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Desde el fondo de los espejos: Mendez Ferrín habla de Urbano Lugrís, el pintor suerrealista del mar

El escritor gallego rememora la figura del pintor surrealista cuando se cumplen cincuenta años de su muerte.

16/1/24 'Galicia, 1953', de Urbano Lugrís.
'Galicia, 1953', de Urbano Lugrís. Colección Abanca

Al lado del Hospital Nicolás Peña, en Vigo, se siente un susurro grave por entre el tráfico rodado y los camelios sin flor, como la tuba se hace sentir en la sinfónica. Aquí murió Urbano Lugrís en la navidad de 1973. Valentín Paz Andrade, en carta a Luís Seoane, detalla:

"El pobre Lugrís se derrumbó de un día para otro. Su genio personal, desordenado y sin línea firme ni siquiera frente la vida, venía enmascarando la gravedad de sus dolencias. Mayormente del corazón, que dejó de latir cuando parecía volver a hacerlo. Le costó trabajo a Patiño, el de Librouro, internarlo en el hospital, pues se sintió agudamente dolorido en la calle, cuando trepaba la cuesta que de la rúa do Príncipe lleva a la librería. Esos días, sin saber que se encontraba enfermo, y como otros años, andábamos Alfonso y yo a la búsqueda del pobre amigo para no dejar que pasara solo la Nochebuena. No pudimos sino acompañarlo en el camposanto, pues ya se lo habían llevado al depósito de cadáveres".

Para descifrar ese lejano murmullo citamos a Xosé Luis Méndez Ferrín frente al Nicolás Peña, en La Llave de Oro que para todo quisque es A Chave de Ouro, café-confesionario. Al pedirle una impresión de la vida de Lugrís, como abstract para artículos científicos, resume: "No sé si fue cierta o una fabulación".

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La cantidad de anécdotas que pueblan la trayectoria del pintor vuelve su biografía inverosímil. He aquí el andar bohemio, en estado puro, de una mente portentosa pera a cultura del país.

Con sus casi 90 robles de vida, Ferrín lo recuerda con lucidez: "Era cauteloso en general. Pero con determinada gente hablaba como si fuera uno de los nuestros".

A pesar de ese cuerpo de farallón, con garganta ronca de las furnas de Ons, Lugrís se medía a la hora de hablar en serio porque de carallada no tenía fin: "Le gustaba mucho, porque era un barallán y un argallante de bromas pesadas, de decirle la alguna gente: '¿Te acuerdas de aquella poesía de Góngora?' Y meterle una de Camões. Y el otro decía: 'Sí, sí, la conozco', y tras la descubierta, los hacía enrojecer".

16/1 ¡/24 Urbano Lugrís (segundo por la derecha, de pie), con Antón Villar Ponte (tercero por la izquierda), Castelao (sentado, a su derecha, Manuel Lugrís, padre del pintor) en una conferencia organizada por el Ateneo Santa Lucía de A Coruña, y celebrada
Urbano Lugrís (segundo por la derecha, de pie), con Antón Villar Ponte (tercero por la izquierda), Castelao (sentado, a su derecha, Manuel Lugrís, padre del pintor) en una conferencia organizada por el Ateneo Santa Lucía de A Coruña, y celebrada en el Salón Doré. Real Academia Galega.

La mastodóntica formación cultural de Lugrís es indescriptible. Era un catarata de erudición difícil de acompañar. En parte porque la recibió desde la niñez, en ese primer estado latente de la conciencia donde todo se va posando sin enterarnos, como el roció se filtra en la piel en los días de otoño.

 "Del padre aprende los poemas gallegos y portugueses que sabía de memoria: '¡Sé todas las poesías del mundo!'"

La cultura se respiraba en la casa natal. Una cultura nada habitual en la Galicia de inicios del XX pues más allá de clásicos grecorromanos o hispánicos de períodos áuricos, Lugrís leía letras gallegas: "Del padre aprende una buena cantidad de los poemas gallegos y portugueses que tenía en la memoria. A veces se emborrachaba y decía: 'Sé todas las poesías del mundo!’'. Y las sabía porque tenía una memoria prodigiosa. La poesía gallega la conocía debido a una gran biblioteca que tenía a mano. ¿Quién cita hoy a los hermanos De la Iglesia, quién sabe poesías de los hermanos Camino?".

