madrid
Actualizado:A orillas del mar Mediterráneo y a los pies del monte Carmelo, en la ciudad de Haifa, se abre camino una pequeña bocacalle con el nombre de Capitán Steve. En medio de la calle, flanqueada por el moderno rascacielos del ministerio del interior israelí y el minarete otomano de la mezquita Al Jarina, yergue discreta una placa en hebreo que señala al puerto. En la esquina, el alfabeto latino deletrea un nombre improbable para un homenajeado en Israel: Esteban Hernandorena (Zubiaga).
Es 29 de diciembre de 1966 y el puerto tiene más ajetreo del habitual. Hace un año y un día de la muerte del homenajeado y familiares, amigos y la asociación que ha promovido la iniciativa se reúnen para inaugurar la calle. También hay un padre carmelita que bendice la placa.
Entre ellos estaba María Pilar, hija mayor del capitán que hoy recuerda su historia familiar desde Las Palmas, donde reside desde hace cincuenta años. "Mi padre agradecía lo bien que fue tratado en Israel, pero su corazón quería volver a casa".
Hernandorena abandonó España como exiliado republicano a principios de 1939, aún en plena Guerra Civil, y no regresaría más que de visita hasta casi treinta años después, convertido ya en Capitán Steve.
Afiliado al Partido Comunista de Euskadi desde 1931, puso sus conocimientos marítimos al servicio de la República ejerciendo como segundo oficial de dos submarinos que condujo desde las costas francesas hasta el Mediterráneo. Ya en el Sur, participó también en la batalla naval del José Luis Díez, cuando en la noche del 26 al 27 de agosto de 1938 el buque republicano intentó cruzar el Estrecho de Gibraltar a toda velocidad haciéndose pasar por un destructor británico. Fueron atacados a cañonazos por la flota sublevada, que los había identificado pese a los intentos de camuflaje. Murieron veinticuatro prisioneros de guerra que llevaban a bordo y cinco marineros. Según algunas publicaciones, Hernandorena resultó herido en el hombro.
Su primera parada en el exilio fue la Bretaña francesa, desde donde quiso partir a la URSS. Fue, según su hija María Pilar, una de las pocas ocasiones en las que Pilar madre se puso firme contra su marido. "De Rusia nada". Encontraron destino alternativo en México. No podían imaginar que al llegar a Veracruz les tocaría vivir a bordo del barco en el que habían llegado. Durante un año. Y con tres niños. "El héroe no fue mi padre. La heroína para mí fue mi madre", recuerda María Pilar de aquella etapa.
Ya en México, durante un largo periodo en el que no pudo navegar, Hernandorena "parecía un león enjaulado", dice su hija. Con un carácter agriado, espantaba a la clientela de la pastelería El Molino en la que trabajaba Pilar madre. Hasta que llegó la oportunidad que lo cambiaría todo. La de volver al mar.
En palabras del propio Esteban Hernandorena a una web israelí: "Yo quería regresar a Europa al acabar la Segunda Guerra Mundial y unos amigos judíos me sugirieron que trabajara con ellos trasladando barcos desde Panamá. Como tantos otros refugiados, yo deseaba volver a España y continuar la lucha contra el régimen de Franco y pensé que esta oportunidad me ayudaría en ese objetivo. Viajaríamos a Francia para unirnos a otros exiliados republicanos".
Eran los primeros pasos de lo que los israelís conocen como Aliya Bet, la operación para la inmigración clandestina de judíos a una Palestina que se encontraba aún bajo control británico. La colaboración entre la agencia judía y el grupo de republicanos de Hernandorena se hizo oficial en un bar de Marsella.
"Tienen ustedes que comprender que nosotros no teníamos barcos, ni capitanes, ni nadie que conociera el mar. Teníamos que buscar entre los refugiados de unos y otros países", contaba Zeev Hadari, uno de los miembros del Mossad encargados de la operación.
