Desde mediados de marzo de este año han aumentado las tensiones en el Donbass entre las fuerzas ucranianas y los separatistas apoyados por Rusia. Primero aparecieron imágenes de varios trenes que llevaban tanques y artillería desde el oeste de Ucrania hacia la zona del Donbass. Luego se intensificaron los ataques de artillería entre los dos bandos. Moscú por su parte empezó el despliegue de unidades de sus fuerzas armadas en la frontera con Ucrania. Ahora EEUU anuncia que enviara dos buques de guerra al Mar Negro
Todo ello hace temer una nueva escalada bélica en la región, algo que podría tener consecuencias en varios frentes, tanto políticos, como económicos. Las propias razones del aumento de las tensiones podrían ser la clave para entender mejor la situación creada. La línea del frente que separa ambos bandos prácticamente no se ha movido desde febrero de 2015, cuando tras la derrota de las fuerzas ucranianas en la batalla de Debaltsevo, se firmaron los acuerdos de Minsk. Debían ser implementados por Kiev y los separatistas de Donetsk y Lugansk.
Sin embargo, dichos acuerdos en la práctica siguen sin cumplirse. Kiev, antes bajo gobierno de Petro Poroshenko y ahora bajo Zelenski, no ha declarado la amnistía para los rebeldes, no se ha efectuado la reforma constitucional para darle a esos territorios un estatus especial y no se han retirado las fuerzas armadas de la región. Por ello la situación era de un conflicto semi-congelado, con ataques de artillería y combates esporádicos que se producen con cierta regularidad, pero sin cambios en la línea del frente.
Esta situación sin avances reales en 6 años ha llevado a cierto hartazgo en el grupo de contacto de Minsk, que forman la propia Ucrania junto a Alemania, Francia y Rusia. Así el 31 de marzo Merkel, Macron y Putin hablaron sobre la situación sin invitar siquiera a Zelensky a unirse. Kiev reaccionó anunciando que no van a acudir más a las reuniones del grupo de Minsk y pidió que EEUU fuera añadido a este proceso negociador. Además se han vuelto a activar las voces que piden en Ucrania el abandono de los acuerdos de Minsk como perjudiciales para el país.
El presidente Zelensky, como antes le pasó su predecesor Poroshenko, ve como no puede implementar dichos acuerdos por el rechazo de parte de la sociedad ucraniana, especialmente los grupos ultranacionalistas. Por ello las autoridades ucranianas han estado estirando en el tiempo el proceso negociador hasta que el panorama internacional cambiara. Algo que parece que se ha producido con la llegada a la Casa Blanca de Biden.
Mientras que durante la administración Trump, Ucrania pasó a segundo plano, con Biden vuelve a ser prioridad. Ya durante su época como vicepresidente de Obama, Biden se encargó de la cuestión ucraniana. Prioridad que también empiezan a sentir en Kiev y ven una oportunidad para intentar deshacerse de las obligaciones impuestas por los acuerdos de Minsk, algo que además podría revertir la caída de la popularidad de Zelenskiy.
Otro de los motivos que parecen animar los planes ucranianos para resolver de manera militar la cuestión del Donbass, es la reciente experiencia de Azerbaiyán en la guerra del Karabaj. Kiev ha recibido en los últimos años drones turcos con capacidad de ataque Bayraktar y misiles antitanque Javelin estadounidenses, pero habría que ver si eso sería suficiente para obtener la victoria sobre los separatistas del Donbass.
Además Moscú, por medio de Dmitri Peskov, secretario de prensa de Putin, y de Dmitri Kozak, representante oficial ruso para el Donbass, ha declarado que no permitirá la repetición de una masacre como la de Srebrenica (matanza de bosnios musulmanes en 1995). Y que si Ucrania interviene militarme en el Donbass, Rusia no se quedará al margen. De allí el indisimulado despliegue militar ruso en la frontera común. Algo que ha irritado a Washington, que ve en ello una provocación.
Los EEUU por su lado han mostrado su apoyo a Ucrania, con envío de material bélico adicional, como un vuelo que salió el 4 de abril de la base de Rota hacia Ucrania, que según la inteligencia separatista del Donbass, ha llevado un equipo de fuerzas especiales norteamericanas, y más misiles antitanque. Así mismo se planea el envío de dos buques de guerra al Mar Negro, que se quedarán allí al menos hasta principios de mayo.
Además la agregada militar estadounidense en Ucrania, la coronel Brittany Stewart, ha visitado la zona del frente del Donbass esta semana. Algo que ha despertado cierta polémica por que ha rendido honores a la tumba de un conocido combatiente del Pravy Sektor, una organización de extrema derecha que usa a menudo simbología fascista.
Con todo los datos sobre la mesa, y teniendo en cuenta que parece poco probable que Ucrania pueda lograr nada militarmente con la más que posible intervención rusa, las razones para una escalada se podrían buscar algo más al norte, en el Mar Báltico. El gaseoducto ruso Nord Stream 2 por el fondo de ese mar está a punto de ser terminado, algo que le permitirá a Moscú suministrar gas directamente a Europa Occidental y Central via Alemania sin pasar por Ucrania o Polonia.
Este proyecto va en contra de los intereses norteamericanos, que quieren vender su propio gas licuado a Europa. Además si Moscú se puede permitir evitar Ucrania, ello podría dejar al país sin gas para la calefacción e industria, algo que sería un golpe casi definitivo para las aspiraciones euro-atlánticas ucranianas.
Washington busca acabar con el gaseoducto ruso a toda costa. Las sanciones y presiones diplomáticas no han surgido efecto. Ni el envenenamiento del opositor ruso Navalniy tampoco ha sido suficiente para que los europeos cancelen el proyecto. Por ello quizás una reactivación de la guerra en Ucrania, con participación directa rusa podría permitir cancelar el proyecto energético. Lo cual además le permitiría a Zelenskiy aumentar su popularidad y por fin descartar los acuerdos de Minsk.
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