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Actualizado:Esta última semana de septiembre la leerán de una forma en Génova y de otra en Ferraz. Ambos, eso sí, han decidido empezarla un día antes. El Partido Popular ha congregado entre 40.000 —según la Delegación del Gobierno— y 65.000 personas —según la organización— en la plaza de Felipe II de Madrid este domingo para mostrar su rechazo a una posible amnistía, por un lado, y para constatar la unidad dentro del partido, por otro. Pedro Sánchez, en su caso en Barcelona, ha puesto el ojo, ahora ya sin ambages, en su propia carrera hacia la investidura.
En los últimos días, desde Ferraz instaban a los periodistas a esperar. "Todavía es el momento de que Feijóo lo intente", deslizaban: "Vamos a seguir la línea de la discreción por respeto al proceso de investidura que encargó el jefe del Estado". Sin embargo, en el mitin en el que ha participado el presidente en funciones también este domingo en La Pineda de Gavà (Barcelona), ya se ha vivido otro ánimo. El PSOE acelera; no hay más que escuchar las palabras de Sánchez.
"A esta hora, el PP debe estar celebrando que le quedan cuatro días para que Feijóo pierda la votación", ha clamado delante de los 15.000 asistentes a la Festa de la Rosa, que organiza cada año el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC). Al tiempo que José María Aznar, en Madrid, calificaba una posible amnistía como "un ataque sin precedentes al marco de convivencia de todos los españoles", Sánchez dibujaba el marco opuesto: "Seguir avanzando en convivencia".
El socialista no ha mencionado la amnistía, pero sí se ha comprometido a "buscar votos hasta debajo de las piedras" para reeditar un Gobierno de coalición para el que, tal y como él mismo ha confirmado, "dan los votos". A 600 kilómetros de distancia, Alberto Núñez Feijóo le acusaba de "falta de integridad moral y política".
No es fácil determinar qué ha sido exactamente el acto que ha organizado el PP en Madrid. Más allá de la intención oficial —gritar a los cuatro vientos su rechazo a una posible ley de amnistía y a pactar con los "golpistas"—, Núñez Feijóo ha pretendido, este domingo, apaciguar cualquier tipo de suspicacia acerca de su posición en el partido una vez se haya acreditado el fracaso en su investidura.
Como ya contó Público, varias figuras importantes dentro del partido consideran que este acto en la capital y su discurso de investidura es una especie de examen en dos actos que Feijóo tiene que superar. A tenor de las palabras que le han dedicado los expresidentes José María Aznar y Mariano Rajoy, o la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, el gallego habría superado la primera.
Capitalizar el 23J, aunque sea en la calle
El PP ha insistido por activa y por pasiva en que ellos son los ganadores de las elecciones. Sin embargo, no han logrado la red de apoyos necesaria para que Feijóo alcance la presidencia del Gobierno. Por eso, esta última semana de septiembre se antoja muy cuesta arriba para él. Primero, el martes y el miércoles tratará de ganarse la confianza de una Cámara con cada escaño decidido. Los votos de Vox y Unión del Pueblo Navarro (UPN), a quien Núñez Feijóo ha agradecido su apoyo durante la jornada del domingo, no serán suficientes.
Salvo monumental sorpresa de última hora, la votación del miércoles, para la que Feijóo necesitaría una mayoría absoluta, no saldrá. 48 horas más tarde, el viernes 29 de septiembre, al popular le bastarían más "síes" que "noes", pero tampoco está en disposición de conseguirlos. Por todo ello, el baño de masas que se ha dado delante del Wizink Center, escoltado por los barones de su partido, se antoja como una forma de celebrar su particular victoria. También como un aviso de que su oposición, como de alguna manera ha venido a decir, será férrea en caso de que Pedro Sánchez logre, él sí, salir investido presidente.
La agenda socialista pasa por la amnistía
Fuentes del entorno socialista a las que ha tenido acceso Público no dejan lugar a dudas: "Los contactos previos abrirán el paso a las negociaciones para la amnistía una vez pase el debate de investidura de Feijóo". Todavía no habría nada cerrado, tal y como evidenció el ministro de Cultura y Deporte en funciones, Miquel Iceta, pero sí la seguridad de la predisposición de las distintas partes: "A todos los actores implicados les interesa que haya Gobierno progresista".
Desde Barcelona, Sánchez ha delimitado, eso sí, en qué marco se llevará a cabo la negociación: "La Constitución Española". También ha hablado de "pasar página". Pasar página del capítulo más complejo del procés. Es, según el partido, lo que pretenderá un eventual nuevo Gobierno de coalición surgido tras las negociaciones con Junts per Catalunya y ERC. Faltan, en cualquier caso, algunas semanas para comprobar si, finalmente, Sánchez encuentra "debajo de las piedras" los votos que necesita o si el país tiene que a acudir, de nuevo, a las urnas.
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