Público
Público

La gentrificación en Madrid: de la Gran Vía a Chueca

Pese a tratarse de un concepto extendido en el extranjero, en España este vocablo comienza a llenar las páginas de libros y cada vez más artículos se hacen eco del mismo.

La Gran Vía de Madrid. EFE

SUSANA DE ZÁRRAGA MATA

Gentrificación es un concepto de moda en el campo del urbanismo; pese a ello, aún conviene aclarar su significado. Se denomina así el proceso por el que los habitantes tradicionales de una barrio o zona, habitualmente con una localización privilegiada dentro de la trama urbana, son paulatinamente desplazados en favor de grupos sociales de mayor poder adquisitivo y con mayor acceso a la cultura. El término proviene del vocablo inglés gentrification, que a su vez nace como una adaptación de la palabra gentry, con la que se designaba tradicionalmente a la burguesía tradicional y la pequeña aristocracia. El término fue empleado por primera vez por la socióloga británica Ruth Glass en 1964, haciendo referencia a los cambios que afectaban a la estructura social y a los mercados inmobiliarios en algunas de las áreas más céntricas de Londres, donde las originarias poblaciones obreras veían invadidos sus guetos por una creciente clase media.

Pese a tratarse de un concepto extendido en el extranjero, en España este vocablo comienza a llenar las páginas de libros y cada vez más artículos se hacen eco del mismo. La gentrificación es objeto de debate desde hace algún tiempo, siendo los ejemplos más claros los casos de los distritos neoyorquinos de Manhattan o Brooklyn; cuya transformación ha mutado por completo su carácter. En España, la gentrificación afecta desde hace años a poblaciones como Madrid o Barcelona, y empieza a extenderse, pudiendo apreciarse sus primeros efectos en otras ciudades como Valencia, Bilbao o Zaragoza.

Para entenderlo mejor podemos pensar, por ejemplo, en Chueca. El emblemático barrio madrileño es una de las áreas más cotizadas y céntricas de la capital. Sin embargo, en los años ochenta la zona presentaba un estado deteriorado, siendo un área marginal con numerosos problemas sociales. En este caso, el proceso gentrificador se encuentra estrechamente relacionado con la comunidad gay. Este colectivo, que por aquel entonces no gozaba de la aceptación social actual, comienza a poblar el barrio, atraído por los bajos alquileres y la posición privilegiada de la zona. La transformación se relacionará con la aparición de los primeros locales de ambiente, algunos tan emblemáticos como Black&White, el Café Figueroa o la librería Berkana. No hay que olvidar asimismo que la comunidad LGTB ha mantenido tradicionalmente una estrecha relación con las artes y la cultura, lo que propiciará que estos nuevos grupos sociales, que comienzan a concentrarse en el barrio, modifiquen paulatinamente su estructura.

Poco a poco el barrio va convirtiéndose en el distrito cosmopolita y atractivo que podemos reconocer actualmente. A su vez, esta nueva imagen ayudará a que, cada vez más, otros colectivos muestren interés por la zona hasta el punto de transformarla completamente.

A pesar de que la gentrificación se asocia con procesos modernos, como el de la colonización por los hípsters de zonas tradicionalmente marginales hasta transformarlas en lugares con encanto y apetecibles, no se trata de un concepto novedoso. El desplazamiento de las clases sociales desfavorecidas de modo más o menos forzoso en favor de las más privilegiadas ha sido, desde hace mucho tiempo, una constante en las políticas urbanísticas dirigidas a configurar las ciudades occidentales.

Los peatones, en segundo plano

Lo podemos recordar, por ejemplo, en el proceso de construcción de la Gran Vía cuyas obras se iniciaron hace ya más de un siglo. Ahora la emblemática calle madrileña vuelve a encontrarse de nuevo de máxima actualidad por los esfuerzos de la alcaldesa Manuela Carmena en devolver este espacio a los ciudadanos. La gran arteria de Madrid se encuentra actualmente al servicio del tráfico rodado y cada vez más relega a los peatones a un segundo plano. Las últimas acciones promovidas desde el ayuntamiento ponen de manifiesto la necesidad de replantearnos cuáles deben ser las prioridades a la hora de diseñar nuestras ciudades.

La operación en la que se creó el que probablemente sea el trazado más icónico a nivel nacional, supuso en su día un proceso dramático, como nunca antes se había visto en España. A partir del momento en que la corte se traslada definitivamente a Madrid son muchos los esfuerzos por elevar la villa al nivel de las más altas capitales europeas. Era fundamental proyectar una imagen de grandeza acorde al resto de Europa, y uno de los objetivos primordiales tenía que ser la mejora de las comunicaciones. Madrid había sufrido sufre numerosas transformaciones en la construcción de sus ensanches, pero no será hasta el año 1899 cuando se desarrolle el primer boceto sobre el proyecto definitivo de la Gran Vía.

El proyecto de la Gran Vía se prolongaría durante casi cincuenta años y siempre fue un asunto polémico, centro de numerosos debates, como lo prueba el hecho de que diera lugar a la famosísima zarzuela homónima con música de Chueca y Valverde, que se estrenó en 1886, casi un cuarto de siglo antes el inicio oficial de la obra en 1910. Su construcción supuso la destrucción de numerosos inmuebles y considerables desplazamientos de vecinos. Hasta 358 fincas, 315 casas y 43 solares, fueron afectados.

