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Lejos de Siria, la guerra sigue por dentro

En el sur de Turquía, un centro de rehabilitación psicológica intenta aliviar los síntomas y el sufrimiento de los que han sobrevivido a las bombas y a la detención en Siria y que siguen luchando contra sus traumas.

Dos niños sirios heridos pasean por un campamento de refugiados en Kilis, en el centro-sur de Turquía. - AFP

CORINA TULBURE

“Casi todas las familias sirias han perdido a uno o más de sus miembros. Sufren traumas que perdurarán durante anos”, explica B. Hossein, psicólogo del centro de rehabilitación psicológica de la organización UOSSM. La ONG se encuentra en un edificio de dos plantas con numerosas consultas de psicólogos y psiquiatras, que han recibido ya a más de 350 personas desde el mes de noviembre. Otras han recibido ayuda en su domicilio o en los centros educativos a los que se desplazan los equipos móviles.

“Un estudio presentado en Turquía asegura que un 60% de los sirios padecen cuadros de ansiedad y un 70%, depresión"

“Un estudio presentado en Turquía asegura que un 60% de los sirios padecen cuadros de ansiedad y un 70%, depresión. Es un número muy elevado. No sé cómo se han recogido estos datos. La gente está traumatizada, pero hay mucha resiliencia. Veo a padres que trabajan 14 horas al día para sacar adelante a sus hijos”, prosigue el psicólogo. Los niños son, sin duda, los que más sufren a la hora de lidiar con su pasado y con la violencia que han vivido. “Hay niños que han visto los cuerpos de sus padres destrozados por una bomba. Los que vienen de las zonas bombardeadas por el régimen, han vivido meses o años bajo los bombardeos. Aunque están aquí, continúan en estado de choque".

Hossein aclara que toda una generación de niños ha vivido hasta ahora exclusivamente en medio de una violencia que se ha convertido para ellos en su rutina: “Hay niños que ahora tienen nueve años y que tenían tres cuando empezó la revolución. No han tenido acceso a la educación, a los cuidados, no saben lo que es vivir sin oír caer las bombas. Saben mucho sobre barriles de dinamita y sobre armas. Muchos padecen depresión, se hacen daño a sí mismos".

Al trauma vivido en Siria, le sigue el constante estrés de la vida en Turquía. En las calles de Gaziantep se ven niños mendigando. “Si alguien le pregunta a un niño de la calle quién es, le contesta 'soy Ahmad'. Sólo tiene un nombre, nada más. Un pasado en blanco, un futuro incierto y un presente en la calle. Eso cambia la personalidad del niño para siempre. Sin padres, sin memoria, sin futuro”. El psicólogo se lamenta de que la ayuda que ellos ofrecen a estos niños es limitada. Sin una red de apoyo que facilite el acceso a la educación y sin la integración en una comunidad, su trabajo servirá de muy poco.

“Aquí somos invitados, no tenemos el estatuto de refugiado. No hay unas reglas seguras, desconocemos nuestro futuro inmediato"

Tanto los niños como los adultos sufren por haber sido sometidos a un desplazamiento forzado. “El hecho de que las personas hayan sido desplazadas a la fuerza de Siria, que hayan sido obligadas a dejar sus casas y su entorno afectivo, provoca un nivel elevado de estrés que puede acabar en depresión. Llegan a Turquía y deben aprender otra lengua y empezar de cero sin saber cuál será su futuro, y eso es otra fuente de estrés. Por eso todos están exhaustos”, asegura Hossein.

“Aquí somos considerados invitados, no tenemos el estatuto de refugiado. No hay unas reglas seguras, desconocemos nuestro futuro inmediato. ¿Qué va a pasar con nosotros de aquí a un año? Esta angustia la padezco yo también. No puedes hacer planes ni para dentro de dos semanas. Nadie aguanta un nivel de inseguridad así”, comenta uno de los pacientes del equipo de UOSSM. Ante esta falta de perspectivas, la gente quiere marcharse a Europa, sinónimo para ellos de un sistema en el que existen leyes para los solicitantes de asilo, según los médicos del centro.

