sevilla
En Meditaciones del Quijote, el primer libro que publicó, el pensador José Ortega y Gasset dejó escrita una idea que se convertiría con los años en todo un clásico, casi un refrán de uso popular. “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Esta reflexión, la de que el ser define finalmente su comportamiento no solo por sí mismo, sino también por el mundo que le rodea, por el contexto en el que habita, y que la mezcla de ambos -el yo y la circunstancia- conforma una perspectiva, un punto de vista, es hoy, como lo fue antes, de perfecta aplicación a las relaciones entre Susana Díaz y Pedro Sánchez, y, por ende, a las del PSOE de Andalucía con el PSOE federal, y a las del Gobierno de España con la Junta de Andalucía
Pedro Sánchez es hoy el presidente del Gobierno. Lo logró a principios de junio después de una improbable moción de censura contra Mariano Rajoy, celebrada a contrarreloj y ganada contra pronóstico. Se produjo así una nueva vuelta de tuerca, un nuevo giro -inesperado- de los acontecimientos. Un año y diez días después de vencer en unas primarias a cara de perro en el PSOE a Susana Díaz y a Patxi López; un año y nueve meses después de aquel lacerante y desgarrador comité federal -prácticamente televisado en directo- en el que fue forzado a dimitir, Pedro Sánchez consiguió lo que quería, aquello para lo que había presentado su candidatura a la secretaría general del PSOE allá por la primavera de 2014: ser el presidente del Gobierno.
Independientemente de lo que piense el uno del otro, han encontrado la vía para que el trabajo se haga
Siguiendo el planteamiento orteguiano, si las circunstancias cambian -y de qué manera-, por tanto, la perspectiva, el punto de vista, cambiará también. Sánchez lleva un poco más de 100 días en La Moncloa y en ese tiempo el camino que han hollado tanto uno como el otro, tanto Sánchez como Díaz, es el de la colaboración y el entendimiento entre sus gobiernos, y, por tanto, entre las personas que tienen una responsabilidad y forman parte del mismo proyecto colectivo e ideológico, el del PSOE. A la espera de que lleguen momentos orgánicos, como la elaboración de listas, en los que (casi) siempre surgen roces y se producen tirones, Susana Díaz y Pedro Sánchez, independientemente de lo que piense el uno del otro, de cómo sean sus relaciones personales -todo conflicto deja secuelas-, han encontrado una vía para que el trabajo que les toca hacer se haga, según coinciden todas las fuentes consultadas.
Hoy, después de la gran batalla de las primarias, el paisaje es otro, muy diferente. La reunión del pasado 24 de julio en La Moncloa entre ambos presidentes despejó el camino. En ese encuentro ambos hallaron un camino de entendimiento en las políticas, que dura hasta hoy. Después de esa reunión, sus administraciones se dispusieron a trabajar en todos los ámbitos. Ambos entienden, y también sus colaboradores, que en el Gobierno se está para resolver problemas, no para crearlos. Es absurdo además pelearse después de unas primarias en las que el resultado no dejó lugar a dudas, y a las puertas de las autonómicas andaluzas -sean estas antes o después- y de un decisivo año electoral en el que habrá elecciones europeas y municipales y está por ver si no hay también generales.
Cada uno en su tarea
Hay una frase que pronunció Sánchez en un mitin en Vícar (Almería) en 2015, en la campaña de las anteriores elecciones autonómicas, que podría recuperarse hoy para resumir la actitud de ambos en esta nueva etapa: “Susana, tú en San Telmo y yo en Moncloa”. Cada uno en su responsabilidad.
El presidente lanzó un primer mensaje de entendimiento hacia Andalucía con el nombramiento de Montero en Hacienda
La llegada de Sánchez a Moncloa se produjo en un momento en que ambos dirigentes y el PSOE federal y el andaluz, tras las primarias, vivían, podría decirse, de espaldas. Cada uno gestionaba su ámbito. Díaz y los suyos, se ocupaban del Gobierno de la Junta y del partido en Andalucía y Sánchez y los suyos, del PSOE federal. El presidente tuvo manos libres para hacer el Gobierno. Hizo el que él quiso, sin peajes, y ahí lanzó un primer mensaje de entendimiento hacia Andalucía con el nombramiento como ministra de Hacienda de Maria Jesús Montero, una persona que sigue siendo de la estricta confianza de la presidenta de la Junta, Susana Díaz, y firme defensora de mejorar la financiación de las Comunidades Autónomas, que son las que se encargan de los servicios públicos fundamentales, sanidad, educación y dependencia.
