Eckhardt Heukamp es una cara conocida de la resistencia al avance de la empresa eléctrica RWE en la región de Rheinisches Braunkohlerevier, en el Estado alemán de Renania del Norte-Westfalia. A pesar del apoyo de miles de personas que llegaron de todo el mundo y de pelear por todas las vías legales para evitar la destrucción de su granja, este agricultor no pudo impedirlo. Fue la cuarta y última generación que labró esas tierras que ahora forman parte de la mina Garzweiler.
El 15 de enero de 2023, la Policía desalojó a la fuerza a los últimos habitantes de Lützerath, un pequeño pueblo alemán convertido en un símbolo del activismo climático y donde Eckhardt Heukamp se aferraba a su legado familiar. Pocos días después, las excavadoras de la mina arrasaban la zona, habitada desde el siglo XII. Hoy, en lo que antes eran sus casas, calles y prados, una gran grúa negra remueve capas de tierra oscura para sacar el lignito, que es el tipo de carbón que más abunda en las entrañas de su suelo.
A más de 8.000 kilómetros de Lützerath, en Provincial, un resguardo indígena Wayuu ubicado al sur de La Guajira en el Caribe colombiano, Mayra Quintero, de 36 años, prepara el fuego para asar medio costillar de chivo. Entre la brisa seca e hirviente del mediodía, una niña, con sus pies descalzos y una pulcra manta celeste, persigue un grupito de gallinas.
¡Boom! ¡Boom! ¡Boom!
Las explosiones hacen que la calma se vuelva un recuerdo. Mayra apenas se despeina. La niña corre hacia ninguna parte. Las gallinas se estremecen y se extravían entre cactus y malezas, pisándose unas a otras. Mayra señala el lugar exacto de los estallidos y vaticina, para los próximos minutos, columnas de humo negro. El cielo empieza a mancharse y, aunque las voladuras no fueron tan cercanas, al cabo de media hora empiezan a picar los ojos y un vaso con agua se torna azabache.
En 2021 el carbón colombiano apenas representaba un 5% de las importaciones hechas por Alemania, pero la guerra en Ucrania y el veto al carbón ruso supusieron un cambio de tendencia y, para 2022, el país sudamericano se posicionó como uno de los proveedores más importantes de carbón para el país europeo.
El paisaje alrededor de las minas alemanas de Garzweiler, Hambach e Inden alterna estilizados y blancos molinos eólicos con las grúas que escarban el suelo para extraer carbón. Todo pertenece a la multinacional RWE. Las minas son tan grandes que se pueden distinguir desde el espacio. El 6 de septiembre de 2022 la mina de Hambach fue elegida como "imagen del día" por la NASA con una fotografía realizada desde la estación espacial internacional. En ella se aprecian perfectamente sus más de 44 km2 en diferentes estratos que, desde lo alto, parecen las páginas semiabiertas de un libro cuyos tajos llegan a los 300 metros por debajo del nivel del mar.
RWE es la mayor eléctrica de Alemania y en 2022 su beneficio neto fue de 3.232 millones de euros
Las minas producen anualmente 100 millones de toneladas de carbón (lo que supondrían 240 millones de toneladas de CO2 emitidas a la atmósfera). RWE es la mayor eléctrica de Alemania y en 2022 su beneficio neto fue de 3.232 millones de euros.
Hoy, El Cerrejón, el complejo de explotación carbonífera a cielo abierto más importante de Colombia, pertenece a tres multinacionales mineras, de las cuales dos son las más grandes del mundo: Glencore, BHP Billiton y la Anglo American. A pesar de que su tamaño equivale a casi 10.000 campos de fútbol, no existen imágenes aéreas ni de satélite que permitan establecer la dragada inmensidad de una de las minas más grandes no sólo de América, sino de todo el sur global.
Una realidad donde por cada 100 dólares de carbón extraído, sólo 20 centavos de dólar le quedan, no a las comunidades afectadas, sino a la gobernación de La Guajira, el departamento con el mayor número de personas viviendo en situación de pobreza y de miseria sin acceso a agua potable, y uno de los departamentos con más debilidad institucional y numerosos casos de corrupción en Colombia.