En 1947, da comienzo "el viaje de los Pans". Las organizaciones detrás de la inmigración clandestina habían comprado dos barcos de 4.500 toneladas en Estados Unidos a través de empresas pantalla. Se llamaban el Pan Crescent y el Pan York. Hernandorena se convirtió en primer oficial de este último. Capitaneado por Gad Hilb, salió de Marsella en agosto para realizar varias cargas y descargas de fósforo con las que la tripulación trataba de desviar la atención de los británicos, omnipresentes y nerviosos en el Mediterráneo desde el embrollo del Exodus. Solo habían pasado unas semanas desde que Yossi Harel, el capitán que Paul Newman encarnaría en la gran pantalla, acaparara titulares en todo el mundo por haber sido abordado por los británicos cuando llevaba a 4.500 migrantes "ilegales" de Francia a Palestina.
Problemas en Rumanía y Bulgaria
Al fin, en septiembre, el Pan York atravesó el Bósforo y adentrándose en el mar Negro, llegó a la ciudad rumana de Constanza. Allí, el nuevo Gobierno prosoviético acababa de juzgar y ejecutar al ex primer ministro Ion Antonescu, considerado hoy el "aliado olvidado" de Hitler por detrás de Mussolini. Rumanía aceptó dejar salir a 15.169 judíos. Con una condición: que emprendieran el viaje desde Bulgaria.
Nissan Levitan: "Hernandorena hizo amigos entre nosotros no solo por la ayuda que prestó a la causa, sino también porque todos habíamos recibido una educación socialista. [...] Él estaba del lado de los que huían del nazismo y del fascismo"
En algún momento de ese convulso año, Hernandorena tuvo tiempo de pasar por Bayona para renovar (¿u obtener?) su "Euzko Agiria", el documento de identidad vasco expedido por esas fechas. En el mensual hendayés BIL, donde se publicó el perfil más detallado que existe de Hernandorena, marineros y camaradas antifascistas como Nissan Levitan recuerdan la impresión que dejó en ellos aquellos meses: "Hernandorena hizo amigos entre nosotros no solo por la ayuda que prestó a la causa, sino también porque todos habíamos recibido una educación socialista. [...] Él estaba del lado de los que huían del nazismo y del fascismo".
A los cinco días de salir de Bulgaria, el Pan York fue rodeado por cinco destructores británicos y desviado hacia Chipre. Era la Nochevieja de 1947. "Por la tarde dejamos embarcar a 50 oficiales desarmados, a medianoche tuvimos una fiesta y yo me emborraché un poco", recordaba el propio Hernandorena.
Pero 1948 empezó con malas noticias para el Pan York y el Pan Crescent. Debían desembarcar en Chipre. Su salida de Bulgaria había desatado una crisis diplomática entre sionistas y británicos. Hacía poco más de un mes que las Naciones Unidas habían aprobado el plan para la partición de Palestina y transportar a 15.000 refugiados en ese contexto era visto por algunos como una provocación, mientras que otros recordaban el historial de persecución que dejaban atrás los pasajeros. El líder sionista Ben Gurion decidió esperar y dio orden de no oponer resistencia ante los británicos cuando los trasladaran al campo de refugiados de Famagusta en Chipre.
A Hernandorena le tocaba la papeleta de convencer a su tripulación de que se quedaran en Chipre a cuidar y mantener el barco en buen estado. Entre los españoles de los "Panes" estaban también Rafael Inda, Salvador Miralles, Alejandro Coto, Víctor Gangoitia, Hilario Erkiaga, Hilario Zarragoitia y Santi Zumaran. Dov Magen, que viajaba en el Pan Crescent, dejó escrito que "el ambiente era hostil, había poco combustible, poca electricidad, poca calefacción y una seguridad difícil de controlar. En esas condiciones las máscaras caían rápido y en el Pan Crescent la tripulación italiana abandonó. Steve en el Pan York ejercía una autoridad incontestable. Los españoles se quedaron". Dicen que, además, los vascos entregaron sus salvoconductos franceses para que fuesen usados en la emigración clandestina.
Convertido en Capitán Steve, Esteban Hernandorena era ya un héroe entre los pasajeros y la tripulación del Pan York. Y no tardaría en serlo en un nuevo Estado. Después de que Israel declarara su independencia en mayo del 48, los "Panes", sin recibir respuesta de las autoridades a las que intentaron contactar, comenzaron a transportar a judíos de los campos de refugiados de Chipre a Haifa.
