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Actualizado:Aníbal Otero tomaba notas en sus cuadernos cuando fue detenido el 5 de agosto de 1936 en Valença do Minho. La policía portuguesa sospechaba desde días atrás de un hombre callado que se desplazaba por los pueblos en un coche oficial de la República, hablando en voz baja con los campesinos y apuntando símbolos ininteligibles. Para los uniformados salazaristas no cabía duda de que se trataba de un espía rojo.
En realidad, él era un filólogo de veinticinco años que estaba haciendo trabajo de campo para elaborar el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI) y los supuestos códigos secretos manuscritos en sus libretas, transcripciones fonéticas de las palabras usadas en el norte de Portugal. Sin embargo, Otero no logra convencer a los portugueses de que no se trataban de mensajes en clave dirigidos al Gobierno del Frente Popular.
"La policía no sabía qué era la linguística y mucho menos aquel lenguaje críptico, pero como la dictadura de Salazar estaba conchabada con los golpistas españoles lo entregó a las autoridades franquistas en Tui", explica a Público el filólogo Xesús Alonso Montero, autor de Aníbal Otero. Lingüística e política en España na Guerra Civil e no franquismo (Xerais), una exhaustiva investigación que ahonda en su figura y pone en valor su legado.
Galicia es zona nacional y los sublevados lo encarcelan a la espera del consejo de guerra, que se celebrará el 5 de marzo de 1937. Su madre, para probar que su hijo no era un agente republicano, aporta las cartas enviadas por Tomás Navarro Tomás, director del ALPI, un ambicioso proyecto concebido por Ramón Menéndez Pidal, a cargo del Centro de Estudios Históricos.
El contenido de las misivas, escritas entre agosto de 1933 y junio de 1936, no es político, sino de índole filológica, lo que demuestra que Otero ha estado llevando a cabo un encargo científico: cartografiar lingüísticamente en solitario los pueblos de Galicia y, con la ayuda de un compañero, el norte de Portugal, donde sería arrestado tras el chivatazo de unos españoles alojados en un hotel de Valença do Minho.
"Hizo comentarios que no gustaron a la gente de derechas que compartía el mismo establecimiento. Ellos estaban allí esperando a ver qué pasaba en España, pero se preguntaban qué hacía Aníbal con un coche de la República. Algunos declararían en su contra, acusándolo de comunista, de ser partidario del Frente Popular y de no estar en contra del asesinato de Calvo Sotelo", recuerda el autor de su biografía, merecedora del Premio Losada Diéguez.
Ni la correspondencia —rescatada por Alonso Montero— ni los certificados de buena conducta expedidos por el cura de Santa María de Meira y por el alcalde de Ribeira de Piquín, donde había nacido en 1911, sirvieron para disipar las acusaciones de los miembros del tribunal, quienes no necesitaron recurrir a las transcripciones fonéticas —interpretadas como claves políticas— para solicitar su condena a muerte por un delito de traición.
"Las autoridades entienden que su labor es lingüística. Sin embargo, él cae en manos viscerales, porque el vocal ponente de su tribunal fue ni más ni menos que Ramón Rivero de Aguilar, el fiscal que había pedido la pena capital para Alexandre Bóveda. Un tipo muy peligroso que considera que se trata de un agente que trabaja para la República", añade Alonso Montero, quien investigó a fondo la causa para aclarar algunos aspectos de la sentencia.
Así, para justificar que el trabajo lingüístico de Aníbal era muy anterior a la creación del Frente Popular, su madre aporta los oficios enviados por Ramón Menéndez Pidal a los gobernadores de Zamora, A Coruña, Lugo y Pontevedra, en los que como presidente del Centro de Estudios Históricos les solicita que faciliten su "misión científica" de confeccionar el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica. No obstante, de poco sirven sus esfuerzos.
Finalmente, es condenado a la pena de reclusión perpetua —treinta años de cárcel— por un delito de rebelión militar. El fallo refleja que se dedicó a facilitar información sobre el Movimiento Nacional en combinación con centros oficiales de Madrid y con el embajador en Lisboa, Claudio Sánchez-Albornoz, que se negó a enrolarse en el bando nacional y que deseaba cruzar la frontera por Extremadura para luchar contra "la verdadera España".
