madrid
Actualizado:Atrás queda, en un pasado que hoy parece remoto, una Comunidad de Madrid en manos del PSOE: Joaquín Leguina, presidente entre 1983 y 1995, se pasea ahora junto a Isabel Díaz Ayuso y refrenda sus bondades. Si consideramos aquellas tres legislaturas del socialista como un paréntesis, la derecha siempre ha gobernado en la región, aunque habría que matizar ese dominio. Sin ir más lejos, en los comicios de 2019 el PSOE obtuvo 884.218 votos frente a los 719.852 del PP, pese a que los 37 escaños socialistas —siete más que los populares— fueron insuficientes para obtener la Presidencia.
La situación actual responde al giro que dio la política madrileña tras la irrupción de los nuevos partidos (Podemos, Ciudadanos, Más Madrid y Vox), cuya paleta de colores modificó un mapa antaño azul y rojo. En todo caso, la presencia del verde de Más Madrid (475.672 votos y 20 diputados en 2019) y del morado de Podemos-IU (181.231 papeletas y 7 escaños), sumados al rojo del PSOE, no se tradujo en poder. En cambio, el apoyo del naranja de Cs (629.940 votos y 26 actas) y del verde de Vox (287.667 papeletas y 12 parlamentarios) posibilitaron la investidura de Ayuso, quien volverá a depender de ambos partidos para revalidar el cargo.
¿Cómo votan los madrileños? Si nos retrotraemos en el tiempo para plantarnos en la Puerta del Sol y hacer guardia ante la Real Casa de Correos, sede de la Comunidad de Madrid, observaremos que han entrado por la puerta grande —y, en ocasiones, salido por la pequeña— los presidentes electos Alberto Ruiz-Gallardón (1995-2003), Esperanza Aguirre (2003-2007), Ignacio González (2011), Cristina Cifuentes (2015) e Isabel Díaz Ayuso (2019), aunque para acotar el análisis nos ceñiremos a las cuatro últimas convocatorias electorales, que reflejan el bipartidismo primero y la política de bloques y alianzas después.
No obstante, habría que tener en cuenta los resultados de algunas elecciones municipales y generales, pues —pese a que el ciudadano pueda votar a una formación diferente en función del tipo de comicios— no debemos obviar algunos datos recientes, aunque solo sea para interpretarlos como tendencia. Las cifras son escrutadas por una politóloga, un analista demoscópico y un experto en campañas y estrategia digital, quienes no solo tratan de explicar la evolución del voto en la región, sino también de esbozar un posible escenario tras las elecciones del 4M, cada vez más difícil de vislumbrar ante la decadencia de Cs y un auge previo de Vox que quizás no se traduzca en votos en la inminente cita con las urnas.
"La derecha era un bloque homogéneo que solo se rompió con la irrupción de Ciudadanos y de Vox", recuerda José Pablo Ferrándiz, sociólogo e investigador principal de Metroscopia, quien matiza que ese reparto entre las tres formaciones no afecta al voto conservador, que no sufre merma alguna a pesar de su conversión en una hidra de tres cabezas. "Ahora parece que va a haber una recomposición que favorecería al Partido Popular, aunque el partido de Edmundo Bal quedará alejado de la barrera electoral del 5%, algo importante de cara a la formación de Gobierno", añade el analista demoscópico.
De hecho, Izquierda Unida se quedó a 9 décimas del umbral necesario para obtener representación en la Asamblea de Madrid, lo que tuvo peores consecuencias que las de quedarse fuera del Parlamento: "Si lo hubiese alcanzado, habría habido un Ejecutivo progresista", subraya Ferrándiz. La suma de los 48 escaños del PP y los 17 de Cs permitieron que Cristina Cifuentes fuese investida presidenta, frustrando las aspiraciones del socialista Ángel Gabilondo, cuyo partido logró 37 escaños. Pese a que aumentaba 1 respecto a 2011 y José Manuel López Rodrigo cosechaba 27 para Podemos (14 más que Izquierda Unida en las anteriores elecciones), la ausencia de IU impidió la victoria progresista.
