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MADRID.— El drama de los miles y miles de sirios que siguen intentando llegar a las costas europeas en busca de refugio ha desaparecido de los grandes medios de comunicación desde los atentados del pasado 13 de noviembre en París, o son cubiertos con pequeñas notas en páginas interiores.
Los ataques terroristas parecen no haber sido para Europa suficientes muestras de una de las caras del horror del que huyen precisamente esos cientos de miles de personas. Por el contrario, las han invisibilizado. Y más aún, las han convertido para muchos en sospechosas de complicidad... con sus verdugos.
El hallazgo entre las ropas de una de las personas muertas en los atentados de París —se ignora si era un terrorista o una víctima— de un pasaporte sirio correspondiente a un hombre que había entrado a Grecia en busca de refugio en octubre pasado, disparó rápidamente todas las alarmas. "Muchos de los sirios a los que recibimos en Europa son en realidad terroristas" fue la idea que difundieron rápidamente políticos y tertulianos en varios países europeos, entre ellos el nuestro.
Si efectivamente se concluyera que era uno de los yihadistas el que portaba ese documento, —se ignora aún si era auténtico o falso— ¿significaría que el terrorista violó las más elementales medidas de seguridad al llevar consigo su documentación real?, o todo lo contrario, ¿sería lógico deducir que Daesh le ordenó que así lo hiciera para infundir más psicosis, más terror y rechazo contra quienes lo perdieron todo y huyen de la guerra?
El resultado está a la vista, el hecho que se encontrara ese pasaporte fue un detalle que divulgó especialmente la policía francesa y que recogieron los medios de comunicación de todo el mundo, predisponiendo inevitablemente a que muchos vieran en cada refugiado sirio un potencial terrorista.
Hace tiempo que Daesh alarma intencionadamente a Europa amenazando con infiltrar a sus combatientes en suelo europeo, camuflándolos entre los miles de desesperadas familias sirias que intentan llegar a las costas europeas
Hace tiempo que Daesh alarma intencionadamente a Europa amenazando con infiltrar a sus combatientes en suelo europeo, camuflándolos entre los miles de desesperadas familias sirias que intentan llegar a las costas europeas. Infiltrarse precisamente entre los que huyen de sus matanzas, de su limpieza étnica y religiosa, y de los bombardeos de Al Assad. Y a esos bombardeos se suman desde hace tiempo los bombardeos de EEUU, Francia, Reino Unido y otros de sus países aliados, y ahora también los de Rusia. Unos bombardeos que también dejan tras de sí un reguero de muertos civiles, los "inevitables daños colaterales", según el eufemismo militar.
En septiembre pasado el sensacionalista dominical británico Sunday Express publicó un reportaje, citando fuentes anónimas, en el que aseguraba que 4.000 yihadistas habían logrado infiltrarse en suelo europeo camuflados entre la oleada de refugiados sirios.
El ministro del Interior español, Jorge Fernández, utilizó días después ese argumento y el robo de 1.452 pasaportes en blanco que según la embajada española en Turquía se habría producido en dos ciudades de Siria, para justificar el lento y exhaustivo filtro que hacía España para recibir al primer puñado de familias sirias que el Gobierno de Rajoy terminó aceptando a regañadientes.
Aquellas calculadas amenazas de Daesh de infiltrar a sus combatientes en Europa —¿alguien avisa a su enemigo qué táctica va a utilizar?— y el hallazgo del pasaporte sirio en la escena de los atentados, han empezado a conseguir los resultados que los terroristas buscaban.
Ha hecho que 26 de los 50 estados de EEUU rechacen ahora recibir a refugiados sirios. Barack Obama dijo que a pesar de ello mantenía su promesa de albergar a 10.000 refugiados, pero la Cámara de Representantes votó el pasado jueves por 289 votos a favor —47 de ellos demócratas— y 137 en contra, endurecer drásticamente los requisitos para aceptar la entrada de refugiados, en un claro boicot a la medida.
La islamofobia, que ya se había disparado enormemente después de la matanza en Charlie Hebdo, crece a un ritmo cada vez más acelerado, y es precisamente lo que busca Daesh
Obama amenazó con vetar la resolución pero necesita para ello contar con el apoyo de dos tercios de la Cámara de Representantes y del Senado, algo nada fácil de conseguir.