Una carta que Aníbal no llegó a enviar a su madre también había pesado en su contra: "Yo he decidido permanecer en Portugal en tanto no se decide el triunfo del Gobierno, que aunque es seguro, puede tardar todavía muchos días. He tomado esta determinación en vista de haber sido movilizadas varias quintas y no querer yo, de ninguna manera, combatir contra el Gobierno legítimo de Madrid, cuyo triunfo es cada día más seguro".
El tribunal pretendía relacionar su presencia en el país vecino con la victoria del Frente Popular, pese a que su labor se remontaba tiempo atrás, como demostraban las cartas aportadas por su madre. No obstante, es presentada como prueba incriminatoria la misiva que le escribe su hermana, contenta de que no hubiese llevado a cabo "la mala idea de salir de Portugal cuando tenías pensado y que te pescasen para la revolución".
La remitida por Sánchez-Albornoz carga las tintas, aunque se limita a responderle a Otero que sus compañeros del Centro de Estudios Históricos se encuentran bien. Sin embargo, el tribunal interpreta que la posdata de "Tomo nota de sus noticias. Ya llegará la hora" evidencia que transmitía información política al diplomático, quien supuestamente aludiría a una fecha amenazante para los franquistas.
"Como se relaciona con el embajador republicano en Lisboa, todo se va acumulando en su contra y terminan trazando el perfil de un hombre que se dedicaba a la lingüística, pero que era un enemigo de la causa nacional. Las acusaciones fueron falsas, aunque para fastidiar a alguien bastaba con catalogarlo de comunista o revolucionario, pese a que él no militase en ningún partido político", subraya Alonso Montero, prolífico escritor y exexpresidente de la Real Academia Galega.
Aníbal Otero permanece encarcelado durante cinco años en Tui, Vigo, San Simón, Burgos y Figueirido, donde sigue recopilando palabras y sonidos de los presos, así como romances, una tarea que venía realizando desde 1928 para Menéndez Pidal. Rebajada la pena por no tener delitos de sangre, cuando es liberado en 1941 su trabajo para el ALPI lo custodia Navarro Tomás en la Universidad de Columbia, donde ejercía como profesor tras exiliarse a Nueva York en 1939.
Allí también vivió durante la guerra civil Menéndez Pidal, aunque antes residió en Burdeos y en La Habana, donde en febrero de 1937 es entrevistado por Gerardo Álvarez Gallego para la revista Cultura Gallega. El director de la Real Academia Española le cuenta que "está para rematarse la más cara ilusión científica de mi vida, una obra de alto vuelo nacional", el Atlas Lingüístico, a falta de las últimas encuestas que debe realizar un joven filólogo gallego...
"Actualmente el señor Otero, provisto de cuadernos, que contienen cerca de dos mil preguntas, con anotaciones en ortografía fonética —signos, palabras al revés, raíces, etc.— recorre el norte de Portugal. Hemos podido proporcionarle al hombre —entregado con verdadero sacrificio y devoción a esta obra— un pequeño aumento en la beca del Centro de Estudios Históricos y hasta un modesto automóvil, para que la labor se haga más rápidamente que en Galicia", comenta Menéndez Pidal, desconocedor de su destino.
El entrevistador le responde entonces desconcertado: "¡Ay!, don Ramón. Mucho me estoy temiendo que haya ocurrido una verdadera tragedia. Tengo todavía más que un presentimiento. ¡Lo más probable es que, a estas horas, el señor Otero no viva ya...!". Y le cuenta que fue detenido porque la policía lusa sospechó de sus cuadernos con "notas ininteligibles" y de que se desplazase "en una máquina con matrícula de Madrid y el escudo de la República en la portezuela".
Ya en la cárcel de Tui, de nada valieron las justificaciones de Aníbal. "Él no era espía. Aquellos signos correspondían a la faena científica que estaba llevando a cabo [...]. Se trataba de una confusión terrible, sin duda", relata el periodista, quien añade que al médico Darío Álvarez Limeses, antes de ser fusilado, le permitieron escribir una carta a sus familiares en la que les pide que avisen al arqueólogo y canónigo de la catedral de Santiago, Jesús Carro, para que aclare el malentendido.