"Por lo que a mí respecta, nunca había pensado quedarme en Israel, pero no tenía ningún otro hogar", admitiría después Hernandorena. "Conocí a mucha buena gente y la vida de los kibbutz me parecía interesante, así que me quedé".
María Pilar recuerda despedirse de su maestra en México y la pregunta de esta: "Pero, ¿sois judíos?". También que lo único que sabía de esa gente era que escribían al revés. "Para nosotros nuestro padre se había ido a trabajar y era normal vivir con nuestra madre", incide.
Quizá por eso, la utopía socialista de un kibbutz al que se tardaba medio día en llegar desde Haifa no gustó a todos. "Mi madre estaba un poco harta y en contra del criterio de mi padre, nos fuimos del kibbutz. Empezamos a asistir a un colegio de monjas".
La bandera republicana
De aquella etapa, la mayor de los Hernandorena recuerda que camino de la escuela católica los niños ortodoxos a veces les tiraban piedras, que le costaba mucho que pronunciasen bien sus apellidos vascos (¡hasta doce!), que ella también quiso ser capitán de barco pero no pudo por ser mujer, que la comunicación era fácil gracias al ladino hablado por los sefardíes y que coleccionaba estampitas de santos con dedicatorias de las compañeras de clase. Por desgracia, su padre se aseguraba de que todas estas acabaran en la basura. "Era ateo y rompía todas las estampitas. A mi hermano y a mí nos habían bautizado en España, a escondidas de mi padre. Y cuando nos prepararon para la comunión, tuvimos que mentirle".
María Pilar: "Después de México no le volví a oír hablar de política y nunca más se afilió a ningún partido. No sé si estaba defraudado, cansado o mayor. Mantuvo un espíritu socialista, pero le interesó más el mar"
Enemigo de la iconografía religiosa, no se olvidaba de sacar al balcón la bandera republicana en cualquier festividad. "Y todo el mundo pensaba que era la de Rumanía". Se la habían regalado en México con las iniciales C. M. de la Compañía Marítima y reunía así sus dos pasiones: su espíritu socialista y el mar. Su hija Rosario (Txari) lo dejaría dicho en BIL: "Era muy vasco y muy republicano español".
María Pilar, sin embargo, recuerda que el compromiso político de su padre se fue apagando con el tiempo. "Después de México no le volví a oír hablar de política y nunca más se afilió a ningún partido. En Israel era muy amigo de una catalana llamada Ramona Frevich, casada con un brigadista internacional y muy involucrada en el partido comunista allí. Intentaron convencerle muchas veces y siempre dijo que no. Nunca dio razones. No sé si estaba defraudado, cansado o mayor. Mantuvo un espíritu socialista, pero le interesó más el mar".
Esteban Hernandorena murió un día de los santos inocentes de 1965. Le hicieron una misa de cuerpo presente en el monasterio del monte Carmelo y durante la ceremonia Ramona le susurró a María Pilar: "Si tu padre se levantara, nos echaría un mecagüendios". Hoy, la hija ríe: "Era su palabra favorita".
"Mi padre fue muy duro como padre, pero una persona muy humana. Era el mayor de seis hermanos, hijo de una lechera y un marinero. Se hizo a sí mismo porque quiso salir adelante. Tenía esa ambición que pocos tenían entonces. Y ayudó a los judíos porque, como exiliado, a él le habría gustado que le ayudaran a volver a casa", reflexiona.
En esa casa, su nombre circuló por primera vez en el programa de fiestas de Portugalete de 1997 bajo el título de "portugalujos en el olvido". El Ayuntamiento solucionó el agravio con rapidez, dedicándole a Hernandorena una nueva calle ese mismo año. Caprichos del destino, diez años después, un blog local comprobó que al contrario de lo que se había dicho ampliamente hasta entonces, Hernandorena había nacido unos siete kilómetros más allá: en Muskiz.
Y así, a orillas del mar Cantábrico y a los pies del monte Serantes, a 3.500 kilómetros de la calle Capitán Steve de Haifa, se encuentra hoy la Calle Esteban Hernandorena. Pero como dice Rubén Las Hayas, autor del blog que desveló la partida de nacimiento, "también hay una calle de Cristobal Colón y él tampoco era portugalujo".
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