Varios niños juegan en un campamento de desplazados cercano a Azaz. en la frontera entre Siria y Turquía. - AFP

Varios niños juegan en un campamento de desplazados cercano a Azaz. en la frontera entre Siria y Turquía. - AFP

Sin embargo, el psicólogo revela que encuentra altos niveles de resiliencia entre las personas que están en Gaziantep: “Porque aquí nadie se responsabiliza de ti. Los peligros no han acabado. No son los peligros de Siria, pero viven en constante peligro económico… cómo conseguir una casa, cómo enviar a sus hijos a la escuela, etc. La gente aquí no puede relajarse ni un momento. Cuando empiezas a relajarte es cuando empiezas a sentir el dolor. Por eso hay mas casos de PTSD (trastorno por estrés postraumático) en Europa que aquí”.

"La gente necesita hallar un sentido a lo que hace, no sólo sobrevivir"

Hossein destaca que conoce casos de personas que se encontraban antes en Turquía y que ahora viven en Europa con estatuto de refugiado, pero que no son felices: “Directores de teatro, abogados, gente que tenía ya una carrera. No es que padezcan depresión, pero se encuentran mal. La gente necesita sentirse útil dentro de una comunidad. Sólo esperar, mirar y comentar lo que pasa, sin poder actuar, te hace sentir que no sirves para nada. La gente necesita hallar un sentido a lo que hace, no sólo sobrevivir”. Es el caso de uno de los psiquiatras del centro, que ha decidido regresar de Alemania para ayudar a los sirios que viven en Turquía.

El centro ofrece también ayuda psicológica a las personas que han sobrevivido a las cárceles sirias. “Sólo puedo hablar de la gente que he conocido. Viven con el sentimiento de haber sufrido una profunda injusticia. Cualquier persona cuando sale de la cárcel sale con un trauma, ya no es la misma persona de antes. Hay gente que no soporta por ejemplo el olor a sudor porque les recuerda un momento de su detención. En cuatro metros, encerrados con otras 46 personas, estaban casi sin aire. Empezaban a sudar, tenían sed. El olor a sudor les puede despertar este recuerdo y sufren un ataque de pánico”, comenta el psicólogo.

"En Siria hemos vivido en un tipo de sociedad en la que uno se mentía a si mismo, no se atrevía a reconocer lo que deseaba, o lo que pensaba"

Las sesiones de terapia ayudan a convertir esta información sensorial en memoria. Recordar para no revivir el trauma. En la recuperación, una ayuda importante es el apoyo de la comunidad: “Antes de la revolución, sobre la gente que había estado en la cárcel recaía el estigma hacia el preso, ahora la comunidad los recibe como a héroes. Eso ayuda mucho a la persona que ha sufrido la detención”, incide Hossein.

El psicólogo recuerda que años de propaganda dentro de Siria han hecho que se desarrolle un sistema de negación de la realidad "que existe desde siempre", no sólo desde el inicio de la revolución. "Desde hace 40 años el régimen ha realizado una propaganda que pretendía dominar tu mente. Desde que eras un niño veías que nada estaba bien, pero tu familia te decía que todo funcionaba, tu profesora te repetía que todo era maravilloso, que éramos un gran país. Si todo el mundo te repite la misma mentira, tú también empiezas a negar lo que ves. Y acabas diciendo que todo funciona bien. El sin sentido, el absurdo, la mentira se convierten en parte de tu personalidad, de la comunidad misma. En Siria hemos vivido en un tipo de sociedad en la que uno se mentía a si mismo, no se atrevía a reconocer lo que deseaba, o lo que pensaba. La gente ha recuperado el sentido de las cosas cuando ha empezado a decir no. Muchos sienten aún que esta palabra les puede costar la vida”, concluye Hossein.

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