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El fácil acceso y la pandemia impulsan la adicción al juego en línea

Mientras que las apuestas deportivas han bajado, los juegos como el póker o el casino en línea han aumentado durante las épocas de confinamiento en Catalunya.

El logo de la empresa de juegos y apuestas Codere en su sede en Madrid. E.P./Marta Fernández
El logo de la empresa de juegos y apuestas Codere en su sede en Madrid. E.P./Marta Fernández.

PAULA ERICSSON

Lourdes y Pablo (nombres ficticios) respiran tranquilos después de años de luchar por su hijo, quien sufrió adicción al juego. Lo que empezó con algunas apuestas en futbol y tenis en el 2012, le llevó por un sendero en el que llegó a robar dinero de su empresa para poder seguir apostando. Si no fuera por el apoyo incondicional de sus padres, este hombre de 40 años, transportista y soltero no hubiese tenido tanta suerte. Y eso no es cosa del azar. Porque el mundo de las apuestas es goloso, y más con una publicidad patrocinada por grandes personalidades o anunciada por los propios periodistas. Frente a esto, el Gobierno español ha aprobado una legislación que prohibirá los anuncios fuera de la franja horaria entre la una y las cinco de la mañana, y a los clubes de fútbol estampar en sus camisetas cualquier tipo de promoción de este tipo de actividad, pero hay otros aspectos que quedan por resolver y que la pandemia ha puesto de relieve.

El subdirector general de Drogodependències de la Generalitat, el doctor Joan Colom, apunta que en marzo de 2019 en el Estado Español se jugaron 625 millones de euros en apuestas deportivas, mientras que en marzo de 2020 estas apuestas cayeron a 389 millones. Eso es, en gran parte, porque debido al coronavirus se cancelaron centenares de eventos deportivos. Ahora bien, el póker online subió un 71%, los juegos de casino online un 23% y el azar online aumentó un 19%.

Así pues, en cierto modo el consumo se trasladó, aunque el presidente de l'Associació Catalana de Tractament d'Adiccions Socials (ACECAS), Francesc Perendreu, matiza este cambio. Hay dos perfiles de jugadores patológicos o problemáticos: el que juega en línea y el que lo hace presencialmente. El jugador en línea suele tener entre 25 o 35 años, de clase social media alta y universitario. Los jugadores presenciales -jugadores del Bingo, de las máquinas tragaperras, etcétera- suelen ser hombres entre 54 y 55 años, de clase social media o media baja y no universitarios. "Es difícil que se hayan desplazado porque son gente mucho más mayor y no domina tanto internet", apunta Perendreu. Este desplazamiento sí se puede haber producido entre los jugadores en línea.

¿Apostar es siempre patológico?

Para entender la diferencia entre un jugador ocasional de uno patológico o problemático, la miembro del Grupo de Trabajo de Juego Patológico y otras adicciones del Col·legi Oficial de Psicología de Catalunya, Marta Sancho, establece un par de pistas. "Una conducta comienza a ser problemática cuando empieza a limitar alguna de las áreas de tu vida, ya sea nivel económico o personal. Comprar la lotería de Navidad no te convierte en ludópata", advierte Sancho. La psicóloga refuerza que la ludopatía es una patología y que "ninguna enfermedad define una persona". En ese sentido, el psicólogo del Hospital de Manresa y el profesor de educación social y psicológica en la Universitat de Vic, Jordi Bernabeu, insiste en "no convertir malestares en patologías" y evitar el discurso alarmista.

Para hacer una buena diferenciación, Joan Colom establece que un jugador problemático reúne tres de las siguientes características, mientras que uno de patológico reúne más de cuatro: cada vez necesita apostar más, se muestra siempre muy nervioso o irritado, hace esfuerzos repetidos para abandonar el juego sin conseguirlo, tiene la mente ocupada pensando en apuestas, a menudo apuesta cuando se siente desamparado, vuelve a apostar para ganar dinero, engaña u oculta cuando juega, pone en peligro una relación importante y/o utiliza a los demás para que le dejen dinero.

