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Actualizado:Sentados en torno a una mesa redonda de madera, en las dependencias municipales de Palomares del Río (8.000 habitantes, a escasos kilómetros de Sevilla), están -entre otras personas- la edil del Ayuntamiento de la capital, Adela Castaño (PSOE), una mujer de fuerte presencia y alegría perenne, y Horacio Hermoso, un hombre menudo de 91 años de edad, que tiene la mente despierta y maneja las palabras de manera lúcida.
Hermoso es hijo del último alcalde republicano de Sevilla, fusilado a finales de septiembre de 1936 por los franquistas sublevados, durante la feroz represión que dirigió el general Queipo de Llano en los meses posteriores al golpe del 18 de julio.
Hermoso y Castaño mantienen el siguiente diálogo.
-¿Van a abrir la fosa?, pregunta, incrédulo, Hermoso.
-Sí, responde Castaño.
-¿Seguro?, añade Hermoso, aún desconfiado.
-Sí, garantiza Castaño.
-¿En esta tierra? ¿En Sevilla? Si es una ciudad fascista por naturaleza, insiste sorprendido Hermoso.
-Sí. En esta Sevilla, replica Castaño.
-¿Por qué saben que está allí mi padre?, concede finalmente Hermoso, con cierta paz.
Hermoso, que se da un aire al escritor portugués José Saramago, ya fallecido, vive en Palomares del Río, adonde Castaño se ha trasladado -junto a un técnico del Laboratorio Municipal, y a miembros del equipo de la Oficina de la Memoria del Ayuntamiento de Sevilla- con el fin de obtener una muestra de ADN de la saliva de Hermoso.
El hijo del exalcalde de Sevilla permite que el técnico, protegidas sus manos con guantes azulados, trabaje con los palillos y algodones en su boca. Ambos tienen la esperanza de que, algún día, cuando se abran -tal y como ha prometido Castaño- las fosas de la represión franquista que mancillan aún el camposanto sevillano, pueda hacerse algún tipo de identificación y entrega de los restos a los descendientes y, con ello, cerrar un duelo, una herida que ya dura más años de la cuenta.
“Yo soy papel de lija del 4”, avisa Hermoso, antes de hablar de unos hechos que aún le remueven las tripas, que no puede ni olvidar ni perdonar. “Lo de mi padre fue un asesinato con alevosía. Fue una matanza brutal. Siempre he dicho que aquello fue una masacre. Cuando la clase dominante asesina, no se entera nadie”.
Hermoso achaca a la Iglesia el fusilamiento de su padre. “La matanza primera, la de los meses de julio y agosto, ya se había hecho. La vida del alcalde depende del palacio arzobispal. Los van sacando para matarlos toda la noche. Lo mandó matar el cardenal Ilundain, que tiene calle en Sevilla. No tiene defensa de ninguna manera. Sevilla por eso no me gusta. Sevilla se convierte en una ciudad fascista absolutamente”, afirma Hermoso.
El alcalde había sido detenido el mismo día del golpe, en julio, en el propio Ayuntamiento. Y fue fusilado a finales de septiembre, dos meses después. Aquí, en este documento subido a la web todoslosnombres.org, uno de los mayores archivos memorialistas, se puede consultar una breve semblanza del alcalde (de Izquierda Republicana, el partido fundado por el que fuera presidente de la República Manuel Azaña), y también un conciso y emotivo relato con algunos pormenores de su detención.
Es muy recomendable leer el volumen La Justicia de Queipo, del historiador Francisco Espinosa, para conocer con detalle la represión que se ejecutó en Sevilla y en Andalucía con el fin de liquidar cualquier atisbo de rebelión. Hermoso recomienda además el libro de Paul Preston, El holocausto español.
“Ya vamos tarde. Este acto debería haberse hecho el mismo día en que González y Guerra se hicieron la foto en el Palace”, le dice Hermoso a Castaño, sin afán de reproche, sino con la seguridad de quien constata que ha amanecido ya. También asegura que le escribió una carta al expresidente de la Junta, Manuel Chaves, de la que aún está esperando la respuesta.
La edil Castaño, sensible, empática, le pide disculpas y le reconoce que “como sociedad y como políticos, tenemos que pedir disculpas por llegar tan tarde”.
Tres fosas en el cementerio
-¿Por qué saben que está allí mi padre?, concede Hermoso, con cierta paz.
En realidad, no lo saben, pero creen que es el lugar más probable, le explica Castaño. El Ayuntamiento de Sevilla se ha comprometido a abrir las fosas comunes, situadas en el cementerio de la ciudad, en que los franquistas iban despojándose de los cuerpos de aquellos a quienes asesinaban.
La Oficina de la Memoria tiene ya delimitada la conocida como fosa de Pico Reja, que albergaría los cadáveres de al menos 1.103 represaliados. El próximo lunes se presentan los trabajos de identificación, delimitación e indagación de las fosas comunes llamadas Monumento y Antigua, en donde se hallarían los restos de más de 13.000 personas, entre las que se cree que habría unos 3.500 cadáveres de represaliados. En estas fosas no sólo estarían los restos de víctimas de la represión, sino también los cuerpos de muchas personas sin recursos, que murieron en aquellos años.
Según las investigaciones del historiador José Díaz Arriaza, en Monumento fueron enterrados los cuerpos de unas 3.000 personas o bien ejecutadas o bien muertas por enfermedades o hambre en las cárceles de Sevilla desde septiembre de 1936 a enero de 1940. Es aquí donde Castaño y su equipo creen como probable que esté el padre de Hermoso.
La Oficina de la Memoria Histórica del Ayuntamiento de Sevilla lleva por el momento recogidas 230 muestras de ADN, de ellas 30 en la provincia (a domicilio, con rutas por los pueblos) y seis fuera de la provincia. Las pruebas las recoge personal del Laboratorio Municipal (el proceso de recogida se inició en mayo pasado) y siempre se mantiene la cadena de custodia, aseguran fuentes oficiales del consistorio. “El goteo de solicitudes es constante, y ya hay planificadas pruebas hasta marzo. Conforme se van realizando, la gente se va enterando y solicitando las mismas”, agregan.
Un encuentro rarísimo
Durante la conversación, sentados en la mesa redonda de madera, Hermoso le cuenta a Castaño uno de los episodios más extraños de su vida. “Fui detenido por la policía política en 1958. Pensaban que estaba reconstruyendo el PSOE. Me sentaron en una silla. Yo estaba absolutamente acojonado, rodeado de 4 policías. Me preguntaron: políticamente, ¿Qué eres? Con la boca seca de miedo, dije: Yo políticamente soy republicano, como mi padre. Fundamentalmente soy antifranquista”.
“Y el jefe me dice. Si no fuera antifranquista, usted sería un hijo de puta”. “Fue un momento rarísimo”, recuerda.
Aquel hombre había sido el escolta de su padre.
“Fui testigo de un mundo terrible desde los 8 años”, dice Hermoso. Esa era la edad que tenía cuando se produjo el golpe militar que acabó por liquidar la II República. "Cuando un niño ha vivido eso, hay que ser muy optimista para pretender que pueda comprender, justificar”, añade.
Con los años pudo trasladarse a Barcelona, donde vivió su adolescencia, una ciudad a la que recuerda con cariño. Se le ilumina la cara al recordar aquel tiempo. “A mi tío le ofrecieron un contrato como dibujante publicitario. En Barcelona, era todo diferente”, dice.
Allí pudo Hermoso conectar con cierta esencia feliz.
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