El conflicto ucraniano continúa encallado y el invierno está la vuelta de la esquina. Donetsk es una mecha prendida para el suministro energético de Europa, que depende en gran medida de Rusia. Y Vladimir Putin lo sabe. De hecho, el presidente juega con esta baza a su favor, una vez más. El principio de acuerdo al que han llegado Ucrania, Rusia y la Unión Europea podría saltar por los aires de un momento a otro. Todos los Estados miembros tienen mucho que perder ante un eventual enfado de Moscú, excepto Portugal, España y el sur de Francia, con los puertos más diversificados.
Gazprom tiene agarrada por el cuello a la UE, cuyo consumo mayoritario proviene de esta principal compañía rusa (el 39% del gas y el 33% del petróleo), más de la mitad a través de Ucrania. 'La dependencia energética no deja de crecer, retroalimentada por la ausencia de una política común. Europa está ensimismada. Mientras crece la inestabilidad, su mayor preocupación es el reparto de cargos', critica el experto en políticas energéticas Javier García Breva.
'La dependencia energética no deja de crecer, retroalimentada por la ausencia de una política común'
Lo corrobora la propia Comisión Europea en su última publicación sobre la materia (‘Estudio en profundidad sobre la seguridad energética europea'), que alerta de que su 'prosperidad y la seguridad dependen de la existencia de un abastecimiento estable y abundante de energía'. Moscú no parece cumplir el primero de los requisitos, al menos mientras no sanee la herida ucraniana.
Los países del Este todavía recuerdan la dureza de los inviernos de 2006 y 2009, cuando el Kremlin cerró el grifo, con motivo de la Revolución Naranja ucraniana y por falta de acuerdo en los precios, respectivamente. La última amenaza cumplida se produjo el pasado mes de junio, en plena efervescencia del enfrentamiento entre Rusia y Europa por Ucrania.
Las regiones menos integradas y peor conectadas, como el Báltico y Europa Oriental, serían las más perjudicadas de un nuevo enfado ruso. En concreto, los seis Estados miembros que dependen de Moscú como cuasi-único suministrador externo de gas: Lituana, Letonia y Estonia, además de Bulgaria, Eslovaquia y Finlandia. Apenas se libran los países ibéricos, donde las terminales que reciben gas natural presentan una mayor diversidad. En concreto, España tiene la red más plural: recibe el producto desde 11 países de los cinco continentes, aunque no se libra de otras dependencias (en 2013 el 53% de sus importaciones de gas natural licuado llegaron desde Argelia).
De los veinte puertos de gas natural existentes en la UE (con una capacidad de almacenamiento aproximada de 8.347.500 metros cúbicos), siete están ubicados precisamente en la Península Ibérica. El de mayor volumen es el de Barcelona (760.000 metros cúbicos), que puesto en funcionamiento en 1868 es uno de los más antiguos de Europa. Y en el Estado español hay tres terminales marítimos en construcción: los de Gijón, Gran Canaria y Tenerife.
De los veinte puertos de gas natural existentes en la UE, siete están ubicados precisamente en la Península Ibérica
Ucrania ha demostrado a la UE que el futuro pasa por diversificar fuentes. Las esperanzas estaban hasta ahora puestas en el llamado ‘corredor sur', que destinado a importar gas desde Azerbaiyán y Turkmenistán ha mostrado su ineficiencia, al ser países bajo la influencia rusa. La visita de Merkel a España el pasado mes de agosto, paseo con el presidente Mariano Rajoy incluido, sirvió para dar el espaldarazo oficial a la apuesta ibérica.
A muy corto plazo, el objetivo es que la Península ofrezca al menos el 10% de la energía que necesita la UE. 'La forma más barata, rápida y eficiente es aprovechar las plantas de las que ya dispone España sin utilizar. Desde ese punto de vista, el mercado ibérico podría aportar mucha seguridad energética a la UE, a un coste mucho más bajo que muchas de las otras alternativas', explica el director del Programa de Energía del Real Instituto Elcano, Gonzalo Escribano, quien completa la ecuación con los resultados de no depender de Moscú: 'Habremos reducido su posición dominante, podremos bajar precios y, sobre todo, estaremos transfiriendo menos recursos a Rusia, que actualmente se financia en un 50% de las exportaciones de gas y petróleo. Estaríamos minando su capacidad para interferir en la periferia de la UE'.
Un trozo del pastel energético ahora en manos de Rusia busca comensal. Y hay quienes ya se frotan las manos, como el secretario de Estado de Energía portugués, Artur Trindade, que bendice en público la alternativa: 'Es la posición política más importante para acelerar la puesta en funcionamiento del Mercado ibérico del gas (Mibgas) a finales del primer semestre de 2015'.