Varios países de Europa oriental se habían negado ya antes de los últimos atentados a respetar la cuota de refugiados asignada por la UE, y en el caso de Eslovaquia su Gobierno anunció que sólo aceptaría recibir a 200 personas y siempre que pertenecieran a la minoría cristiana.
La islamofobia, que ya se había disparado enormemente después de la matanza en Charlie Hebdo, crece a un ritmo cada vez más acelerado, y es precisamente lo que busca Daesh, convertir el drama de los refugiados sirios en un grave conflicto político, social y religioso en el interior de Europa.
Cuanto más rechazo a recibir refugiados, cuantas más agresiones xenófobas y más restricción a las libertades democráticas haya, más ira provocará no solo entre los maltratados sirios que huyen de la guerra, sino también entre los millones de jóvenes emigrantes de segunda generación de origen musulmán, desempleados, no integrados socialmente, que habitan en la banlieu de París y otras ciudades francesas, o en los suburbios de ciudades belgas, alemanas, británicas o de otros países europeos.
Son una gran masa de jóvenes en paro, marginados, que ni se sienten europeos ni siquiera parte de sus países de origen y que ya antes estallaban violentamente, quemando centenares de coches, tiendas y comisarías ante cualquier atropello policial o muerte de un miembro de su comunidad en manos de la policía. Ahora han encontrado en Daesh una causa, una vía para canalizar su frustración y su inmensa ira a través del terror yihadista.
La política de mano dura y tolerancia cero frente a estos jóvenes de la banlieu de la que se enorgullecía Sarkozy en su época de ministro del Interior de Francia —aspira a volver al poder en 2017— se ha demostrado un rotundo fracaso, como lo han sido también las políticas anteriores y posteriores a él.
Esos más de 600 barrios de los suburbios de París, un verdadero apartheid donde viven más de cuatro millones de personas, son verdaderos polvorines. Pero los socialistas Hollande y Valls, siguiendo los pasos del derechista Sarkozy, siguen subestimando el problema que tienen a pasos de la torre Eiffel y sólo ven la solución en los bombardeos en lejanos países.
Daesh va ganando la partida. Inicialmente no quería que huyera la población de Irak y de Siria, temía quedar como pez en una pecera sin agua, como una fácil presa, pero ahora también saca partido del éxodo provocado.
Ya son cerca de ocho millones los que habitan en la amplísima franja de territorio sirio e iraquí bajo su control
Los yihadistas amenazaron y condenaron siempre en sus publicaciones a los sirios que huyen de esa guerra que libran las tropas de Al Assad, Daesh y otras muchas milicias menores. Los califica de cobardes por no unirse a sus filas, por no estar orgullosos de vivir en el Califato y luchar para extender cada vez más sus fronteras, recuperar hasta el mismísimo Al Andalus.
Ya son cerca de ocho millones los que habitan en la amplísima franja de territorio sirio e iraquí bajo su control, ocupando más de un tercio del territorio de Siria y de Irak, el equivalente a la superficie de toda Jordania o el Reino Unido.
Daesh está haciendo saltar por los aires el Acuerdo Sykes-Picot que firmaron en 1916 Francia y Gran Bretaña para desmembrar el imperio otomano y repartirse con tiralíneas en mano el territorio en áreas administradas bajo su control.
Daesh no es Al Qaeda —compite con ella—, sabe la importancia que tiene contar con un territorio propio, es un imán que atrae a miles y miles de jóvenes del mundo musulmán y de Occidente. Supone un lugar físico de referencia, un lugar donde vivir y "trabajar" —con 800 dólares mensuales mínimo de salario para un soldado raso soltero, y mucho más si se es informático o experto en redes sociales y medios audiovisuales—; les ofrecen vivir según sus creencias; un lugar al que entrenados jóvenes muyaidines invitan vía Internet a viajar también a adolescentes y mujeres jóvenes de todo el mundo. No son una simple guerrilla, quieren que su nueva sociedad se estabilice y crezca, proyectan a largo plazo, están convencidos de que no podrán ser derrotados.
Las jóvenes que caen bajo su red y se radicalizan en meses, emprenden ingenuamente, ilusionadas, el viaje al nuevo país, al Califato, soñando con vivir sin las ataduras de sus familias junto a "valientes guerreros islámicos" y otras jóvenes como ellas provenientes de todo el mundo. Se les pinta un mundo ideal, después, la marcha atrás resulta casi imposible.
