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Zelenski pide más a la OTAN

Los aliados se dividen sobre el calendario de adhesión de Ucrania ante un presidente Zelenski que, insatisfecho, amaga con no acudir a la cumbre de Vilna.

El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, durante una conferencia de prensa conjunta con el jefe de la OTAN en Kiev, a 20 de abril de 2023.
El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, durante una conferencia de prensa conjunta con el jefe de la OTAN en Kiev, a 20 de abril de 2023. Dimitar Dilkoff / AFP

El triple equilibrio para la OTAN es (casi) imposible. No pillarse los dedos con un calendario de adhesión de Ucrania cerrado y fijo. No generar frustración en Kiev. Y no enviar un mensaje demasiado laxo que puede entenderse en el Kremlin como una debilidad o una falta de compromiso de la OTAN con Ucrania. Las garantías de seguridad al país que dirige Volodimir Zelenski serán la cuestión más importante que los 31 aliados tratarán en la cumbre de Vilna dentro de un mes. Y las capitales llegan con posiciones muy diferentes al respecto.

La Alianza Atlántica abrió por primera vez su puerta a la entrada de Ucrania en la Declaración de Bucarest de 2008. Seis años después llegó la anexión ilegal de Crimea. Y en 2022 fue la invasión total de Rusia a su vecino. Durante todo este tiempo, el progreso de Kiev hacia los cuarteles generales en términos estrictamente de membresía ha sido nulo. Y Zelenski quiere cambiar esa tendencia.

El ucraniano reclama celeridad y claridad. Poco después del inicio de la guerra, hace ahora 16 meses, apeló por una adhesión exprés. Y con este objetivo quiere arañar de la cumbre en Lituania una invitación oficial de entrada. Este escenario está descartado ya en Bruselas. Con semejante telón de fondo, amaga con no asistir a la cita. "Si no recibimos una señal clara en Vilna [de adhesión], no veo el sentido de que Ucrania esté en esta cumbre. Entendemos que no seremos parte de la OTAN mientras dure la guerra. Pero, ¿cuántas vidas ucranianas hacen falta para una frase en la declaración de Vilna?", aseguraba en una entrevista realizada con The Wall Street Journal a comienzos de este mes. Fuentes aliadas confirman que a día de hoy su asistencia no está confirmada.

A un mes del encuentro de los 31 líderes de la Alianza, sus delegaciones continúan trabajando en acordar los términos de la declaración final. Es el wording, donde una palabra, un verbo o una coma se consensúa y defiende con precisión quirúrgica. Estados Unidos o Alemania abogan por la cautela. Sería un lenguaje más del tipo "nos comprometemos a considerar la invitación una vez termine la guerra". España apuesta por un salto cualitativo que marque diferencia con lo señalado en 2008. Francia ha pedido establecer un camino claro. Los países del este continúan sacando los dientes para apuntalar una fecha clara. Y Hungría muestra siempre que tiene ocasión su poco apetito a la incorporación ucraniana.

El mensaje de la OTAN durante estos meses no ha cambiado: Ucrania será miembro en el futuro, pero bajo ningún concepto lo hará en medio de las bombas. "Debemos garantizar que al final del conflicto existan parámetros creíbles que garanticen la seguridad de Ucrania para evitar que la historia se repita", ha asegurado Jens Stoltenberg, secretario general, en una rueda de prensa.

El mensaje de la OTAN no cambia: Ucrania será miembro en el futuro, pero no bajo las bombas

Con la invitación de entrada fuera de la mesa, la OTAN se está centrando en cerrar un robusto paquete de asistencia financiera bajo un Plan Multianual de apoyo que estaría destinado a renovar sus fuerzas armadas, financiar el material no letal, preparar sus líneas de defensa en el medio y largo plazo y acercar sus equipos e infraestructuras a los estándares OTAN.

Las cifras y su origen están todavía bajo discusión. Se habla de unos 500 millones de euros anuales. Pero falta establecer la procedencia de esta bazuca monetaria, que podría provenir del presupuesto OTAN, de compromisos nacionales o de un fondo financiero.

Entretanto, algunos países estudian crear garantías de seguridad redoblando el respaldo político, militar y financiero. Un modelo que vendría a replicar la protección de Estados Unidos a Israel. Pero esto sería al margen de la OTAN porque la única garantía de seguridad del foro de defensa euroatlántico es el Artículo 5, la sagrada cláusula de defensa colectiva que implica que una agresión deliberada sobre un miembro es un ataque a todos.

Estos días han levantado polvo las declaraciones de Anders Fogh Rasmussen, antiguo secretario general de la OTAN, quien ha afirmado que, si la Alianza no acoge a Ucrania en Vilna, algunos países como Polonia se estarían planteando enviar a tropas sobre el terreno.

En los cuarteles generales, sin embargo, indican que ningún país ha contemplado esta opción, que siempre ha sido una línea roja en el conflicto, y califican este tipo de comentarios como "poco prudentes y sensatos".

Sin embargo, la mera posibilidad de que este escenario se materialice abre el debate en torno a si ello supondría la entrada abierta y directa de la Alianza en el conflicto. Y, por tanto, la posible activación del Artículo 5. Este escenario sería muy difícil porque, a diferencia de los misiles que cayeron hace unos meses en Polonia, las posibles bajas se producirían en territorio no aliado.

Con la misión de encauzar este debate, los 31 ministros de Defensa se dan cita este jueves y viernes en Bruselas. Durante la primera jornada, algunos países del grupo de Ramstein anunciarán la entrega de más donaciones militares a Ucrania. Pero de momento, y a pesar de la insistencia de Kiev, los aliados se resisten a enviar cazas modernos F-16. No obstante, ya ha comenzado el entrenamiento por parte de algunos de ellos a soldados ucranianos para que aprendan a pilotarlos.

Los aliados se resisten a enviar cazas F-16

Este jueves también se reunirá la Comisión OTAN-Ucrania,  un foro de diálogo en el que se debate y pasa revista a la situación sobre el terreno y la cooperación bilateral pero en la que no se toman decisiones.

La ambición euroatlántica es elevar esta relación a un Consejo OTAN-Ucrania –la Alianza tenía uno con Rusia antes de la invasión–, que sirve de punto de encuentro mucho más formal y cuenta con mayores competencias a la hora de pasar de las palabras a los hechos. Hungría es el más reacio a consumar este paso.

Precalentamiento de Vilna

El encuentro de esta semana es la última reunión ministerial de la OTAN antes de la cumbre que la capital lituana acogerá el 11 de julio. 

Los aliados esperaban dar la bienvenida oficial y definitiva a Suecia, que continúa cautiva de Turquía y Hungría. Pero el calendario aprieta y aunque no se descarta esta posibilidad no abunda el optimismo. El escenario base es que el recién reelegido Recep Tayyip Erdogan aprovechará la ocasión para anunciar que dará el visto bueno, que llegaría probablemente tras la reinstalación de la Asamblea turca después del verano.

Vilna también estaba llamada a ser la ciudad de la que saldría el nombre del sustituto de Jens Stoltenberg, que concluye mandato en octubre después de casi una década como líder de la Alianza. Sin embargo, a un mes de la cita no hay un candidato claro. Aunque han sonado nombres como el de la primera ministra danesa Mette Frederiksen o el ministro de Defensa británico Ben Wallace, e incluso el del propio Pedro Sánchez, ninguno consigue aunar el consenso requerido –aunque huelga decir que la decisión bebe en buena parte de los designios de Estados Unidos–.

Con esta coyuntura tan abierta, cobra peso la prolongación sine die de Stoltenberg.

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