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El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, remacha la ofensiva de su Ejército en el Líbano, al tiempo que se ve suficientemente respaldado por Estados Unidos y apoyado dentro de Israel para desatar en breve una dura represalia contra Irán, capaz de convertir Oriente Medio en un inmenso campo de batalla.
Mientras ultima los preparativos de esa represalia contra Irán, Israel profundiza en su invasión del sur libanés con renovados bombardeos en esta zona y sobre Beirut. Este jueves, el Ejército israelí lanzó el ataque más duro contra el centro de la capital libanesa desde que comenzó a bombardear el Líbano hace diez días. Ya son casi 2.000 las víctimas mortales libanesas de esta ofensiva.
Pero es hacia el este hacia donde se giran todas las miradas, tras el ataque con casi 200 misiles lanzado por Irán el martes también contra territorio israelí. Aunque la mayor parte de esos misiles fueron derribados antes de alcanzar sus objetivos en Israel, Netanyahu ha considerado esta acción como el punto de no retorno y una declaración de guerra en toda regla.
Queda por ver la respuesta que puede dar Washington y el alcance de su apoyo a Tel Aviv ante los reiterados intentos de Netanyahu de involucrar a Estados Unidos en una guerra abierta con Teherán, cuando queda apenas un mes para las elecciones presidenciales estadounidenses.
Con los comicios en ciernes, una guerra, aunque sea contra uno de los enemigos jurados de Washington, no favorece a ninguno de los dos candidatos, la vicepresidenta Kamala Harris y el expresidente Donald Trump. Ambos son abiertamente proisraelíes, pero no tienen ningún deseo de renunciar al peso del voto musulmán.
Tampoco querrían empezar su mandato cuando hay otra contienda, en Ucrania, aún sin resolver y que está absorbiendo ingentes recursos estadounidenses.
Netanyahu quiere descabezar la cúpula del poder iraní
Y una cosa es un ataque selectivo contra objetivos predeterminados, para dañar algunas de sus infraestructuras críticas iraníes en respuesta a la lluvia de misiles contra Israel, y otra desatar una guerra abierta para derribar el régimen islámico y reemplazar a su actual líder supremo, Alí Jameneí, como ha prometido Netanyahu.
La eliminación de Jameneí sería la siguiente tarea en el plan trazado por el líder ultraderechista judío, tras la muerte por el Ejército israelí del número uno de Hamás, Ismail Haniyeh, en la misma Teherán y en el marco de la guerra de Israel en Gaza, y del asesinato del máximo dirigente de Hizbulá, Hasán Nasrala, en Beirut, en el curso de la actual ofensiva en el Líbano, donde opera ese grupo chií.
La eliminación de Jameneí sería la siguiente tarea en el plan trazado por el líder ultraderechista judío
Pero si en la guerra de exterminio lanzada contra Hamás en Gaza hace un año y en la ofensiva contra Hizbulá en el Líbano, con el bombardeo y el comienzo de su invasión, la Casa Blanca dejó hacer a Netanyahu, con tibias llamadas a un alto el fuego y continuando la venta de armas a Israel, la crisis con Irán es un asunto bien distinto.
Netanyahu sabe cómo presionar a Joe Biden, uno de los presidentes de Estados Unidos más comprometidos con Israel, ayudado por el lobby político y empresarial judío en ese país. Pero no está tan claro que EEUU vaya a apostar por cambiar el mapa geopolítico de Oriente Medio en una guerra relámpago, como quiere Netanyahu.
No al menos sin tener en cuenta el caos que se puede generar en la región, el altísimo riesgo de que se produzcan oleadas de refugiados desde Irán, Siria e Irak, y, sobre todo, el peligro de que esta conflagración se expanda más allá, debido a los lazos que tiene Teherán con países como China y, sobre todo, Rusia.
Es decir, la guerra total que viene modelando Netanyahu desde que el pasado 7 de octubre, en respuesta al ataque de Hamás que dejó 1.200 muertos en territorio israelí, lanzó la invasión y destrucción de Gaza, con casi 42.000 palestinos muertos ya (un centenar en el último día), y continuó su ordalía de sangre en el Líbano, mientras al tiempo provocaba a Irán con el asesinato de sus aliados islamistas y de destacados militares iraníes.
El doble rasero occidental
Todo ello con la aquiescencia o la desidia de la Administración Biden y de muchos países europeos, que no han sabido o no han querido frenar a Netanyahu llevados por un doble rasero. En el último episodio de esta ambigüedad, la condena al ataque iraní fue unánime en EEUU y la Unión Europea, mientras se pasaba por alto la invasión en curso del Líbano.
Todo ello a pesar de que el régimen de los ayatolás se desgañitaba diciendo que el bombardeo iraní era la respuesta concreta y limitada al asesinato de Haniyeh, Nasralá y de un general iraní, también en Beirut, y que Teherán no quería llevar más allá el enfrentamiento armado con Israel.
Demasiado tarde. Netanyahu ha prometido que acabará con la amenaza iraní y hará todo lo posible para conseguirlo, pese al elevadísimo riesgo de que el conflicto se desborde.