Lleva razón, no solo porque hoy casi que nadie recuerda a estos rexurdimentistas sino porque tampoco es práctica habitual la memorización lírica.

El padre, el viejo Lugrís Freire, se forjó entre el pulso laboral y el cultivo intelectual. Con veinte años emigró a Cuba para que le explotara allí en el pecho el sentimiento patriótico: "El padre fue un gran nacionalista, de los primeros, que persistió toda su vida", subraya Ferrín cargando el tono.

16/1/ 24 Purificación González Varela, madre de Urbano Lugrís
Purificación González Varela, madre de Urbano Lugrís,.y abajo, con un hijo. Fotos del archivo familiar. Aarchivo familia Lugrís

En Cuba, Lugrís el Viejo fundó el primer periódico de América íntegro en gallego: A Gaita Galega (1885-89). Cuando retorna a su tierra traía consigo la amistad de Curros Enríquez y en A Coruña la atadura con Manuel Murguía en el conciliábulo de la Cova Céltica. A partir de entonces se mete en toda intervención a favor del país: Liga Galega, Real Academia Galega, Solidaridad Galega, Irmandades da Fala, A Nosa Terra, Partido Galleguista…

"Es el enlace con la gente de la Xeración Nós", remarca Ferrín, a la vista de esta hoja de servicios complementada con la obra literaria.

Si la rama paterna acarreaba este lote, por la materna llegaría el mundo de la pintura y la música. Su madre, Purificación González Varela, había estudiado con Canuto Berea y tocaba el piano con gran sensibilidad: «De la madre solo sé que fue una gran pianista. Debió tener una influencia sobre los conocimientos musicales de Lugrís. En la conversación parecían ser extensos".

Al hermano de Pura, Urbano González, se le debe el nombre de Lugrís hijo, y a lo mejor, la impronta pictórica de su tío, que se había formado entre La Habana, Nueva York y Madrid.

Un rapaciño entra en el bar. La madre saluda a Ferrín ("¿Qué tal, profe?") al tiempo que tira de la chaqueta pera que el hijo sea cortés, con escaso éxito. "Déjalo. Él anda volando. ¡Hace bien!", resuelve el maestro.

16/1/24 'Anticuario del puerto', de Urbano Lugrís.
'Anticuario del puerto'', de Urbano Lugrís. Archivo familia Lugrís,. / Colección Abanca

Urbano Lugrís, como dijimos, se instruyó entre letras, partituras y pinceles. Pero debía ser otro pajarito que vuela, como lo fue de adulto. "Un día nos dijo que de niño habían encontrado el mandil de masón del padre, de Lugrís Freire. Y se habían puesto a jugar a la masonería entre varios chicos". ¡Qué centellas dirían vestidos con las túnicas!

Ahora bien, Lugrís el Viejo ejercía la docencia ideológica al rojo dócil. "El padre tuvo influencia política. El republicanismo y el nacionalismo estaban en el fondo real de Lugrís".

Una posición que salta a la vista a través de sus cuadros: "Esto se nota en la pintura surrealista, en la aplicación que él hace de las imágenes oníricas. Hay un homenaje permanente a las leyendas y al liberalismo. Por ejemplo, la presencia constante de Jules Verne porque es la presencia de un radical, de un revolucionario republicano bretón».

16/1/24 Purificación González Varela, madre de Urbano Lugrís, con uno de sus hijos.
Purificación González Varela, madre de Urbano Lugrís, con uno de sus hijos. Archivo familia Lugrís

Bien que se nota que Verne burbujea en las fantasías creadas bajo los mares por Lugrís. De este compromiso, a través de los símbolos presentes en la pintura, me ha hablado Carlos L. Bernárdez. Por ejemplo en la obra O Berbés (1943), una de las más queridas por nosotros, introduce a Martín Códax con su peso lingüístico e histórico. No fue un caso aislado. Tras dejar los estudios de Peritaje Mercantil, Lugrís el Joven tira para Madrid.

