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El tiempo se detuvo a las tres menos diez. En ese preciso instante de algún día remoto, las agujas dejaron de moverse. Pascual Askasibar, vecino de Elgeta (Gipuzkoa) y dueño de ese reloj de cadena, ya no lo necesitaba: para él, la vida llevaba tiempo convertida en muerte, en una lenta y terrible muerte que nadie mejor que ellos, los verdugos de las SS hitlerianas, podían ofrecer. Pascual murió. O mejor dicho, lo mataron. Quizás de un disparo. Tal vez de hambre, extenuación o frío. Pero su reloj, detenido diez minutos antes de las tres, sobrevivió.
“Dígame la verdad, ¿no cree que todo esto es increíble?”. Jesús Mari Txurruka suelta la pregunta sin esperar una respuesta. Tampoco la necesita. Él sabe mejor que nadie lo que significa enterarte de repente que entre tus antepasados hay una víctima del holocausto nazi. O más impresionante aún, que existe un reloj guardado en una estantería de un antiguo campo de concentración alemán esperando que alguien, alguna vez, lo reclame.
Increíble, pero real. Tan real como los sufrimientos que Pascual tuvo que soportar hasta que llegó la muerte. Una muerte tan maldita como inoportuna: su partida de fallecimiento dice que se produjo el 17 de abril de 1945. 15 días después, el campo de Neungamme fue liberado por los americanos. “Sólo faltaban dos semanas. Sólo dos semanas”, repite Txurruka. Entonces le resulta inevitable imaginar qué habría pasado si el corazón de su tío-abuelo hubiese soportado un poco más. Tan sólo 15 días más.
Hoy resulta imposible acompañar esta crónica con alguna foto de Pascual. De hecho, durante más de setenta años hubo un auténtico hermetismo sobre su dramática existencia. “Mi abuela nunca contó absoluta nada sobre la existencia de este hermano. Sabíamos que tenía una hermana monja y que otro había marchado a Argentina, pero de Pascual no conocíamos absolutamente nada”, contó a Público.
Viaje al infierno nazi
El reloj estaba guardado en una estantería de un antiguo campo de concentración alemán
El dolor estaba por descubrir. En este punto entra en escena una protagonista clave: la historiadora Ana García Santamaría, quien consiguió documentar el paso por los campos de concentración nazis de dos vecinos de Elgeta. Uno fue Pascual Askasibar Iriondo, el tío-abuelo de Txurruka. El otro se llamaba Tomás Rebollo Etxaniz y acabó en el campo de Mauthausen. Murió en ese reino del horror un 28 de junio de 1942. Tenía 35 años.
Hoy, ambos casos forman parte de la querella presentada por el ayuntamiento de Elgeta ante el juzgado de Bergara, cuya responsable, Maider Imaz Mendizabal, ha decidido iniciar una investigación de oficio. En un auto dado a conocer esta semana, la jueza advierte que estos casos, al igual que otros 12 que forman parte de la denuncia, podrían ser catalogados como genocidio.
Txurruka es uno de los testigos citados por Imaz para el próximo 17 de enero, fecha marcada por la magistrada para recoger las primeras declaraciones. Gracias la investigación realizada por García Santamaría, este vizcaíno podrá aportar algunos otros elementos sobre la terrible historia de su tío-abuelo. La historiadora incluyó estos datos en el informe que publicó en el número 23 de “Antzina”, la publicación de la asociación de genealogía vasca e historia local Antzinako.
En ese documento, la investigadora establece que tras la caída de Euskadi en manos de los franquistas, Askasibar habría marchado a Francia, “donde habría ido a parar algún campo de internamiento”. Su destino había sido Royallieu-Compiègne, un centro de internamiento bajo jurisdicción alemana que fue utilizado “como uno de los principales campos de tránsito en Francia hacia campos de concentración situados en Alemania”, señala García, quien destaca que “la duración media de estadía era de un mes”, tras lo cual eran deportados.
De esta manera, el tío-abuelo de Txurruka fue enviado al campo de concentración nazi de Neugenamme, situado cerca de Hamburgo. Según consta en la ficha de las SS, su ingreso en ese centro del horror se produjo el 24 de mayo de 1944. Ese mismo documento –recuperado por la historiadora- señala que era soltero. Allí fue catalogado como prisionero “político” y se le destinó a labores de “peón”. “Tanto dicho campo como sus 85 campos satélites o subcampos se crearon para proyectos de construcción y empresas de defensa en el norte de Alemania. Hasta 1945, más de 100 mil personas de toda Europa fueron encarceladas allí”, señala la experta en su informe. Añade que entre ellos figuraban 750 republicanos españoles, “de los cuales casi un centenar fallecieron”.
El reloj funciona
La historiadora no sólo consiguió rescatar la historia de Askasibar, sino que también recuperó el reloj de cadena que los nazis le habían incautado al entrar al campo. Seguía guardado en Neuengamme, donde actualmente funciona un archivo de la memoria. Estaba guardado en perfecto estado dentro de un sobre, en el que aparecía la fecha “20 de julio de 1944” y el número 31181, exactamente el mismo que este vecino de Elgeta recibió al entrar a este centro nazi. En el anverso estaba escrita la palabra “Spanien” (España).
El reloj volvió a Euskadi a finales de la pasada primavera. Al abrir el paquete, su sobrino-nieto se llevó una sorpresa agridulce: el cristal estaba roto. “Resulta cuando menos extraño, ya que tanto el paquete como la documentación estaban íntegros”, escribió la historiadora en su informe. Ante esa situación, Txurruka apaciguó los nervios y tomó dos decisiones. La primera, plantear su queja a los responsables del archivo de Neuengamme. La segunda, llevarlo a una relojería para que lo reparasen. “Allí le dieron cuerda… y funcionó”, relata.
Más dolor
El reencuentro con la memoria no terminó allí. Sus familiares tampoco sabían que la madre de Pascual, Andresa Iriondo, había sido asesinada por los franquistas en octubre de 1936. “Según pudimos saber a través de un vecino de la zona que aún vive, a Andresa le dispararon cuando se asomó a la puerta de su caserío. Al día siguiente, unos milicianos la encontraron moribunda y la llevaron al hospital de campaña que había en el pueblo, donde falleció”, señala Txurruka.
Mientras tanto, el reloj de cadena que los nazis le quitaron Pascual está hoy expuesto en el Centro de Interpretación de la Memoria Histórica que existe en Elgeta. “Hemos decidido donarlo para que forme parte de sus vitrinas”, señaló Txurruka. En su agenda está apuntada en rojo la fecha del próximo 17 de enero, día en el que deberá hablar de todo esto ante la jueza de Bergara. Es, por fin, la hora de la justicia.
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