la paz (bolivia)
El 12 de noviembre de 2019 Jeanine Áñez asumió la presidencia de Bolivia y delineó un marco de transición de cara a nuevas elecciones de las que no participaría como candidata. En el mes de enero de este año anunció su candidatura presidencial para las elecciones programadas del 3 de mayo, casi seis meses después. Bolivia conoció una crisis política en junio de 2005 que derivó en la renuncia del presidente Carlos Mesa, que había acompañado en la fórmula presidencial como vicepresidente a Gonzalo Sanchéz de Lozada que renunció en octubre de 2003 a raíz de numerosas protestas. En junio de 2005 el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Eduardo Rodríguez Veltzé, fue ungido presidente por línea sucesoria constitucional para llevar adelante un proceso de transición y convocar a nuevas elecciones generales. En esta entrevista Rodríguez Veltzé explica similitudes y diferencias entre los dos procesos de transición.
Usted encabezó el proceso de transición de los años 2005- 2006, ¿cuáles fueron sus características?
Ya han pasado algunos años, pero tiene relación con una crisis política que se fue expresando en el decaimiento y en el deterioro de los partidos que gobernaban. Primero se produjo una sucesión del presidente Sánchez de Lozada al vicepresidente Carlos Mesa luego de conflictos sociales, de una situación económica muy deteriorada. Y el presidente Mesa tampoco pudo sostener su presidencia y renunció sucesivamente al cargo, digo sucesivamente porque el país entró en una espiral de crisis política. Los partidos tradicionales habían perdido el sentido de proximidad con la gente, con los movimiento sociales y parecía inminente la necesidad de retomar un nuevo rumbo constituyente o electoral.
Las cosas se precipitaron cuando Mesa renuncia, la aceptación de esa renuncia tiene dificultades con lo que se llamaba antes el Congreso o la Asamblea Legislativa, que tiene que trasladarse a la ciudad de Sucre, que era la sede del Poder Judicial. Luego de algunas escaramuzas y dificultades de orden social, incluso con militares en las calles, se produjo una sesión del Congreso que decidió optar por seguir el ritmo de la Constitución en la sucesión. Sesionó el Congreso, declinaron de asumir la presidencia el presidente del Senado y el presidente de Diputados, y -observando la norma constitucional- convocaron a quien entonces ejercía la presidencia del Tribunal Supremo de Justicia, en ese caso mi persona.
Entonces, yo recibí una llamada, en junio de 2005 y me pidieron que me haga presente para tomar juramento y asumir la presidencia en medio de una crisis difícil. Lo importante de esa decisión es que se operó en el marco normativo de la Constitución activando la deliberación del poder legislativo, que conoció la renuncia, deliberó sobre ella y decidió nominar como presidente al titular de Tribunal Supremo. Eso permitió que se marque un régimen de ordenamiento constitucional en un momento muy difícil, pero la prioridad era convertirse en un tránsito plural, abierto para la renovación política institucional del país, pero sobre todo con la característica fundamental que la subrayo, una imparcialidad absoluta de quien conducía la nave del Estado. Yo era el árbitro más importante del momento y tenía que asegurar que los organismos electorales y de justicia garanticen esa imparcialidad. Eso fue en grandes términos la transición que me tocó conducir en 2005.
Usted formó un gabinete de ministros para ese período ¿Cómo hizo para gobernar seis meses tomando algunas decisiones políticas importantes y seguramente tentado de tomar decisiones que tal vez no tomó?
Esa es una pregunta fundamental. Tal vez la dificultad más grande que tuve fue la de formar un gabinete, pues yo era un juez y no tenía un partido por detrás ni tampoco alianzas políticas que impulsaron mi presidencia. Simplemente era un juez de la Corte Suprema que asumía una obligación constitucional. A mi me tomó un poco más de una semana convencer a alguna gente de que me acompañe o desestimar a otra que estaba muy interesada en acompañarme.
En todo caso formé un gabinete profesional de conocida reputación, sobre todo independiente frente al próximo escenario electoral. Tuve una relación muy difícil con el Congreso porque este tuvo que acortar su mandato y convertir la transición en una serie de pilares y acuerdos estructurales para reconformar la democracia boliviana. Y esos pilares tienen relación con que la próxima elección que íbamos a celebrar en diciembre iba a convocarse para todos los cargos del órganos legislativos, senadores y diputados.