Allí pasa por la cárcel monárquica con motivo de los sucesos de Galán y Hernández, en diciembre de 1930. Pero la República llegaría y el chico conectaría enseguida con la red cultural. Con Lorca engarza en las Misiones Pedagógicas. Dibuja, pinta decorados, imita voces. A caballo entre Galicia y Madrid nace la amistad con artistas como Álvaro Cebreiro o Luís Seoane, al otro lado de la ristra de personalidades vinculadas a la familia.

Esta etapa de su vida la silenció tras la guerra: "Presumía muy poco de eso, pero era cierto que participó en Misiones Pedagógicas. Lugrís no presumía ni hablaba de esto, ni de Lorca, por lo menos conmigo". Pero sí reconocía la amistad con el autor del Pinocho español, un tebeo que el propio Ferrín recuerda en su infancia con el título Pinocho y Chapete, que firmaba Bartolozzi para la editorial Calleja, como precisa el hombre que delante de mí vuela por segundos a su infancia:"«Con Salvador Bartolozzi aprendió a diseñar los títeres".

La maldita guerra y Franco

La guerra lo cambió todo. Cono hoy cambia la orografía de Palestina. Lugrís el Nuevo combatió en las filas del bando franquista, bajo fuerza mayor; su hermano Secundino (boticario) se enroló en el V Regimiento del Ejército de la República, bajo mando del Enrique Líster que le espetó a Hemingway: "Es verdad, no soy español; soy gallego".

En la calle de San Andrés, en A Coruña, que antaño se llamó Faro de acuerdo a la sólida tesis expuesta por Gonzalo Navaza, padre y madre padecían en el exilio interior el triunfo del fascismo.

Por lo visto el viejo Lugrís, preso de una fuerte depresión hasta morir en 1940, le había pedido a Pura que no tocara más al piano A Negra Sombra, imagen ahora reconvertida en el sentido dado por Luís Pimentel en el conocido poema Cunetas.

16/1/24 Foto Lugrís, con Laxeiro, compañero de arte y de vinos.
Lugrís, con Laxeiro, compañero de arte y de vinos. Archivo familia Foto Lugrís.

El fin de la guerra lo resituó, no exento de críticas de quienes combatían contra el fascismo, en un circuito próximo a los vencedores. Ferrín, por el contrario, aclara que "él era un hombre leal a la tierra, a la patria, a la República. Pero había tenido unas veleidades, no ideológicas, con el régimen, con encargos que le habían hecho: la Casa do Mar de Malpica, el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid…". Porque Lugrís se volvió un pintor en boga a causa del gusto público que había mostrado el Generalísimo.

Una de las anécdotas más conocidas aconteció en la Casa do Pescador de Malpica: "A mí me reconoció que había sido cierto que en la inauguración había pedido prestada una camisa azul y había un tipo muy alto, un marinero muy ancho, que le prestó la suya. Dijo Franco: '¿Quién es él autor?'. Y le llevaron a Lugrís ya vestido con la camisa. '¿Cómo te llamas?'. 'Urbano Lugrís'. '¿No serás de Ferrol?' De cerca del Ferrol de su excelencia'. Y Franco se rió». De ese 1956 quedaron fijados en las paredes para siempre seis murales, con leyendas escritas en gallego, y dos trípticos de calidad sublime.

A Franco le gustaba la pintura de Lugrís. Tanto que le pidió decorar el Azor. Por eso se definía como un "pintor de camarote". El gusto público del gerifalte lo disparó a la fama: "Fue un artista de moda, hacía muchos murales en restaurantes y bares. Se hizo muy famoso".

