roma
Actualizado:Hay una frase, un concepto, que entiende la gran mayoría de los italianos familiarizados con la política de su país: salire al Colle. En italiano, significa "subir a la Colina", una colina que, aun no especificando el nombre propio, va en mayúsculas. Se trata de la colina más importante, situada en pleno centro de Roma, relativa a la vida pública transalpina: la colina del Quirinal, sede de la Presidencia de la República Italiana.
Pero hay otro matiz, sutil, en la frase antes mencionada: el hecho de emplear el verbo salire, "subir" en italiano. Salire al Colle, así pues, es el concepto político-periodístico transalpino en el que un primer ministro sube al Palacio del Quirinal para rendir cuentas ante el presidente de la República. Una liturgia bien conocida en el país, de tan sólo 1,5 km de trayecto en coche oficial, que resume en una sola imagen la importancia del jefe del Estado italiano respecto a los presidentes del Consejo de Ministros.
Sergio Mattarella (Palermo, 1941), el actual jefe del Estado italiano, estos días está siendo la figura clave en la crisis de Gobierno que está atravesando el país transalpino. Tradicionalmente, la figura del presidente de la República Italiana goza del máximo reconocimiento y autoridad en el país transalpino en cuanto jefe del Estado. De hecho, como está pasando habitualmente en los últimos días, se apela regularmente a la "sabiduría" del presidente de la República Italiana: en los medios de comunicación, en la calle y en los pasillos de la política. En un momento, además, donde los italianos creen que los partidos en su conjunto no han sabido desbloquear la situación, el jefe del Estado aparece como un árbitro activo de la política transalpina.
"El presidente de la República Italiana es un equilibrador del sistema, algo que ha madurado con el tiempo", explica a Público Giovanni Piccirilli, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad LUISS de Roma: "La Constitución Italiana ofrece pocas indicaciones y son muy elásticas acerca de su figura, dándole así un margen de maniobra acorde en base al contexto de cada momento político", aclara. "Si los partidos son capaces de dar una línea política clara al país, el jefe del Estado actúa poquísimo; si ocurre lo contrario, como está pasando en la actualidad, el presidente de la República tendrá mucho protagonismo", ilustra Piccirilli.
El jefe del Estado transalpino es el garante de la Constitución Italiana, jefe de la diplomacia transalpina y representante de la nación. A todo lo anterior, además, hay que añadir un elemento fundamental: Italia, al ser una república y no una monarquía, necesita proteger y reforzar regularmente la figura del jefe del Estado, designado por razones electivas y no dinásticas, como elemento de unión de la nación italiana. En el día a día constitucional, una de las principales diferencias entre un presidente de la República Italiana y un rey de España es que el primero tiene la última palabra acerca de los ministros de un Ejecutivo. Lo cual hace del jefe del Gobierno español más fuerte, en este sentido, respecto a un primer ministro italiano, en su relación con la Jefatura del Estado.
¿Qué papel está teniendo Mattarella en la actual crisis de Gobierno en Italia? En las últimas semanas, el primer ministro dimisionario Giuseppe Conte no ha logrado resolver la salida de Italia Viva (IV), el partido del expremier Matteo Renzi (2014-2016), de la mayoría parlamentaria de corte reformista y europeísta. Dado que en su primer Gobierno se estrenó en el Palacio Chigi como jefe del Consejo de Ministros en junio de 2018 como líder de una coalición soberanista, Conte ya había agotado todas las opciones imaginables para estar al frente del Ejecutivo transalpino en un tercer mandato, dentro de la misma legislatura.
Esta situación de incertidumbre se ha oficializado a lo largo del mes de enero: la retirada de los de Renzi y dos mociones de confianza ganadas en ambas Cámaras por el premier Giuseppe Conte. El problema es que la votación en el Congreso de los Diputados fue muy ajustada y en el Senado la mayoría fue relativa. No pudiendo encontrar unos sustitutos para garantizar una aritmética sólida en el Parlamento para su Ejecutivo, Conte prefirió forzar la situación para desbloquearla, presentando así sus dimisiones ante el jefe del Estado.
