MADRID
Es totalmente cierto, como le decía Juan Carlos I a su amante Bárbara Rey en los audios que ella grabó y acaban de salir a la luz, que el jefe de la Casa Real Sabino Fernández Campo se iba de la lengua sobre los tejemanejes del rey de España, sus amantes, sus relaciones con la reina Sofía... y hasta, en contadas ocasiones, sobre su verdadero papel en el golpe de Estado del 23-F. Público no sólo ha podido comprobar que así fue, sino que ha obtenido el relato completo de lo que reveló en su día el escudero del monarca, llevado por su indignación ante el deleznable comportamiento del soberano, el enfado que le causaron algunos desplantes a su persona y, a veces, los efluvios de la bebida con la que se consolaba y desahogaba con algunos amigos.
Como consecuencia del largo trabajo de investigación sobre el verdadero origen de la fortuna de Juan Carlos que publicó este diario en numerosas exclusivas en 2021 y 2022, Público obtuvo los testimonios de interlocutores de Sabino con los que se sinceró y ahora recopila toda su versión sobre lo que el general Armada calló durante años de cárcel y ostracismo:
—"Palabra de honor, me río, cariño, de Alfonso Armada"[1] , le dijo el rey a su querida "entre nosotros, como siempre". Y siguió, según los audios ahora filtrados: "Ese ha pasado siete años en la cárcel, se ha ido a su pazo de Galicia y el tío jamás ha dicho una palabra. ¡Jamás! En cambio, este otro está largando…", refiriéndose a Sabino.
¿Qué fue lo que "largó" el jefe de la Casa Real sobre el golpe de Estado de 1981?
"Sabino era un militar ilustrado al que Alfonso Osorio, cuando era vicepresidente de Adolfo Suárez, paseó por diversos ministerios para prepararle como sucesor de Nicolás Cotoner [marqués de Mondéjar y Grande de España], y por lo tanto le abrió el camino a la democracia cristiana", explica a Público uno de los más íntimos confidentes del teniente general falangista que fue secretario general, primero, y luego jefe de la Casa de Su Majestad de 1977 a 1993.
"Tenía ocho hijos y se separó de su mujer antes de ser colocado al frente de la Casa Real. No era simpático, pero le dieron siempre mucha pelota todos los políticos, que lo tenían como el policía de la Zarzuela".
"El año 94, y ya estando retirado de la Zarzuela, me sorprendió una llamada de Sabino invitándome a cenar en el Centro Asturiano de Madrid, del que era presidente, y dándome instrucciones de qué día y cómo debía entrar en el centro, puesto que (me dijo) lo estaban siguiendo en un Citröen con policías para saber con quién se veía", continúa su relato el viejo amigo de Sabino. "Como a él le interesaba tener una cita a solas, me dijo que me apostara en la acera de enfrente y, tras verle bajar de su coche, esperase hasta que llegara el coche de policía que le vigilaba. Y que sólo cuando se hubiera ido, entrase en el local como si yo fuera por mi cuenta".
"Efectivamente le seguían, así que tuve que esperar a que se marchase el coche de los policías para entrar a cenar con él".
"Fue en esta cena, a la que me invitó, donde me explicó que le habían tendido una trampa entre Manuel Prado [y Colón de Carvajal, testaferro y administrador de la fortuna del rey], al cual no podía ver, y Mario Conde, al que aún podía ver menos, aprovechándose de que, para animar al rey a dejar su relación con Marta Gayá, él mismo [Sabino Fernández Campo] se la había revelado a Pedro J. Ramírez. Y Pedro Jota la había publicado en El Mundo".
"El rey montó en cólera, y Prado y Conde, con Francisco Javier Sitges [2] delante, le dijeron que él había sido el confidente de Pedro Jota y, como estaban comiendo en casa de Sitges, le pidieron al entonces director de El Mundo que acudiera a tomar café para ratificar lo que ellos estaban diciendo. Éste lo hizo, El Patrón (como llamaban al rey) tomó buena nota de ello e inmediatamente empezó a preparar el relevo de Sabino, cosa que realizó al final de aquel año".
"Sabino me explicó que, como hacía cada año, en enero del 93 invitó a los reyes a cenar el día de su cumpleaños [de Juan Carlos I] por la noche, en el restaurante Horcher [otras versiones de este encuentro relatan que el restaurante de la cena fue Casa Lucio]. Cuando él llegó estaba ya allí la reina, pero no el rey, quien llegó más tarde, visiblemente enfadado, y se dirigió a la reina con un rotundo: "¿Sabes lo que nos ha hecho éste? –'éste' era Sabino–. Ha presentado su dimisión irrevocable irrenunciable y nos deja".
