Nursultán
Actualizado:El 2 de enero empezó una serie de protestas locales que en un tiempo récord han incendiado el país del Asia central. A medio camino entre China y Rusia, Kazajistán se ha distinguido por la estabilidad y bienestar que proporcionaba su régimen. Sin embargo, la falta de relevo en la dirección y la ausencia de una democracia abierta junto a la crisis económica global han hecho posible que sesenta años más tarde un bloque militar vuelva a intervenir en uno de sus miembros.
El precio del gas licuado como mecha de los disturbios
Kazajistán atraviesa la mayor crisis desde su independencia de la URSS. Una crisis que ha hecho que el gobierno kazajo haya pedido ayuda militar a sus aliados para poder controlar la situación dentro de su propio territorio. El país más estable y ejemplo de prosperidad de Asia central se ha incendiado con lo que parece ser una revolución de color. La gente cansada de una clase dirigente casi perpetua se ha alzado pidiendo ante todo mejoras sociales, aunque lo han hecho de manera vandálica y con una violencia extrema. Ello amenaza con cambiar el equilibrio de toda esta región rica en gas y petroleo, así como parte clave de la ruta que une China y Europa.
Las protestas empezaron tras el anuncio de que el gobierno subía el precio del gas licuado
El 2 de enero en la región de Mangystau, en el oeste de Kazajistán empezaron unas protestas que rápidamente se propagaron por el resto del país. Empezaron tras el anuncio de que el gobierno kazajo subía el precio del gas licuado, combustible para coches, de 60 tengue (aproximadamente 0,12 euros) por litro a 120 tengue (0,24 euros). Une medida que el ejecutivo echo atrás rápidamente, incluso bajando el precio a 50 tengue por litro, pero la chispa del descontento ya había prendido. La crisis global provocada por el Covid-19 también afecta esta parte del planeta, con una importante subida de precios de productos básicos. Por todo ello las protestas se propagaron rápidamente a las principales ciudades kazajas.
Por qué la Rusia de Putin entra en el conflicto kazajo
Kazajistán es un país del Asia central que comparte frontera con Rusia en el norte y China en el este, así como con otras tres repúblicas post-soviéticas en el sur. Ocupa un territorio de 2,7 millones de kilómetros cuadrados, más de cinco veces el tamaño de España. Tiene una población de 19 millones de habitantes, de los cuales unos 13 millones son kazajos, 3,5 millones son rusos y el resto diferentes minorías pertenecientes a las naciones vecinas.
No es un país pobre, sobre todo si se compara con el resto de su vecindario. Es la segunda economía de todo el espacio post-soviético con aproximadamente 158 mil millones de euros de PIB en 2021, solo por detrás de Rusia. El sueldo medio mensual ha superado los 500 euros en 2021. Su capital, Nursultán, es ejemplo de modernidad con sus edificios altos de nueva construcción, pero también es la clave para entender el descontento popular. Lleva el nombre del que fuera el presidente del país Nursultán Nazarbayev desde 1990 hasta 2019. Además toda su modernidad se ha hecho sin pensar en sus habitantes, es parte de una modernización llevada a cabo por un sistema autoritario sin repercutir en el bienestar real de amplios grupos de la población.
Una de las primeras consecuencias de la crisis ha sido una reordenación de las élites
El partido en el poder, Nur Otan (Luz de la Patria) tiene como parte de su símbolo el Sol. Este partido domina el panorama político con varios partidos menores que le hacen de comparsas, casi como los planetas del sistema solar alrededor del astro rey. Tras el retiro de Nazarbayev, a quién se refería de manera poco disimulada el nombre del partido, Kasim Tokaev ocupó el cargo de presidente, pero el poder real en el país seguía en manos de Nazarbayev. Al menos hasta esta crisis.
Una de las primeras consecuencias de la crisis ha sido una reordenación de las élites. Tokaev ha sustituido al gobierno, eliminando las figuras afines a Nazarbayev. Al propio Nazarbaev se le ha quitado la presidencia del Consejo de Seguridad kazajo, y al sobrino de Nazarbaev lo han quitado del Comité de Seguridad Nacional, la heredera del KGB kazaja, donde era el número dos desde 2015. Todos estos movimientos por un lado pueden estar destinados a calmar a los protestantes, quienes han tirado estatuas de Nazarbaev y han gritado "¡viejo márchate!" durante las protestas. Sin embargo, por otro lado estas medidas pueden ser parte de una lucha interna en la que Tokaev se deshace ya de manera definitiva del patronato del anterior presidente para empezar a hacer una política propia, con unas élites nuevas.
Por su lado, las violentas protestas en unos días han dejado 18 policías muertos, una cifra indeterminada de manifestantes muertos, pero que según estimaciones sobre el terreno deben de contarse por decenas, más de mil heridos y más de dos mil detenidos. Los manifestantes de momento no tienen una agenda pública, no han presentado una lista definitiva de peticiones al gobierno, aunque sí dejan entrever que ante todo esperan mejoras sociales, mejor nivel de vida. Tampoco tienen líderes y la desconexión de internet practicada por las autoridades kazajas no les ha impedido coordinarse o ha frenado siquiera la protesta.
El conflicto kazajo y las potencias extranjeras
La presencia de tropas extranjeras y la crisis interna van a dejar una seria huella en este país rico en recursos
No se ha podido probar, al menos de momento, que detrás de las protestas esté alguna potencia extranjera, ya sea EEUU, China, Turquía o la propia Rusia. Es cierto que es Washington quien tiene mayor peso en este sentido, ya que son muchas las organizaciones estadounidenses como el NED, el IRI o la Open Society Foundation de Soros quienes operan en el país con un gasto anual de decenas de millones de dólares para trabajar con la sociedad civil kazaja. Pero ninguna de ellas se ha pronunciado a favor de los sucesos y tampoco lo ha hecho la diplomacia norteamericana.
Finalmente toda la situación que se ha originado ha derivado en la petición de ayuda por parte de Kazajistán a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, alianza militar de la que es miembro junto a Armenia, Bielorrusia, Kirguistán, Rusia y Tayikistán. Los casi 3.770 efectivos ya están desplegándose en Kazajistán y habrá que ver cómo son recibidos por los manifestantes. Porque a pesar de que tanto Moscú como Nursultán los llamen "tropas de paz", es dudoso que sean recibidos como tales por los kazajos que han salido a las calles a pedir cambios.
Lo que parece claro es que de momento el Kazajistán estable y con una política internacional multivectorial en la que tenían cabida buenas relaciones con Rusia, China, EEUU o incluso Irán, va a cambiar. La presencia de tropas extranjeras y la crisis interna van a dejar una seria huella en este país rico en recursos naturales y en una posición estratégica entre China y Europa.
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