parís
Los tiempos en política no se rigen por la misma lógica que el tiempo cronológico. En poco más de diez días pueden pasar hechos con un valor equivalente al de meses. Algo de este estilo ha pasado en la política en Francia. Menos de dos semanas después de las elecciones legislativas del 7 de julio, la alianza de izquierdas del Nuevo Frente Popular (NFP) ha desperdiciado una parte del capital conseguido con su inesperada victoria. De la alegría y la euforia de la noche electoral de la segunda vuelta, una parte de sus simpatizantes han pasado a la decepción por la incapacidad de los partidos de esta coalición para ponerse de acuerdo en el nombre de un posible primer ministro.
"Me da vergüenza lo que está pasando en estos momentos en la izquierda", reconoce Alexia, de 41 años. Esta técnica de cine asistió el jueves a una manifestación de talla menor en la parisina Plaza de la República. Organizada para exigir al presidente Emmanuel Macron que nombre a un primer ministro del NFP, esa concentración también reflejó el cabreo entre una parte de los votantes progresistas con los dirigentes del Frente Popular. "Están dando la razón a aquellos que dicen que la izquierda no puede gobernar, ya que en realidad no está unida, sino dividida. Y que es incapaz de ponerse de acuerdo en el nombre de un primer ministro", lamentaba Laura, de 31 años, una periodista presente como manifestante.
Compuesto desde la Francia Insumisa hasta el Partido Socialista (PS), pasando por los verdes y los comunistas, el Frente Popular quedó como primera fuerza en la Asamblea Nacional, aunque lejos del umbral de la mayoría absoluta (289). Tras la composición el jueves de los grupos parlamentarios, esta alianza de izquierdas cuenta con 193 diputados, por delante de los partidos afines a Macron con 166 y de la ultraderechista Reagrupación Nacional (RN) y sus aliados con 142. Según la tradición política, en la Quinta República, la primera fuerza termina gobernando. Desde el 7 de julio, sin embargo, el presidente se ha mostrado reticente ante la idea de nombrar a un premier de izquierdas.
Alianza incipiente entre Macron y la derecha republicana
"Nadie ha ganado", defendió Macron en una polémica carta, destinada para el conjunto de la ciudadanía gala y publicada el 10 de julio. En ella pedía "al conjunto de las fuerzas republicanas" que "construyan una mayoría sólida". En cierta forma, el dirigente centrista −cada vez más anclado hacia la derecha− defendía una "gran coalición" entre el macronismo, Los Republicanos (LR, afines al PP) y los socialistas. No obstante, esta hipótesis cotiza a la baja en estos momentos, ya que no interesa al PS que ha logrado resurgir de sus cenizas gracias a su alianza unitaria con el resto de la izquierda. Además, esa "gran coalición" tampoco sirve para llegar a la mayoría absoluta, puesto que apenas suma 279 escaños.
A diferencia de España, en Francia no hace falta un voto de investidura en el Parlamento para elegir a un Ejecutivo. Por consiguiente, Macron puede nombrar a quién quiera, aunque un Gobierno sin apoyo parlamentario puede ser tumbado fácilmente por una moción de censura. "Estamos en una situación de crisis y bloqueo político. Actualmente, hay tres bloques prácticamente impermeables entre ellos", recuerda el politólogo Benjamin Morel, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Panteón Assas.
La principal maniobra que le queda al presidente para intentar retener las riendas del Gobierno consistiría en una alianza con LR, la cuarta fuerza en la Cámara Baja con 47 escaños. Resultaría un pacto poco ortodoxo entre los dos espacios que más diputados perdieron en los comicios −el macronismo bajó hasta 84 y la derecha republicana, 15− y que solo suman 213 diputados, a más de 75 de la mayoría absoluta.
A pesar de ello, esta hipótesis ha ganado en fuerza tras el voto el jueves para elegir al presidente de la Asamblea Nacional. Después de un escrutinio que duró más de cinco horas y necesitó hasta tres vueltas −un hecho inédito en la historia de la Quinta República−, la macronista Yaël Braun-Pivet seguirá presidiendo el Parlamento, como hacía desde el verano de 2022. Su candidatura venció en una ajustada votación que se decidió por solo 13 votos: 220 para la aspirante centrista y 207 para el comunista André Chassaigne, apoyado por el conjunto de los partidos del Frente Popular.