"Según Sabino, semejante despido fulminante, anunciado además con profundo cinismo, le pilló totalmente desprevenido, no supo reaccionar y lo admitió manteniendo un silencio sepulcral de aquiescencia".
"Pero con el paso de los días fue creciendo su indignación, y mientras su sucesión (orquestada entre Prado, Conde y Sitges) se organizaba precipitadamente, él se dedicó a hablar con las personas que habían formado parte del círculo del rey para explicarles lo que había vivido al lado de don Juan Carlos. Algo que se me antojó como una venganza en toda regla, con el objetivo de que los demás conociéramos esa cena y propagáramos los detalles que él daba sobre su relación. De hecho, los contó a bastantes personas, no sólo a mí y a otros pocos íntimos, con lo que algunos extremos acabaron conociéndose fuera del círculo de amigos del Patrón".
En cuanto a los detalles de la versión de los hechos que narraba Sabino, como los recuerda hoy para Público la mencionada fuente de toda solvencia (relato que este medio ha podido contrastar con otros conocedores de la descripción del papel del rey en el golpe del 81 divulgada por el jefe de la Casa Real en encuentros privados), fueron los siguientes:
"Según la versión de Sabino sobre el 23-F, tal como me la contó y que después ha acabado circulando de forma muy parecida (lo que demuestra que la narró a bastante gente diferente), fue el propio rey quien promovió el golpe con el objetivo de acabar con la carrera política de Suárez y la UCD. También intervino Prado, para convencer a los generales participantes, quienes aquella noche estaban incluso preparados para apoyar otro tipo de golpe más contundente. Por su parte, los estadounidenses de la embajada, a través del comandante Cortina, desviaron a los soldados profesionales que tenían que acudir al Congreso con el comandante Pardo Zancada y los reemplazaron con algunos guardias civiles al mando del coronel Tejero, al cual consideraban dispuesto a hacerlo, pero chapucero y controlable".
"Sabino me juró que él no sabía nada del golpe, cosa que a mí me pareció entonces absolutamente inverosímil, porque hasta yo sabía cosas. Como que el rey le había pedido a Armada que se reuniera con los socialistas (en este caso, Enrique Múgica [3], a pesar de que iba a ir Felipe González a la cena) y con el PCE, para plantear un Gobierno de coalición, con el objetivo de sacar definitivamente a Suárez de la presidencia, que era lo que causaba la inquietud y el malestar en los cuarteles, según sostenía don Juan Carlos en privado".
"En cualquier caso, según Sabino, al comenzar el golpe él entró en la sala donde estaba el rey, acompañado de la reina y de su hijo, y le sorprendió ver que Prado y don Juan Carlos estaban brindando con champán y comentando que todo había salido perfecto".
"Como, según su versión, él no sabía nada, les manifestó su extrañeza por la situación y cuando le explicaron la verdad, intentó desmontar el plan que se había forjado entre las capitanías generales. Sobre todo, procuró que Armada no apareciera por allí ni se le dejara acceder a la Zarzuela".
Giscard, D'Estaing le preguntó furioso a don Juan Carlos que cómo quería ser rey de un país en el cual se daba un golpe de Estado
"Siempre según Sabino, recibió instrucciones de hablar con el jefe de gabinete del presidente francés, Giscard D'Estaing, y acabó contactando con el propio Giscard, quien le preguntó furioso a don Juan Carlos que cómo quería ser rey de un país en el cual se daba un golpe de Estado contra el socialismo; que el rey tenía que ser también monarca con un Gobierno socialista, y que sólo entonces se vería ratificado como rey de todos los españoles".
"Estaba claro, a mi parecer y si tenía que creer esa parte del relato de Sabino, que en toda la confusión de aquella noche Giscard pensaba que se trataba de un golpe de militares ultras contra una posible victoria electoral socialista. Eso sí me cuadraba: que la ira del presidente de Francia puso al rey ante un callejón sin salida, pero no le confesó nunca a Giscard que andaba desencaminado en sus sospechas".
"Finalmente, y viendo también el desastre al que conducía la negativa de Tejero a plegarse a las órdenes de Armada, el rey pidió a Sabino que escribiera un papel para leer frente a las cámaras de televisión en un mensaje a toda España. Pero no lo hizo hasta ya entrada la noche y cuando tuvo la seguridad de que los capitanes generales de Valencia y de Sevilla habían retirado los tanques de las calles en vista de la indisciplina de Tejero".