Daesh se crece cuando François Hollande dice que "Francia está en guerra"
Daesh sabe además que el conjunto de los civiles que quedan bajo su control en las ciudades que capturan son sus escudos humanos, su mejor protección. ¿Cómo puede EEUU y sus aliados bombardear a Daesh en una ciudad como Mosul, la segunda ciudad en importancia de Irak, bajo su control desde hace más de un año, si en ella viven más de dos millones de personas? Pueden atacar solo a sus tanques o vehículos militares cuando se desplazan a otras localidades para capturarlas, o determinados almacenes o sistemas de comunicación, o pueden atacar caravanas de camiones cisterna transportando petróleo que se dirigen hacia las fronteras turca o iraquí, pero con ello sólo matarán a conductores que no tienen una vinculación orgánica con Daesh, pero no pueden acabar con el grueso de los combatientes dispersos por toda la ciudad, implicados en numerosas actividades.
Ese contrabando de petróleo que les reporta más de 1,5 millones de dólares de beneficios diarios, se ha hecho toda la vida, ahora lo controla Daesh. Y lo hacen hacia Irak, un país con un gobierno al que paradójicamente combaten, que fue aupado por EEUU y sus aliados después de devastar el país durante doce años en una guerra ilegítima de la que fue cómplice el Gobierno del PP. O lo hacen hacia Turquía, nada menos que un poderoso miembro de la OTAN que intenta ingresar en la UE. Todos intentan beneficiarse del contrabando de petróleo, el negocio es el negocio.
Los cuatro Consejos que gobiernan el Califato encabezado por Abu Bakr al-Baghdadi han rediseñado las provincias de Irak y Siria; han dividido sus territorios en Provincias, y proyectan crear otras en Líbano, Palestina, Egipto, Libia, Mali, Nigeria, y en cuantas zonas haya fuerzas yihadistas poderosas que juren fidelidad y sumisión al califa Al-Baghdadi.
Su sueño declarado es ir uniendo todos esos territorios entre sí.
Los yihadistas han nombrado en cada una de esas Provincias a representantes militares y religiosos que rinden cuentas a un gobernador civil provincial. Con esa estructura controlan sus medios de comunicación, su vida económica, su producción agrícola e industrial, sus plantas petrolíferas, sus bancos, recaudan impuestos, imponen la sharia y su brutal patriarcado, son los dictadores locales.
Esta situación se repite en numerosas otras ciudades iraquíes y sirias que han caído en manos de Daesh, como la propia ciudad de Al-Raqqa, la "capital del Califato", con más de medio millón de habitantes antes de la guerra entre el área metropolitana y su periferia —posiblemente sólo 150.000 ahora—, y que es machacada día y noche por los cazabombarderos y drones franceses, estadounidenses, británicos, rusos y de otros países.
Los partes militares tanto del régimen de Al Assad como de las potencias que están bombardeando ahora Siria dan cuenta de miles de supuestas masivas bajas de muyaidines de Daesh, pero nunca cuentan a los civiles. ¿Cuántos son en realidad combatientes y cuántos civiles? En uno de los últimos partes dados a conocer por el Pentágono se habla de 25.000 bajas en las filas de Daesh solo durante 2014, pero esas cifras hacen recordar los partes de guerra que daba el Ejército estadounidense durante la guerra de Vietnam. En ellos se contabilizaba como vietcong en realidad a todos los vietnamitas muertos por los bombardeos, fueran milicianos o civiles.
Los dirigentes de la UE y de EEUU revitalizan así ese espíritu de George W. Bush de "la guerra del Bien contra el Mal" que algunos creyeron ilusamente superado tras la llegada de Obama al poder
En la página web del Pentágono se lee en estos días un recuento de los resultados alcanzados por EEUU y sus aliados desde que comenzaran sus ataques en Siria hace más de un año: allí se sostiene que hasta el 19 de noviembre "EEUU y la coalición han llevado a cabo un total de 8.239 ataques (5.432 en Irak y 2.857 en Siria), de los cuales EEUU ha realizado 6.471 y el resto de la coalición 1.818".
