La guerra de Ucrania es un conflicto que nadie puede ganar. O que perderán todos. En casi dieciséis meses de conflagración, Moscú y Kiev han sufrido demasiadas bajas, sus economías ha quedado devastadas y, en el caso de Rusia, ha visto su prestigio internacional torpedeado por la invasión.
Por eso la contraofensiva ucraniana en marcha se ve impelida a dar un golpe de timón a la contienda y doblegar a un ejército ruso que ha podido fortalecerse mientras se iba retrasando el contraataque. Y Ucrania no dispone ni de tiempo ni de medios para acometer esa tarea con pleno éxito.
A la espera de que la contraofensiva ucraniana adquiera toda su fuerza, en los últimos días se han intensificado los combates en varios sectores del frente, aunque sin una percepción clara de las intenciones últimas de los contendientes.
La contraofensiva se centra en Donetsk y Zaporiyia
Los ucranianos tratan de retomar Bakhmut, en la región de Donetsk, este de Ucrania, y estarían atacando con carros de combate y blindados occidentales al suroeste de las localidades de Orikhiv y Tokmak, en Zaporiyia. Se busca partir en dos la media luna de territorios ocupados por Rusia. Al tiempo, los rusos han incrementando su presión en el propio Donetsk, apoyados en su posición de fuerza en Bakhmut, contra las localidades de Marinka, Avdiivka y Limán.
Putin podría estar exagerando el éxito ruso, pero las noticias no dicen que Ucrania haya barrido las defensas rusas
Es decir, puede haber comenzado ya la contraofensiva ucraniana en toda regla, pero los rusos no solo están resistiendo ese embate inicial, sino que han respondido. Según dijo este viernes el presidente ruso, Vladímir Putin, "las fuerzas ucranianas no han logrado los objetivos que se habían marcado en ninguno de los sectores del frente".
Putin podría estar exagerando el éxito ruso a la hora de parar el avance ucraniano, pero las noticias que llegan a cuentagotas del frente no mencionan que Ucrania haya barrido las defensas rusas.
Jersón inundada, ¿el sur queda fuera de la contraofensiva?
La destrucción de la presa de Nova Kajovka, sobre el río Dniéper, ha supuesto un cambio de planes en la estrategia de los dos ejércitos enfrentados, sea quien sea el autor de la voladura. La subida del caudal del río, la enorme distancia entre sus orillas y el fango dejado por la inundación complicarán en las próximas semanas cualquier movimiento militar. De momento, el Dniéper seguirá siendo una frontera casi inexpugnable entre los dos ejércitos.
Esta contingencia deja de momento más tranquila la región de Jersón y la península de Crimea, en manos rusas, y lleva todo el peso de la contraofensiva ucraniana al este y el nordeste, hacia Zaporiyia y Donetsk.
La región de Lugansk, que junto con Donetsk conforma el Donbás prorruso, fue tomada por los rusos en los primeros momentos de la invasión que comenzó el 24 de febrero de 2022, pero también está registrando combates en estos momentos.
Ucrania se juega mucho con esta contraofensiva y siente la incómoda presión de las miradas internacionales, especialmente de sus aliados en la OTAN y la Unión Europea. Esa mirada es de preocupación, según se suceden las primeras etapas de la contraofensiva, sin que varíe la línea del frente. Y el presidente Volodímir Zelenski necesita mostrar a sus aliados y a su propia gente que su ejército puede recuperar al menos parte de su territorio.
No hay tropas ni armas suficientes para tumbar el muro ruso
El mayor problema que podría afrontar la contraofensiva ucraniana es que los multimillonarios suministros de municiones y armas de última generación aportados por Estados Unidos y los países de la OTAN durante meses no alcancen para la ingente tarea de hacer retroceder a un ejército, el ruso, bien atrincherado y preparado para lo que se le venía encima.
Uno de los puntos débiles del ejército ucraniano es que no dispone de suficiente apoyo aéreo para las fuerzas de tierra que avancen contra los 800 kilómetros de líneas defensivas construidas por los rusos en los últimos meses.
Ucrania no se puede permitir una contraofensiva que abarque toda la línea del frente
En estos momentos se están entrenando los pilotos ucranianos para las escuadrillas de cazas de combate F-16, de fabricación estadounidense, que podrían ser entregadas por los países europeos que poseen estos aparatos. Pero esa formación durará aún muchas semanas y tampoco se ha establecido un mecanismo de coordinación entre los países europeos que potencialmente pueden entregar a Ucrania estos aviones.
Sin apoyo aéreo, escasos de lanzaderas de misiles de largo alcance y sin suficientes sistemas antiaéreos capaces de anular a la aviación rusa (con una mortal experiencia adquirida en Siria), puede complicarse el intento de los batallones de carros de combate del ejército de Kiev, encabezados por los Leopard 2 y otros modernos tanques occidentales, de desmantelar las líneas de defensa rusas.