"Pero el papel que leyó don Juan Carlos por televisión no fue el de Sabino, sino el que escribió Prado, cosa que sublevó aún más al jefe de la Casa Real. En cualquier caso, había que acabar con el deplorable espectáculo que se estaba retransmitiendo en directo a todo el país, y el rey salió en televisión y paró el golpe de Estado. Sabino afirmaba que se hacía cruces por no haberse dado cuenta antes de la conspiración, cosa que yo no me creí".
"De lo que no cabía duda es de que estaba enfurecido por el despido con cajas destempladas que había tenido que tragarse delante de la reina, hasta el punto de que me contó exactamente qué es lo que quería obtener para quedarse tranquilo y no tener que hacer más cenas como aquella conmigo... claramente para que yo le transmitiera sus condiciones a don Juan Carlos a cambio de su silencio".
"En primer lugar, exigía que, en lugar del condado de Latores que le había otorgado el rey al despedirlo en otoño de 1993, se le concediera un marquesado. Pero al final tuvieron que añadirle la grandeza de España a su título de conde, porque era imposible justificar que don Juan Carlos cambiase de golpe el título que le había dado menos de un año antes a su principal escudero".
Un marquesado, un piso para cinco hijos o un palacio, las exigencias de Sabino Fernández Campos
"Además, quería un piso para cinco de los hijos de su primer matrimonio, puesto que tenía muchos problemas, y para él una casa importante (una casona asturiana) o palacio en el paseo enfrente del Teatro Campoamor, donde se dan los Premios Príncipe (hoy, Princesa) de Asturias".
"Eso es lo que me contó Sabino sobre el papel del rey en el golpe de Tejero. Y si lo iba contando, y se arriesgaba a hacerlo, sería porque, aunque no se pueda demostrar ahora, después de tanto tiempo, era cierto".
"Lo del 23-F fue así; otra cosa son los detalles, en los que indudablemente él también quedaba mal. De todas esas gestiones anteriores al golpe era imposible que Sabino no supiera nada. Lo más lógico es que se quitase de en medio de la trama, al explicarlo, para aducir ignorancia supina".
Por otra parte, su versión sobre el 23-F, no sólo coincide con los resultados de investigaciones de varios historiadores —y con lo que otros interlocutores aseguran que Sabino les contó—, tal como ha podido corroborar Público, sino que todo indica que se acercaba mucho a la realidad [4], visto que al final Fernández Campo obtuvo todas aquellas recompensas que reclamaba a sus confidentes del círculo íntimo de Juan Carlos I.
[1] El general Alfonso Armada y Comyn, quien participó en el sitio de Leningrado del Ejército nazi al frente de la División Azul y fue miembro del Estado Mayor Central durante el franquismo, envió en 1977 cartas con el sello de la Casa Real (donde era jefe de la secretaría del rey) pidiendo el voto para la Alianza Popular de Fraga Iribarne en las primeras elecciones de la democracia. Once días antes del 23F asumió el cargo de segundo jefe del Estado Mayor del Ejército. En la noche del golpe se presentó en el Congreso con la lista de un Gobierno de "unidad nacional" presidido por él mismo; fue condenado en 1983 a 30 años de cárcel como cabecilla de la fallida asonada militar, y fue indultado en 1988 por Felipe González, quien figuraba en la lista de 'Gobierno de unidad nacional' que hizo Armada el 23-F.
[2] Gran amigo del rey (que pidió a Mario Conde que lo colocara al frente de Asturiana de Zinc, AZSA), Sitges fue presidente del astillero de yates de lujo (Mefasa) donde se construyeron el Fortuna del soberano y el Alejandra de Mario Conde.
[3] Enrique Múgica Herzog, miembro del PCE hasta 1962, cuando se pasó al PSOE, donde fue decisivo para el ascenso de Felipe González al liderazgo en el Congreso de Suresnes (1974) y uno de los más firmes partidarios de la renuncia al marxismo, en 1979. Acabaría siendo ministro de Justicia y Defensor del Pueblo.
[4] Este relato coincide con las conclusiones de diversos historiadores, como el propio Stanley G. Payne, quien prologó la obra El golpe del Rey de Antonio J. Candil, y de muchos periodistas de investigación, como Jesús Palacios, autor de 23-F, El Rey y su secreto, quien sostiene que Armada estuvo en todo momento a las órdenes del monarca. Al fin y al cabo, había sido su tutor y mentor como príncipe y siguió siendo su amigo y consejero de la más absoluta confianza durante 25 años, hasta el mismo día del 23-F. Actualmente, no se puede consultar su biografía oficial en el portal de la Real Academia de Historia, porque se indica que "está siendo actualizada". Según el historiador Roberto Muñoz Bolaños (autor de El 23-F y los otros golpes de Estado), en esa fecha "Armada fue autorizado por Juan Carlos I para proponerse como presidente del Gobierno ante los diputados".
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