Menéndez Pidal se interesa por el resultado de la mediación, pero el entrevistador refleja su pesimismo: "Temo que no [...]. Regresó a Santiago con muy pocas esperanzas. La obsesión del espionaje en la guerra civil es pavorosa. ¡Todo es pavoroso en la guerra civil!". El presidente de la RAE, abrumado, se propone entonces salvarlo: "Yo lo intentaré todo. Por él, en primer lugar, inocente y entregado a una misión científica de importancia suma. Y, después, por el propio material del Atlas Lingüístico, ¡la mayor ilusión de mi vida!".
No tardó en escribirle al rector de la Universidade de Santiago, Felipe Gil Casares, para solicitarle su intervención, esgrimiendo que el "dificilísimo" trabajo de Otero no podría ser desempeñado por otra persona, pues la pronunciación de "ciertas palabras y frases de uso vulgar" debe ser anotada en una ortografía fonética "más complicada y precisa que la del Atlas [francés] de Gilliéron, que ya es bastante difícil".
Educar su oído y el de los otros colaboradores había llevado meses, por lo que su figura era irreemplazable. Por ello, Menéndez Pidal también se dirigió al representante de Franco en Cuba y al Centro Gallego de La Habana, como señala Diego Catalán en El Archivo del Romancero. Patrimonio de la Humanidad. Historia documentada de un siglo de Historia. Su empeño fue en vano: Otero se libró de la muerte, mas no de la cárcel, aunque en 1944 le enviaría los romances que había escuchado a los presos.
"La historia de Aníbal era tan inverosímil y literaria que no me creía que hubiese podido suceder, pero aquella entrevista demostraba que había sido real", explica la gestora cultural Carlota Álvarez Basso, bisnieta de Darío Álvarez Limeses, el condenado a muerte que suplicó por la vida de Aníbal y padre del doctor Darío Álvarez Blázquez, quien salvó la vida a Josefa Segret, la presa republicana que se libró de la pena capital fingiendo un embarazo.
Cuando falleció su progenitor, la exdirectora de Matadero Madrid donó los archivos familiares relacionados con la memoria histórica a la Fundación Penzol de Vigo. "Solo conservé los más íntimos y cercanos, que fui leyendo con calma durante años, hasta que me encontré en Cultura Gallega el artículo ¿Logrará don Ramón Menéndez Pidal salvar una vida inocente?, firmado por Gerardo Álvarez Gallego, sobrino de mi bisabuelo", recuerda Álvarez Basso.
Ahora, su amiga Emilia Piñeiro trabaja en el guion de un documental sobre Aníbal basado en la investigación de Alonso Montero. "Me interesó el poder de la maldad contra la inocencia. Lo que puede provocar un golpe perverso contra un individuo que solo tiene la palabra como defensa. Una persona marcada por un error que destruyó la ilusión de un joven que podría haberse convertido en un excelente lingüista. Aunque su vida, a partir de ahí, fue muy triste", afirma la guionista.
Retiro en su aldea natal
Cuando sale de la cárcel en 1941, se retira a su aldea de Barcia, en el municipio lucense de Ribeira de Piquín, donde se gana la vida como labrador, el mismo oficio que el de aquellos portugueses a los que encuestaba para elaborar el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica. "No era ni pobre ni rico, sencillamente un labrador acomodado que tenía que trabajar con sus propias manos encallecidas", rememora Alonso Montero, quien subraya que estaba llamado a ser uno de los grandes especialistas en fonética del país.
De hecho, antes de ser condenado era el lingüista más versado en el gallego vivo y, gracias a sus maestros Navarro Tomás y Menéndez Pidal, el que atesoraba una formación científica más moderna como fonetista, dialectólogo y lexicógrafo. Profundo conocedor del romancero de la tradición oral, con el paso de los años publicaría Contribución al diccionario gallego, Vocabulario de San Jorge de Piquín y, póstumamente, la novela autobiográfica Esmoriz.
"Sin embargo, su salida de la cárcel se produce en condiciones muy negativas para su espíritu. Desanimado y decepcionado, se encuentra en pleno franquismo con el sambenito de que es un rojo. Fue un exiliado interior, como lo fuimos todos los que estábamos disconformes con la dictadura, que le había fastidiado la vida", razona Alonso Montero.
