París
La opinión pública francesa se encuentra inmersa en una espiral securitaria y conservadora. Los eternos debates sobre la inseguridad y el islam acaparan las ondas de radio y televisión. Al mismo tiempo se banalizan las ideas y el peligro que supone la llegada al poder de los ultras. Cuando falta menos de un año para las elecciones presidenciales de 2022, imperan los marcos favorables a la extrema derecha. Un escenario propicio para Marine Le Pen, pero que intenta cabalgar el presidente Emmanuel Macron, convencido de que nunca perderá una segunda vuelta de unos comicios ante la líder de la Reagrupación Nacional (RN).
Ante esta deriva, decenas de miles de franceses dijeron basta este sábado. Unas 150.000 personas, según los organizadores, se manifestaron en las llamadas "marchas por la libertad". Convocadas en distintas localidades por 110 partidos, sindicatos y asociaciones de izquierdas, estas protestas pretendían expresar un rechazo a la extrema derecha y las leyes "liberticidas" del ejecutivo macronista. Sin ser tan multitudinarias como las movilizaciones sociales anteriores a la pandemia, como la revuelta de los chalecos amarillos o las protestas contra la reforma de las pensiones, supusieron una bocanada de aire fresco en medio de un ambiente político-mediático derechizado y una sociedad cansada y amorfa.
"Estoy muy impactado por lo que está sucediendo y el clima actual en nuestro país", reconocía a Público Clément, de 25 años, militante de la Francia Insumisa. "Hay un auge de las ideas de extrema derecha y el gobierno reproduce una parte de esta agenda, con una posición de mano dura en materia de seguridad y rechazo de la inmigración", añadía Jean-Claude Mamet, de 72 años, que empezó a militar en el Mayo del 68 y que ahora forma parte de Ensemble, otro de los partidos que integran el movimiento populista de izquierdas de Jean-Luc Mélenchon. De hecho, el líder de los insumisos fue agredido levemente en el inicio de esta protesta cuando un joven ultra le lanzó un saco de harina.
"Estas protestas sirven para recordar que el pueblo francés de izquierdas existe y cuáles son sus valores esenciales", afirma el politólogo Christophe Bouillard. "La extrema derecha progresa y nuestras libertades retroceden", "Menos fachas y más refugiados" o "Darmanin (ministro del Interior), Le Pen y otros extremamente nocivos"; eran algunas de las pancartas que se podía leer en la manifestación en París, que bajo un ambiente festivo recorrió las calles del norte de la capital francesa. Unas 70.000 personas participaron en esta marcha que tuvo el mérito de reunir las distintas sensibilidades de la izquierda, cuya división y debilidad política alimentan la actual espiral derechista.
"Un periodo prefascista"
Las "marchas por la libertad" se produjeron al término de una semana en que hubo dos episodios inquietantes. Macron recibió un bofetón el martes por parte de Damien Tarel, de 28 años, que proclamó "Montjoie! Saint Denis!", un eslogan monárquico, en el momento de los hechos. Como ya habían evidenciado las páginas web y de YouTube que consultaba, este joven reconoció simpatizar con ideas ultranacionalistas y fue condenado a una pena de 18 meses de cárcel, cuatro de ellos de cierre incondicional. El miércoles, la fiscalía de París abrió una investigación por la difusión del video amenazante de dos youtubers ultra, Papacito y Code Reinho. En las imágenes simulaban la ejecución de un votante de izquierdas.
El joven presidente quitó hierro a la agresión sufrida y la calificó de "un hecho aislado", que "debe ser relativizado". Una opinión que no es compartida por todas aquellas voces que ven en el bofetón el resultado de la liberación de la violencia discursiva de la extrema derecha. "Es irresponsable decir que se trata de un acto aislado, ya que no se debe tomar a la ligera. No se trata de la acción de un iluminado, sino de un simpatizante de la extrema derecha, una ideología violenta", asegura a Público Thomas Portes, uno de los impulsores de las "marchas por la libertad" y portavoz de Générations, el partido fundado por el excandidato socialista Benoît Hamon.
Francia, según Portes, se encuentra inmersa en "un periodo prefascista". Aunque el concepto de fascismo siempre suscita discrepancias, resulta una evidencia que el ambiente es cada vez más crispado y tóxico. La publicación a finales de abril y principios de mayo de unos polémicos manifiestos impulsados por militares supuso un punto de inflexión y fue el desencadenante de las "marchas por la libertad". Firmadas por miles de soldados y decenas de generales a punto de retirarse, estas tribunas reproducían tópicos ultraderechistas, como un presunto "desmoronamiento" del país y la amenaza de una "guerra civil", además de denunciar una presunta "cobardía" de los dirigentes ante la amenaza islamista.