Advertencia rusa
De momento, uno de los aliados internacionales de Teherán, Rusia, ha lanzado una advertencia ante cualquier intento de desestabilización de Irán. El viceministro de Exteriores ruso, Serguéi Riabkov, señaló este jueves, sin dar lugar a equívocos, que el Kremlin está "en estrechísimo contacto" con Irán sobre la actual situación en Oriente Próximo.
El diplomático ruso agregó que Moscú no está tratando con Washington esta crisis. "No, nuestros enfoques son diametralmente opuestos", aseveró Riabkov.
Riabkov señaló que el Kremlin está "en estrechísimo contacto" con Irán sobre la actual situación en Oriente Próximo
La cooperación entre Rusia e Irán es muy intensa, en el terreno energético tradicional y en el nuclear, en el comercio y, especialmente, en el ámbito militar. Teherán ha suministrado al Ejército ruso drones de combate y misiles que está utilizando en Ucrania para compensar la entrega occidental a Kiev de miles de millones de euros en armamento para resistir la invasión rusa.
Rusia asiste a esta crisis con incomodidad. Ha condenado los ataques israelíes al Líbano y los bombardeos puntuales en Siria, otro aliado ruso. Moscú junto a Hizbulá sostienen al endeble régimen de Bachar al Asad en Damasco.
Los lazos entre Irán y Rusia deberían ser tenidos en cuenta si no ya por Netanyahu, empeñado en desatar una guerra total, sí al menos por Washington. En breve está previsto que Moscú y Teherán firmen un acuerdo de asociación y entonces será más difícil que el Kremlin mantenga la calma que ahora tiene.
División en EEUU
Biden se encuentra ante un dilema muy complicado. En el Pentágono son muchos quienes abogan por apoyar sin condiciones a Israel con la flota ya desplegada en el golfo de Omán y la que está rumbo al Mediterráneo Oriental, además de los 40.000 efectivos estacionados en Irak, Jordania y las zonas de Siria no controladas por Al Asad.
Estos halcones subrayan el derecho de Israel a defenderse y recuerdan la alianza de décadas entre los dos países. Hasta ahora, esa cooperación convertía a Israel de facto en el brazo armado estadounidense en Oriente Próximo para contener a Irán.
Israel prefiere que Washington sea su escudo y que Tel Aviv lleve la iniciativa
Todo ha cambiado ya. Tras un año que ha conmovido a la región, Israel prefiere que Washington sea su escudo y que Tel Aviv lleve la iniciativa.
Tales funcionarios de EEUU abogan por lanzar, junto a Israel, una guerra rápida y contundente contra Irán, bombardeando algunos de los centros de producción y refinado de petróleo y gas, pero sin tocar las centrales nucleares iraníes, como sí defiende el Gobierno extremista de Netanyahu.
La indecisión de Biden
También están quienes critican la indecisión mostrada por Biden en esta crisis desatada hace un año, por su incapacidad para frenar el genocidio en Gaza o imponer a Netanyahu un alto el fuego con Hamás. En cambio, permitió que el primer ministro israelí boicoteara una y otra vez el diálogo para conseguir una tregua.
El último sabotaje a la negociación, esta vez con Hizbulá para un alto el fuego de 21 días en el Líbano, que tenía el respaldo de EEUU y Francia, lo hizo Netanyahu al ordenar la muerte de Nasrala, quien, según el Gobierno libanés, había aceptado ya esa tregua.
Esos críticos dentro de EEUU señalan que Biden podría haber sancionado a Israel, restringiendo la venta de armas estadounidenses, y ello podría haber frenado la matanza de Gaza y la escalada militar en el Líbano.
Pero ahora Netanyahu está más fuerte que nunca y ni siquiera las recomendaciones del propio Biden para que se modere antes de las elecciones de noviembre van a tener éxito.
Netanyahu recupera el apoyo popular
Esa fuerza se refleja en el apoyo popular que tiene el primer ministro. Si en este momento hubiera elecciones, según una encuesta del Canal 14 de Israel, la coalición de Netanyahu se mantendría en el poder. Otras consultas subrayan el apoyo renovado al líder del Likud tras los asesinatos de los dirigentes de Hamás y Hizbulá.
Si en este momento hubiera elecciones, según una encuesta del Canal 14 de Israel, la coalición de Netanyahu se mantendría en el poder
Otra encuesta para el Instituto Israelí de la Democracia señaló el martes que el 80% de los israelís apoyaba la decisión de lanzar una ofensiva contra Hizbulá en el Líbano, incluso sin haber concluido la guerra de Gaza. El ataque iraní ocurrido a última hora de ese mismo día seguramente habría disparado si cabe más esos pronósticos.
Y Netanyahu quiere aprovechar este respaldo para terminar la tarea comenzada. "Irán cometió un gravísimo error esta tarde y va a pagar por ello", amenazó el martes. El pasado fin de semana, el líder judío ya había indicado que "este era un momento trascendental" para Israel. "Estamos ganando", dijo rotundo.
En unas declaraciones al diario The New York Times, el exembajador israelí en Estados Unidos, Michael Oren, resumió en una frase lo que está ocurriendo y lo que va a suceder. "Desde la perspectiva de Israel, hemos estado en una guerra regional desde el 7 de octubre. Y esa guerra es ahora una guerra a gran escala", afirmó, dando a entender que Estados Unidos está ya implicado, sin opciones, en la misma.
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