A su vez, empresarios afines al franquismo solicitaron su mano: "El régimen lo llamaba mucho. Como había la consigna de que le gustaba a Franco, todo los días iban a por Lugrís. Los armadores de la Trasantlántica, por ejemplo, el Montserrat. Hay una película española cómica, ¡¡Polizón a bordo!!, en la que se ven los comedores decorados por Lugrís". Un film basado en la experiencia de su productor, el vigués Cesáreo González, dueño de la productora Suevia Films.

Volver a Vigo

Otra de las obras más admiradas retrata, en un formato de semicírculo alargadísimo, la ciudad de Vigo. En origen adornaba una pared del Hotel Moderno, diseño de Paciewiz sito en la Porta do Sol. "En mi generación le llamaban el Gran Hotel. Pintó allí una línea en la pared del restaurante que había en el último piso", indica Ferrín.

El edificio lo había comprado en 1947 el citado Cesáreo. Lo sometió la una remodelación que seis años después abrió al público. En aquel mes de julio del 53, con la asistencia de famosetes de Madrid, Lugrís recibía enhorabuenas por los murales que dotaban de personalidad al nuevo establecimiento.

16/1/24 'Serpiente Marina?, de Urbano Lugrís.
'Serpiente Marina?, de Urbano Lugrís. Coleccion Abanca

No fue el único mural que dejó en Vigo. Para Ferrín "lo interesante era que en un local que se llamaba Grímpola hizo un mural, no sé si está perdido, que es uno de sus grandes murales surrealistas". La sala de fiestas Grímpola, bandera náutica, se situaba en los bajos del Gran Hotel, esquina calle Carral.

Urbano se casó en 1941 en Burgos con Paula Vadillo. "La vida de casado la empezó en Vigo", comenta Ferrín, y aquí nacería su hijo Urbano, continuador de la línea pictórica del padre.

"Después, cuando quedó viudo, volvió y aquí murió –continúa–. Antón Patiño se erigió en su protector. Le proporcionaba trabajos y le daba dinero. Hacía collages, muy buenos, pero ya pintaba poco".

La causa de este descenso productivo se debió a la muerte de Paula, la compañera de su vida, en 1963. Prácticamente se enterró en vida. En este particular huis clos pintó Puerta castellana (1963) como una confesión pública de su estado de ánimo.

Pero antes habían vivido juntos el reconocimiento social de su pintura. El Casino de Vigo había acogido en 1946 y en el 48, dos exposiciones con enorme éxito. El Pueblo Gallego, en el que trabajó a comienzos de la década de los 40, informaba de la cantidad de gente que las visitaron.

El circuito vigués

En el Vigo de los 60-70 la gente paraba por tascas o salones de fiesta de todo tipo. Además del Grímpola, por Policarpo Sanz estaba el Suevia, cerca de las Avenidas el Fontoira y por García Olloqui, el Brasil. Mas en el meollo urbano se distribuían los lugares de chiquitas, los lugares de ir de vinos.

16/1/24 Lugrís (sentado de espaldas a la ventana) con unos vecinos de Malpica en la época en que pintó la Casa del Pescador de la villa.
Lugrís (sentado de espaldas a la ventana) con unos vecinos de Malpica en la época en que pintó la Casa del Pescador de la villa. Archivo familia Lugrís.

"Con la gente de mi generación se abría mucho. Él aquí paraba en el Elixio, en el Cotorro, en la Viúda… En su mesa siempre había gente. Dibujaba en el mármol". Una mujer, que había trabajado de camarera, rememoraba a el montón de servilletas tiradas a la basura con apuntes de sirenas, barcos o monstruos marinos.

Lugrís fijó su residencia en Vigo tras la muerte de Paula. Pero los amigos habían cambiado. Si antes compartía tertulias con José María Castroviejo o Álvaro Cunqueiro ponía unos versos en gallego en la trasera de la excepcional tabla Tríptico de San Gonzalo, donde un trisquel de los Ultreya irradia un mensaje de resistencia y memoria; ahora, la conversación con ellos era «a distancia» (dice Ferrín) priorizando los jóvenes.