Conocida desde el año 1113, Aachen es la zona carbonífera más antigua de Europa. Aquí se encuentra el Energeticon, un museo dedicado al carbón y a la energía. Localizado en el pueblo de Alsdorf, sobre el emplazamiento de la antigua mina de carbón Anna II (clausurada a finales del siglo pasado), es un buen ejemplo de cómo hacer atractivo para el turismo un lugar ambientalmente devastado donde antes la única opción económica era la explotación del lignito.
Uno de los abuelos de Paul Breuer murió en un accidente en la mina y el otro con los pulmones 100% podridos por silicosis
Paul Breuer tiene 71 años, es economista jubilado y en su tiempo libre oficia como guía de inglés y francés en el museo. Nieto de mineros, cuenta que uno de sus abuelos murió en un accidente en la mina y el otro con los pulmones 100% podridos por silicosis. Al igual que en muchas zonas de todo el mundo, aquí la minería supuso una fuente de prosperidad política, social y económica. "Lo llamábamos oro negro por toda la riqueza que trajo", explica Breuer. Hay una frase en alemán que hace referencia a ese poder que aportaba este combustible fósil. Utilizada todavía, la expresión kohle haben (tener carbón) se emplea para referirse a alguien rico o con poder.
El lema del Energeticon es "Experimentar la energía - Comprender la energía". Paul Breuer habla todo el tiempo en pasado: parece que el carbón es algo que dejó de existir hace décadas cuando cerraron las minas. Sin embargo, a 30 minutos en coche de allí, en las minas de Garzweiler, Hambach e Inden es algo vigente que sigue determinando la vida de muchas personas.
La mina de El Cerrejón tiene una superficie de 690 km2, casi la misma extensión territorial de Singapur. Se encuentra emplazada en la península de La Guajira, un territorio en general árido y semidesértico, gobernado por altísimas temperaturas, vientos implacables y escasez de agua.
El costado sur de la mina bordea el resguardo Provincial en un 70%. Casi todo el límite lo marcan las aguas pardas y aplacadas del afluente más importante de los Wayuu y otros pueblos indígenas: el río Ranchería, que, a esa altura de su recorrido, ya viene fangoso y contaminado gracias a los residuos químicos que la mina arroja sin ningún tipo de disimulo.
El río fluye a unos 300 metros de la pequeña casa en la que Mayra vive con sus dos hijos. En la caminata y de forma gradual el sonido apacible de la naturaleza empieza a mutar en un ronroneo constante que trae ecos de taladros y motores. La atmósfera permanece inundada por un ligero olor a azufre, mientras en el río dos hombres instalan mallas de pesca artesanal con la esperanza de resolver el eterno problema del hambre.
"Yo no sé nadar. Mi hijo, en cambio, parece más del agua que de la tierra. No tengo problema con eso, pero a cada rato le salen ronchas y erupciones en la piel. Son unas alergias horribles ocasionadas por sus constantes baños en el río. Ahora imagínate lo que esos señores se van a comer, si es que llegan a atrapar algo, porque esa agua si no está muerta, está agonizando", dice Mayra con una voz apenas audible.
El Cerrejón produce aproximadamente 90.000 toneladas diarias de carbón
El Cerrejón produce aproximadamente 90.000 toneladas diarias de carbón y, desde mediados de la década de 1980, sólo suspende operaciones la noche del 31 de diciembre y el día de Año Nuevo. El resto de los días, volquetas de ocho metros de alto y llantas de cuatro metros de diámetro remueven el suelo en busca del preciado mineral.
Primero ejecutan una breve labor de limpieza: se extrae el material estéril producido por las explosiones y se retiran los segmentos de roca ordinaria y el exceso de barreno. Es en este punto cuando, por primera vez, puede verse el carbón en su estado más virginal. En medio de tanto polvo, gases disueltos y los efectos de la particularización ambiental, llama la atención la capacidad innata del mineral para resplandecer: negro y brillante, cada pedazo de carbón parece el lienzo endurecido de una noche estrellada.