La Asociación Española del Gas (Sedigas) también ve con buenos ojos este frente ibérico. Su presidente, Antoni Pere, aseguró el pasado mayo que en pocos años podrán aportar el 12% del gas que se compra a Rusia. Un experto en materia energética que prefiere mantener el anonimato analiza estos intereses: 'Al sector español del gas le gustaría, fundamentalmente, porque son una máquina haciendo negocios ruinosos, como la construcción de 25.000 MW de centrales de ciclo combinado, y la compra de gas a Argelia para que funcionen. Pero esas centrales no se enchufan más allá de un 15% de su capacidad porque hay demasiada potencia y las renovables son más baratas y tienen preferencia de acceso a la red. No hacen más que dar palos de ciego, como el del almacén Castor, que luego hay que cerrar y tenemos que pagar entre todos'.
'Más de media Europa tiene contratos con Gazprom y esas relaciones no se van a romper'
En clave de política interna, tanto Portugal como España ganarían peso en la UE, insuflando además un importante impulso para sus maltrechas economías. Se trata en todo caso de un giro energético que debilitaría los actuales vínculos entre rusos y europeos en esta materia, un escenario que pone en duda Breva, presidente de N2E, la Coalición para un Nuevo Modelo de Negocio Energético en España: 'Más de media Europa tiene contratos con Gazprom y esas relaciones no se van a romper, como demuestran las sanciones que ha puesto la UE a Rusia, que han dejado fuera al sector del gas'.
El principal escollo ahora mismo para las aspiraciones de Portugal y España son los Pirineos. Y es que, las actuales infraestructuras no permiten exportar el excedente de gas allende las fronteras, lo que provoca que las plantas funcionen a menos de la mitad de su capacidad. El trío de obstáculos lo completan, coinciden las voces consultadas, el deficiente mercado energético comunitario; y el recelo francés frente a cualquier posible competencia que amenace a su industria nuclear y a sus monopolios energéticos, especialmente gasistas.
En todo caso, añade Escribano, 'la solución a la dependencia de Rusia pasa por un conjunto de alternativas. Necesitaríamos traer el gas que viene de Argelia, pero también el de Nigeria y el que pueda venir de Brasil, de Estados Unidos y de México, de Qatar, de Australia, de Mozambique, del Ártico más a largo plazo, de Chipe y de los nuevos yacimientos que hay en el Mediterráneo oriental, también de Egipto... Habría que explotar con las máximas garantías medioambientales los recursos de shale gas o no convencional que hay en Europa. Y habría que seguir renovando la inversión en renovables aunque no esté de moda. Tampoco podemos cerrar alegremente nucleares'.
En vez de repartir la tarta, otra opción es reservar los pedazos sobrantes o, lo que es lo mismo, reducir la demanda energética y apostar por las fuentes renovables. Es la postura que mantienen colectivos como Greenpeace, que denuncia que los europeos gastan diariamente más de 1.000 millones de euros en importar energía. Según esta ONG, 'sólo una estrategia de ahorro y renovable reducirá la dependencia de Europa'.
En el negocio de las renovables también están Portugal y España. Los expertos coinciden en señalar que la UE no conseguirá alcanzar las metras de clima y energía previstas para 2030 si no compra energía renovable a estos dos vecinos ibéricos, por ser países abundantes en sol y viento y, por ende, más baratos a la hora de producir. En ese sentido, la propuesta inicial de Lisboa fue fijar una meta común del 40% de las energías renovables y autopistas eléctricas de suficiente envergadura como para que circule por ellas el 25% de la capacidad de producción instalada en todo el territorio comunitario dentro de 16 años. Las ambiciones europeas son más bajas y sobre la mesa de negociaciones están ahora mismo porcentajes respectivos del 27% y del 15%.
El Ejecutivo luso, en boca de su ministro de Medio Ambiente, Ordenación del Territorio y Energía, Jorge Moreira, ya ha anunciado que está dispuesto a bloquear el nuevo Paquete de Clima y Energía 2030, que será votado en el Consejo Europeo de los próximos 23 y 24 de octubre. De momento, la postura de la Comisión Europea es evidente: un nuevo gasoducto de 1.184 kilómetros entre España y Francia a través de Le Perthus (previsto para 2020) y la extensión en 310 kilómetros del existente entre Zamora y Portugal (2018) son dos de las 250 infraestructuras PCI (Proyectos de Interés Común) previstas, sujetas a subvenciones y ventajas administrativas.
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