Lejos quedan, decíamos, los años de bipartidismo. En 2007, por ejemplo, el hemiciclo de la Asamblea de Madrid lo copaban los diputados del PP (67) y del PSOE (42), pues Izquierda Unida apenas lograba 11 asientos, dos menos que en 2011, cuando el PP arrasó con 72 escaños y una efímera UPyD se colaba con 8 parlamentarios. Dado que fue la única vez que consiguió representación en la Cámara, el partido magenta no figura en los gráficos adjuntos, que muestran las papeletas obtenidas en tres municipios de la región y en otros tantos distritos de la capital. Los criterios para su elección responden a su tamaño, al dominio de un partido o bloque ideológico, al empuje significativo de algunas formaciones y a la evolución del voto.
Valdemorillo es un ayuntamiento del oeste de casi 13.000 habitantes, repartidos entre el pueblo y las urbanizaciones de las afueras, con un voto tradicional al Partido Popular ahora repartido entre el PP, Cs, Vox, que se hizo con la victoria en las pasadas generales. Entonces, el partido ultra dio la sorpresa al conquistar el 25,7% de los votos, con un PP pisándole los talones (25,1%) y una izquierda en manos del PSOE (22,3%), pues Más País apenas logró un 4,7% y Podemos un 11,7%, por encima de Ciudadanos (8,8%). El bloque de derechas, en todo caso, obtuvo un 60%, mientras que el progresista rozó el 38%.
Aunque no cabe establecer una correspondencia entre los diversos comicios, pues los resultados reflejan que los electores votan de forma distinta, el auge del partido de extrema derecha es revelador. Ahora bien, la estrategia de Ayuso —que está pescando en el caladero ultra, según las encuestas— podría menguar las adhesiones en Valdemorillo a la candidatura de Rocío Monasterio, aunque si nos atenemos a las cifras de las autonómicas de 2019 puede observarse que la fuerza de los conservadores no se desinfla, sino que cambia de globo.
Como apunte anecdótico, en aquellos comicios, celebrados el 26 de mayo, el PSOE obtuvo 9 votos más que el PP (1.361, lo que supuso un porcentaje del 23,7%), pero la suma de Cs (1.221, un 21,1%) y Vox (734, un 12,7%) superó con creces la de Más Madrid (624, un 10,7%) y Podemos (304, un 5,2%). Ese mismo domingo también se instaló en los colegios otra urna para las municipales, en las que se impuso el PP, cuyo candidato, Santiago Villena, gobierna en coalición con Cs y con el apoyo de Vox. La singularidad de las elecciones locales provocó que una exalcaldesa popular liderase Objetivo Valdemorillo (699 votos, un 11,8% y 2 concejales), si bien los anteriores partidos compensaron la fuga de papeletas conservadoras.
Aunque los porcentajes difieren, las municipales arrojaron un resultado que apuntala a la derecha: PP (1.095 votos, un 18,5% y 4 concejales), PSOE (991, un 16,8% y 3 concejales), Cs (802, un 13,6% y 3 concejales), Vox (732, un 12,4% y 2 concejales), la coalición Unival (759 votos, un 12,8% y 2 concejales) y Podemos-Equo (459, un 7,7% y 1 concejal). La candidatura crítica con el carmenismo IU Madrid en Pie (197, un 3,3%) no logró ningún edil. Interesa, en todo caso, la emergencia del partido ultra, plasmada en las generales del 10 de noviembre de 2019. Seis meses después del 26M, Vox superaba al partido instalado en la Alcaldía con un porcentaje apabullante (25,48%), seguido del PP (24,89%), PSOE (22,01%), Podemos-IU (11,67%) Cs (8,76%) y Más Madrid (4,67%).
La atracción por el partido de Santiago Abascal se ha dado en otros municipios similares —como Navalcarnero o Valdemoro, bastiones históricamente populares donde, tras ganar el PSOE en las regionales de 2019, dieron un vuelco hacia Vox en las posteriores generales—, aunque las encuestas no auguran unos datos tan positivos en las autonómicas por diversas razones, entre otras el discurso escorado a la derecha, ultra y populista, de la cabeza de cartel del PP. Bien por apelar al voto útil, bien porque la candidata de Vox es la propia Ayuso, los sondeos apuntan a una subida espectacular de los populares, a la contención del partido liderado por Rocío Monasterio y a la desaparición de Ciudadanos. Veremos qué sucede en Pozuelo de Alarcón, una ciudad residencial conservadora de 87.000 habitantes situada en el este de la región, cuyo tradicional voto al PP se compartió en las dos últimas autonómicas con Cs y Vox, aunque todo apunta a que el 4M continuará el trasvase de papeletas entre los conservadores.
