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Actualizado:Parece que hace un año. Pero hace solo 20 días la actualidad política se centraba en la aprobación, polémica, de la reforma laboral. Ya pocos se acuerdan del diputado Alberto Casero, del PP, que propició que saliera adelante la nueva norma impulsada por Yolanda Díaz junto a los agentes sociales. Los populares salieron en tromba a denunciar un "error informático" de su compañero. Podría haber sido una gran victoria política de Pablo Casado. Pero desde entonces todo han sido malas noticias para el todavía, a estas horas, presidente nacional del PP. Esta corta pero intensa historia, parafraseando a Joaquín Sabina, nos deja 19 días y 500 traiciones hacia un Casado que afrontas su final como líder de su partido.
Las traiciones, eso sí, comenzaron en otra bancada afín. Dos diputados de Unión del Pueblo Navarro (UPN) no cumplieron la palabra dada al PSOE y mantuvieron en secreto todo el día que iban a romper la disciplina de su partido. Las sospechas de que los populares y Vox sabían que eso iba a suceder corrieron como la pólvora. Los socialistas acusaron directamente a Casado y Teo García Egea de comprar las voluntades de estos diputados. De estas detrás de una operación que les salió mal pero que tienen recurrida a la justicia.
Aquel episodio, que pasará seguramente a la historia política de nuestro país, ocurrió el 3 de febrero. El país estaba inmerso además en plena campaña electoral por las elecciones de Castilla y León. Sí, el país entero. Porque las elecciones estaban concebidas como una estrategia electoral diseñada desde Génova. La idea era, con la excusa nunca probada de que estaba en peligro el Gobierno de Alfonso Fernández Mañueco, comenzar un asalto a la Moncloa por parte de Casado progresivamente. De nuevo, las supuestas traiciones encima de la mesa política. Esta vez por parte de Cs, según el PP, que tendría la intención de tomarse la revancha de lo ocurrido en Murcia.
El objetivo de Casado y Mañueco eran desprenderse definitivamente de Cs y consolidarse en el poder autonómico, si no con mayoría absoluta con una diferencia holgada frente a sus potenciales socios de Vox. Lo que consiguió la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso el 4 de mato de 2021. Pero como decían sus rivales políticos, "Mañueco no es Ayuso" y "Castilla y León" no es Madrid. Así que salió mal.
Casado, por cierto, se escondió de los medios en la recta final de la campaña electoral. Sus actos estuvieron rodeados de explotaciones ganaderas y críticas desatadas al Gobierno de Pedro Sánchez, personalizados en la figura de Alberto Garzón. Las encuestas se estancaron durante los últimos días y en Génova comenzaban a aflorar los nervios.
El PP sacó el peor resultado de su historia en Castilla y León. Perdió más de 50.000 votos aunque ganó dos procuradores. "Objetivo cumplido", repetían esa noche en Génova. Pero salvo que el objetivo real fuera cambiar a Cs por Vox, Mañueco y el PP se encuentran en una encrucijada. Desde un primer momento, tanto el presidente autonómico como la dirección nacional de los populares defendieron un Gobierno en solitario. Pero la extrema derecha ya había salido en los primeros minutos a reclamar su entrada en el Ejecutivo. Con la vicepresidencia, incluso, como tenía Cs previamente.
Casado se vistió el martes pasado, con motivo de su Comité Ejecutivo Nacional, de líder moderado. Escenificó su lejanía de Vox e insistió en que su formación no renunciará a sus principios en las negociaciones para formar Gobierno. Para el PP no son negociables la igualdad, la cohesión territorial, la integridad autonómica y la integración en Europa. A los populares, en todo caso, no les ha importado apoyarse en la extrema derecha de Santiago Abascal para poder gobernar en Andalucía, Murcia o Madrid, por nombrar los ejemplos más significativos.
