bruselas
Actualizado:El cisma de tensión entre Madrid y Argel a cuenta del cambio de postura del Gobierno de Pedro Sánchez sobre el Sáhara Occidental tiene a Bruselas en estado de "máxima preocupación". Argelia es un socio clave para los europeos. Cercanía geográfica, intereses de estabilidad regional, asuntos de seguridad e inmigración o interdependencias económicas y, especialmente, energéticas así lo avalan a uno y otro lado.
La UE es el principal socio comercial de Argelia. En el otro lado, el país magrebí es el destinatario número 28 de las exportaciones del bloque comunitario, representando en 2020 el 0,7% del comercio europeo. La relación comercial entre ambos movió hace dos años 24.900 millones de euros, según las últimas cifras actualizadas de la Comisión Europea.
Como ya ocurrió con la crisis de Marruecos anterior, la estrategia de La Moncloa ante la nueva crisis vecinal ha tenido su centro neurálgico en buscar el respaldo de Bruselas. El ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel Albares, emprendió el viernes un viaje relámpago a la capital comunitaria para reunirse con el responsable en materia de comercio Valdis Dombrovskis ante la amenaza de Argel de congelar las relaciones comerciales con Madrid. La política comercial es una de las pocas áreas donde la Comisión Europea tiene plenas competencias. Y esa era la clave: si el órdago argelino supondría una violación del Acuerdo de Asociación con la UE que el país selló en 2002.
Albares se marchó de la capital comunitaria con la misión cumplida de haber recabado el apoyo de los de Von der Leyen. La UE ha cerrado filas con nuestro país advirtiendo a los argelinos de represalias si violaban el acuerdo. Pero la apuesta es una: el diálogo. Ni Bruselas ni Madrid han querido despejar la incógnita de los próximos pasos para encarrilar la crisis. Ni siquiera han aclarado si emprenderán acciones legales.
Pero las palabras de advertencias ya han tenido un efecto ipso facto. La embajada argelina ante la UE ha emitido un comunicado poco después de la reunión reiterando que mantendrá el suministro de gas a España. Un compromiso que toma especial importancia en medio de la guerra de Ucrania, de la inflación de los precios y de la búsqueda de los europeos de nuevos mercados para desengancharse de la energía rusa.
Argelia es el tercer proveedor de gas natural de la UE –solo por detrás de Rusia y Noruega- y el principal de España. En este contexto de volatilidad con España, Italia está desplazando a Madrid como socio principal de Argel dentro del bloque comunitario. En el marco de poner fin a la dependencia energética con Rusia, no sólo la UE está a la caza desesperada de gas en otros países, también lo están haciendo de forma bilateral los 27 Gobiernos nacionales. Recientemente el primer ministro italiano Mario Draghi selló un acuerdo para aumentar un 40% las exportaciones gasísticas procedentes de Argel.
Ejercicio de funambulismo
A pesar de la alta tensión Madrid-Argel, Bruselas mide con tibieza la respuesta a esta crisis. Hay muchos intereses en juego. Una coyuntura que se acentúa en un contexto marcado por la guerra en Ucrania, que ha puesto patas arriba el orden global y que amenaza con desatar más crisis ad hoc. Los bolsillos de millones de ciudadanos están sufriendo las consecuencias del aumento de los precios de los alimentos, la luz o los combustibles. Y el bloqueo en la exportación de los cereales procedentes de Ucrania, el granero de Europa, amenaza con desatar una crisis humanitaria de hambrunas punzantes en países de África altamente dependientes de estos granos. Todo ello a su vez, genera el caldo de cultivo para impulsar nuevas olas de migrantes que huyen del hambre. Y si hay algo que la UE teme y quiere evitar a toda costa son las llegadas masivas de personas a las que considera "migrantes ilegales".
Además de la estabilidad regional, Argelia también atraviesa un momento convulso a nivel interno marcado por la crisis económica exacerbada por la pandemia y por el continuo riesgo de choque frontal y militar con Marruecos, uno de los aliados privilegiados de España y de la UE. Buena cuenta de ello son los diversos acuerdos comerciales y de pesca que Bruselas y Rabat han firmado durante las últimas décadas y que incluyen los recursos y territorios del Sáhara a pesar de las sentencias de la Justicia europea, que los declaraba ilegales por no contar con el beneplácito del Frente Polisario, el representante reconocido por la comunidad internacional del pueblo saharaui.
En este equilibrio cuasi imposible será muy imposible será clave la postura del Gobierno italiano, aliado de Argel, que muy difícilmente abrazará las pretensiones de Rabat sobre el Sáhara provocando unas posturas enfrentadas que podrían tensionar y mucho las costuras de la Unión Europea. En el otro lado, Francia, el gran actor por sus relaciones históricas en la región, ha jugado a ser un país "neutral" en el conflicto entre los dos países magrebíes, pero su postura de ambivalencia y ambigüedad ha juagado –al igual que la de la UE- un papel beneficioso para Rabat.
Con este contexto de fondo –y con el añadido de Libia como frontera de Argelia-, los europeos quieren preservar a toda costa las buenas relaciones con Argel y evitar cualquier escalada con Marruecos que incendie todavía más la región. Pero tampoco está en el interés del país magrebí enzarzarse en una lucha con los europeos, de los que penden 11.400 millones de euros anuales por intercambios de bienes como gas y petróleo o productos químicos.
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