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GUERRA RUSIA - UCRANIA Los líderes árabes prefieren Putin a Biden y evitan entrometerse en el conflicto

Casi la totalidad de los líderes árabes están con Vladimir Putin. A diferencia de Joe Biden, el presidente ruso es un hombre de orden que no se doblega a la presión de Occidente. Además, los demócratas americanos no dudaron en apoyar las revueltas árabes de 2011 que sacaron del poder a autócratas con quienes se identifican los actuales líderes árabes.

El presidente ruso, Vladimir Putin (der.), se reúne con el príncipe heredero adjunto, segundo viceprimer ministro y ministro de Defensa de Arabia Saudita, Mohammad bin Salman Al Saud (segundo der.), el 11 de octubre de 2015 en Sochi.
Vladimir Putin, se reúne con el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammad bin Salman Al Saud, el 11 de octubre de 2015 en Sochi. Alexey NIKOLSKY / RIA NOVOSTI / AFP

La guerra de Ucrania está causando una persistente reacción en Oriente Próximo. Aunque el mundo árabe fue tomado por sorpresa el 24 de febrero, desde entonces prácticamente no ha habido cambios en el posicionamiento de los líderes de la región, que ven con recelo lo que está ocurriendo, y muy especialmente el comportamiento de Occidente.

La experta Marina Mansour lo ha puesto esta semana negro sobre blanco, reduciendo lo que sucede a unas pocas y concisas palabras: las democracias apoyan a las democracias y los déspotas a los déspotas, un axioma que resume la actitud de los mandatarios árabes.

En varias votaciones celebradas en la Asamblea General de la ONU en relación con la guerra, los países árabes se han cuidado de condenar a Rusia

El resultado es que un notable número de autócratas día tras día declinan la invitación de EEUU a sumarse a las filas de los aliados occidentales, que en la práctica han entrado en guerra con Rusia, al menos de facto. Aunque no la han declarado formalmente, la de Ucrania es una guerra no solo económica sino también militar.

En varias votaciones celebradas en la Asamblea General de la ONU en relación con la guerra, los países árabes se han cuidado de condenar a Rusia. El 7 de abril, por ejemplo, cuando se votó la suspensión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos, los países de Oriente Próximo o bien se abstuvieron o bien se opusieron.

La administración de Joe Biden se ha esforzado en alinear a esos países en su dirección, pero todos los intentos han fracasado, probablemente porque los autócratas consideran que Moscú no es un enemigo que ponga en peligro su autoridad; al contrario, ven a Rusia como un aliado más allá de lo circunstancial.

El caso de la votación en el Consejo de Derechos Humanos tiene su busilis puesto que prácticamente cada uno de los países de Oriente Próximo no tiene un registro brillante en esta materia y podría convertirse, por indiscutibles méritos propios, en el siguiente de la lista de violadores de los derechos humanos.

Arabia Saudí está alejándose de EEUU a velocidad de vértigo debido al errático comportamiento de Washington

No solo eso. Arabia Saudí está alejándose de EEUU a velocidad de vértigo debido al errático comportamiento de Washington, cuya política en Oriente Próximo es nefasta y no hay indicaciones de que vaya a corregirla. En vista de ello, Riad incluso está considerando aceptar el yuan chino como moneda para la venta de petróleo, una verdadera amenaza para el dominio global del dólar.

Como otros países árabes, los saudíes no ven ninguna contradicción en el hecho de abrazar a Moscú y Pequín. Al contrario, están desarrollando unas políticas de aproximación a esas potencias que tienen su origen antes de que Biden entrara en la Casa Blanca en enero de 2021, políticas que al principio eran tímidas pero que han superado ese estadio para desazón de los americanos.

Además, las relevantes sanciones y medidas punitivas que EEUU y Europa han impuesto a Rusia, y amenazan con seguir imponiendo, son una señal de alarma para los autócratas, pues podrían ser los siguientes en la lista, una situación que observan con comprensible recelo. No en vano, los autócratas ven las sanciones occidentales como una cuestión personal.

Marina Mansour establece una comparación entre lo que eriza la epidermis de los mandatarios árabes y lo que ocurrió con las primaveras árabes de 2011, cuando el fervor popular desestabilizó regímenes que se tenían por consolidados y Occidente, con Barack Obama a la cabeza, se puso, aunque fuera de manera temporal, del lado de los manifestantes.

Los gobiernos del Golfo Pérsico, que salieron indemnes de las primaveras, temen que estallen protestas populares y por ello apoyan movimientos y personalidades antidemocráticas

Mansour considera que los gobiernos del Golfo Pérsico, que salieron indemnes de las primaveras, temen que estallen protestas populares y por ello apoyan movimientos y personalidades antidemocráticas, como ocurrió con el egipcio Abdel Fattah al Sisi, en quien Arabia Saudí y los Emiratos han invertido decenas de miles de millones de dólares desde 2013.

Con Vladimir Putin sucede algo parecido. Los líderes árabes prefieren un régimen estable y no sujeto a una interpretación maquiavélica de la democracia como la que domina en Occidente. Vienen a decir, como escribió Goethe, que "la injusticia es preferible al desorden" e incluso es preferible a un sistema democrático que no tiene arraigo en la región.

A diferencia de Europa, o de algunas otras regiones, los líderes árabes ven sus relaciones con Washington de manera realista, y creen que deben edificarse sobre "intereses mutuos" y no sobre "valores comunes" que no existen, a diferencia de los intereses mutuos.

Países como Arabia Saudí o los Emiratos añoran a los republicanos. Al fin y al cabo el partido republicano es una entidad de orden que ve la democracia con desconfianza

Países como Arabia Saudí o los Emiratos añoran a los republicanos. Al fin y al cabo el partido republicano es una entidad de orden que ve la democracia con desconfianza, especialmente desde la presidencia de Donald Trump. No hay que olvidar que Trump se entendía bastante bien con Putin y con las autocracias árabes.

No es sorprendente que el príncipe saudí Mohammad bin Salman, haya garantizado a Putin que mantiene el reparto de cuotas de producción de petróleo aprobadas por la OPEP+ en 2020 bajo la tutela de Trump, un reparto con el que quiere acabar Biden. Tampoco sorprende que el príncipe no se ponga al teléfono cuando Joe Biden le llama para que incremente la producción de crudo a raíz de la crisis de Ucrania, jugando de esta manera a favor de Putin.

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