También se acordó llevar adelante la Asamblea Constituyente y un calendario electoral para la próxima asamblea. Se acordó políticamente que se iba a elegir a los entonces prefectos -hoy gobernadores de los departamentos- y se iban a celebrar referendos autonómicos. Es decir, la transición se ocupó de los temas políticos estructurales que permitían abrir un nuevo tiempo en Bolivia, un nuevo tiempo con una nueva constitución y en un ámbito de mucho respeto y con la pluralidad. Eso nos permitió, con enormes dificultades por cierto, garantizar una de las elecciones más concurridas de la historia de Bolivia, que fue la de diciembre de 2005, con la que Evo Morales logró una victoria extraordinaria.
La constitución de un país se puede interpretar de una manera o de otra, ¿qué establece en este caso la de Bolivia respecto de una transición?
La constitución de 1967, enmendada en varias oportunidades, disponía que cuando se abría la sucesión constitucional el presidente del Tribunal Supremo -que era el último en la cadena por sucesión- debía llamar únicamente a elecciones por los cargos vacantes, esto es presidente y vicepresidente, Sánchez de Losada y Carlos Mesa respectivamente. Pero el deterioro del país era tan grande y el descrédito del Congreso era tan notorio que era imprescindible llamar a una elección general.
Entonces, el presidente, no podía cambiar la constitución, sino que tenía que llevar adelante un proceso de enmienda constitucional por medio de una moción, que debía tratarse por las dos cámaras, y con una mayoría calificada aprobar una reforma. Así lo hicimos. Seguimos el proceso de reforma constitucional que dispuso que cuando se operaba esta transición las elecciones iban a ser comprensivas a presidente, vicepresidente y miembros del Congreso. Lo propio se hizo para transformar la elección de los gobernadores, previa elección por voto popular, porque antes se hacía "a dedo" por el presidente. Yo tenía que seguir un régimen organizativo constitucional, lo cual dio una enorme legitimidad a las decisiones tomadas.
En esta transición liderada por Jeanine Áñez las decisiones que se toman parecen muy diferentes a la que ha tomado usted, porque Áñez ha tomado decisiones de política exterior, de política económica, que exceden lo que usted describió como un mandato de transición.
No voy a entrar en mayor análisis de los acontecimientos en medio de la crisis que llevan a esta señora a autoproclamarse presidenta, no en una sesión del Congreso donde hay deliberación de la renuncia y nombramientos. Tiene una dinámica muy distinta, en un momento de condiciones y de contextos muy diferentes, pero a mi juicio era imprescindible una sesión plena de la asamblea plurinacional para avanzar.
Pero bueno, eso ya está cumplido, y el gobierno de transición ha tenido algunos logros en términos de pacificar un momento que parecía muy tenso. También tuvo el acierto de nombrar un nuevo Tribunal Supremo Electoral. Sin embargo, tengo que decirlo con preocupación, que esta presidencia transitoria que tenía un objetivo principal que era generar un espacio de transición a un nuevo orden democrático con elecciones libres y plurales, era un puente de un tiempo de crisis política a un nuevo tiempo de renovación. Pero se convierte más bien en un estribo para la presidenta que se convierte ahora en candidata.
Obviamente eso va marcando el tono de las actuaciones del nuevo gobierno, en términos de mayor intolerancia frente a la oposición, frente a las posibilidades de un pluralismo más abierto, a la par de decisiones que a mi juicio son reprochables, por decirlo en términos de legitimidad para conducir temas de política exterior, de determinadas políticas de Estado que deben venir de un debate legislativo mucho más amplio y que obviamente son objeto de alguna crítica por estos días.
¿Cree que pueden estar dadas las garantías para que se lleven a cabo unas elecciones libres y transparentes?
Yo tengo algunas dudas sobre estas condiciones. Este gobierno tenía un propósito explícito de conducir un tiempo mucho más plural e independiente, pero ahora está teñido de sus propios intereses electorales. Pero también se ha puesto mucho acento en generar un estigma, una especie de sombra sobre lo que representaron los 14 años del gobierno de Evo Morales. Entonces, todos aquellos quienes, me incluyo, tuvimos alguna función de orden publico bajo el gobierno de Evo Morales, de pronto estamos bajo este estigma del masismo o ser masista (Ndr: del partido Movimiento Al Socialismo -MAS de Evo Morales) lo cual encuentro desafortunado.
Si bien el gobierno de Evo Morales pudo haber tenido errores, eso lo juzgará el tiempo, la historia y los tribunales, creo que es tremendamente injusto que en la campaña se genere una suerte de persecución contra líderes y funcionarios mostrando precisamente aquello que se criticó en la primera época del MAS, la excesiva judicialización de la política. Si lo hicieron en el pasado, a mi juicio no es motivo para volver a hacerlo en el presente. Además, el gobierno tiene mandato que le da legitimidad, que es conducir un tiempo de imparcialidad para pasar de un tiempo político a otro, de manera que tengo algunos reparos en la forma en la que se está conduciendo el gobierno ahora.
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