En Catalunya, del total de la población, un 0,4% reconoció ser jugador problemático y un 0,1% jugador patológico en los últimos doce meses. Ahora bien, dentro de la población con problemas de juego, el 19,20% de los jugadores problemáticos y el 6,4% de jugadores patológicos habían continuado jugando el 2020.

El caso del hijo de Lourdes y Pablo fue, hasta hace unos años, un jugador patológico. "Cada vez iba a peor. Él escuchaba, era flexible, pero la enfermedad hacía que no pudiese parar de jugar", reconoce Lourdres. De hecho, su hijo se apuntó a un registro de autoprohibitivos -un registro en el que se apuntan personas que tienen problemas con el juego y que les prohíben el acceso a los centros de juego, ya sean presenciales o en línea- pero igualmente encontraba páginas ilegales en las que podía continuar jugando. Por suerte, desde el 2014 ha salido de ello y, al trabajar de transportista ha podido distraerse y no quedarse en casa encerrado con la tentación de la pantalla.

El de Guillem (nombre ficticio) es distinto. Empezó a apostar en eventos deportivos entre los 18 y 19 años, aunque cuando tenía 16 años también lo había hecho mientras jugaba al FIFA. "El juego tenía una aplicación para jugar por dinero. Si los dos jugadores apostábamos 20 euros, el que ganaba se quedaba con 40 y el otro se quedaba sin nada", cuenta. Hubo una temporada en la que llegó a apostar unos 100 euros al día porque tenía la sensación de que podría ganar más dinero, que era bueno estudiando las probabilidades de ganar -sobretodo en tenis y en futbol-. De hecho, Marta Sancho apunta que uno de los factores de riesgo del juego, sobre todo en las apuestas, es que te da esta falsa ilusión de controlar la posibilidad de ganar. Pero hubo un momento en el Guillem que se dio cuenta y frenó, y ahora invierte unos 100 o 200 euros al mes en apuestas. Desde el confinamiento, asegura, cada vez apuesta menos.

La juventud y el juego

Otra de las encuestas hechas por la Generalitat revela los hábitos de juego de la población más joven. En el grupo de edad de los 14 a los 18 años, un 9,5% había jugado por dinero. De ese porcentaje, un 28,8% de forma presencial, lo que es alarmante porque supuestamente los menores de edad no podrían entrar a juegos recreativos. De hecho, a raíz del confinamiento, las consultas en la fundación ACECAS han aumentado más del 20%, y la gran mayoría protagonizadas por padres preocupados porque sus hijos están enganchados a las pantallas.

¿Jugar a los videojuegos hace que los adolescentes sean inmediatamente propensos a jugar por dinero? "No", responde rotundo Bernabéu, quien remarca que hay varios factores que hacen que una persona acabe adicta al juego por dinero. Por otro lado, reconoce que ha subido el gaming (videojuegos) durante el confinamiento, pero también asegura que muchos jóvenes se han autoregulado cuando han vuelto a la escuela presencialmente. Perendreu reclama a las administraciones que se hagan cursos y charlas para concienciar sobre el juego en línea a los menores, y sobre todo a los padres y profesores. "Tenemos niños de 12 y 14 años con problemas de adicción a los videojuegos muy grande, y a niñas con una adicción a las redes sociales muy importante. Aquí no hay prevención", lamenta Perendreu.

¿La ley Garzón es suficiente?

La mayoría de asociaciones consideran que la ley Garzón es una buena noticia, pero apuntan que tiene carencias. Perendreu señala que es contradictorio que el mismo órgano que regula la publicidad de apuestas también tenga apuestas propias (Lotería de Navidad, la ONCE), y tanto Bernabeu como Sancho consideran que las loterías públicas no deberían anunciarse. Joan Colom, que lamenta que los narradores deportivos continúen anunciado las apuestas, avanza que la Generalitat mirará de completar aquellos aspectos de la ley que consideren oportunos.



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