"Apenas hay cambios en los bloques de izquierdas y derechas, algo que ocurre también en el conjunto de España: hemos pasado del bipartidismo al bibloquismo", afirma el sociólogo José Pablo Ferrándiz, quien no desdeña la comparación con las generales del 10-N de 2019, pues las autonómicas se habían celebrado previamente en un "momento dulce" del partido naranja. "Madrid va a ser la constatación de la caída de Ciudadanos", añade el analista demoscópico, pese a que la situación es "muy volátil" y evolucionará "en función de ciertos acontecimientos". Así, augura que en los feudos locales de Vox en las generales se impondrá el PP, que obtendrá tal diferencia de votos en la región que Monasterio se verá forzada a apoyar a la cabeza de cartel popular.
"Los electores de la derecha ven una clara diferencia entre Abascal y el líder del PP, Pablo Casado, pero la candidata de muchos votantes de Vox es la propia Ayuso", subraya el investigador de Metroscopia, quien reflexiona sobre la influencia del 4M en los comicios venideros, desde la repercusión de un hipotético pinchazo de la formación ultra hasta una victoria arrolladora de Ayuso como "empujón" para Casado y el PP nacional. "En todo caso, el crecimiento de Vox no significa que sea un electorado consolidado que no se vaya a mover", añade Ferrándiz. Sí lo hizo el del PP en el distrito de Salamanca tras la irrupción de Vox, aunque antes Ciudadanos no había logrado rascarle un porcentaje significativo de votos a los populares en algunos comicios. "Ahí se concentra la pureza de la raza", comenta irónicamente el sociólogo. "A sus ojos, Casado representa una opción casi socialdemócrata, mientras que Ayuso les resulta atractiva y sinónimo de la oposición al Gobierno de Pedro Sánchez. Para ellos, ahora se trata de defender al PP".
El cinturón rojo, el voto geográfico y los distritos
Si nos centramos en los resultados de las pasadas autonómicas en la capital, el mapa de colores por distritos muestra que el PSOE fue el partido más votado en el suroeste (Latina y Carabanchel), en el sur (Arganzuela, Usera y Villaverde), en el sureste (Puente de Vallecas y Villa de Vallecas) y en el este (Ciudad Lineal, Moratalaz, San Blas-Canillejas y Vicálvaro), que conforman el clásico cinturón rojo. Solo otra fuerza progresista logró hacerse con un distrito: Más Madrid en Centro.
El resto se lo llevó la derecha. El PP fue el más votado en los barrios nobles (Chamberí, Salamanca y Retiro), en la city (Chamartín) y en el heterogéneo Tetuán, al igual que en los distritos del oeste (Moncloa-Aravaca) y del norte de la capital (Fuencarral-El Pardo), lo que delimitaría los clásicos feudos de la izquierda y la derecha: el color rojo impregna el sur y el este de Madrid, mientras que el azul tiñe el norte y el oeste. La novedad del color naranja la aportó Ciudadanos, la formación que despuntó en el noreste (Hortaleza y Barajas). Si sumamos todos los distritos, el PSOE fue el partido más votado en la ciudad, con el 25,8% de los votos, una décima más que en 2015.
La evolución del voto, sin embargo, es caprichosa y varía en función del tipo de convocatoria electoral. Así, en las autonómicas de mayo de 2019 el cinturón rojo —en este caso de la región, no de la capital— se lo apretaba, efectivamente, el PSOE, que ganaba en municipios como Fuenlabrada o Getafe. Sin embargo, seis meses después, en las generales de noviembre, esa área no solo se teñía de verde, sino que Vox también se hacía fuerte en el Corredor del Henares, desplazando a los socialistas de una zona considerada progresista. La comparación de ambos mapas es ilustrativa, aunque la pujanza del partido ultra en el 10N no tiene por qué verse reflejada el 4M, como tampoco había sucedido en las pasadas autonómicas del 26M. Es más, la tendencia en las elecciones regionales desde 2011 —cuando el cinturón también fue azul— pinta de rojo, tras la recuperación por parte del PSOE de ayuntamientos como Getafe, Pinto, Leganés, Móstoles y Alcorcón.
