valencia
Actualizado:Los camiones con bidones y cajas rojas de refresco invaden el centro del País Valencià mientras en el Palacio de Benicarló, hogar de les Corts Valencianes, el PP calienta para el pleno que hará presidente de la Comunitat a Carlos Mazón gracias al apoyo de la ultraderecha.
La sede de les Corts se erige en la plaza de San Lorenzo, donde, a una hora de que empiece el pleno, el sol es todavía aciago y el cielo, cubierto por una cortinilla gris, impronta algo de frescor en la capital del Turia, que ignora los avisos que se lanzan desde Madrid y advierten de la ola de calor.
A las nueve menos cuarto, Carlos Mazón entra en la sede de las cortes: lo hace tranquilo, aunque, parece, con el puño arrugado y en frunce. Tiene claro que, en el pleno de investidura que tiene por delante, va a ser elegido nuevo presidente de la Generalitat Valenciana, sin embargo, sabe también el precio que va a conllevar.
Tan solo cuatro días después del bronco debate entre Feijóo y Sánchez, donde el segundo intentó balear al primero con los pactos PP/Vox mientras el primero le devolvía las balas al segundo en forma de una especie de gaslighting político, Mazón ha consumado su boda con el partido extremista en el intestino del nuevo parlamento valenciano –y frente a unas dos docenas de periodistas, así a ojo.
Puntuales, justito a las diez, la presidenta de las cortes, la diputada de Vox María de los Llanos Massó Linares –la que se apartó de la pancarta en repulsa de la violencia machista tras el asesinato de una mujer en Antella, recuerden su nombre–, abría la sesión y se iniciaba el pleno que daría, además de la presidencia a Mazón, la vicepresidencia a Vicente Barrera, conocido en esto de la crónica política como El Torero de Vox.
Más allá de la anécdota del toreo, Vicente Barrera, quien fue en una discreta posición en las listas a las elecciones municipales de la ciudad de València, es hijo de una importante familia de empresarios de Ontinyent (entre otros muchísimos negocios, su familia materna mantuvo uno de los principales paquetes de acciones del Banco de Valencia).
La cesión de la vicepresidencia y la cartera de la Consejería de Cultura al torero no ha sido un tema baladí para Vox, sino una de sus principales –por no decir que la más crucial– línea roja: necesitan de todas las armas posibles para su guerra cultural (ya se ha visto, por ejemplo, en la prohibición de varias revistas en catalán en Borriana, donde Vox se ha hecho con la concejalía de Cultura).
A pesar de su acuerdo de gobierno con Vox, el cual le garantiza la presidencia a cambio de medidas ambiguas, populistas y nacionalistas (como, en su primer punto se puede encontrar, defender la unidad de España; además de adoptar los marcos de la ultraderecha y hablar de violencia familiar en lugar de violencia de género); lo cierto es que Mazón, durante los primeros tramos del pleno, se ha movido sobre un cierto aire de concordia y cabos tendidos hacia el PSOE e, incluso, Compromís, asegurando que dejaría "la mano tendida". Toda una declaración de intenciones que, sin embargo, tiene una lectura vacía, pues la firma con la ultraderecha ya está rubricada.
Respecto a esto mismo y a las cesiones a la ultraderecha, también ha destacado su mención en el parlamento "a una de las principales lacras de la sociedad: la violencia machista". "Lamentablemente, hemos de convivir con una realidad que a día de hoy afecta a muchas mujeres y que nos convierte, como cualquier otra forma de violencia, en una peor sociedad". Estas palabras, que han sorprendido en los corrillos cual tercio de cerveza en un carrito de comedor infantil, contrastan con sus hechos, pues si bien ha prometido crear una vicepresidencia de Igualdad, lo cierto es que, según su acuerdo con Vox, se dejará de usar institucionalmente el término "violencia machista" para sustituirlo por "violencia intrafamiliar".
Fuera del Palacio de Benicarló, mientras los parlamentarios descansan antes de la intervención del presidente saliente Ximo Puig, el cielo empieza a arremeter tiritos de calor, serán las once y media, acordándose de la ola de calor pronosticada. Ahora, los repartidores han desaparecido y los alrededores de les Corts, tomados por cientos de turistas y media docena de furgones de la UIP, parecen una piscifactoría de salmones de tanta gente que hay.
Por los rincones de la plaza de San Lorenzo se rumorea que se desatará una manifestación feminista espontánea contra la entrada de la ultraderecha en la Generalitat. Sin embargo, los policías lo desmienten con seguridad fallida, pues pocas horas después empezará a rular por los teléfonos de colectivos y agrupaciones valencianas una convocatoria, organizada por un grupo feminista, para manifestarse a las 20.00h contra el pacto PP/Vox en ese mismito lugar.
En los bares y restaurantes es difícil encontrar alguna tele en la que se retransmita el pleno ("nadie quiere ver políticos aquí, todos los clientes son turistas", asegura un hostelero de la calle del Conde de Trenor). Sin embargo, el ambiente es político y espeso: por los rincones de los carriles bici de la ciudad, los empujones de una tal Barberá y un tal Camps empiezan a levantar el asfalto.
El Paradise
Justo al final de la avenida Blasco Ibáñez, en el último local comercial de la calle antes de empezar El Cabanyal, barrio popular que se intentó derruir en pro del urbanismo en los años 2000, se levanta el Paradise, un discreto bar de obreros en el que el dueño, de Cuenca, charla distendidamente con un parroquiano. Dice tener 70 años, mientras Baldoví interviene en les Corts y califica de tener "mucha cara" que Vox haya entrado en un gobierno autonómico queriendo acabar con las autonomías.
"No nos tiramos toda la vida luchando contra la Rita para que ahora vuelvan a entrar estos", asegura el parroquiano, que bebe un café con leche y lleva boina y una camisa de cuadros desabrochada.
Aunque lo que hoy se vive es el pleno para el gobierno autonómico, lo cierto es que el cambio drástico en el País Valencià, que ha sufrido también el giro a la derecha en su ayuntamiento, se entiende como un gran giro reaccionario en todos los sentidos, tanto a nivel autonómico como municipal: "No sé qué tiene esta gente conta los carriles bici. Es inexplicable. Habrá que despedirse de ellos", asegura el camarero de Cuenca, quien tiene los ojos azules y habla como un único ente de los gobiernos autonómico y municipal.
Ahora, en ambos descansa la sombra de Vox.
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