santoalla
Actualizado:El perdón vive en una pequeña aldea casi deshabitada en la montaña de Valdeorras. Margo Pool (1953), la holandesa a la que Rodrigo Sorogoyen dedicó la película As Bestas, y en la que se inspira el personaje de Olga, vive una vida tranquila en Santoalla rodeada de animales y con la compañía de personas voluntarias de un programa de granjas ecológicas.
En Santoalla, una remota aldea de la comarca ourensana de Valdeorras, fue donde Margo Pool se instaló en 1997 con su marido Martin Verfondern para comenzar una nueva vida, hasta que el 19 de enero de 2010 él fue asesinado por Juan Carlos, el vecino de la única familia que vivía a la vez que ellos en la aldea, después de numerosas disputas por el monte comunal. Con todo, Margo nunca se marchó y fue capaz de perdonar a sus vecinos. Hoy es la única habitante del lugar, que, como ella misma afirma, es su hogar y su lugar de paz, donde vive con lo estrictamente necesario y en comunión con la naturaleza. Sin alterarse nada, con la placidez que la caracteriza, cuenta cómo, cuando llegó de pasar unos días en Países Bajos y descubrió que una compañía eléctrica había instalado unas farolas en su ausencia, decidió bajar los plomos: "No podía ver las estrellas".
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¿Cómo es un día normal en tu vida en Santoalla?
No hay días normales aquí [ríe]. Me levanto a las 8, les doy la comida a los animales, desayuno, ordeño las cabras, las suelto y, después, depende de lo que haya: decorar, limpiar la casa... Almuerzo con Rubén, mi ayudante con las tareas, recogemos las cabras hacia las seis de la tarde... Y ya. Solo bajo una vez a la semana a comprar, siempre a A Rúa, porque Petín solo tiene un pequeño supermercado. Y una vez cada dos semanas voy a un supermercado más grande en O Barco de Valdeorras.
¿No tienes un momento para ti?
Siempre encuentro un momento para mí. Cada día, después de ordeñar, tomamos un café, hago un rompecabezas japonés (una especie de sudoku), leo, veo alguna película… Ahora que está Rubén tengo más tiempo.
¿Cuántos animales tienes en total?
Tengo 43 cabras, tres perros, ujna yegua [Mysla], seis gallos, nueve gallinas… En realidad, ocho y media, porque el perro del vecino [Julio, el hermano del hombre que mató a Martin] atacó una, pero, por suerte, no la mató.
¿Por qué tantas cabras?
No tengo ni idea de cómo comenzó lo de las cabras [ríe]. Sí que teníamos claro que queríamos tener una casa con animales. Antes también teníamos cerdos, pero los cerdos pequeños no se vendían mucho y a mí no me gusta sacrificar animales. Y en una ocasión, cuando estaba en Holanda visitando a mi madre, me llamó una vecina diciendo que uno de los cerdos estaba suelto en su aldea, en Coruxais, al otro lado de la montaña, y molestaba.
¿Le pones nombre a todas?
Sí, a todas, porque todas las cabras son diferentes y tienen su carácter. No conozco muy bien las ovejas porque no las he tenido, pero pienso que son de otro modo, más parecidas entre sí.
¿Cómo era tu vida en Países Bajos?
Trabajaba en una oficina en una ciudad al norte de Ámsterdam y tuve la suerte de poder comprar allí una casa de madera, pero la Administración me vino a decir que no podía tener una casa de ese material y que tenía que tirarlo todo. Martin también tenía una casa, por lo que decidimos vender y, con el dinero que ganamos, pudimos viajar durante dos años en furgoneta por casi toda Europa y Argentina.
¿Dos años viajando y sin trabajar?
Sí. Mucha gente, cuando se lo cuento, me dice "¡yo también quiero hacerlo!", y yo les digo que por qué no lo hacen, pero siempre tienen este problema o este otro, o los niños… Pero yo tengo una amiga que viajó con dos niños pequeños en una autocaravana. Pienso que, si quieres, es posible.
"Pudimos viajar durante dos años en furgoneta por casi toda Europa y Argentina"
¿Y cómo lo tomaron vuestras familias?
Nos dijeron que teníamos razón. Mis padres también habían viajado por Europa, ellos ya sabían lo que era y por ese motivo no nos pusieron ningún problema.
