La China que ha recibido al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, es un país con una ambiciosa agenda internacional, en los ámbitos económico, diplomático y de seguridad, que sigue su propio camino y con el que se puede llegar a acuerdos, pero al que no se puedan dictar órdenes y menos aún sobre sus socios estratégicos, como es el caso de Rusia.
La posición española sobre la guerra de Ucrania, subrayada en la conversación que han mantenido Sánchez y el presidente chino este viernes, ha empezado con mal pie. Sánchez ha insistido en que una paz "justa y duradera" en Ucrania solo podrá conseguirse bajo las condiciones que establezca el país invadido.
La justicia internacional daría a esta postura el mayor de los espaldarazos, la realpolitik no.
Sánchez ha animado a Xi a hablar con Volodímir Zelenski y conocer así el plan de paz del presidente ucraniano, que es el que defiende la Unión Europea y el propio Gobierno español. Esa hoja de ruta no solo reclama la salida de las tropas rusas de toda Ucrania, incluida la península de Crimea. El plan demanda un Tribunal Especial que juzgue "los crímenes de agresión de Rusia contra Ucrania", y la creación de "un mecanismo internacional para compensar todos los daños causados por esta guerra", que debería pagar Moscú.
De momento ya hay una orden de la Corte Penal Internacional (CPI) que pone al presidente ruso, Vladímir Putin, en busca y captura. La idea de Zelenski siempre ha sido juzgar a Putin por crímenes de guerra.
Sánchez defiende el plan de paz de Zelenski sin fisuras
"He insistido en la importancia de que Ucrania sea quien decida sobre las cuestiones que le afectan y he expresado al presidente Xi el apoyo de España de la fórmula de paz que lanzó hace meses el presidente Zelenski", ha explicado Sánchez en una rueda de prensa, en la que ha insistido en que España "está alineada con la carta de la ONU y sus principios, violentados por Putin con su invasión".
Esta rendición incondicional de Moscú que plantea el plan de Zelenski, aunque sea acorde con ese derecho internacional mencionado por Sánchez, no la aceptará jamás China. Ello supondría alinearse con Occidente en el modelo de paz que quiere para Ucrania y dejar de lado a Rusia.
Rusia también mantiene un punto de partida inaceptable ante unas eventuales negociaciones. El Kremlin ha afirmado en diferentes ocasiones que Ucrania debe aceptar la pérdida de la península de Crimea (anexionada ilegalmente en 2014 por Rusia) y de las cuatro regiones ocupadas y anexionadas durante la invasión.
Por muy socio estratégico que sea Moscú, el Gobierno de Xi Jinping tampoco aceptará que se consolide este punto de partida ruso. Pekín sabe que Rusia tendrá que renunciar en parte a sus conquistas, como también tendrá que ceder Ucrania, que no volverá a ser el país con la extensión territorial que tenía antes del conflicto.
Sánchez ha evitado mencionar lo que le ha dicho Xi Jinping sobre la guerra de Ucrania, pero parece dudoso que el presidente chino haya respaldado el plan de Zelenski y ya veremos, después de la machacona insistencia de la UE para que lo oiga directamente del presidente ucraniano, cuándo lo llama por teléfono.
Xi pide a Occidente que deje de jugar a la Guerra Fría
Según la televisión central de China, la CCTV, Xi ha pedido ante Sánchez el fin de la presión de las sanciones "extremas" impuestas por Occidente a Rusia y de la "mentalidad de Guerra Fría", dando por entendido así que la guerra de Ucrania tiene algo que ver con la lucha de poderes en territorio europeo entre Moscú y el bloque occidental representado por la OTAN y la Unión Europea.
"Esperamos que todas las partes involucradas construyan una arquitectura de seguridad europea equilibrada, eficaz y sostenible a través del diálogo y la consulta", ha asegurado Xi, citado por CCTV.
El plan de doce puntos de China rechaza en su letra pequeña cualquier posición maximalista. Si se abre una mesa de negociación es porque hay una profunda brecha entre las posiciones, como se ha podido ver durante esta visita de Sánchez a China. Y Pekín puede hacer aportaciones muy importantes, por su asociación estratégica con Rusia y por la capacidad de presión comercial que puede ejercer sobre Occidente, en concreto sobre Europa.
Que el plan de paz chino defienda de partida el respeto a la soberanía territorial ucraniana no significa que este punto sea inamovible, pues de lo contrario Rusia no aceptaría negociar. Pekín da por sentado que las negociaciones pueden durar años y que bloquearán durante ese tiempo la adhesión de Ucrania a la UE y, por supuesto, a la OTAN. Posibilidad ésta que Moscú seguirá rechazando de pleno y que China indirectamente ha desechado también al optar por una "arquitectura de seguridad" que convenga también a Rusia.