¿Podemos seguir hablando de un norte y oeste conservador y de un sur y este progresista? "En la Comunidad de Madrid siempre se ha hablado del Corredor del Henares y del cinturón sur ycomo feudos de la izquierda, aunque el voto es bastante homogéneo, si bien los progresistas suelen tener mayor representación", matiza Teresa Mata López, profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense, quien señala precisamente que en 2011 la derecha ganó en el sur por 5 puntos. Una zona tradicionalmente progresista, como el Corredor del Henares, pese a que en 2011 y 2019 ganó el bloque conservador por 8 y por 9 puntos. La politóloga apunta una de las causas de la victoria de las derechas en las últimas elecciones: "Tras la escisión de Podemos y Más Madrid, la suma de ambos partidos perdió 20 puntos, una caída espectacular que no fue compensada con los votos ganados por el PSOE".
Si tenemos en cuenta que en 2015 Podemos había obtenido un 15% de apoyos más que IU en 2011, los "movimientos" del partido morado tienen "más efecto" que en otras áreas. "Primero lo reciben con alegría y después con decepción", afirma Mata, quien establece un paralelismo con el escenario del sur, donde Podemos había ganado un 15% respecto a IU. La citada escisión también provocó que la suma de ambas formaciones perdiese 5 puntos —siempre respecto a Podemos—, que en este caso fue recuperado por el PSOE. "El comportamiento electoral en los distritos de la capital es representativo de la tónica general de la región", según la politóloga, quien matiza que el votante madrileño parece de tendencia más conservadora, si bien los porcentajes entre los bloques de izquierdas y de derechas "se acercan mucho en 2015 —con diferencias ligeramente superiores al 2%— y muchísimo en 2019, por lo que ahora están más equilibrados, cuando entre 2007 y 2011 las diferencias eran del 10 y el 11%". La clave del 4M está en que Cs no supere la barrera del 5%, pero que la acaricie, porque serían votos perdidos para la derecha.
Las mayorías absolutas del PP y del tamayazo
No se recuerda una mayoría absoluta del PP desde hace una década, aunque previamente ya la había alcanzado en 2007, en 2003 —tras las segundas elecciones celebradas ese año, forzadas por el tamayazo, una turbia operación de transfuguismo que impidió gobernar al socialista Rafael Simancas y terminaría invistiendo como presidenta a Esperanza Aguirre, la cólera de Dior—, en 1999 y en 1995. Sin embargo, ahora no cuenta solo el PP, sino su suma con Vox y Cs, lo que para Javier Lorenzo, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III de Madrid, viene a ser lo mismo: si bien los ciudadanos llamados a las urnas son cinco millones, de los cuales suelen votar poco más que tres, el resultado depende de menos de un 10% de esos electores. Ellos son los que tienen en su mano al ganador, que para muchos madrileños ya parece que siempre ha sido del PP, aunque en este caso sería más apropiado decir ganadora.
"Estamos jugando en los mismos márgenes. Al final son habas contadas y lo que está claro es que la izquierda tiene que movilizar 250.000 votos más para tener oportunidades", razona experto en campañas electorales, partidos políticos y estrategia digital. Para justificarlo, retrocede cinco elecciones atrás y echa cuentas, tomando como referente al PSOE: "Supera el millón de votantes en 2003 y 2007, se pega el batacazo en 2011 —conserva solo 786.297 votos y los perdidos se van a la abstención, no a IU, que solo sube unos 23.000—, recupera algunos en 2015 —807.385, frente a los 591.697 de Podemos— y sigue ascendiendo en 2019 —884.218, aunque el partido morado apenas logra 181.231—".
Podríamos decir que IU, Podemos y, en las últimas elecciones, Más Madrid —con unos nada despreciables 475.672 votos, más de la mitad que los del PSOE— hipotéticamente le han arrancado bastantes apoyos a los socialistas, aunque en realidad no tantos. Se dejaron adhesiones por el camino y luego se rearmaron, pero en 2015 y en 2019 la suma de las tres izquierdas estaba en torno al millón y medio de votos, una cifra no vista desde 2003. Mejor dicho, desde el 25 de mayo de 2003, cuando el PSOE obtuvo 1.225.390 votos, unos 200.000 menos que el PP, aunque los 235.428 de Izquierda Unida le habrían permitido gobernar. Traducido en escaños, los populares consiguieron 55 diputados, si bien los 47 parlamentarios socialistas y los 9 de IU les garantizaban la elección de Simancas. Tras el tamayazo, en la repetición electoral del 26 de octubre el PSOE se resintió (1.083.205 votos y 45 parlamentarios), IU resistió (236.013 papeletas y 9 escaños) y el PP perdió unos 83.000 apoyos pero alcanzó la mayoría absoluta (1.346.588 votos y 57 diputados).