Hambach es la mina a cielo abierto más grande de Alemania. Situada a unos 30 kilómetros de la ciudad de Colonia, en el bosque de Hambach, comenzó a explotarse hace casi medio siglo. Desde entonces ha ido extendiéndose y engullendo pueblos, carreteras, autopistas, campos de cultivo e infraestructuras, a la vez que se ha convertido en uno de los puntos más contaminantes de Europa. Del bosque originario, una zona con gran biodiversidad y que contaba con más de 12.000 años de antigüedad, hoy apenas queda un 10%. RWE intentó arrancarlo para expandir la mina. Como respuesta, numerosos activistas y ecologistas ocuparon el bosque, viviendo en casas hechas en frondosos robles, hayas o abedules y presionando para evitar su tala durante varios años.
Ir a ver las minas de lignito es un plan familiar, como ir al parque de atracciones. Un sábado lluvioso por la tarde, en el mirador Jackerath Garzweiler Skywalk hay varias familias con niños pequeños. Un hombre mayor con muletas lee detenidamente los carteles informativos que la empresa ha colocado: hablan de sostenibilidad y explican que en el futuro toda esa zona se convertirá en lagos artificiales y un emplazamiento turístico.
No muy lejos, en el mirador Terranova, hay un restaurante que sirve hamburguesas preparadas al carbón. Hay también unas sombrillas y tumbonas para sentarse a disfrutar del paisaje minero: un terreno yermo y escalonado, con vetas de tierra umbrosa donde descomunales excavadoras y grúas despedazan y escarban el suelo.
En la COP21 celebrada en París en el año 2015 se llegó a un acuerdo global dentro de la convención marco de las Naciones Unidas sobre la crisis climática: había que reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento global. Se establecía el límite de no superar un aumento de 1,5°C y, para ello, iban a destinar medios y recursos. Activistas climáticos, en su mayoría procedentes del hemisferio norte, llamaron a este límite que no se podía traspasar "la línea roja".
El último informe del IPCC (Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) de 2022 avisaba de que las políticas climáticas de los países no estaban en consonancia con ese límite y de que, de seguir así, iba a ser imposible de cumplir.
En 2022, 60 activistas fueron asesinados en Colombia
Según el último informe de la ONG Global Witness, Colombia es el lugar del mundo más peligroso para los defensores ambientales. En 2022, 60 activistas fueron asesinados en este país. Desde que en 2012 se comenzaron a registrar, Colombia acumula 382 asesinatos de activistas ambientales.
Al miedo a denunciar la destrucción o a velar por los derechos de la naturaleza y de las comunidades, se suma la lejanía, la incertidumbre de las instituciones, la inseguridad, el desamparo económico y la pobreza extrema. Todos estos factores influyen en la ruina en la que se encuentra gravitando el departamento y que es inteligentemente gestionada tanto por las administraciones como por las seguridades privadas de las empresas que explotan los recursos.
Históricamente casi todo el apoyo se ha reducido a lo discursivo y, generalmente, proviene de voces que, desde el exilio, son prácticamente inaudibles en el corazón del desierto guajiro. Los únicos que resisten son las organizaciones locales de víctimas de la mina que, con dignidad de hierro y sus propias uñas, han logrado algún reconocimiento legal. Lejos de haberse cumplido, esto ha terminado mutando en múltiples formas de hostigamiento y acoso hacia ellos.
Un domingo cualquiera, Mayra Quintero alista una parrilla oxidada e intenta asar para sus hijos medio costillar de chivo bajo la tutela de potentes detonaciones, aguas turbias y vientos contaminados. Al mismo tiempo, en las tumbonas de un mirador alemán una pareja de jóvenes se abraza y tontea con la intimidad del primer amor. Frente a ellos, la inmensidad de un paisaje de progreso negro y polvoriento que les resulta ajeno, ensimismados y absortos el uno en el otro. Sin embargo, al otro lado del mundo, para personas como Mayra ese paisaje no es otra cosa diferente a la oscura espiral de su vida.
*Este reportaje es una adaptación de la investigación completa que lleva el mismo título.
*Este artículo fue desarrollado con el apoyo de Journalismfund Europe.
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