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OTAN 'Fort Trump', la base militar estadounidense que quiere Polonia

La OTAN celebra este año un aniversario múltiple: el de su fundación, el de su ampliación y el de la reincorporación de Francia a su estructura militar. La Alianza Atlántica sigue tratando de extender sus fronteras y aumentar su presencia en Europa oriental.

Tropas estadounidenses desplegadas en Polonia para unos ejercicios militares. /REUTERS

No está el mundo para aniversarios y los que ha habido este año han pasado mayormente por alto. Es el caso del 70 aniversario de la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que se celebrará el próximo 4 de abril y que recuerda la firma de 12 países –EEUU, Canadá, Reino Unido, Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Italia, Noruega, Dinamarca, Islandia y Portugal, entonces bajo la dictadura de Salazar– del documento por el que se creó la alianza militar en Washington.

Este 2019 también se cumple otro aniversario relacionado con la OTAN: los veinte años de su ampliación oriental con la adhesión de la República checa, Polonia y Hungría, aprobada en la cumbre de la Alianza Atlántica celebra el 24 y 25 de abril en Washington. Y no sólo: el 4 abril se celebra el décimo aniversario del retorno de Francia a la estructura militar de la OTAN después de que Nicolas Sarkozy liquidase el tradicional soberanismo de los conservadores franceses.

Del segundo de estos tres aniversarios, el de la primera ampliación oriental, Moscú no guarda como es sabido un buen recuerdo. Poco se conoce sin embargo que el entonces presidente de la Federación Rusa, Borís Yeltsin, afirmó ya que la medida corría el riesgo de desencadenar “un sentimiento de aislamiento de la sociedad rusa”. Su sucesor en el cargo, Vladímir Putin, fue más allá en su citado discurso en la Conferencia de Seguridad de Múnich del año 2007. “Pienso que es obvio que la expansión de la OTAN no guarda ninguna relación con la modernización de la propia Alianza o garantizar la seguridad en Europa, al contrario, representa una seria provocación que reduce el nivel de confianza mutua”, afirmó Putin. “Y tenemos el derecho a preguntar: ¿Contra quién se dirige esta expansión? ¿Qué ocurrió con las garantías que hicieron nuestros socios occidentales después de la disolución del Pacto de Varsovia? ¿Dónde están esas declaraciones hoy? Nadie las recuerda”, sentenció el mandatario ruso, que trajo a colación un discurso del secretario general de la OTAN Manfred Wörner del 17 de mayo de 1990 en el que éste aseguró que “el hecho de que estemos dispuestos a no estacionar tropas de la OTAN fuera del territorio alemán proporciona a la Unión Soviética una firme garantía de seguridad”. “¿Dónde están esas garantías?”, insistió Putin.

Hasta 29 países componen actualmente la OTAN, que mantiene las puertas abiertas a la inclusión de otros cuatro estados

Mucho ha llovido desde aquel entonces. La OTAN no solamente se amplió hace veinte años para incluir a los tres países arriba mencionados, sino que hace quince, el 29 de marzo de 2004, se sumaron Bulgaria, Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia y tres ex repúblicas soviéticas –Estonia, Letonia y Lituania–, y hace diez, el 1 de abril de 2009, Albania y Croacia. Montenegro fue el último país en adherirse a la Alianza Atlántica: lo hizo el 5 de junio de 2017. Hasta 29 países componen actualmente la OTAN, que mantiene las puertas abiertas a la inclusión de otros cuatro estados: Macedonia del Norte, Bosnia Herzegovina, Georgia y Ucrania.

Con el fin de rebajar la tensión con Rusia, en 1997, y tras cuatro meses de negociaciones entre el entonces secretario general de la OTAN, Javier Solana, y el ministro de Exteriores ruso, Yevgueni Primakov, se firmó una hoja de ruta para las relaciones mutuas, la cooperación y la seguridad en la que la Alianza Atlántica reafirmaba su compromiso para llevar a cabo “su defensa colectiva y otras misiones asegurando la necesaria interoperabilidad, integración y capacidad de refuerzo más que con el estacionamiento adicional permanente de un número sustancial de fuerzas de combate.” Por ese motivo, las tropas que participan en la defensa aérea del Báltico, por ejemplo, han de rotar cada cuatro meses.

'Fort Trump'

De todos los países que fueron sumándose a la OTAN a lo largo de estos años, Polonia es el que probablemente demuestra una mayor hostilidad hacia Rusia. Además de formar parte del escudo antimisiles de la OTAN, según explicó recientemente al periódico The Wall Street Journal su secretario general, Jens Stoltenberg, la Alianza Atlántica tiene pensado transformar el aeródromo de Powidz en un depósito que funcionará como ‘hub’ para las fuerzas desplegadas en Europa. Las obras costarán 260 millones de dólares y se espera que estén terminadas en dos años. Este centro alojará a un millar de soldados estadounidenses, que se sumarán a los 4.000 que, con carácter rotativo, se encuentran ya en el país.

