madrid
El último día que la rusa Elena Lang (San Petersburgo, 1982) vio a sus hijas fue el pasado 17 de junio. Era viernes. Las niñas, de seis y nueve años, llegaron por la mañana al prestigioso colegio privado ISCAT Maresme, de Canet de Mar (Barcelona), con nuevos peinados. Su madre les hizo una foto y después de dejarlas en la escuela se fue al trabajo, en la inmobiliaria internacional IAD.
A la una de la tarde, Elena recibió una llamada. Era alguien desde el Departamento de Bienestar Social y Familia de la Generalitat de Catalunya que le dijo que no fuera a recoger a las niñas al colegio porque la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia (DGAIA) se había hecho cargo de ellas ya que se había abierto un expediente de desamparo preventivo.
"¿Desamparo? Yo no entendía qué era eso y le pedí a una compañera que atendiera la llamada y que me explicara, yo estaba muy nerviosa", cuenta Elena Lang a este diario. La conclusión fue un mazazo: "La DGAIA se había llevado a las niñas a un centro porque desde el colegio habían alertado de que estaban mal atendidas", cuenta Lang.
Elena, al otro lado del teléfono, hace gala de fortaleza, "pese a la angustia que vivimos mi marido y yo por una situación tan inhumana, tan surrealista e injusta. Es un secuestro", dice con un perfecto castellano aprendido en una escuela diplomática rusa.
Esta mujer y su marido, Thomas Lang, se instalaron en Barcelona definitivamente en enero de 2021, después de visitas más o menos largas a la ciudad condal, para estar más cerca del doctor Ramón Tormo, especialista en aparato digestivo y pediatría, del Hospital Vall d'Hebron, porque la hija mayor sufre un trastorno severo de celiaquía que le provoca una deficiencia en el desarrollo físico.
Los cargos de la DGAIA contra el suizo Thomas Lang, que trabaja en Zúrich (Suiza) en la banca UBS, y que se traslada los fines de semana y en vacaciones a Barcelona, y Elena Lang, ejecutiva del sector inmobiliario, hija de un capitán de la Academia Naval de San Petersburgo (Rusia), según los datos referidos por la mujer a este diario, son mucho más graves de lo que le informaron en la primera llamada oficial.
La Administración catalana duda de que Elena Lang sea la "madre real" de las niñas. "En estos momentos no existe ningún documento que acredite la filiación de las dos niñas por parte de madre ni padre. Hay documentos contradictorios respecto a los datos de nacimiento de las niñas y de la madre". "En todas las escuelas [en las que previamente estuvieron matriculadas] muestran desconocimiento de quién es el padre y el contacto real que tiene con sus hijas". Estas son algunas de las afirmaciones de la DAIA plasmadas en la resolución de desamparo preventivo, a la que ha podido acceder Público.
Elena Lang ha facilitado a este diario el Libro de Familia expedido en Suiza, que atestigua que Thomas Lang y ella son los progenitores de las niñas y también el lugar y la fecha del nacimiento de ambas. "No entendemos a qué viene esto. Cuando matriculamos a las niñas en el colegio tuvimos que aportar toda la documentación", clama la madre, que se pregunta "por qué no hablaron con nosotros si tenían alguna duda en vez de quitarnos a las niñas".
Otra de las cuestiones de las que alerta la administración catalana procede de la denuncia inicial planteada por el colegio: "Se alerta de una posible situación de
exposición de las menores de edad a hombres desconocidos por ellas, presuntamente no de su entorno familiar". También consta en el informe que las niñas hablan de términos sexuales inadecuados (preguntan a los vecinos si tienen sexo y cómo lo hacen). Han hecho dibujos con connotaciones sexuales (pene, niña pequeña con tetas marcadas...)".
La madre rechaza con contundencia cualquier insinuación de abusos sexuales a las menores y no entiende "de dónde sale esa idea".
Cuenta en Instagram
Otras de las cuestiones que han llevado a los servicios sociales catalanes a arrancar a las dos niñas de su hogar es el perfil de Instagram de la hija mayor. "Tiene una cuenta de Instagram público donde hay adultos como amigos y sale con el uniforme de la escuela y hay un número de teléfono. La escuela se reunió con la madre para informarla del peligro de las redes con 9 años y ésta no muestra preocupación, pero al día siguiente la cuenta apareció como privada y no como pública", consta en la resolución.
Elena Lang reconoce que la niña tiene una cuenta en esa red social: "La abrimos juntas y la llevamos las dos. No la dejo sola. No creo que sea motivo para quitarme a las niñas. También el colegio tiene una cuenta en Instagram y publica fotos de menores con el uniforme".
La resolución rezuma de una visión patriarcal, poniendo el foco en presuntas deficiencias de la mujer como madre, sin que parezca suficientemente razonada la proclamación de desamparo para las dos niñas. Por ejemplo: "Se han recogido incidencias varias como negligencia (ropa sucia e inadecuada), retrasos graves (incluso de 2 o más horas), absentismo frecuente... Aunque se han hecho intentos de hablar con la madre desde la escuela y pedir que lo intente mejorar, esta situación se ha sostenido en el tiempo y esta no empatiza con las necesidades de las hijas".
El informe de la DAIA concluye que se "detecta por parte de los profesionales sufrimiento de las niñas, tristeza, mutismo, angustia, sufrimiento emocional. De los hechos expuestos se desprende la existencia de una situación de desprotección grave y hace necesaria una intervención y actuación urgente de protección con separación del núcleo familiar".
"Machismo" y "Rusofobia"
La madre de las niñas cree que detrás de la decisión de la Administración catalana existe "machismo". "Me van visto sola, porque mi marido trabaja en Suiza, y por eso creen que soy vulnerable", dice Elena. También cree que ha podido influir el hecho de que ella sea rusa y de que las niñas, por tanto, también tengan esa nacionalidad junto con la suiza. "En el colegio les hablan mal de los rusos, les hablan mucho de la guerra en Ucrania y dicen que los rusos somos todos malos. Y las niñas venían a casa tristes por eso. Me preguntaban si la familia que tienen en Rusia es mala", explica esta mujer.
Desde el Colegio ISCAT Maresme no han querido hacer comentarios respeto al caso, lo mismo que desde la DGAIA, cuyo protocolo impide que en las comunicaciones telefónicas de las niñas con sus progenitores se pueda hablar en sus lenguas materna y paterna. "Les obligan a hablar con nosotros en castellano, y las niñas saben poco, porque en el colegio hablan inglés --dice Elena Lang--. Ellas hablan con su padre en alemán y conmigo en ruso. Pero dicen que tienen que hablar en español, para que las técnicas de la DGAIA puedan entender lo que decimos".
La pareja ha presentado una querella por detención ilegal contra la directora del colegio y una denuncia ante la Fiscalía de Menores. Además han remitido una carta al Parlamento español y han pedido amparo en las embajadas suiza y rusa, que ya han iniciado los trámite para obtener información, según revela Elena Lang.
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