Parece complicado entender que Aguirre ganase retrocediendo, aunque la clave estuvo en la participación, que pasó del 69,27% al 62.58% en solo cinco meses. Así, en porcentaje de voto, el PP —pese a obtener 83.302 votos menos— pasó del 46,6% en mayo al 48,4% en octubre; el PSOE, del 39,9% al 39% —perdiendo casi un punto—; e IU, del 7,6% al 8,5% —aumento que no se tradujo en escaños, pues mantuvo los 9—. Índice de participación o, lo que es lo mismo, de abstención, el gran impedimento de la izquierda para lograr la Presidencia de la Comunidad de Madrid. O sea, el votante potencialmente progresista no vota o, mejor dicho, el votante de clase trabajadora que debería tener a su disposición unos servicios públicos de calidad —y, para ello, reclamarlos en las urnas— se abstiene.
"La paradoja es que aquellos que más necesitarían de una transformación o de una intervención de lo público tienen menos incentivos para votar que los votantes conservadores —cuyo objetivo es mantener el status quo—, por lo que no participan tanto", explica Javier Lorenzo, quien aplica esta máxima a los barrios del sur. "Tras el 15-M, Podemos consiguió despertar al electorado de izquierdas que estaba dormido desde los picos de IU en los primeros ciclos electorales", añade el experto en campañas. Quizás así se entienda que Podemos no resta, sino que suma, pues moviliza a unos ciudadanos que no votaban o que dejaron de votar al PSOE. Si no lo consigue, es un voto obrero perdido. "Y no, los migrantes o hijos de migrantes no votan".
Un factor decisivo para que pueda gobernar la izquierda, como analiza Jairo Vargas en este reportaje, donde recuerda que medio millón de personas extranjeras tienen derecho a hacerlo el 4M tras haber obtenido la nacionalidad española. Sin embargo, "la escasa atención de los partidos ante un nuevo fenómeno, encabezado por ciudadanos de origen latino, llevaría a la abstención de la mayoría, bien por desconocimiento o bien por no sentirse representados", relata con detalle el periodista de Público, quien subraya que —si bien se les identifica con el voto progresista— los expertos y activistas consultados "dudan sobre su comportamiento en las urnas".
"La derecha siempre gana"
La profesora de la UCM Teresa Mata esboza la evolución general del voto en los últimos años, con unos porcentajes que se mantienen. Sin embargo, su explicación es tan clara como gráfica: "La derecha siempre gana y la izquierda siempre pierde. Eso sí, desde 2015 las diferencias se reducen y aproximan bastante, pues se pasa del 15,8% en 2011 al 2,38%. Entran en juego "variables contextuales" y la irrupción de Podemos, que a su juicio resulta clave, pues el PSOE solo pierde el 1% del voto. "Por ello, no podemos decir que el partido de Pablo Iglesias le está quitando voto a los socialistas, ya que además aumentó un 9% respecto a IU. No sabemos de dónde viene ese 8% de votantes, porque los jóvenes que votan por primera vez se distribuyen homogéneamente entre todos los partidos".
La politóloga de la Complutense cree que a Cs lo apoyaron los votantes del PP, descarta que hubiese un gran trasvase de papeletas del PSOE al partido naranja y se muestra convencida de que el caladero de Vox estaba en aguas populares. Así, la pérdida de 11 puntos en 2019 es compensada por los porcentajes al alza de las nuevas derechas. Por áreas geográficas, Mata destaca que en 2015 Vox y Cs tuvieron "más o menos" la misma implantación en todas las zonas, aunque Vox obtuvo cierta ventaja en los territorios más conservadores —como el suroeste— y "no resultó despreciable su 8% en las zonas obreras". En 2019 se mantiene el voto, prosigue la profesora de Ciencias Políticas, mas aumenta el porcentaje de ambos, "si bien no sabemos lo que va a pasar ahora".
Ciudadanos apunta a que no alcanzará la barrera del 5%, lo que puede desincentivar a los votantes que le quedan, razona. "Quizás sea más una desmovilización que un voto útil, porque no es un votante potencial de Vox y quizás tampoco del PP de Ayuso. Sí de Feijoo, pero no de una líder tan escorada a la derecha. No sé hasta qué punto hará mella en los cuatro irreductibles que le quedan a Cs, aunque está claro que el votante de Vox en las generales ahora tiene como candidata regional a Ayuso, de ahí la cara de perro del partido ultra para intentar conseguir espacio en la campaña", concluye Mata.