La Alianza Atlántica tiene pensado transformar el aeródromo de Powidz en un depósito que funcionará como ‘hub’ para las fuerzas desplegadas en Europa

El anuncio de Stoltenberg –que forma parte de un plan de modernización de la OTAN hasta el año 2021 que abarca 250 infraestructuras y tiene como objetivo mejorar la capacidad de reacción de sus tropas en Europa oriental– se queda corto en comparación con lo que Polonia, uno de los socios más fiables del bloque, quería. En mayo de 2018, en plena controversia en torno a la contribución de los países miembro, el gobierno polaco envió diligentemente una carta al gobierno estadounidense recordando que ya cumplía con el compromiso de destinar un 2% de su PIB a defensa y prometía aumentar el porcentaje hasta el 2,5%. En la carta, Polonia también se ofrecía para alojar una base militar permanente, preferiblemente una división de tanques, en su territorio, e incluso proponía un nombre: ‘Fort Trump’. Incluso aportaría unos dos mil millones de dólares a su construcción.

La propuesta la formalizó el presidente polaco, Andrzej Duda, durante su visita a Washington a comienzos de marzo y, como era de esperar, no fue recibida con malos ojos por el Pentágono. Atlantic Council, un influyente think tank con estrechos vínculos con el gobierno y varias empresas de armamento estadounidenses, vino a echar un capote a la idea. “Un ataque convencional de Rusia determinado, especialmente si se lleva sin aviso, podría derrotar a las fuerzas avanzadas de la OTAN y Estados Unidos en un período de tiempo relativamente corto antes de que pudieran llegar refuerzos”, consignaba en uno de sus últimos informes.

También Georgia

A comienzos de esta semana, Stoltenberg visitó Georgia para asistir a unas maniobras conjuntas de la OTAN. Durante su visita, el secretario general de la OTAN también se reunió con la presidenta georgiana, Salome Zourabichvili, y el primer ministro, Mamuka Bakhtadze. Stoltenberg recordó que el verano pasado la Alianza Atlántica reafirmó su compromiso de la cumbre de Bucarest de 2008 de que este país sea futuro miembro de la OTAN. A pesar de no pertenecer formalmente a la Alianza, Georgia es el país no-miembro que contribuye con más tropas tanto a la misión en Afganistán como a la Responce Force de la OTAN, un legado del expresidente Mijeíl Saakashvili, que durante su mandato impulsó una política decididamente pro-occidental. Stoltenberg también destacó positivamente las reformas que ha llevado Georgia, como el refuerzo del control parlamentario sobre el sector de defensa, la modernización de las fuerzas de seguridad y el compromiso de elevar al 2% de su PIB las inversiones en defensa en línea con lo estipulado por la OTAN. Todo ello, subrayó, supone una contribución para la “seguridad regional”.

La presidenta de Georgia, Salome Zourabichvili, recibe al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. /REUTERS

La presidenta de Georgia, Salome Zourabichvili, recibe al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. /REUTERS

Donde la OTAN habla de “seguridad regional”, Rusia ve una provocación que no sirve más que para incrementar las tensiones acumuladas desde hace años

Pero donde la Alianza Atlántica habla de “seguridad regional”, Rusia ve una provocación que no sirve más que para incrementar las tensiones acumuladas desde hace años. Las declaraciones de Stoltenberg, quien afirmó que la OTAN apoya la “integridad territorial de Georgia dentro de sus fronteras reconocidas internacionalmente” –una evidente referencia a las repúblicas de Abjasia y Osetia del Sur, que Rusia reconoció oficialmente tras el conflicto con Georgia en 2008–, no ayudan a aliviar la tensión. Menos aún en un contexto en el que la OTAN, más que replantearse su orientación, parece querer doblar la apuesta por su política hasta la fecha con una presencia reforzada en toda Europa oriental y el Cáucaso.

Además, el año pasado Colombia se convirtió en el primer “socio global” de la OTAN en América Latina, al que se podría sumar el Brasil de Jair Bolsonaro por deseo expreso del presidente estadounidense. Compárese con el revuelo ocasionado el sábado pasado por la llegada a Venezuela de un centenar de militares rusos, calificado por el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, John Bolton, como una “intolerable injerencia en las metas compartidas por el hemisferio occidental de democracia, seguridad e imperio de la ley.”

El supuesto Trump anti-OTAN del que hablaban los medios de comunicación en 2016 se ha revelado como un hombre de paja tras el cual existe un Trump pro-OTAN muy real. Lo ha explicado bien estos días Florian Rötzer en el digital alemán Telepolis: el presidente de EEUU mantiene la estrategia de George W. Bush de “expandir el poder de EEUU a través de la OTAN mediante la división de la Unión Europea” entre la ‘vieja Europa’, reacia al militarismo estadounidense, y la ‘nueva Europa’, favorable a él. Con ello, continúa Rötzer, “se trata de impedir un acercamiento entre la Unión Europea y Rusia.” En todo este embrollo, comenta el autor, “es interesante que el reconocimiento de la anexión de los Altos del Golán por parte del gobierno estadounidense confirma el doble rasero que tantas veces ha aplicado.” Y de este modo, zanja, “ha sellado el destino de Crimea.”

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