El triunfo de Braun-Pivet se debió a una alianza entre el macronismo y la derecha republicana. Según el diario liberal L'Opinion, el primer ministro interino, Gabriel Attal, llegó a un acuerdo para el reparto de los principales puestos en la Cámara Baja con Laurent Wauquiez, presidente del grupo parlamentario de LR. A cambio del respaldo a la candidata de la coalición presidencial para presidir la Asamblea, los macronistas apoyan a los aspirantes de la derecha republicana en varios puestos clave, que suelen corresponder a la principal fuerza de la oposición, no a la cuarta. Por ejemplo, la presidencia de la prestigiosa Comisión de Finanzas o una de las secretarías del Parlamento.
"Discrepancias respecto a la línea política"
"El pueblo esperaba que hubiera un cambio. (…) Esta situación resulta nauseabunda", criticó el comunista Chassaigne, tras una votación que ha permitido que todo siga igual, al menos en la presidencia de la Asamblea. "Se trata de una nueva etapa del golpe de fuerza del presidente, que se niega a reconocer el resultado de las urnas", lamentaba el diputado insumiso Aurélien Le Coq en declaraciones a Público en los pasillos del Parlamento. Aunque no resulta vinculante respecto a la composición del futuro Ejecutivo, el voto del jueves supuso un revés para el Frente Popular.
De hecho, refuerza el relato de Macron de que la izquierda no ganó las elecciones al encontrarse lejos de la mayoría absoluta. Esta estrategia también se ha visto beneficiada por las tensas negociaciones entre las distintas formaciones progresistas para acordar el nombre de un potencial primer ministro. Fueron suspendidas a principios de esta semana. "El Frente Popular tiene que espabilarse", pedía el jueves la economista y diplomática Laurence Tubiana en declaraciones al diario digital Mediapart. Junto con el de la presidenta de la Reunión, Huguette Bello, su nombre es uno de los propuestos para ejercer como primera ministra en un hipotético Gobierno del NFP. Pero ninguno de ellos genera consenso.
Stefano Palombarini: "En el NFP, hay discrepancias respecto a la línea política. No se trata de una pelea por los cargos y por las personas"
"En el NFP, hay discrepancias respecto a la línea política. No se trata de una pelea por los cargos y por las personas", defiende el politólogo Stefano Palombarini, autor del interesante ensayo L'illusion du bloc bourgeois. Según este profesor en la Universidad París 8, en el seno de la alianza progresista hay, por un lado, la línea de la Francia Insumisa −la principal fuerza con 72 diputados− que apuesta por formar un Ejecutivo con el objetivo de aplicar el programa, como un aumento del salario mínimo hasta 1.600 euros netos o la derogación de la reforma de las pensiones. Por el otro, la del Partido Socialista (66 escaños) que preferiría modificar desde un inicio algunos puntos del programa para intentar tejer una alianza con el ala izquierda del macronismo.
"Pero esta discusión se vería rápidamente solucionada si Macron llamara a los partidos del Frente Popular para formar un Gobierno", sostiene Palombarini. Este experto considera que el motivo principal del bloqueo actual se debe a la negativa del presidente de proponer a la izquierda que intente formar un Gobierno. Los dirigentes del NFP son conscientes de ello, aunque el hecho de que se pongan de acuerdo se ha convertido asimismo en un objetivo para dar un mensaje hacia sus votantes, algunos de ellos muy decepcionados por la gestión del resultado del 7 de julio.
El Partido Socialista propuso el viernes una votación entre todos los diputados del NFP para designar al potencial primer ministro de la alianza. Pero la Francia Insumisa se opone, al menos de momento, a esta opción. "Necesitamos a un jefe de Gobierno fuerte y consensual", sostiene el diputado Paul Vannier, quien forma parte del núcleo duro de Jean-Luc Mélenchon, el veterano líder de ese partido. Tras la euforia de una victoria inesperada, siempre llega una resaca electoral bastante más difícil de gestionar.
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