La evidente falta de acuerdo entre los partidos de Gobierno para formar una nueva mayoría parlamentaria que sostuviera un tercer mandato de Conte, finalmente, ha empujado al presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, a tomar cartas en el asunto. Ante el clima de inestabilidad, este martes el Palacio del Quirinal anunció que Mattarella había escogido a Mario Draghi, ex presidente del Banco Central Europeo (BCE) entre el año 2011 y 2019, como candidato a primer ministro en sustitución de Conte.
Draghi, quien se personó en Roma al día siguiente, aceptó el cargo de primer ministro designado pero con reservas, para comprobar de primera mano con los principales partidos del país los apoyos efectivos a favor de un Gobierno técnico liderado por él y que dure hasta el final de la legislatura, en 2023. A mediados de la semana que viene es probable que se conozca el destino definitivo de un eventual Ejecutivo guiado por el ex presidente del BCE.
No ha sido casualidad que Mattarella haya escogido precisamente a Mario Draghi para que Italia salga de la actual crisis institucional. Los italianos han visto de primera mano cómo los partidos, tradicionales y antiestablishment, europeístas y soberanistas, no han sabido resolver la actual crisis de Gobierno sin tener que recurrir al jefe del Estado. Así pues, ante el irresoluble estancamiento institucional, el jefe del Estado transalpino ha optado por el personaje político italiano más apreciado dentro y fuera de sus fronteras, ya que Mario Draghi fue el responsable de la exitosa resolución de la crisis del euro, entre el año 2011 y 2012.
Dicho en breve, Draghi es el italiano que mejor conoce la Unión Europea (UE) y el exfuncionario europeo que mejor conoce Italia. Pero eso, tal cual no sería suficiente: Draghi es, a priori, la opción irrenunciable de los principales partidos italianos porque es la propuesta del presidente de la República. En términos periodísticos, si Draghi tuviera los apoyos necesarios, no sólo formaría un Ejecutivo técnico, sino un "Gobierno del presidente" [de la República].
Atendiendo a su historia reciente, Italia no es la primera vez que apuesta por un Gobierno técnico. La última vez fue hace tan sólo diez años, en 2011, coincidiendo con la entrada de Draghi como presidente del Banco Central Europeo (BCE). En noviembre de 2011 el tecnócrata Mario Monti, prestigioso economista y profesor de fama internacional, se estrenó como primer ministro bajo la propuesta del presidente de la República de aquel momento, Giorgio Napolitano.
Pero la situación era bien distinta: por aquel entonces, Italia estaba sufriendo unos altísimos índices en relación a su prima de riesgo, lo cual estaba acelerando el desgaste político y personal de Silvio Berlusconi. La entrada de Monti, así pues, fue relativamente fácil ya que, atendiendo a los resultados de las elecciones generales de 2008, sólo con el apoyo del centro-derecha de Berlusconi (37%) y del reformista Partido Democrático (33%) el Gobierno técnico de Monti estuvo asegurado. Además, hubo más partidos que apoyaron el primer ministro designado por Giorgio Napolitano.
Hoy el panorama es radicalmente distinto e infinitamente más fragmentado. Salvo por el hecho de que la propuesta, una vez más, tiene el solvente aval de un presidente de la República, el camino de Draghi es mucho más complejo que el de Monti: hay dos partidos soberanistas en auge, la Liga de Salvini y Hermanos de Italia (HDI) de Giorgia Meloni; el partido más representado en el Parlamento es el antiestablishment Movimiento 5 Estrellas (M5E) con el 33% de los escaños, el socialista Partido Democrático (PD) está de capa caída y estancado en el 20% según la última media de sondeos y el 8% en las encuestas para Forza Italia (FI), la histórica formación del magnate y expremier Silvio Berlusconi, evidencia que el centro-derecha moderado y europeísta, en Italia, es residual.
Pero el país con forma de bota está acostumbrado, en los momentos cruciales, a observar cómo sus políticos están dispuestos a ceder, aunque sea in extremis, para salvar la cara. En cuestión de días se podrá comprobar si, efectivamente, podría suceder lo mismo en pro de un nuevo Gobierno técnico liderado por Mario Draghi.
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