Norte y sur, este y oeste
José Pablo Ferrándiz no cree que se pueda hablar de un norte y oeste de derechas y de un sur de izquierdas desde la llegada de los nuevos partidos, que "resultaron más atractivos para la gente más joven y laboralmente activa, mientras que los tradicionales se quedaron con la gente más mayor", diferencia el analista demoscópico. "Claro que el norte es más conservador, si bien la diferencia con el sur no es tan burdo". En Madrid capital ve más claro el reparto geográfico, de modo que en los barrios nobles seguirá ganando la derecha, mientras que continuará siendo complicado movilizar a los núcleos obreros del sur, que de hacerlo no tendrían por qué votar en masa a los progresistas. "Cuando Iglesias dice que Madrid es de izquierdas, pero que no va a votar, se está pasando un poco".
Tampoco ve significativo que Vox haya cosechado porcentajes del 15% en el sur, porque interpreta que el "gran cambio" se produjo cuando dieron el salto del PSOE al PP y, luego, del PP a Vox. "Los bloques son homogéneos y los votantes siguen sin pasarse de uno a otro. Ángel Gabilondo no tiene que recuperar el voto de Ciudadanos, porque no era suyo, sino del PP, por eso está volviendo a los populares", añade el investigador principal de Metroscopia, quien señala que Más Madrid cala en el distrito Centro y Podemos, en barrios del sur como Vallecas o Villaverde. No obstante, Javier Lorenzo también cree que el partido de Mónica García también cala en ayuntamientos meridionales con zonas residenciales de reciente creación, como Rivas-Vaciamadrid.
La ciudad, de 91.000 habitantes y situada en el suroeste, es históricamente progresista, con un flujo del voto rojo (PSOE e IU) a Podemos y luego a Más Madrid. Los votos a Cs tampoco son despreciables, ni proceden en su totalidad de los que perdió el PP, aunque la opción naranja en un municipio donde gobierna Izquierda Unida será analizada en un próximo artículo sobre los perfiles de los votantes madrileños. Aun así, en Rivas-Vaciamadridel PSOE obtuvo en las pasadas autonómicas 13.116 papeletas, seguido de Más Madrid (9.325), Ciudadanos (8.857), Podemos (4.821), PP (4.578) y Vox (2.839).
"Iglesias salvará el 5%, pero no va a parar el fascismo, porque las fuerzas progresistas no van a sumar, pues a una parte del electorado socialista no le motiva que él pueda estar en el Ejecutivo. Eso no quiere decir que quiera que gobierne Ayuso, aunque le puede desmotivar a la hora de ir a votar y alguno habrá que incluso apoye al PP", reflexiona Ferrándiz, quien frente al no pasarán de Iglesias plantea otro lema: "No es ¡ojo, que viene la derecha!, sino ojo, que sigue la derecha...". El sociólogo y analista demoscópico cree, no obstante, que habrá que estar atentos a la movilización y a la participación en el bloque de la izquierda, "no suficientes mas sí necesarias para tener una oportunidad de ganar". También a la distribución del voto en el bloque de la derecha, pues "Cs no va a llegar al 5%, pero si Ayuso capta al votante de Vox corre el riesgo de dejarlo fuera de la Asamblea de Madrid y, de ese modo, ella no alcanzaría la mayoría absoluta".
Recordemos, en todo caso, que el panorama político surgido de las pasadas autonómicas del 26 de mayo de 2019 varió tras las generales del 10 de noviembre del mismo año. Meses atrás, el 28 de abril, el PSOE había pintado el mapa de la Comunidad de Madrid de rojo, aunque el 10N fue Vox quien se aplicó con la brocha verde y el PP con la azul, recuperando la capital. Pese a que los socialistas obtuvieron más votos, vieron cómo el rojo se desteñía, debido en buena parte al empuje ultra, cuyos 62 municipios reverdecían el suroeste y el este de la región, donde fueron la tercera fuerza con 650.000 votos, 125.000 más que siete meses antes. Las encuestas, no obstante, colorean de azul los gráficos de la intención de voto en el 4M. Sirva el viraje en las dos últimas elecciones generales para recordar que no es tan sencillo plasmar cómo se vota en Madrid.
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