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La elección, por un tercer mandato, de Xi Jinping como presidente de China pone de relieve el poder que el dirigente asiático ha acumulado y consolidado durante esta última década. Desde su llegada en 2012 a Zhongnanhai, sede oficial del gobierno de la República Popular China, el país ha experimentado numerosos cambios a nivel político, militar, económica y estratégico.
Ander Sierra, coautor junto con Àngel Marrades de La Nueva Era de China, (prologado por el colaborador de Público Xulio Rios) pone de relieve el consenso del Partido Comunista Chino (PCCh) en torno a Xi: "Su figura tiene sentido como producto del propio PCCh; además, él ha usado los mecanismos de la formación para fortalecerse".
Para comprender la relevancia de Xi hay que fijarse en la "resolución histórica" del PCCh, dice Sierra. Este documento muestra "cómo entiende el partido su propia historia". Pocas veces se hace y en esta ocasión destacan los éxitos del dirigente chino. De esta manera, el reelegido presidente se pone a la misma altura que Mao Tse-Tung y Deng Xiaoping. "Ir contra Xi Jiping, desautorizar sus políticas o intentar bloquear su tercer mandato podría ser percibido como un ataque perpetrado directamente contra el partido", destaca Sierra.
Además, durante este XX Congreso Nacional del PCCh no solo se ha reelegido presidente, sino que también se pone en marcha una amplia reorganización del partido y de puestos del Estado. En el sistema chino funciona la limitación de mandatos a partir de cumplir los 68 años, para que nadie se mantenga en el mismo puesto durante muchos años, ya sea porque asciende o se retira. Con ello se pretende la entrada de toda una nueva generación de políticos chinos. En total, 170.000 funcionarios del partido estarán sujetos a estos cambios.
Ander Sierra destaca este mecanismo como "una de las normas más sólidas para el liderazgo". La generación entrante, la de la década de los 70, es la nacida al calor de las reformas liberales de Deng Xiaoping, presidente entre junio de 1981 y noviembre de 1989 y considerado "el arquitecto de la China moderna". Esto podría hacer que se llegaran a ver exigencias políticas en el plano del liberalismo económico en el próximo lustro.
Pero el único que ha esquivado esta limitación de mandatos ha sido Xi ¿Cómo? En 2018 realizó una reforma de la Constitución para poder prolongar su poder durante cinco años más. Con este cambio, el dirigente chino "bloquea ese cambio generacional", comenta Sierra.
Luchar contra la corrupción para legitimar su poder
El PCCh es el eje que vertebra la vida política en China, tanto que la silla de la secretaría general del partido es análoga a la de la presidencia de la República Popular. Así, el mantenimiento de Xi en la cúpula del partido marca una revitalización de la formación como "órgano ordenador y superior de la jerarquía en el poder". Durante los años previos, la corrupción se había convertido en un verdadero problema para la legitimidad del sistema político. El mandatario chino, por esta razón, hizo de la campaña anticorrupción su punta de lanza para consolidar su figura. Solo en 2013, "la comisión disciplinaria investigó a 30.000 funcionarios y aplicaron sanciones por corrupción a 7.600 de ellos".
Esta campaña tocó también a los altos puestos: entre 2012 y 2017, el 10% de los cuadros centrales (viceministros o superiores) fueron sancionados. La política anticorrupción, por supuesto, le sirvió a Xi para depurar a sus detractores dentro del partido y, de paso, auspiciar el ascenso de sus aliados.
El problema nacional de China
Otro de los puntos claves para comprender la legitimidad de Xi ha sido el discurso nacionalista. Debido a su pasado como colonia imperialista, China tiene un dibujo territorial muy singular. Por un lado, el país cuenta dentro de sus fronteras con Hong Kong y Macao, dos ciudades con un alto grado de autogobierno y constituciones e instituciones propias. Por otro lado, está la tensa relación con Taiwán. La existencia de dos "chinas" supone un claro riesgo para los deseos del gigante asiático de reunificar todo su territorio "histórico".
Ortiz: "Las relaciones entre Pekín y Washington son irreparables"
China y Taiwán acumulan en los últimos años varios episodios de tensiones. El último estuvo protagonizado por la presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, Nacy Pelosi, quien realizó una visita a la isla en agosto pasado, que provocó un enorme enfado por parte de Pekín, y elevó la temperatura de sus relaciones con Washington y Taipei.
El otro coautor de La Nueva Era de China, Àngel Marrades, destaca que aquella visita se produjo en "el marco de tensiones ya existentes, aunque es especialmente grave". En este sentido, el politólogo explica que la polémica fue más fruto de "las contradicciones internas estadounidense", ya que ni el propio Joe Biden –asegura– estaba de acuerdo con la visita de Pelosi. Ortiz, sin embargo, piensa que "esta acción demuestra que las relaciones entre Pekín y Washington son irreparables. Van a ir a peor y se van a deteriorar mucho".
La crisis de la covid-19 supuso un gran impacto para China no solo en términos sanitarios sino también de cara a su cohesión interna. En aquella situación, la estrategia discursiva del PCCh fue poner en primer plano el drama humano y de fondo la actuación política. Así, se destaca en el libro cómo lel partido consiguió convencer a la sociedad de que "sin el liderazgo de Xi Jiping, sin la unidad nacional, y sin los héroes que sacrificaron su vida, China no podría haber ganado la guerra" contra el virus.
"La mala imagen" de China en Occidente
Las relaciones entre Moscú y Pekín han sido miradas con desconfianza desde Occidente. En el contexto de la invasión de Ucrania, "China está en un segundo plano", remarca Ortiz, "aunque no le interesa el debilitamiento de Rusia, ya que tienen intereses en común". Sobre esta cuestión, Marrades destaca por su parte que "Rusia y China son solo socios en tanto que EEUU es su rival".
Marrades: "Rusia y China son solo socios en tanto que EEUU rival"
"La asignatura pendiente de China como Estado es el markéting político", recalca Marrades, quien entiende que la imagen del país en la UE "es muy mala". Por el contrario, en los países del Sur Global la opinión pública ven con mejores ojos a la República Popular. Aun así, el gigante asiático continua trabajando para fortalecer sus relaciones con las naciones europeas.
Serbia es ejemplo de las buenas relaciones con China. A Xi le interesa fomentar la alianza con los países candidatos a entrar en la Unión, para afianzar su influencia en Bruselas. En los años 80, explican los autores, "España era el amigo" del Gobierno chino en la UE, ya que, por entonces, ambos países estaban en pleno proceso de transformación económica.
Actualmente, Grecia es uno de los aliados de China. El Ejecutivo de Xi ha realizado grandes inversiones en el Puerto del Pireo (Atenas), ya que es un punto estratégico de las rutas comerciales marítimas. La Hungría de Orbán también le tiende el brazo a Pekín. Para 2024, la Universidad de Fudan quiere inaugurar en ese país el campus universitario chino más grande de toda la UE.
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