentación de esta iniciativa por razones de “emergencia social y democrática” con el propósito de “echar al PP del Gobierno” para evitar que continúe la fractura social que han generado sus políticas, con una parte significativa de la sociedad en situación de marginación. La censura, además, se presenta contra un Gobierno y su presidente, que apenas cuentan con un respaldo de 137 escaños, menos de lo que tenían Suárez y González.
Pero lo que sin duda confiere una peculiaridad propia a esta iniciativa es el hecho de estar protagonizada por una formación política emergente y su líder, Pablo Iglesias, que ha roto en apenas año y medio el esquema bipartidista imperante en el hemiciclo del Congreso de los Diputados junto a la irrupción de Ciudadanos. Una situación que ha supuesto todo un revulsivo en la política española y que, sencillamente, era ciencia-ficción hace 30 años.
Ahora bien, aquellos dos debates previos de 1980 y 1987 tampoco tuvieron muchas similitudes. En primer lugar, por las diferentes situaciones políticas que se vivían en 1980 ─en plena Transición, crisis económica y con un Gobierno muy inestable─ y en 1987 ─en pleno proceso de integración en la CEE, dinamismo económico y un Gobierno con mayoría absoluta─.
También hubo grandes diferencias en cuanto a los procedimientos: en el primero había un reglamento provisional para la Cámara baja que permitió debates e intervenciones muy ágiles, con amplios poderes discrecionales para la presidencia; en el segundo ya era de aplicación un reglamento estable ─prácticamente el mismo que el actual─ aprobado en febrero de 1982 que establece mucha más rigidez para los debates.
20 horas y media de debate en 1980
La duración de los debates, por ejemplo, es buena muestra ello. La moción de censura socialista se desarrolló durante tres días (28, 29 y 30 de mayo) y los discursos de los numerosos diputados que tomaron la palabra (todos hombres) consumieron 20 horas y media, con apenas un breve receso en la primera jornada, que arrancó pasadas las 16.30 h y no concluyó hasta algo después de las 21 h.
El plato fuerte llegó al día siguiente con 10 horas y media de parlamentos sin interrupción alguna, que no finalizaron hasta la 1.30 h del jueves día 30. De la intensidad de los debates y de su agilidad da una idea el hecho de que el día anterior, el presidente de la cámara, el centrista Landelino Lavilla, anunció su voluntad de que la votación se produjera a las 21 h de ese jueves.
Finalmente se votó al tercer día, pero no sin antes dedicar otras tres horas a un nuevo cruce de pareceres entre varios protagonistas del debate, sobre todo entre el candidato y el portavoz del grupo centrista, Calvo Ortega. En el fragor del debate de la noche anterior se enzarzaron Felipe González y Adolfo Suárez, quien sin embargo subió a la tribuna antes para responder a Santiago Carrillo.
En diversos momentos llegaron a tomar la palabra hasta siete miembros del Gobierno de Suárez: Arias Salgado (Presidencia), que respondió a la presentación de la moción de censura que hizo Guerra; Abril Martorell (vicepresidente), Rodríguez Sahagún (Defensa); Pérez Llorca (Administración Territorial); Gámir (Comercio); Ortega y Díaz Ambrona (Coordinación Legislativa), y Sánchez Terán (Trabajo).
Ese fragor de intervenciones disminuyó sustancialmente en la siguiente moción de censura, dilucidada también a lo largo de tres jornadas como la anterior que, a su vez, generaron 15 horas y cuarenta minutos de debates. Eso sí, con algunos “trucos”. Aparte de un receso de algo más de dos horas para la comida en el primer día ─que se alargó durante más de dos horas─, lo más llamativo de esta moción es que la votación se hizo al tercer día, pero mediando un fin de semana entre la suspensión de la sesión, un viernes poco después de mediodía, y su reanudación al lunes siguiente.
Buena parte del debate de la primera sesión lo acapararon el portavoz parlamentario de AP, Juan Ramón Calero, que defendió la idoneidad de la moción de censura registrada por su grupo, y el vicepresidente Alfonso Guerra, que repitió protagonismo de nuevo aunque esta vez desde el Gobierno. El aspirante Hernández Mancha consumió el resto de la mañana sin que nadie del Ejecutivo le diese réplica.
La tarde de ese primer día y la mañana del siguiente tuvieron un desarrollo más pautado, similar a los actuales debates, con las intervenciones del resto de los portavoces de los grupos, de menor a mayor importancia numérica. En esta ocasión Adolfo Suárez también intervino por alusiones a unas frases pronunciadas por el candidato aspirante después de la intervención que había realizado el portavoz del grupo del CDS, Agustín Rodríguez Sahagún, otro de los intervinientes en la anterior moción.
Sólo al final subió a la tribuna de oradores el presidente González para mantener un no muy intenso cruce de pareceres con el aspirante Hernández Mancha. El debate, en el que tampoco tomó la palabra ninguna mujer, se diluyó finalmente entre el portavoz del grupo socialista, Eduardo Martín Toval, y el propio candidato conservador.
La sesión se retomó el lunes siguiente por la tarde para, exclusivamente, celebrar el proceso de votación. El escaso interés que suscitó aquella cita parlamentaria queda reflejado en el hecho de que tan sólo participaron en la votación, a priori muy trascendente, 332 diputados de un pleno compuesto por 350 escaños.
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