El 19 de mayo, una polémica manifestación policial reunió a unas 35.000 personas delante del Parlamento francés. Convocada inicialmente para homenajear a dos agentes abatidos, esta se convirtió en una concentración para denunciar un presunto "laxismo" de los jueces y limpiar la imagen de las fuerzas de seguridad, muy manchada por los múltiples casos de violencia policial. "El problema de la policía es la justicia", dijo desde la estrada de esa protesta Fabien Vanhemelryck, secretario general de Alliance. Toda una muestra de la escasa sensibilidad de los sindicatos policiales, afines a la extrema derecha, por la división de poderes.
Macron "tiene una gran responsabilidad en la atmósfera actual"
Bouillaud, profesor en Sciences Po Grenoble, considera que "esta tendencia empezó con el asesinato de Samuel Paty en octubre". Entonces, el gobierno "tuvo una reacción muy dura tras la decapitación del profesor, con la disolución del Colectivo Contra la Islamofobia", una histórica asociación de denuncia de los casos de racismo sufridos por personas musulmanas que fue ilegalizada sin que se demostrara ningún vínculo con el yihadismo. Además, "reprodujo tesis de la extrema derecha, al hacer numerosas amalgamas entre los musulmanes y el islamismo radical".
La mayoría macronista en la Asamblea Nacional también ha culminado en los últimos meses dos polémicas legislaciones que vulneran libertades. Por un lado, la ley sobre la "seguridad global", una ley mordaza a la francesa que restringía la capacidad de los ciudadanos para grabar las intervenciones policiales y que fue censurada recientemente por el Consejo Constitucional. Por el otro, el texto sobre el "separatismo islamista", que refuerza el control del Estado en el ejercicio de los cultos religiosos bajo el pretexto de combatir el islamismo radical.
"El gobierno tiene una gran responsabilidad en la atmósfera actual", sostiene Portes, quien preside el Observatorio Nacional de la Extrema Derecha. Recuerda, de hecho, un polémico debate televisivo en febrero entre Le Pen y el ministro del Interior, Gérald Darmanin, que la acusó de tener una posición "demasiado suave" sobre el islam. Darmanin, un exlugarteniente de Nicolas Sarkozy, no solo encarna la política de mano dura de Macron, sino que también es el responsable de decisiones controvertidas, como la reciente supresión del Observatorio de la Laicidad, un organismo estatal independiente que defendía una visión más tolerante y respetuosa que el ejecutivo con la pluralidad religiosa y que fue clausurado por este motivo.
Auge mediático de la "Fox News francesa"
En esta carrera desenfrenada entre la extrema derecha y el macronismo para erigirse en el campeón de la lucha contra la inseguridad, la inmigración y el islam, los grandes medios tienen una gran responsabilidad. CNews, conocida como "la Fox News francesa", ha experimentado un aumento fulgurante de su audiencia en los últimos meses. Tras haberse especializado en los sucesos y en invitar a tertulianos de extrema derecha en sus platós, se codea con BFM TV como la cadena de información 24 horas más vista en el país vecino. En Francia, hay cuatro canales de este estilo, tres de ellos privados y con unos niveles de audiencia importantes. Y disponen de una influencia considerable sobre la opinión pública.
"Por primera vez, un capitalista francés ha apostado por promover un gran medio afín a la derecha radical", afirma Bouillaud, sobre el controvertido Vincent Bolloré, propietario del grupo de comunicación Vivendi, del que forman parte Canal + y CNews. El auge mediático de la "Fox francesa" ha contribuido en el viraje hacia la derecha de la opinión pública. La inseguridad se ha convertido en uno de los principales problemas de los franceses, a pesar de que las estadísticas oficiales muestran una ligera disminución de la delincuencia debido a los distintos confinamientos. El 58% de los franceses estaban de acuerdo con las tesis ultras de los manifiestos de los militares, según un estudio de opinión de la cadena LCI (Tribune des militaires : 58% des Français soutiennent l'initiative des signataires | LCI).
Aunque los sondeos siguen dando como favorito a Macron para los comicios del año que viene, la Fundación Jean-Jaurès, afín al Partido Socialista, ya alertó de que "el riesgo de una victoria de Marine Le Pen es limitado pero muy real", en un informe publicado a finales de abril. En las elecciones regionales del 20 (primera vuelta) y 27 de junio (segunda vuelta), la RN cuenta con serias opciones de conquistar su primer ejecutivo regional, siendo favorita para ganar la región Provence-Alpes-Côte d’Azur (PACA, en el sur), cuya capital es Marsella.
"La estrategia de Macron consiste en pensar que no dispone de adversarios en la izquierda –demasiado fragmentada de cara a las presidenciales– y que debe concentrarse en derechizar su discurso para desalentar a los votantes conservadores de apostar por Le Pen", explica Bouillaud. Una táctica que se basa en el cinismo de creer que siempre es preferible confrontarse en una segunda vuelta a la extrema derecha en lugar de un candidato de izquierdas o de la derecha moderada. Pero, según este politólogo, "al final puede haber una sorpresa y que los votantes conservadores terminen votando a Le Pen". El escenario clásico en que el original gana a la copia.
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