Casado se tuvo que ver las caras con Sánchez en la sesión de control al Gobierno del pasado miércoles. "Primero, tiene que pedir ayuda. Después, explicar por qué la ultraderecha no puede entrar en los gobiernos y, por último, decidir si esta ruptura es para todos los días, para siempre y para todos los territorios", señaló el presidente en el Congreso, sabedor de la encrucijada en la que se encontraba el líder del PP.
Pero pocas horas después ya nadie se acordaba de que hubiera habido elecciones en Castilla y León. Ni de "cordones sanitarios". Ni de Mañueco. Esa misma noche, comenzaron a publicarse informaciones en El Mundo y El Confidencial que apuntaban a un presunto espionaje ejercido por Génova hacia Ayuso. Se apuntada directamente al Ayuntamiento de Madrid que lidera José Luis Martínez Almeida y a personas de su máxima confianza como Ángel Carromero o Álvaro González, presidente de la EMVS.
Poco después del ofrecimiento de Sánchez a Casado ya nadie se acordaba de las elecciones en Castilla y León ni de "cordones sanitarios"
Al día siguiente, el jueves 17, todo estalló por los aires. El PP se desangraba públicamente con sucesivas declaraciones y acusaciones cruzadas entre García Egea, Ayuso y al día siguiente el propio Casado en un surrealista intercambio en las ondas de la Cadena COPE. De fondo, el verdadero problema entre los dos bandos, era un presunto trato de favor de Ayuso hacia su hermano por varios contratos adjudicados durante el inicio de la pandemia. Un caso que se enmascaró en una disputa por controlar el partido en Madrid. "Solo puede quedar uno", avanzaban ya esa misma tarde diferentes fuentes internas consultadas.
El sábado por la tarde se produjo otra surrealista guerra de comunicados. Primero, Génova difundía que Casado y Ayuso se habían reunido en la tarde del viernes para buscar una solución al conflicto. Pero no proporcionaba información. Cinco minutos después, el equipo de Ayuso confirmaba el encuentro pero se despachaba con un "reunión infructuosa". Detallaron más desde Sol al rato. "El presidente del PP pidió que la presidenta Díaz Ayuso dijera en un comunicado que no había sido investigada por el PP. A cambio, la levantaba el expediente", mientras repetían lo de "reunión infructuosa".
La trama dio un giro inesperado poco después, al filo de las 18.30 del sábado. Génova parecía retroceder en su ofensiva hacia Ayuso y afirmaba que cerraría el expediente contra la presidenta madrileña. Es decir, daba por buenas las "pruebas" que tanto buscaban. Pero para gran parte del partido, y de la militancia, ya era tarde. El domingo se produjo una espectacular manifestación a las puertas de Génova pidiendo la cabeza de Casado. En paralelos, los barones se organizaban y presionaban a su líder a través de los medios de comunicación. Y de forma anónima.
La soledad y las deserciones
Las consecuencias del embrollo y la mala estrategia de Casado para resolver el conflicto con Ayuso se han acelerado tanto el lunes como el martes. Mientras la presión mediática crecía en torno a Casado, su propio equipo de confianza le pedía un paso atrás, la salida de García Egea, la convocatoria de un congreso o todo junto a la vez. El goteo de exigencias, ahora sí ya en público, de sus dirigentes de confianza ha sido incesante este martes. También las dimisiones, incluida la del secretario general, cuya cabeza pidió con nombres y apellidos todo el grupo parlamentario.
Casado se ha quedado prácticamente solo. Más allá de García Egea solo le ha mostrado apoyo público su vicesecretario de comunicación, Pablo Montesinos o Ana Beltrán, vicesecretaria de organización. Las deserciones en sus filas, traiciones en cierto modo, han sido apabullantes. Ante eso, la rendición. Convocará el Congreso extraordinario la próxima semana ante una Junta Directiva Nacional de cerca de 500 personas. Es difícil de saber todavía si todas ellas le traicionarán aún más o si la salida de Casado mantendrá algo de dignidad. Sea como fuere, el líder del PP no olvidará nunca este intenso mes de febrero.
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