WASHINGTON
Actualizado:Después de advertir en un comunicado de lo peligroso que es el mundo, Donald Trump cumplió con la tradición anual e indultó a un pavo. Tiene suerte Guisantes, que es su nombre, porque alrededor de 45 millones de sus congéneres mueren cada año y acaban sobre una mesa familiar con motivo de la celebración de Acción de Gracias, día de respiro para los pollos estadounidenses.
Pavos y pollos están de acuerdo en que el mundo es un lugar peligroso. Suelen acabar fileteados. La misma suerte que corrió el periodista saudí Jamal Khashoggi en el consulado de Arabia Saudí en Estambul, sentenciado a muerte desde los palacios de Riad por incomodar al régimen en las páginas de The Washington Post. Trump dejó claro que el país árabe es un socio preferencial y que un crimen así no va a perturbar sus negocios con los jeques porque, total, si no se lleva la pasta Estados Unidos, se la llevará Rusia o China. Y además, la gasolina nos sale barata ("¡Gracias Arabia Saudí", tuiteó este miércoles). Realpolitik sin el velo hipócrita de la diplomacia. Es de agradecer la cínica sinceridad de Donald Trump.
El presidente, que está en guerra con los medios y periodistas que le incomodan, los señala con frecuencia como "enemigos del pueblo". Acusación que guarda escalofriantes semejanzas con la descripción de Khashoggi como "enemigo del estado" que hacen de él las autoridades saudíes, tal y como incluyó Trump en su propio comunicado. En él admitía que el príncipe Mohammad Bin Salman, cuyo máximo valedor es el yerno del presidente, Jared Kushner, podía haber tenido conocimiento ("¡o quizá no!") de los planes para asesinar al periodista. Un mensaje muy trumpiano de indulto al príncipe saudí antes de salir a hacer el pavo a los jardines de la Casa Blanca.
Los ritos anuales, como esta ceremonia de indulto del pavo, permiten establecer espejos temporales. Hace un año, Donald Trump perdonaba la vida a Muslo (vaya forma de llamar al todo por la parte) poco después de que 60.000 haitianos recibieran la noticia de que pronto deberían abandonar el país al no merecer ya, según la administración Trump, el Estatus de Protección Temporal que se les otorgó después del devastador terremoto de 2010. Haití se sumaba entonces a la lista de países a los que el año pasado se les retiró tal condición dentro de una batería de medidas antiinmigrantes que incluía la supresión de DACA, el programa que da cobertura legal a los llegados a Estados Unidos de manera irregular cuando eran menores de edad, prolongada de momento por los tribunales.
De Muslo a Guisantes ha transcurrido un año en el que la administración Trump ha apretado para cumplir su agenda de blanqueo de los Estados Unidos. Llegó a separar durante semanas a miles de niños de sus padres en la frontera sur y todavía hoy mantiene detenidos a 4.000 menores en tiendas de campaña en Tornillo, en pleno desierto de Texas. Un año entre pavo y pavo que culmina con el despliegue de casi 6.000 militares para hacer frente a la "invasión" de la caravana de refugiados de América Central, principalmente hondureños, que buscan en Estados Unidos un futuro que sus países de origen les niegan.
Al despliegue de tropas, el presidente añadió hace unos días la decisión de restringir la admisión a trámite de una solicitud de asilo solo a aquellos que entraran por los puertos legales del país. Trump, acogiéndose a una teórica emergencia nacional, dinamitaba así los tratados internacionales y las leyes nacionales. Un juez californiano ha detenido por ahora la hemorragia legal, lo que le ha merecido el calificativo de "juez activista" desde la Casa Blanca por "imponer sus preferencias de una política de fronteras abiertas". Extraño mundo en el que vivimos en el que el Gobierno dispara contra un juez por hacer cumplir las leyes.
De lo que va del indulto a Muslo al de Guisantes, varios son los jueces que han frenado algunas de las medidas antiinmigratorias de la Casa Blanca, que aspira a que los recursos a las decisiones judiciales acaben en deliberaciones del Tribunal Supremo, donde Trump y los suyos esperan cobrarse los servicios prestados a jueces ultraconservadores como Brett Kavanaugh, que accedió recientemente a su plaza en medio de un excitado debate nacional. Antes incluso de su ingreso en el oráculo constitucional del país, el Supremo legalizó la polémica prohibición de entrada en Estados Unidos a ciudadanos de países de mayoría musulmana impulsada por el presidente.
Donald Trump, adicto a la mentira y altavoz de teorías conspirativas, llegó a asegurar, sin ninguna prueba, que en la caravana centroamericana, a la que criminalizó repetidamente durante la campaña de las elecciones del 6 de noviembre, había "desconocidos de Oriente Medio". Reconoció que no podía demostrarlo, aunque dijo tener "muy buena información". La de la CIA sobre el asesinato de Khassoghi no se la debe parecer. Quizá por ello ordena cerrar el paso a los orientales de la caravana forrando de concertinas la valla fronteriza mientras extiende la alfombra roja del business is business a los saudíes. Principios y valores del America First!
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