"Siempre buscó andar con la gente joven. Aquí en Vigo, con nosotros: Lodeiro, Miguel, yo… En A Coruña con Reimundo Patiño, Antón Avilés de Taramancos, Alexandre Cribeiro que estaba haciendo allí el servicio militar… Él se daba cuenta enseguida con quien se sentía a gusto".

16/1/24 'Reflejo ilusionado de un amigo', de Urbano Lugrís.
'Reflejo ilusionado de un amigo', de Urbano Lugrís. Colección Abanca

La camaradería con Avilés de Taramancos perduró siempre: "Tu mejor amigo", le escribió el poeta en carta publicada en La Noche (1961). ¿Quién no reconoce la famosa fotografía de ganchete por la Coruña adelante? "Tenían una amistad bárbara unidos por el odio, más bien literario, a González Garcés. Era por coñear, no les gustaba nada su poesía", puntualiza Ferrín entre finas risas.

La caótica vida de Lugrís entorpeció su actividad creativa. En el año 65, en el Foto Club de Vigo, expuso dibujos y poca cosa más. Con motivo de este evento, Juan Ramón Díaz lo entrevista para Faro de Vigo: "'¿Qué pinta?' 'Realmente mis más puras resonancias infantiles; el mar, que fue la constante de mi vida'".

Para encontrar los distintos rostros del océano viajaba "muchísimo a Baiona y a Cangas. Sobre todo a Baiona, por el mar, el castillo, las olas… Era muy de Lugrís", apunta Ferrín.

El propio pintor, en otra entrevista, lo confiesa: "Hago apuntes, doy paseos por el litoral y después los transformo a mi manera. Pinto momentos espirituales, sueños, leyendas".

En Vigo le gustaba parar, según he oído, en la iglesia de Bouzas, por una talla de San Telmo que le volvía loco. En alguna de esas aprovechaba para vacilar a los sacerdotes: "Se metía con los curas; yo nunca se lo vi, pero decían eso. Era especialista", comenta al le recordar aquella jugada de chillar dirigiéndose a los sacerdotes: "¡Papá! ¡Papá!".

Una mujer que  trabajó en el Elixio recuerda el montón de servilletas tiradas con apuntes de sirenas, barcos o monstruos marinos

Durante la conversación, la boca de Ferrín parece inflamarse de alegría: "Es complicado saber qué partes de su vida son reales. No lo sé, y lo traté. Yo era de los tipos a los que menos trolas le metía. A Lodeiro y a mí o a otros que teníamos esa suerte de caerle bien".

Porque Lugrís jugaba con el conocimiento propio y el desconocimiento ajeno: "Acostumbraba a hacer que hablaba griego y otras lenguas, ruso… Supongo que esto lo hacía delante de quien pensaba que no tenía idea de griego o ruso. Yo no sé ninguna de ellas, pero sé cuando un tío está falsificando lenguas".

Uno de los amigos de vino y arte fue Laxeiro. Dos colegas amigados por tantos aspectos en común. "Tuvo una relación fraternal con Laxeiro. Pero como por entonces los dos bebían mucho, a veces andaban a hostias y terminaban yendo a que los cosiese Darío Álvarez Blázquez. Y luego se amigaban de nuevo", sin saber cuándo sería la próxima visita a la clínica que el doctor tenía en Marqués de Valladares.

16/1/24 'Leyenda marina', de Urbano Lugrís.
'Leyenda marina', de Urbano Lugrís. Colección Abanca

También hubo ratos para el compromiso. A la pregunta de un periodista de que por qué sentía satisfacción con el éxito de su obra respondía: "Ante todo y sobre todo como gallego, pensando en que cada uno, con su esfuerzo y con sus valores humanos, debemos dar lo mejor que tenemos para nuestra tierra gallega". Nuestra tierra vivida desde el interior a su manera.

"Cuando supo que se le estaba haciendo un homenaje a Celso Emilio Ferreiro, con quien no tenía ni había tenido un trato especial, se acercó a mí y me dijo si queríamos un pergamino hecho por él. Los organizadores estaban en Ourense, Luís Soto y Amadeo Varela, y no mostraron especial interés y quedó la cosa así. Pero la salida de él fue ofrecerse".