Navarro Tomás —quien había cedido su proyecto "a un Estado gobernado por una persona que detestaba, hasta el punto de que juraba que no pisaría suelo español mientras viviese Franco"— le escribe a Constantino García, fundador de la revista Verba: "Tuvo la desgracia de que sus escrupulosas transcripciones, en signos de aspecto cabalístico para ojos ignorantes, le hicieron aparecer sospechoso de espionaje en los excesos de suspicacia de los primeros días de la guerra civil. Fue encarcelado y sufrió una larga, infundada y dolorosa prisión".
En la aldea, sus vecinos lo ven más como un tipo raro que como un antifranquista. "Sabían qué era un médico o un veterinario, pero no un fonetista. Pensarían que recoger palabras gallegas era algo extraño: ¿para qué vale eso?". Aunque le falta la asignatura de Hebreo para terminar la carrera de Filosofía y Letras, que había cursado en Madrid, le puede la desidia, pues su expediente académico había desaparecido durante la guerra civil.
Entonces se vuelca en el campo de la etimología, si bien no cuenta con los medios ni la fuerza de voluntad suficientes. "Cuando se aburría en casa, se dedicaba a recoger vocabulario en su comarca y en las limítrofes. Hasta que Navarro Tomás tuvo el gesto patriótico de enviar el ALPI a la España de Franco con la condición de que trabajasen en él quienes habían comenzado el proyecto. Invitado a colaborar, Otero retoma su actividad lingüística en 1951 y prosigue la tarea que no había finalizado en Portugal", explica Alonso Montero.
Aníbal se ha casado con su prima hermana Asunción Álvarez y tiene un hijo, Horocel, que ha nacido con espina bífida. "Eso es más importante para él que la guerra y la prisión. Lo desmoralizó por completo y estuvo siempre abatido. Su trabajo para completar el Atlas [del que solo se publicaría un volumen] le permitía al menos ganar algo de dinero, salir de la aldea y distraerse de los problemas de su hijo", recuerda su biógrafo, quien debatía con él sobre temas lingüísticos cuando se acercaba a la tertulia madrileña del Café Lion d'Or.
Su carácter era difícil, insiste Alonso Montero, porque la vida había sido dura con él. Un día lo vio tan transformado que casi no lo reconoció: había asistido en Madrid a la enésima operación de Horocel y, vencido, le confesaba que no había nada que hacer. "Llegó a estar internado en un psiquiátrico debido a la enfermedad que sufría su hijo y a que este se rebelase contra él y le recriminase haberse casado con una prima. Entonces necesitó más que nunca la ayuda de los suyos, hasta que murió a los 63 años en una situación bastante penosa", concluye.
Diez años antes de su fallecimiento en 1974 en su aldea natal, la Real Academia Galega lo nombró académico numerario, pero, desencantado, no llegó a redactar su discurso y envió esta carta: "La mala salud, el poco ánimo consiguiente y las adversas circunstancias me han impedido realizar el trabajo necesario para mi ingreso en la Academia. Como no abrigo esperanzas de mejora, lo más conveniente será que Vds. elijan otra persona para la vacante". Cuando firmó esas letras, Aníbal Otero era un hombre derrotado por la vida.
"Exiliado en su propia tierra"
Carta de Isaac Díaz Pardo a Luís Seoane (17 de marzo de 1974)
"Ayer fuimos a enterrar a Aníbal Otero, cerca de Fonsagrada, en una aldea de la margen del Eo, Ribeira de Piquín-Barcia [...]. Tres kilómetros recorrió el entierro a pie con el hijo monstruoso, único que dejó, lleno de muletas y de hierros gesticulantes, siguiendo la caja con el cadáver de su padre, al que en vida, al parecer, maldecía como responsable de su ruina física por ser el último vástago de varios cruces de primos... Sumado a la tragedia que desde la guerra arrastraba este hombre puede decirse que ayer se enterraba una buena parte de un terrible drama. Este hombre vivió más exiliado en su propia tierra y más olvidado de todo su significado que cualquier desterrado de verdad física".
Carta de Luís Seoane a Isaac Díaz Pardo (28 de marzo de 1974)
"Siento mucho el fallecimiento de Aníbal Otero [...]. En cierto modo cumplió el destino gallego del intelectual al margen de los puestos públicos, cátedras, notarías, etc. Mueren oscuramente, sin que las gentes sepan bien qué significaron".
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