En estos 100 días, ha habido diversos malentendidos y desencuentros, pero la sangre no ha llegado al río. Las heridas y las secuelas de la batalla por el liderazgo del PSOE ahí siguen, y también las opiniones de cada cual, pero lo cierto es que ambos han encontrado la fórmula para convivir. La presidenta lo resumió este jueves en el Parlamento de Andalucía. En su debate con el portavoz del PP, Juanma Moreno, y al hilo de la crisis -ya solucionada- en Navantia, expresó con estas palabras su alivio porque el presidente del Gobierno ya no fuese Mariano Rajoy, porque fuese Sánchez: “Ahora hay un presidente del Gobierno que se pone al teléfono y resuelve los problemas”.
Andalucía por delante
Todos los desencuentros que han adquirido rango de noticia (la financiación autonómica, la inmigración y los menores no acompañados, Navantia, la coincidencia o no de la fecha de las autonómicas y las generales) han tenido un denominador común: la defensa por parte de Díaz de lo que considera es el interés general de Andalucía. Y, hasta ahora, el Gobierno ha comprendido que eso era así y ha rectificado cuando ha tenido que hacerlo.
Así, si la frase de Sánchez de Vícar resume su planteamiento, la de Díaz en el Congreso del PSOE de Andalucía, celebrado justo después de su derrota en las primarias, describe el suyo: “Lo único que te pido como secretaria general de los socialistas andaluces y presidenta de Andalucía es que nunca me hagas elegir entre las dos lealtades. Porque soy la presidenta de todos los andaluces”.
Díaz levanta la voz cada vez que considera que tiene que hacerlo en defensa de los intereses de su tierra
Díaz, desde ese momento, se enfundó el traje de estadista andaluza y se dedicó a fortalecer al PSOE en la Comunidad, con la idea de que, de nuevo, esté listo para la batalla electoral. El PSOE andaluz, que siempre ha gobernado la autonomía, ha sido tradicionalmente, por sus resultados, la columna vertebral de los proyectos socialistas en el país. Y, ahora, poco a poco, las cosas comienzan a ubicarse de nuevo en ese punto. Díaz es la presidenta de la Junta y levanta la voz -por usar una expresión que le gusta utilizar a ella- cada vez que considera que tiene que hacerlo en defensa de los intereses de su tierra.
Y a Sánchez este cambio de perspectiva, de punto de vista, le viene bien, en este momento. Con solo 84 diputados fieles a su Ejecutivo, es decir con un escenario que requiere de su permanente atención, en el que está obligado a negociar prácticamente todo, tener el patio andaluz tranquilo y en orden de cara a los próximos comicios, es una garantía. Hasta ahora, al menos, al PSOE le ha funcionado esta sencilla fórmula: un gobierno socialista en Madrid es bueno para Andalucía. Y en ello están. En vías de aplicarla de nuevo.
Sirva este ejemplo. Una de las más urgentes reivindicaciones del PSOE de Andalucía y de la propia Junta es que el Gobierno de España se implicase en la lucha contra el paro en la Comunidad, estructuralmente mayor que en el resto del país. Que elaborase un plan especial de empleo para Andalucía. Ha sido el presidente Sánchez quien lo ha prometido. Y el PSOE de Andalucía quien lo ha vendido por tierra, mar y aire. Habrá, así pronto, antes de las elecciones autonómicas, un Consejo de Ministros en la Comunidad, en el que, previsiblemente, se concretará ese plan.
Y en el que, también, metafóricamente, se declarará de nuevo vigente la primera obra publicada de José Ortega y Gasset: Meditaciones del Quijote.
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