Cuando Martin y tú llegasteis aquí, ¿teníais en mente un sitio así para vivir?
Nuestra idea era tener una casa con más terreno alrededor, pero la verdad es que este sitio es precioso, muy, muy bonito.
Santoalla no es un lugar fácil de encontrar. Tuvísteis que inspeccionar mucho por la zona.
Descubrimos el camino que lleva hasta Santoalla y fuimos a ver a dónde conducía. Fuimos subiendo y subiendo y, de pronto, miramos abajo y allí estaba. Hablamos con los vecinos y fueron muy amables; Manolo, el hombre, no tanto, pero Jovita sí, y nos invitó a comer con ellos. Les pedimos permiso para dormir en un descampado y nos dejaron sin ningún problema. Les preguntamos se conocían alguien que vendiera y nos dijeron que preguntarían, pero que teníamos que volver en unas semanas. Entonces fuimos al norte de Portugal y, al volver, ya nos dijeron que tenían un amigo que quería vender. Y aquí estoy.
¿Dirías que estás sola en Santoalla?
Estoy sola, pero no me siento sola. A mí me encanta. Viene gente, especialmente ahora, después del estreno de As Bestas, y paran unos cinco minutos para hacerse fotos conmigo. Tienen curiosidad. Y, a veces, vienen amigos de Países Bajos o de otros lugares, pero no con tanta frecuencia, claro.
¿Vas mucho a Países Bajos?
Antes sí, cuando vivía mi madre, pero ahora hace dos años que murió y no tengo nada que hacer allí. Tengo aún familia, pero no próxima. Mis hermanos y mis padres fallecieron. Santoalla es donde vivo y donde quiero estar. Ahora voy unos días a Portugal con una amiga, y es la primera vez en dos años que viajo, pero Santoalla es mi lugar.
A mucha gente le llama la atención ver en el documental 'Santoalla' la buena relación que existía al principio entre vosotros y vuestros vecinos y cómo después las cosas se torcieron.
Sobre eso, yo pienso que todos somos humanos y todos somos difíciles.
"Todos somos humanos y todos somos difíciles"
¿Los problemas comenzaron por vuestro afán por darle más posibilidades a la aldea?
No creo que fuera así. La manera que Martin tenía de construir las cosas en la casa no era a manera de antes. Él quería arreglar un muro que tenemos enfrente, donde tenemos las caravanas para quien nos visita, y el vecino nos dijo que no, que ese terreno era suyo. Nosotros solo queríamos hacer las cosas mejor, pero poco a poco todo fue cambiando.
Actualmente eres la vicepresidenta del monte comunal, y el presidente es Julio, el hermano del homicida y que está en prisión. ¿Qué opinas de todas las parcelas de tierra abandonadas de Santoalla?
El problema es que no hacen nada con ellas. Les pertenecen, pero no quieren vender, ni alquilar, ni arreglarlas. Es una pena, porque poco a poco va cayendo todo. Aunque, por otro lado, para mí, mejor: menos gente, menos problemas. Especialmente teniendo cabras: cuando hay gente y huertas, las huertas y las cabras no son una buena combinación. Tienes que cerrar muy bien porque, si no, entran y se comen todo. Aquí hay unos 35 kilómetros cuadrados donde pueden comer, pero no, las cabras van a la huerta del vecino. Ellas son así.
Este 2023 haces 70 años. Cuando piensas en el futuro, ¿cómo ves tu vida?
En esta casa, con la ayuda de las personas que vienen a trabajar la tierra y con los animales a cambio de hospedaje. La idea surgió a partir de 2006, cuando comenzaron a venir personas voluntarias. Un joven, Javi, estuvo aquí unos tres años y la cosa fue creciendo. Ahora está Rubén. Se llama WWoofing, que viene de la organización WWOOF [acrónimo de Oportunidades en el Mundo en Granjas Ecológicas], a la que estoy suscrita. Es muy interesante porque vienen personas de todo el mundo ["de 90 países", apunta Rubén]. Eso sí: a partir de ahora tendré menos animales.
Se habla mucho del futuro del rural, de la despoblación y de lo que hay que hacer para evitarlo. Este tipo de iniciativas, sin embargo, no son tan conocidas.
