El harakiri es un ritual de suicidio japonés por desentrañamiento. Formaba parte del código ético de los samurás y se realizaba de forma voluntaria para morir con honor, en vez de caer en manos del enemigo y ser torturado, o bien como una forma de pena capital para aquellos que habían cometido serias ofensas o habían sido deshonrados. Por aquello de que clavarse un arma corta en el abdomen (un tantó) y hacer un corte de izquierda a derecha para finalmente seccionar el esternón, no es una cosa fácil ni agradable, los samuráis solían valerse de un asistente al suicidio, el kaishaku, que a la señal convenida del samurái, le decapitaba con una katana para aliviar su agonía. Todo muy agradable.
El caso es que este ritual japonés tan moderno y edificante se ha popularizado como expresión para señalar un suicidio absurdo. En política hacerse el harakiri vendría a significar hacer el imbécil. Poco ya que ver con los códigos de honor de los samuráis japoneses.
Vista la crisis hacia la que navegan viento en popa a toda vela, los países europeos como consecuencia de la guerra de Ucrania, bien podríamos decir que el entusiasta apoyo europeo a la prolongación como sea la guerra contra Putin, tiene mucho de harakiri. Es evidente que quienes más muertos, civiles y militares, ponen en esta guerra son los pueblos ucranianos cuyo país está cada día más destruido. Rusia está perdiendo también un número muy importante de soldados y su población civil padece sin duda las sanciones internacionales. Pero los ciudadanos de los países de la UE cada vez ven más de cerca una tragedia económica y social anunciada por una inflación incontenible y unos precios de los carburantes y de la energía inasumibles para la mayoría.
Al tiempo que Putin es presentado por los medios como la reencarnación de Hitler, de Stalin y de Genghis Khan simultáneamente, hoy nos despertábamos con el alivio alemán y europeo tras el anuncio de Putin de que se reabre el gaseoducto NordStream1 que sigue siendo el respirador artificial que mantiene viva la economía alemana.
Y llegados a este punto cabe volver a preguntarse si Europa no estará haciéndose el harakiri uniendo su destino a la voluntad de los EEUU de librar su guerra con China debilitando a Rusia y encerrando a Europa en una posición insostenible, que puede hacer caer a sus gobiernos como fichas de dominó, cuando la crisis económica se traduzca en violencia social sin matices. Lo de Draghi puede que sea solo el primer temblor del terremoto que se avecina.
El pacifismo no es solo una posición ética que les encanta ridiculizar e infantilizar a los todólogos televisivos de derechas o progres. El pacifismo es además la mejor defensa pragmática de lo que queda de Estado del bienestar y de lo queda de libertades civiles en Europa. La guerra y la crisis energética pueden acabar con ambas cosas, si Europa persiste en hacerse el harakiri y entrega a EEUU la katana de kaishaku.
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