Se refiere, como es sabido, al homenaje en el Hotel Roma de Ourense en el contexto de los conflictos de Castrelo de Miño (1966) con una UPG naciente.

Lugrís en las letras

Entre los primeros homenajes públicos a Manoel Antonio, en pleno franquismo, está un poema que Lugrís le dedicó en la revista Atlántida. "Ya me acuerdo de ese poema. Extraordinario. Está en castellano pero siempre con una motivación nacionalista", nos dicen un Ferrín perseguidor de la obra literaria del autor de De catro a catro.

"Así como llegó a la cumbre, quedó en la miseria. Murió en la pobreza"

Ferrín, uno de los grandes poetas de la literatura gallega acumula alabanzas hacia la lírica del pintor: "Tenía una clara faceta poética. Pero el aspecto literario era secundario para él. Era buen lector, pero no se consideró escritor, creo yo".

Su creación estuvo dispersa durante años hasta que Alvarellos Editora, en edición a cargo de Olivia Rodríguez (hija de Mariano Tudela), reunió en dos volúmenes sus textos en gallego y castellano. El maestro nos vuelve a citar otro ejemplo: "La balada del puerto de Os está muy bien, un poema del mejor surrealismo que he leído". Por eso se nos torna inevitable llamar a su lectura y recuperación.

Caída en vertical

Los últimos años fueron un declive. Dibujaba o hacía collages pero apenas pintaba. Antón Patiño, de Librouro, miró por él. Le encargó alguna obra y le gestionó parte de la vida cotidiana. En el alto de la librería se conserva un magnífico óleo acompañado de libros y más libros. Una capillita en memoria de Lugrís.

El pintor dejó la vida pública. "Le habían ofrecido hacer exposiciones, pero no. Yo participé en conspiraciones para que expusiera. Pero no quería, le daba reparo. Él en el trato era tímido, en el fondo". El decrecer de las mareas le arrastraba hacia los bajos de la vida.

A pesar de todo, sostenía viejas amistades. Un caso singular es Luís Seoane, a quién le dedica un soneto en gallego con motivo de su exposición en A Coruña en el año 1963.

16/1/24 Esquela de Lugrís.
Esquela de Lugrís. Archivo familia Lugrís.

Ferrín también recuerda el encuentro de este par de artistas en Vigo: "Mira si era leal que cuando vino Luís Seoane a hacer una pequeña exposición en Vigo, creo que sólo era de dibujos muy de Seoane, y Lugrís estaba allí. Se fue a presentar y se fundieron en un abrazo". Se refiere a la expo en la Galería Roizara (actual calle Elduayen) de 1970-71 con siete cuadros y catorce grabados.

"Se hizo muy famoso. Pero así como llegó a esa cumbre, quedó en la miseria. Murió en la pobreza. Estaba aquí –señalando con el dedo ese otro lado de la calle– como acogido en el Nicolás Peña. Él tenía un pisito cerca del Elixio. Pero lo que ganaba, se le iba. No hizo ningún capital".

Un reducido grupo de amigos lo acompañó en el sepelio en Pereiró. La esquela en la prensa salió en lengua gallega y corría el año 1973.
Hoy, cada poco, aparece un ancla pintada en la lápida de Lugrís. Admiradores anónimos que supieron comprender ese murmullo, ese hablar bajo y ronco, que se siente en la Avenida de las Camelias al lado del Hospital Nicolás Peña frente al bar A Chave de Ouro donde Ferrín nos contó todo esto, y más.

Allí pasa por la cadena monárquica con motivo de los sucesos de Galán y Hernández, en diciembre de 1930. Pero la República llegaría y el chico conectaría enseguida con la red cultural. Con Lorca engarza en las Misiones Pedagógicas. Dibuja, pinta decorados, imita voces. A caballo entre Galicia y Madrid nace la amistad con artistas como Álvaro Cebreiro o Luís Seoane, al otro lado de la ristra de personalidades vinculadas a la familia.

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