Es que yo puedo sobrevivir aquí porque tengo mi pensión, pero no puedo vivir solo de las cabras. Este voluntariado de intercambio es una solución muy buena.
Llama la atención tu capacidad de seguir adelante después del asesinato de Martin. Tú perdonaste, pero no todo el mundo es capaz de hacerlo.
Pienso que por ese motivo el mundo está tan mal. Yo pensé en qué haría yo en la misma situación que ellos. Carlos, que tiene una discapacidad intelectual, seguramente oyó muchas veces de su familia, especialmente de su padre, "alguien tiene que matar ese holandés", y un día decidió hacer lo que hizo. Y, pensando en el caso de Julio, que siempre estaba cuidando de su hermano, quizás yo también le encubriría.
En el tiempo que pasó desde la desaparición de Martin hasta que encontraron su cuerpo, tú ya intuías lo que había pasado. ¿Te encontrabas mucho con los vecinos?
No, en los primeros años casi nada. Pasaban cerca, pero no hablábamos. Y con Carlos cruzaba muy pocas palabras.
Antes era Jovita quien tenía las llaves de la iglesia de la aldea, ahora las tienes tú. El templo está en muy malas condiciones. ¿Hay alguna iniciativa para arreglarlo?
El cura quiere cerrarla, y es una pena porque, aunque está mal, sigue siendo bonita. Pero arreglarla es demasiado caro. La hermana de una amiga, que vivió muchos años en Inglaterra, me dio 20 euros para repararla. Aún los tengo [ríe]. Si contribuyera mucha gente podría arreglarse. Ahora aún se puede entrar, pero es peligroso. Un día se va a derrumbar.
¿Cuándo supiste por primera vez que querían hacer una película sobre lo que pasó?
Cuando lo supe ya la estaban haciendo. Me mandaron un mensaje muy amable para contármelo y me pareció bien. Yo no sabía cómo sería ni como quedaría.
¿Te daba miedo que enfocaran la película de una manera con el que no estuvieras de acuerdo?
No, la verdad es que la película era algo que quedaba muy lejos para mí. Tenía muchas otras cosas en cabeza. También supe que un hombre había escrito un libro, y otra persona en América del Sur… No sé cuanta gente escribió o creó inspirándose en lo que pasó en Santoalla, y no lo entiendo, porque hay muchas personas que mueren en circunstancias muy raras.
Quizás tiene que ver que tú decidiste quedarte y seguir adelante con tu vida.
Puede ser.
El director, Rodrigo Sorogoyen, te llevó la película a tu casa. ¿Qué pensaste al verla?
Me gustó, pero para mí es una película. Claro que reconocí algunas cosas en algunos momentos, pero es ficción.
Y te dedicó la película.
Sí. En el momento que lo vi, dije: "¡Ooooooh!" [ríe]. Ahora mantenemos el contacto de vez en cuando, pero está muy ocupado, como es lógico.
¿Te has sentido agobiada últimamente por el éxito de 'As bestas'?
Cuando vienen tres o cuatro grupos de gente en un día, sí. Pero yo sé que vienen aquí por un motivo, y son tan amables…
¿Crees que, en general, hay cierta romantización del mundo rural?
Pienso que sí. Hay que trabajar mucho y no se pueden tener reticencias con la suciedad, el barro, la lluvia… Pero, si no tienes ningún problema con eso, es una vida muy buena.
"Estoy satisfecha, tengo la vida que quiero vivir"
Para algunas personas, volver al rural es visto como un retraso.
Para mí es todo lo contrario, pero también entiendo que no es posible para todo el mundo, que hay que ganarse la vida y que no todos pueden hacerlo en una aldea. Hay gente que quiere vivir en la ciudad y gente que quiere vivir en la aldea, y me parece bien. Yo no quiero que venga todo el mundo a Santoalla, pero sí creo que debería existir la posibilidad para más gente de vivir en el rural porque es mucho más sano. Muchas personas que vienen aquí dicen que sienten mucha más tranquilidad, que se relajan, que duermen mejor… Y es cierto.
Pasado todo este tiempo, y obviando – si es que eso es posible – lo que pasó, ¿dirías que se cumplió la idea de vida que Martin y tú imaginabais?
Sí, estoy satisfecha y contenta. Más o menos, tengo la vida que quiero vivir.
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