En el mismo artículo se informa que "desde el comienzo de las operaciones el 8 de agosto de 2014 se ha gastado 5.000 millones de dólares, a 11 millones de promedio diario durante los 450 días de operaciones". Si se analiza el gráfico que acompaña esa nota, se comprueba que, según el Pentágono, en los ataques a Daesh se han destruido o dañado 129 tanques, 356 HMMWV'S (vehículos ligeros todoterreno artillados, 676 campamentos, 4.517 edificaciones, 4.942 posiciones de combate, 260 infraestructuras petrolíferas y 5.195 objetivos varios. Esto suma un total de 16.075 objetivos, donde habrían muerto esos 25.000 yihadistas.
Pero en otras informaciones del Pentágono se reconoce que pueden seguir en activo en la zona otros 25.000 milicianos, más un número indefinido de yihadistas activos o potenciales en el extranjero. El Pentágono reconoce también que es un enemigo “muy sofisticado” contra el cual no valen estrategias militares convencionales.
Y Daesh se crece cuando François Hollande dice que "Francia está en guerra"; para los yihadistas supone reconocerlos como combatientes de otro Estado, del Califato, y eso vende. Se excitarán también cuando escuchan al primer ministro francés, Manuel Valls, decir que la respuesta a los atentados de París "será del mismo nivel", un "ojo por ojo", es ese precisamente su lenguaje. Es un reto a duelo y ellos ganan con ello, es entrar en su juego, como Osama bin Laden logró hacer entrar a George W.Bush y sus cómplices Tony Blair, José María Aznar y luego a muchos más.
Y entraron como elefantes en una cacharrería, destruyendo todo a su paso, devastando Afganistán, luego Irak, Libia y ahora Siria, ayudando a convertirlos en estados fallidos. Ahora se pretende atacar de nuevo a bombazos lo que es en gran medida producto de una política neocolonial nefasta que se mantiene desde hace décadas y décadas.
Los dirigentes de la UE y de EEUU revitalizan así ese espíritu de George W. Bush de "la guerra del Bien contra el Mal" que algunos creyeron ilusamente superado tras la llegada de Obama al poder.
Y lo hacen con un discurso tramposo, intentando ocultar a la opinión pública sus intereses en juego en Oriente Medio. Quieren ocultar su corresponsabilidad directa en el fracaso de la primavera árabe; su alianza con países represores como el israelí o el egipcio, que alimentan cada vez más el radicalismo islamista. Sus discursos demagógicos ocultan igualmente la paranoia que supone bombardear ahora a Daesh, mientras incluyen en la coalición a países como Arabia Saudí, Kuwait, Qatar o Turquía, que han financiado y ayudado durante años a que organizaciones como Al Qaeda o Daesh llegaran a ser los monstruos que son actualmente.
Grandes medios de comunicación ensalzan "la firmeza de Hollande", y jóvenes líderes de la nueva derecha como Albert Rivera piden más caña; el que se muestre más duro vende más
Pero el discurso de esos dirigentes vende, grandes medios de comunicación ensalzan "la firmeza de Hollande", y jóvenes líderes de la nueva derecha como Albert Rivera piden más caña; el que se muestre más duro vende más.
Rivera critica a Rajoy por no definirse y le reclama que mande incluso tropas a Siria. Sabe que eso vende fácilmente en momentos en que los ciudadanos están viendo al lado suyo los horrores de los atentados yihadistas en capitales europeas.
El líder de de Ciudadanos sabe bien que Bush contaba con el 51% de popularidad días antes del 11-S de 2001, y que después de anunciar su "Guerra contra el Terror" planetaria y por tiempo indefinido —cuyas consecuencias seguimos sufriendo hoy día— pasó al 91%. Sabe también que, en definitiva, hay precedentes en España de que barbaridades como esas no se pagan siempre electoralmente.
Y es que el PP no sólo no ha pagado todavía electoralmente de una forma rotunda el hecho de estar carcomido por la corrupción, sino que tampoco ha pagado realmente por el hecho de habernos metido de la mano del padrino de Rajoy en una guerra ilegítima que tan terribles consecuencias ha acarreado al mundo entero, y por meternos también cada vez más —con la complicidad del PSOE— en la estructura y las aventuras bélicas de la OTAN, ese gendarme mundial que con agenda autónoma y cada vez más distante de la agenda de los ciudadanos de sus Estados miembros.
*Roberto Montoya es periodista y escritor
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