Si esto no sucede, si Ucrania no logra rebasar las defensas rusas, los carros de combate de última generación podrían quedar reducidos a un papel de artillería de campaña anclada en posiciones fijas, como ocurrió durante meses en Bakhmut para los tanques rusos.
El ejército ucraniano no puede abarcar todo el frente de guerra
Ucrania no se puede permitir una contraofensiva que abarque toda la línea del frente, desde Crimea y Jersón, hasta Lugansk, pasando por Zaporiyia y Donetsk. No tiene la capacidad para ello, en tropas y en armas, por eso debe concentrarse en abrir brechas en esas líneas defensivas y tratar de partir en dos ese corredor terrestre de territorios conquistados entre el Donbás, al nordeste, y Crimea, en el sur.
El problema añadido es que, pese a la inteligencia suministrada por satélite por Estados Unidos, Gran Bretaña y otros aliados, ni las fuerzas armadas ucranianas ni sus amigos occidentales conocen a ciencia cierta cuál es la capacidad real del ejército ruso. Es como lanzarse hacia una colina sin saber lo que hay detrás, un valle o un precipicio.
Los aliados occidentales de Ucrania son conscientes de que sus expectativas de hace algunos meses, que contemplaban la derrota total de Rusia, su extenuación económica y su retirada del territorio ocupado, son inconsistentes hoy día.
Ya entonces pecaban de exceso de propaganda y demagogia para que la opinión pública europea y estadounidense respaldara el imparable gasto en ayuda militar que se proporcionó a Ucrania, a costa de desangrar las finanzas nacionales cuando apenas se acababa de salir de la crisis de la pandemia de la covid.
La cortedad de miras occidental sobre la guerra
Las circunstancias han cambiado y mucho, a pesar de los halcones de la guerra en el seno mismo de la Comisión Europea y de la cortedad de miras de quienes siguen pensando que Europa se puede construir sin Rusia, mientras se equipara a Ucrania con el paladín de una cruzada de la democracia occidental contra la barbarie de Moscú.
Polonia y Ucrania guardan disputas territoriales que es posible que se aviven si Rusia deje de ser una amenaza
Pero en esta guerra, ni en ninguna otra, hay guerreros santos. Si se alcanzara un utópico alto el fuego a corto plazo, la balanza de seguridad europea quedaría desequilibrada por la existencia de un país, Ucrania, armado hasta los dientes por el resto de vecinos europeos, un país donde la corrupción antes de la guerra era colosal y donde ya es imposible controlar el destino de miles de esas armas.
Ucrania, que es vecino incómodo de otro país, Polonia, inmerso en un disparatado militarismo derivado de la agresividad rusa, pero que ha alimentado el propio auge del autoritarismo y el fortalecimiento de la extrema derecha polaca.
Y Polonia y Ucrania guardan disputas territoriales que es muy posible que se aviven en el caso de que Rusia deje de ser una amenaza. O quizá azuzadas por los propios servicios de inteligencia rusos. El Kremlin no quiere a Ucrania dentro de la OTAN ni de la UE, desde luego, pero incluso como territorio neutral podría utilizar a su vecino del sur como plataforma de desestabilización en el este de Europa.
Una guerra larga la gana el resistente, no el más fuerte
Sin un avance claro ucraniano que rebase las líneas defensivas rusas y recupere territorio, la guerra se alargará irremediablemente. Entonces, el final del conflicto lo decidirán los aliados de Ucrania, dispuestos a apoyar a Kiev en estos momentos, pero no a mantener una guerra enquistada que lastre la estabilidad de Europa y convierta al viejo continente en un remedo de Oriente Medio, el Cáucaso o la península coreana, donde un endeble armisticio congeló tres años de guerra, pero implantó un peligroso foco de inseguridad en Asia que ya dura setenta años.
En EEUU, sostén principal de la resistencia de Ucrania, crecen las dudas sobre el sentido de dedicar semejante esfuerzo armamentístico y monetario a un conflicto entre países ex soviéticos. Conflicto avivado desde Occidente con tal de no enmendar viejas fórmulas de la Guerra Fría, como la pertinaz ampliación de la OTAN hasta las puertas del Kremlin.
Y un dato a tener en cuenta. Rusia está habituada a mantener guerras de baja intensidad en países vecinos de su hinterland, desde el Cáucaso a Asia Central, desde Osetia del Sur hasta Tayikistán. Ucrania podría ser otro de esos conflictos latentes, uno que ni la UE ni la OTAN podrían soportar mucho tiempo sin que afectara a sus propios fundamentos democráticos.
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