SEVILLA
La llegada de Pedro Sánchez al Gobierno de España y el fin de la era Mariano Rajoy ha abierto un nuevo tiempo político en todos los ámbitos, incluidas las relaciones de Sánchez con Andalucía. La elección de María Jesús Montero, que cuenta con el beneplácito de Susana Díaz y de su núcleo duro, como ministra de Hacienda es el primer mensaje serio de unidad que lanza el PSOE desde que comenzó el conflicto entre Pedro Sánchez y Susana Díaz, entre Ferraz y San Vicente, y, desde luego, desde las primarias de hace ahora un año. En este tiempo, después de su derrota, Díaz se ha envuelto en la bandera andaluza, se ha dedicado a gobernar y ha dejado hacer a Pedro Sánchez.
Este, que la ha ido ignorando y no compartió con ella la decisión de poner la moción de censura, ahora ha colocado en un puesto estratégico, como dueña de la llave de la caja fuerte, a una persona de probada eficacia y solvencia, que llegó al Gobierno andaluz sin el carné del PSOE hace ahora 14 años, pero que ha sido siempre leal a la dirección del partido en Andalucía, primero como Consejera de Manuel Chaves, luego de José Antonio Griñán y por último de Susana Díaz. El gesto de Sánchez, a la espera de ver el resto de nombramientos, singularmente, el de Delegado o Delegada del Gobierno en la Comunidad, y el de las políticas que defiende finalmente el nuevo Ejecutivo, podría suponer un paso importante, que derive en una reconstrucción en las relaciones, o, al menos, en un entendimiento en las políticas, lo que, de sostenerse en el tiempo, podría mejorar las expectativas electorales de los socialistas. Tanto en Ferraz como en San Vicente son conscientes de esto: un partido unido es más fuerte que un partido dividido. Así, el contexto en el que se produce este nombramiento es el año electoral que se avecina. Haya o no haya elecciones generales, el PSOE se la juega, en marzo precisamente en Andalucía, y después, en mayo, en los ayuntamientos y en otras trece CCAA.
Gobernar contra Andalucía no es una posibilidad para un presidente socialista. O al menos una posibilidad que abra un camino de éxito. Esto parece haberlo comprendido Sánchez, que necesitaba un gesto hacia la Comunidad y hacia el PSOE de Andalucía. Así, Montero llega en un momento clave al Ministerio de Hacienda: tomará el AVE con un acuerdo de financiación, que se trabajó en el Parlamento de Andalucía y que le votaron a favor todos los partidos (PSOE, PP, Podemos e IU), excepto Ciudadanos. Así que, previsiblemente, Montero, nada más llegar a su despacho, lanzará la convocatoria del Consejo de Política Fiscal y Financiera, que abrirá el melón de la financiación de los servicios públicos y de las administraciones autonómicas. El mero hecho de que se abra este melón, tan complicado de cerrar, sería un éxito para Susana Díaz, que lleva prácticamente desde que llegó a la presidencia de la Junta tratando de abrirlo. Un éxito que se apuntaría de la mano de Pedro Sánchez.
Montero es médico. Ha sido consejera de Sanidad y, luego, de Hacienda. Tiene firmes e irrenunciables convicciones sobre la importancia de lo público y la redistribución de riqueza. En su momento, impulsó una avanzada Ley de Muerte Digna, que aún rige en Andalucía, y que da cobertura a los pacientes y a los médicos para que puedan hacer las cosas con tranquilidad y humanidad en los últimos momentos de la vida de las personas. Es una persona brillante, de pensamiento ágil, pragmática, concienzuda, seria y rigurosa, muy trabajadora, que ha sido siempre capaz de formar y dirigir equipos de trabajo cohesionados, bien avenidos y de eficacia contrastada. Si se trata de negociar, busca el acuerdo, y no da nunca por perdido el partido. Por delante, tiene una tarea muy complicada: conjugar a Díaz y a Sánchez. Pero en este momento cuenta con el apoyo y el cariño de la dirección del partido en Andalucía y también, claro, con el del presidente Pedro Sánchez.
La salida de Montero genera un movimiento obligado en el Gobierno andaluz. Díaz tiene decidido que el actual consejero de Economía y Universidad, el exrector de la Universidad de Sevilla, Antonio Ramírez de Arellano, asuma la cartera de Hacienda y que su puesto lo ocupe la reconocida catedrática de Economía y feminista Lina Gálvez, que entraría en el Gobierno como independiente. Esto es una jugada de calado, de fondo, que probablemente sólo se haya podido producir en este contexto, en el que la llegada de Sánchez a Moncloa se produjo con los votos de toda la izquierda. La llegada de Gálvez tiñe de rojo y de morado el Ejecutivo andaluz y pretende lanzar un claro mensaje a los votantes de izquierdas a menos de un año de las próximas autonómicas: las mejores cabezas están con el PSOE.
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