La involucración de Europa en la guerra amplía la brecha con China
El problema de la Unión Europea es que juzga el plan de paz chino desde el punto de vista de unos países que están involucrados en la guerra con las armas y dinero que entregan a uno de los contendientes. Desde esa perspectiva, ningún plan de paz que no reciba el visto bueno de Kiev, Bruselas, Londres y Washington tendrá salida alguna. Menos aún el de China, que no está dispuesta a condenar a Rusia como punto de partida.
Y con simpatías o no hacia Moscú, China no ha pasado la línea roja de suministrar armas al ejército ruso. Menos aún armas pesadas como los carros de combate Leopard y de otros modelos con tecnologías muy avanzadas que están ya llegando por decenas a Ucrania para participar en una contraofensiva primaveral contra las fuerzas rusas.
Que China esté comprando el gas y petróleo rusos a espuertas no debería ser tampoco un problema. Son unos cuantos los países europeos, entre ellos España, que han seguido adquiriendo gas ruso hasta fechas muy recientes. En Bruselas se mira a otro lado ante esta situación que, de una manera u otra, ha ayudado a sufragar el potencial militar ruso en Ucrania.
A Pekín le interesa la paz en Ucrania, pero no la paz que quieren imponer por las armas los rusos y los aliados occidentales de Ucrania, defensores de un sistema de seguridad en Europa desconectado de Rusia y que debilite por carambola a la propia China.
China como mediador. Interesado, pero mediador.
El pacto de paz que China ha mediado entre saudíes e iraníes es la mejor carta de presentación para intentar lograr algún tipo de acuerdo entre ucranianos y rusos. Ningún país había conseguido tanto a nivel internacional entre dos rivales irreconciliables de Oriente Medio en las últimas décadas.
Tras los primeros tanteos protagonizados por turcos e israelíes, apenas comenzada la invasión rusa, nadie ha mostrado interés alguno en llegar a un alto el fuego en Ucrania. Menos aún británicos y estadounidenses, quienes frustraron aquellos primeros pasos para detener la contienda.
Una guerra que, según las últimas cifras proporcionadas por Naciones Unidas, ha causado la muerte de al menos 8.400 civiles y heridas a otros 14.000 en los trece meses que van de contienda. El número de soldados muertos es imposible de calcular.
"Las violaciones de los derechos humanos y de las leyes internacionales se han vuelto una terrible rutina", según ha explicado el alto comisionado Volker Türk. La ONU ha denunciado también ejecuciones y torturas de prisioneros militares por parte de ambos ejércitos, el ruso y el ucraniano.
Sánchez con las manos atadas sobre Ucrania por la propia UE
La visita de Pedro Sánchez a China se ha producido tres meses antes de que España asuma la Presidencia rotatoria de la Unión Europea. El Gobierno de Sánchez se mueve en el ámbito internacional en un difícil equilibrio entre la voluntad de mediación y diálogo en diferentes ámbitos internacionales, desde América Latina al norte de África, y su cierre de filas ante los planteamientos de la UE y la OTAN.
"La guerra de Putin en Ucrania tiene un intento de debilitar un proyecto de paz y de bienestar como es el de la Unión Europea. Hemos entendido el mensaje, sabemos qué es lo que pretende Putin con su guerra en Ucrania, y no lo vamos a aceptar", ha resaltado Sánchez en Pekín.
Pero la UE no puede vender a China este "proyecto de paz y de bienestar" europeo, que en Pekín suena a doble rasero. Pese a las buenas palabras desplegadas por Sánchez en Pekín, el Gobierno chino tiene presentes las durísimas acusaciones lanzadas esta semana por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
La política alemana acusó a Xi, en vísperas de su reunión con Sánchez, de preservar a toda costa sus lazos con Moscú y consideró "inviable" el plan de paz chino.
"Lejos de amedrentarse por la invasión atroz e ilegal de Ucrania, el presidente Xi mantiene su amistad sin límites con la Rusia de Putin", dijo Von der Leyen. Y añadió, ya como remate y para "facilitar" la visita de Sánchez, que Pekín busca "un cambio sistémico del orden internacional, con China en el centro".
Von der Leyen, acompañada del presidente francés, Emmanuel Macron, viajará la semana próxima a Pekín. Se verá entonces si corrige este tono de arrogante desafío con China, si presta atención al plan de paz de Pekín o si daña más el difícil equilibrio con un país que, para bien o para mal, va a escribir buena parte de la historia mundial en los próximos años, incluido el destino de la guerra de Ucrania.
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