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Actualizado:Buena parte de los discursos de los dirigentes de Unidas Podemos van encaminados a explicar el peligro y el ascenso de la extrema derecha. Tras este 10-N, Vox se ha convertido en uno de los partidos de ultraderecha más fuerte de toda Europa al irrumpir en el Congreso con 52 diputados. Pero los de Santiago Abascal tienen muchas diferencias con formaciones como las de Marine Le Pen o Matteo Salvini: ¿en qué se parecen y en qué se diferencian?, ¿de dónde vienen tantos votos?, ¿qué supone la presencia de Vox en las instituciones y cómo se enfrenta?
Alberto Garzón en su libro ¿Quién vota a las derechas? (Ediciones Península) asegura que "los conservadores crecen no por el voto de los que tienen menos, sino de los que temen perder los privilegios", lo que se traduce para el autor en que tienen el voto de la clase media que ve peligrar su estatus, pero no el de la clase obrera.
El Coordinador Federal de IU pone el capitalismo en el centro de sus interpretaciones para explicar este avance mundial de la extrema derecha: "Lo primero que debemos hacer es renunciar a interpretar estos fenómenos como el resultado de algún tipo de 'locura' o mero fanatismo. Hay algo racional en sus causas".
Para valorar el comportamiento electoral, Garzón recurre al supuesto de que los votos "son la expresión electoral de un conjunto de principios y valores morales" que se dividen, por un lado, entre valores liberales y autoritarios y, por otro lado, en la dimensión económica entre los "redistributivos" y "de libre mercado". En España, el autor muestra a través de un largo estudio que hay una "correlación casi absoluta" entre ambas dimensiones, algo que no se repite en Europa. No descarta que con el tiempo el cambio se produzca pero, de momento, Vox tuvo la oportunidad de ser autoritario en lo cultural y redistributivo en lo económico, pero prefirió ser "ultraliberal en lo económico y muy autoritario en lo cultural".
Garzón: "Vox es la cristalización de una parte de los efectos de la estrategia de radicalización del PP y Ciudadanos"
Por esto mismo, Garzón — como el resto de dirigentes de Unidas Podemos — siempre diferenció a Vox de el Frente Nacional o de La Liga Norte. De hecho, los orígenes y la llama de cada partido no tienen que ver para él: "PP y Ciudadanos han sido los principales responsables de construir un clima en el que se vincula la inmigración a la delincuencia, se exalta y promueve el nacionalismo (...) o se insta a soluciones militares y legalistas ante problemas políticos y sociales (...) Vox no es sino la cristalización de una parte de los efectos de esa estrategia de radicalización".
Unas diferencias que se traducen en el tipo de votante, como apunta: "España sigue manteniendo un voto de clase muy marcado en el que las clases trabajadoras tienen mayor probabilidad de votar a la izquierda y las clases medias mayor probabilidad de votar a las derechas". De hecho, esto es algo que no solo señala el de IU, también el eurodiputado Miguel Urbán en su libro La emergencia de Vox (Sylone Editorial): "Vox podía canalizar un voto de protesta de las clases populares que en otros tiempos habían confiado en opciones políticas de izquierdas, como sí ha pasado con la extrema derecha en otros países (...), pero en la lista de quince municipios con menor renta, Vox no ha llegado a reunir ni el 5% de los votos". Sin embargo, el peligro del cambio del discurso de Abascal y de un ascenso aún mayor, seduciendo ahora a la clase obrera ante la recesión económica, es algo que está en el aire.
Soluciones para enfrentar una extrema derecha instalada
Pese a las diferencias ya señaladas entre Vox y el resto de partido europeos, Urbán apunta que toda la extrema derecha pertenece a una misma ola que se conforma en "una auténtica internacional de la reacción". Y, por esto, asume que solo se puede enfrentar desde "un internacionalismo proletario que cree solidaridades más allá de las fronteras para enfrentar un problema común". Para el autor esto pasa por medidas concretas sobre la "crisis de derecho" actual: de una conferencia sobre la reestructuración de la deuda a un plan de inversiones sociales y productivas dirigido a la periferia europea.
Urbán, desde la perspectiva internacionalista, defiende como Pablo Iglesias desde el ámbito estatal que hay que frenar a la extrema derecha realizando políticas que protejan a las mayorías y que rompan con las políticas de austeridad. Si se mejoran las condiciones, Urbán sostiene que se podría acabar con "el telón de fondo en el que se represente cualquier propuesta de exclusión (no hay suficiente, no hay para todos, no cabemos todos) sobre el que se asienta gran parte del discurso de la extrema derecha." Mientras que Iglesias, ya antes de que comenzara el ciclo electoral, advirtió en Nudo España (Arpa) que era necesaria "la defensa del Estado del bienestar, los derechos sociales y las políticas expansivas de un cierto neokeynesianismo son condición de posibilidad" para que la extrema derecha no hiciera su agosto, como hizo finalmente el pasado noviembre.
Urbán: "Una de las grandes derrotas de la izquierda ha sido su incapacidad para restrablecer las solidaridades de clase que el shock neoliberal ha destruido"
Eso sí, Urbán en su libro sí deja de ver alguna autocrítica que no se acostumbra ver en la política: "Una de las grandes derrotas de la izquierda ha sido su incapacidad para restablecer las solidaridades de clase que el shock neoliberal ha destruido". Urbán reconoce, como ya advirtió el sociólogo César Rendueles en CTXT, que la izquierda está dejando "vacíos" porque son conflictivos o les da poca importancia y que Vox puede ocupar fácilmente este espacio, como ocurre con la disputa del concepto de seguridad,
Urbán también defiende que para recuperar estos espacios la izquierda institucional necesita de los colectivos sociales que ya hicieron frente a discursos xenófobos como pasó ante la crisis de refugiados cuando ganó el "Refugees welcome" en España frente al "Do not come to Europe" gracias al surgimiento de numerosos colectivos e iniciativas sociales o el nacimiento de nuevas ONGs que pusieron en jaque el racismo y clasismo derivado de las derechas.
Porque en España el cordón sanitario, con unas derechas que prefieren a Vox antes que al PSOE o a Unidas Podemos, no es practicable. La vía que propone el eurodiputado pasa porque el movimiento antifascista y la izquierda "readapte su estrategia" ante un oponente más popular y menos estigmatizada que la extrema derecha del pasado, como podrían ser los pequeños grupúsculos neonazis como Hogar Social en España. Porque Vox apunta que aglutina la extrema derecha mientras desactiva "la efervescencia movilizadora de la ultraderecha". Ante esto, asume que no hay que "competir" con ellos, sino "dar una respuesta mejor que la suya al caldo de cultivo que les hace posibles, que es el de la incertidumbre, el de la desigualdad, el del miedo".
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