madrid
"A nosotros nunca nos viene bien esta escalada, pero es inevitable". Es lo que dicen fuentes del Gobierno de coalición, que reconocen que la bronca extrema entre Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y Junts per Catalunya lleva a ambos a "pedir más" en sus negociaciones con el Ejecutivo. La exposición pública, a nivel estatal, del momento que atraviesa la relación entre las dos formaciones independentistas tuvo lugar este jueves en el Congreso. Gabriel Rufián, portavoz de ERC, y Josep Maria Cruset, diputado de Junts, se enzarzaron en una disputa de altísimo voltaje. Pero lejos de los focos hay mucho sotobosque.
Las elecciones catalanas del 12 de mayo fueron un duro golpe en la línea de flotación de ERC, pero, a la vez, otorgaron a los republicanos una posición magnífica para negociar el Govern de la Generalitat con el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC). Pedro Sánchez sabía que dependía de Esquerra para hacer a Salvador Illa president y Esquerra supo negociar el que, junto con la ley de amnistía, es el acuerdo más importante de la legislatura para Catalunya.
Aquel pacto que firmó el Gobierno no fue cualquier cosa. Contiene un compromiso por escrito de que la Generalitat "gestione, recaude, liquide e inspeccione todos los impuestos soportados en Catalunya". Con él, ERC colocó el uno a uno en el marcador con Junts, que anteriormente se había apuntado el tanto de la ley de amnistía, aunque los republicanos también lo reclaman como propio. El gol de Esquerra, además, es difícil de encajar para los de Carles Puigdemont, que tienen en la economía uno de sus principales puntos fuertes.
De hecho, los posconvergentes han desconfiado desde el primer día del acuerdo y ese fue uno de los principales elementos con los que Cruset atacó a Rufián en el Congreso. El diputado acusó a Esquerra de haber vendido a la opinión pública que había conseguido un "concierto económico" sin creer realmente que lo fuera y atacó a los republicanos por no haber conseguido ―siempre según Cruset― grandes cosas en sus negociaciones con Sánchez, una perspectiva que en ERC entiende como una guerra sucia por parte de Junts.
Rufián no se cortó en su intervención y recriminó a Junts que ponga "toda su potencia mediática" contra Esquerra y que se oponga al acuerdo de financiación singular sellado por PSC y ERC "solo porque lo ha logrado Esquerra". En ese punto, el portavoz puso sobre la mesa la cuestión que centraliza la discusión política de los últimos días y tachó de incoherente que los de Puigdemont pidan más margen de déficit para las comunidades autónomas en la negociación de los objetivos de estabilidad y, sin embargo, no defiendan a capa y espada el pacto para la financiación singular de Catalunya.
Hay pocas dudas de que Junts es el elemento que más inestabilidad confiere a la legislatura; desde el minuto uno ha llevado a Sánchez al límite en muchas negociaciones, pero el hecho de que Esquerra se apuntara el tanto de la financiación singular podría estar funcionando como un nuevo incentivo para que los de Nogueras traten de obtener un buen botín en los Presupuestos. Fuera como fuere, fuentes de Junts insisten en que solo apoyarán los objetivos de estabilidad ―que el Gobierno quiere llevar al Congreso en pocas semanas― si Sánchez acerca posturas con ellos. De momento, el Gobierno ya retiró la votación que tenía prevista esta semana en un claro gesto hacia Junts y las dos formaciones han confirmado que hay negociaciones.
Es una atención a los posconvergentes por parte del Ejecutivo que sienta muy mal en las filas de Esquerra. Rufián dijo ante los medios que "si se abre la negociación, se abre para todos" y fuentes del Grupo Parlamentario Republicano sostienen que "exigirán cosas nuevas al Gobierno" en materia presupuestaria. Ahí está la escalada. En este punto, Sánchez tiene a un partido, Junts, que desliza que el Gobierno va entendiendo que el "terreno de juego" de la legislatura pasa por negociar en profundidad todas las medidas con ellos; y a otro, Esquerra, que ya le ha avisado que va a multiplicar sus exigencias.
Ambos partidos se encuentran, además, en un período de inestabilidad. ERC se enfrenta el 30 de noviembre a un congreso que decidirá quién lidera la formación en los próximos años (hay cuatro candidaturas, pero un enfrentamiento a cara de perro entre Oriol Junqueras y el sector rovirista). Junts tiene su propio cónclave a finales de octubre y, al margen de algunos eventuales cambios orgánicos, necesita tejer una estrategia que le permita competir al PSC las elecciones catalanas de dentro de cuatro años. Son unas tensiones internas que tienen efecto de puertas hacia afuera. Además, ninguno de los dos partidos forma parte del Govern, por lo que, desde la oposición tanto a nivel nacional como autonómico están más liberados que en otros momentos para arreciar sus posturas antagónicas por naturaleza.
Los Presupuestos como embudo
Y todo este tira y afloja, las presiones y las tensiones tienen un embudo: los Presupuestos Generales. Antes, eso sí, su antesala: los objetivos de estabilidad presupuestaria. Las declaraciones públicas y privadas de los dos partidos obligan a Sánchez a ensayar un equilibrio casi perfecto que contente a unos y otros, pero también han puesto sobre aviso al resto de grupos parlamentarios, que, a la vista del nuevo escenario de negociación, no quieren quedar atrás. Precisamente por eso, fuentes del Gobierno insistían durante la semana en que no les interesa ese ambiente de "escalada".
A falta de los votos de Junts, el Ejecutivo contaba, en principio, con los del resto de la mayoría de investidura para sacar adelante la senda, pero esta semana el consenso ha dejado paso a la incomodidad. Fuentes de Podemos trasladaban que "el Gobierno no lograría sacar adelante la senda de déficit" si hay un giro conservador por la presión de Junts y advertía de que "sus votos no están asegurados". Lanzaban, así, un mensaje a Sánchez y se reintroducían en la negociación.
Otras formaciones que completan esa mayoría de investidura, como el Bloque Nacionalista Galego (BNG), avisan de que "cualquier pacto con Junts que precise del aval del Congreso tendrá que pasar el filtro de las izquierdas", con lo que pone unos límites al Gobierno en su negociación. Tanto los gallegos como EH Bildu negociarán los Presupuestos en este nuevo escenario, pero ambos dejan claro que lo más importante es que salgan adelante para que se puedan cumplir los acuerdos de investidura que dependen de las cuentas públicas.
Por el momento, no han levantado la voz formaciones de las que componen el Grupo Plurinacional Sumar como Compromís, Chunta Aragonesista o incluso Comuns, especialmente sensibles en lo territorial y que también podrían tensar la cuerda, aunque especialmente cuando se dispute la partida de los Presupuestos. Lo primero será la senda de déficit, que, por un lado, está más cerca por la renovada negociación entre PSOE y Junts, pero por otro todo apunta a que tendrá que reabrirse con otros grupos.
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