madrid
Alineadas sobre la acera de San Vicente Boulevard, una calle del lujoso barrio angelino de Brentwood, permanecen instaladas dos docenas de tiendas de campaña decoradas con banderas norteamericanas. Escenas como éstas son comunes en las calles de la urbe californiana, donde la indigencia lleva años siendo un problema profundamente arraigado que contrasta con los flashes de Hollywood. Pero aquí, en este campamento conocido como Veterans Row, sólo viven veteranos de guerra. Y los ánimos están caldeados.
"Los Ángeles es la capital nacional de los veteranos sin hogar", explica en entrevista con Público Robert Rosebrock, ex soldado estadounidense y uno de los principales impulsores de este campamento con apenas unos meses de existencia.
Las tiendas de campaña están meticulosamente situadas en frente de West LA Veterans Affairs (VA), un complejo federal con una extensión de 1.57 kilómetros cuadrados que desde hace décadas ofrece atención médica y diversos servicios a los soldados retirados. Pero la historia de este complejo es convulsa. El terreno fue donado por Arcadia Bandini de Baker y el senador John P. Jones al gobierno federal en marzo de 1887 con un objetivo claro: Garantizarle un hogar permanente a los soldados retirados con minusvalías. Y aunque durante décadas, la propiedad cumplió su función y llegó incluso a convertirse en el hogar de miles de veteranos durante la guerra de Corea, la situación comenzó a descarrilar en la segunda mitad del siglo XX.
"Todo cambió cuando VA (el departamento del gobierno estadounidense que se encarga de velar por los veteranos) empezó a conceder contratos de alquiler a comercios y negocios privados que nada tenían que ver con los veteranos", denuncia Rosebrock. "Y una tierra que estaba destinada para los soldados retirados se ‘ocupó’ con iniciativas lucrativas".
La indignación del veterano ––que está respaldado por la organización conservadora Judicial Watch–– es tal que a sus más de setenta años tiene fuerzas para plasmar sus quejas en una extensa carta compartida con Público, la cual ha dirigido a la oficina de VA en Los Ángeles. En ella, Rosebrock recalca que los soldados retirados que malviven en las calles de la ciudad han sido abandonados a su suerte por VA, y que ésta sigue permitiendo el uso del campus con fines privados ajenos a las necesidades del colectivo. De ahí que para este jubilado, el campamento de Veterans Row sea una forma de protestar y exigir que todos sus residentes sean trasladados a la propiedad de West LA Veterans Affairs de manera inmediata.
Rosebrock, sin embargo, no es el único que se opone al uso del campus con fines lucrativos. En 2011, los Veteranos Americanos de Vietnam, un grupo de veteranos sin hogar y un descendiente de la familia que había donado el terreno interpusieron una querella colectiva (Valentini vs. Shinseki) contra VA. El magistrado que presidió el caso le sacó los colores a VA por alquilar secciones de West LA Veterans Affairs ––de manera ilegal o inadecuada–– a un club de fútbol, a la cadena hotelera Marriott y a los estudios 20th Century Fox, entre otros.
A esto se sumó un informe publicado en septiembre de 2018 por la Oficina del Inspector General de VA, que corroboró que el 63% del campus se utilizaba de manera inadecuada, destacando la presencia de un parque de perros y de un santuario de loros.
Desde entonces, algunos de los contratos privados han sido cancelados. La batalla legal también logró zanjarse con un acuerdo extrajudicial y con la creación de Vets Advocacy, una ONG que supervisa la "revitalización" del campus de West LA Veterans Affairs. Como parte del nuevo plan pactado, en los años próximos se irán renovando los edificios antiguos y construyendo otros con capacidad para alojar a más de mil veteranos, restaurando así la misión original del terreno. Para llevar a cabo este objetivo, Vets Advocacy coordina sus operaciones con la oficina de VA en Los Ángeles.
"El edificio pequeño, que cuenta con 54 plazas, ya está abierto…Y para 2020 habrá 120 plazas más", explica en entrevista con Público Dan García, un ex veterano de 73 años que combatió en la Guerra de Vietnam y que ahora es el consejero delegado de la ONG.
A pesar de los esfuerzos que García y su equipo están realizando por agilizar los trámites burocráticos e impulsar la etapa de construcción, para los 3902 veteranos que viven en las calles angelinas, el proyecto no está avanzando con la urgencia requerida, y tampoco contará con suficientes plazas para garantizar un techo a una comunidad donde muchos batallan con adicciones, enfermedades mentales y secuelas físicas.
"Entendemos la impaciencia que genera estar esperando a que se construyan las plazas de alojamiento permanente.…Pero no me pagan por hacer este trabajo…Estamos donando nuestro tiempo porque esto nos importa, y estamos haciendo todo lo que podemos por obtener apoyo político y financiero para mejorar las vidas de los veteranos", asegura García. "Creo que en dos o tres años se podrán ver cambios importantes en el uso de este terreno".
Las obstáculos que atraviesa Los Ángeles para garantizar un techo permanente a los veteranos no pasan desapercibidos en otras partes del país, donde algunos programas con enfoques distintos están dando resultados prometedores. Sin embargo, el elevado precio de la vivienda en California los hace, de momento, más complicados de implementar en la urbe angelina.
"El mayor obstáculo para los veteranos sin hogar es pagar la señal para alquilar un piso. Nosotros recaudamos los fondos y pagamos la señal en el momento. Así no, no tienen que ir a la iglesia a pedir dinero durante dos o tres meses, que es lo que habitualmente hacen", asegura en entrevista con Público Ken Leslie, exindigente y fundador de Veterans Matter, una ONG que lleva años abogando por los veteranos sin techo y por sus familias.
"Pero ¿qué haces en Los Ángeles, donde los alquileres y las señales son tan caras? Con la señal que se paga allí por una persona, podemos pagarle la señal a tres veteranos en otras ciudades del país", lamenta.
En los últimos años, el modelo de Veterans Matter, que arrancó inicialmente en Toledo (Ohio), se ha ido expandiendo y ya está presente en 25 estados y en la capital norteamericana. Más de 3900 ex soldados de todo el país han recibido un hogar, y aunque Leslie admite que a corto plazo el modelo que él propone no resulta efectivo en California, espera que algún día ciudades como Los Ángeles puedan sumarse al programa. "Ojalá que podamos llevarlo allí también".
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