Plaza de Chueca (Madrid). EFE

Plaza de Chueca (Madrid). EFE

Las zonas implicadas reflejaban la imagen de Madrid galdosiano. Muchas de estas áreas se hallaban tradicionalmente relacionadas con la prostitución, pero también eran el hogar de diversos grupos sociales que iban desde artesanos hasta colectivos ilustrados. La faraónica obra se justificó alegando problemas relacionados con el precario sistema de saneamiento y la falta de un trazado adecuado al volumen de desplazamientos que correspondería a una capital europea, por lo que el proyecto plantearía la posibilidad de crear un eje transversal que conectase Madrid de este a oeste. No obstante, diversas personalidades contemporáneas ya hacían hincapié en su caprichoso trazado. En sus escritos sobre los ensanches de Madrid, el periodista de la época Juan Pérez de Guzmán pone en entredicho la utilidad y razones que motivaron su construcción, llamando a debatir de una manera racional sobre la necesidad del mismo.

Al igual que en el caso de la Gran Vía, en el que el desplazamiento de población permitió la construcción de un trazado en aras del “interés común”, podríamos entender que, a primera vista, la gentrificación sería un proceso con efectos positivos. Un barrio en decadencia recibe a un grupo social que lo va transformando hasta convertirlo en una zona más atractiva. Sin embargo, hay que tener en cuenta que este tipo de transformaciones sociales se basan en un desplazamiento casi forzoso de la población modesta que tradicionalmente moraba en dichas zonas. Los problemas no se solucionan, simplemente se trasladan, incluso agravándose debido al desmantelamiento de la red de apoyo y solidaridad vecinal asociada a la comunidad.

La iniciativa privada y la especulación tienen un peso mucho mayor de lo que se pueda pensar

Es ingenuo interpretar los procesos gentrificadores como un fenómeno “natural” en el que personas jóvenes con un determinado nivel social se sienten atraídas por zonas bien posicionadas dentro de la trama urbana y con un carácter especial. No hay que ignorar que en muchas ocasiones estos procesos son inducidos por terceros agentes que actúan exclusivamente en vista de sus intereses económicos. La iniciativa privada y la especulación tienen un peso mucho mayor de lo que se pueda pensar. El detonante del proceso es, en numerosos casos, la acción de grupos inmobiliarios que invierten en este tipo de zonas para forzar su transformación en busca de una rentabilidad futura. La cooperación interesada de las administraciones es muchas veces fundamental para que el proceso tenga lugar, sobre todo en sus inicios, cuando la zona aún no es especialmente atractiva y el negocio potencial, incierto. Todo ello pone de manifiesto el desigual interés de los gobiernos por tratar de solucionar los problemas que afectan a las zonas deprimidas. En ese sentido podemos encontrar un ejemplo perfecto en el barrio de Lavapiés, en el que la creciente popularidad del barrio ha motivado la construcción de numerosos equipamientos culturales, pero no aquellos relacionados con los problemas más básicos que afectan a sus habitantes tradicionales.

Si volvemos al caso de Gran Vía, un análisis más detallado descubre que el principal interés detrás de su construcción fueron los motivos económicos. No se trató tanto de la necesidad social como del negocio privado. En 1895, Cánovas del Castillo planteó la denominada “Ley de reforma interior y saneamiento de poblaciones” que, con la disculpa del grave déficit higiénico, permitió que el capital invirtiera en el interior de las ciudades.

La ley permitía expropiar, derribar, urbanizar y construir a su antojo. El desgarrón de kilómetro y medio que produjo la Gran Vía será un abismo que nada tiene que ver con las zonas colindantes. Se erigirán en ella los edificios más grandiosos de todo Madrid a cargo de los más ilustres arquitectos. Todas estas transformaciones tendrán como objetivo convertir la nueva calle en una zona elitista, cuyas construcciones se destinarán a satisfacer el ocio de la aristocracia, la burguesía acomodada y el estamento militar, tratando de copiar la imagen de un Broadway madrileño plagado de teatros, casinos o salas de cine.

En los últimos años, la Gran Vía ha sufrido una descorazonadora transformación. Los establecimientos tradicionales y de lujo han ido cerrando poco a poco, y les han seguido los teatros y los cines. En los edificios emblemáticos se han instalado las grandes firmas comerciales, destruyendo las señas de identidad que se había mantenido durante muchos años.

Posibles soluciones

De igual manera sucede ahora en las áreas afectadas por la gentrificación, en las que se destruye la originalidad y carácter del barrio que constituían su principal virtud y lo convertían en un destino atractivo. Los barrios se acaban globalizando. Los comercios tradicionales son sustituidos por las grandes cadenas. Un ejemplo emblemático fuera de España sería el casco histórico de Cartagena de Indias, en el que el centro de la ciudad ha ido perdiendo su esencia, la que fuera su gran atractivo, transformándose en un recinto destinado a los turistas en el que las cadenas hoteleras han desplazado a sus habitantes tradicionales.

Las posibles soluciones al problema de la gentrificación sobrepasan el ámbito de este comentario, pero parece necesario encontrar un equilibrio dentro de las políticas urbanas. Hay que poner peso en políticas sociales que protejan a los colectivos que no son la prioridad del sector privado, aquellos que en muchas ocasiones habitan en barrios en peligro de ser gentrificados. Parece necesaria la inversión en vivienda social de una manera meditada, políticas que favorezcan viviendas sociales en las que los alquileres puedan ser controlados con independencia del mercado. En definitiva, acciones que traten de proteger las necesidades más básicas de la totalidad de la población, no únicamente los intereses de los grupos sociales más privilegiados.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?